miércoles, 4 de enero de 2012
Público dice adiós
miércoles, 23 de noviembre de 2011
No ganó el Partido Popular, perdió la izquierda
lunes, 7 de noviembre de 2011
La responsabilidad histórica de los socialdemócratas
martes, 11 de octubre de 2011
De las encuestas-palangana y la izquierda desmovilizada
martes, 24 de mayo de 2011
La realidad atropella al PSC

Hace años que conozco a Miquel Iceta, y sé por tanto qué se puede esperar de alguien como él. Lo que jamás hubiera imaginado -soy así de ingenuo, todavía- es que pueda haber en el mundo alguien con la frialdad suficiente como para encarar los medios como él hizo ayer y deponer -en todos los sentidos- una declaración tan estrafalariamente fuera de la realidad como la que hizo. Aquí no pasa nada, vino a decir, el Congreso del PSC tendrá lugar cuando toque -o sea, cuando nos convenga a quienes lo manejamos-, y en definitiva, ni Dios nos va a mover la silla a los que vivimos de esto. Todo con palabras muy neutras y educadas, eso sí.
Continuará.
martes, 8 de marzo de 2011
Antiimperialistas de hojalata

miércoles, 22 de diciembre de 2010
Por la refundación del espacio político de la izquierda catalana (2)

Al final de este blog campea una frase que aún siendo cosecha propia de un servidor de ustedes, en realidad matiza una célebre sentencia del pensador marxista renovador Cornelius Castoriadis: "El comunismo fracasó y la socialdemocracia está agotada. Hoy más que nunca, la alternativa es socialismo o barbarie". Que la experiencia comunista -con su capitalismo de Estado, su dictadura represiva, su desprecio de los valores humanos y ciudadanos y su ineficacia económica y social-, fue un fracaso tan rotundo que resulta inimaginable concebir su resurrección ni siquiera como mera hipótesis, está fuera de toda duda. Como igualmente está fuera de duda que la socialdemocracia, hija del ayuntamiento del temor capitalista al comunismo durante la Guerra Fría y de la fuerte expansión de la economía productiva tras la Segunda Guerra Mundial, está periclitada y obsoleta, al haber cerrado los patronos el grifo con el que se alimentaba el Estado del Bienestar y sobre todo, al producirse el cambio en el modelo de relaciones de producción y la desaparición del capitalismo centrado en la manufacturación de bienes materiales, substituido por el que basa sus beneficios en la especulación financiera.
En Catalunya esta destrucción del tejido productivo y su substitución por un universo de economía-ficción, viene produciéndose desde principios de los años ochenta. Una de sus consecuencias buscadas ha sido la extinción de los modelos mentales y teóricos tradicionales de las fuerzas de izquierdas -que remiten a la lucha contra el capitalismo productivo-, paralela a la introducción del pragmatismo desideologizado como método de gestión allá donde la izquierda gobierna. Así, las clases trabajadoras han quedado progresivamente desarmadas ante el asalto de la derecha económica y política; no es tanto que éstas hayan impuesto la aceptación razonada de sus ideas y sus políticas, sino que a través de los medios de generación de consenso social y sus altavoces han conseguido hacer creer que no hay otras posibles. Otro mundo no es posible, podría ser el eslogan del pensamiento único derechista. El aburguesamiento de los mandarines que gobiernan las organizaciones sindicales, políticas, sociales y culturales de la izquierda, y la deserción en masa de sus intelectuales rumbo a los cómodos prados en los que ahora pacen (cátedras, diarios, premios literarios...) han hecho el resto, posibilitando esa imposición.
Como consecuencia, el desconcierto del antiguo votante de izquierdas catalán es total. Desde hace tiempo sus dirigentes pertenecen en su mayoría a los estratos menos exitosos de la burguesía media catalana, y están impregnados de los valores y esquemas mentales propios de esa clase social; en su mayoría continúa teniendo como referente mítico al PSOE, un partido centenario al que se vota más por su pasado que por su presente, ya que actualmente vive en fase de transformación en una fuerza liberal cuyas políticas de gobierno y cuyos posicionamientos ideológicos están cada vez más desconectados de los intereses de las clases trabajadoras y populares; y en fin, el consumismo, la alienación, la competitividad y la insolidaridad, valores preconizados y difundidos por la derecha como recetas para desarticular las bases sociales de la izquierda, han cuajado de modo muy sólido en grandes sectores de las clases trabajadoras y populares, en Catalunya y en cualquier otra parte, mucho antes de que el fenómeno de la globalización les de consistencia de leyes universales.
Ante semejante panorama, el votante de izquierdas tradicional se refugia en la abstención. No cambia su voto llevándolo fuera de su espacio, porque entiende que no es la realidad la que ha cambiado en perjuicio de sus ideas; al contrario el mundo contemporáneo, sobreexplotador y extremadamente alineante como en ninguna otra etapa anterior del capitalismo, les dan la razón, las hace más vigentes que nunca. Es la incapacidad para encarnarlas que sufren las organizaciones de izquierdas, singularmente los partidos que hasta fecha reciente se reclamaban de esa ideología y que ahora prefieren calificativos eufemísticos y políticamente correctos como progresistas, verdes, demócratas sociales, etc, como nuevas identidades de conveniencia, la que hace imposible el voto a la fuerza de siempre e incluso a las otras fuerzas próximas pertenecientes al mismo espacio político.
La imagen que ilustra el post corresponde a un cartel llamando al voto a las izquierdas en las elecciones de febrero de 1936. Muchas familias habían quedado rotas por la salvaje represión que siguió a los movimientos revolucionarios en defensa de la República de octubre de 1934.
viernes, 17 de diciembre de 2010
Por la refundación del espacio político de la izquierda catalana (1)

viernes, 3 de diciembre de 2010
Elecciones en Catalunya: el futuro es el pasado (y 2)

martes, 23 de noviembre de 2010
Hora de hablar claro sobre el Sáhara Occidental

HORA DE EMPEZAR A HABLAR CLARO SOBRE EL SÁHARA OCCIDENTAL
domingo, 16 de julio de 2006.
Los recientes incidentes y manifestaciones en Marruecos y España promovidos por el Frente Polisario en los últimos días, han vuelto a poner de actualidad un conflicto que lleva enquistado casi 30 años. Un conflicto cuyas raíces y causas últimas cabe apuntarlas históricamente en el debe de la administración colonial española de algunas porciones de Africa, y sobre todo en el modo absurdo y precipitado en que se llevó a cabo el proceso de descolonización.
Fue la Conferencia de Berlín de 1884 quien repartió África entre las potencias europeas. España, potencia de tercera fila, recibió entre otras migajas un trozo de costa en el noroeste africano lindante con el desierto del Sáhara. Era un territorio inhóspito y desolado, carente de todo recurso natural y donde no existía ni una sola población estable: en esa costa y en su "hinterland" sólo residían temporalmente grupos de pastores nómadas, que iban y venían a su albur desde Marruecos hasta el río Níger. Esos clanes de nómadas carecían de cualquier estructura político-administrativa más allá de los consejos tribales de notables. Jamás hubo un Estado independiente en lo que hoy llamamos Sáhara Occidental.
El único interés que ofrecía ese territorio para la España colonial era su proximidad a las islas Canarias, y secundariamente, la posibilidad de establecer factorías pesqueras en la costa, lo que se hizo tras fundar los pueblos de El Aiún y Villa Cisneros (actual Dakla). La exploración del interior del territorio fue decepcionante; nada había allí desde el punto de vista de la explotación de recursos naturales que valiera la pena. De hecho, y hasta que la dictadura franquista relanzó la idea imperial española, ya en los años cuarenta del siglo XX, la colonia del Sáhara quedó prácticamente abandonada a su suerte. Sólo los dos pequeños puertos de la costa referidos tenían población fija y presencia permanente de la Administración colonial.
Posteriormente, ya a finales de los años cincuenta y tras la independencia de Marruecos, las colonias españolas en el norte de Africa se vieron sometidas a una fuerte presión inducida desde el nuevo Estado, que no excluyó los choques armados indirectos. Antes de eso el gobierno español había tenido que ceder el Rif y reconocer la independencia y unidad del Estado marroquí, inevitables desde que Francia decidiera retirarse de su sector. Luego, tras un breve pero sangriento conflicto bélico (cuya existencia siempre intentó ocultar el régimen franquista), España hubo de entregar al nuevo Estado todo Ifni y una franja de territorio al norte del Sáhara Occidental.
Pero Hassan II no se conformaba con las adquisiciones territoriales logradas a costa de la entonces débil España. Su proyecto de configurar un Gran Marruecos pasaba por reunir todos los territorios que, supuestamente, en un momento u otro habían formado parte del Estado marroquí medieval o habían sido tributarios suyos, lo cual significaba extender sus fronteras hasta la misma curva del Níger. La primera pieza a integrar en ese Marruecos redimensionado era la colonia entonces llamada Sáhara Español. En el juego estratégico subsiguiente, el régimen franquista convirtió política y administrativamente a sus colonias africanas en provincias, dotándolas así del mismo rango que los territorios peninsulares e insulares metropolitanos, y haciéndolas partícipes de la supuesta indivisibilidad de la Patria Española. Por otro lado, el régimen español acentuó su control sobre los notables saharauis y aceleró la "hispanización" de la colonia, si bien respetando las creencias religiosas de los nómadas.
El desarrollo de las industrias pesqueras y el hallazgo y explotación de ricas minas de fosfatos, revitalizaron el interés del Sáhara Español como colonia. Y también, lógicamente, el deseo marroquí por hacerse con su control. En los años setenta el régimen político español y su fundador entraron en total decrepitud. Marruecos aprovechó la coyuntura para forzar la máquina anexionista. Estudiantes universitarios saharauis crearon, en territorio marroquí y probablemente inducidos por los servicios secretos de Hassan II, la organización guerrillera Frente Polisario, cuya tarjeta de presentación fue una cadena de bombas en El Aiún. Con Franco en sus últimos meses, las autoridades coloniales se apresuraron a convocar a la Yemaá, pseudoparlamento integrado por los notables de los clanes, y a crear un partido-marioneta, el PUNS (Partido de Unión Nacional Saharaui), que primero actuó como portavoz indígena a favor de la permanencia colonial española en el Sáhara, y posteriormente se intentó que fuera el instrumento que posibilitara la transición a una independencia tutelada. En realidad, el PUNS no sirvió ni para una cosa ni para la otra, y acabó disolviéndose sin más.
Tras algunos choques fronterizos, Marruecos, finalmente, pone al gobierno español contra las cuerdas organizando la llamada Marcha Verde, especie de invasión pacífica llevada a cabo por civiles que se adentraron en territorio de la colonia en medio de la expectación mundial. Inmediatamente EEUU llamó a capítulo a las partes, e impuso un acuerdo que zanjó la presencia colonial española en el Sáhara, repartiendo el territorio entre Marruecos y Mauritania (los mauritanos abandonaron enseguida su pequeña porción de la ex colonia, en cuanto se produjeron los primeros combates con el Polisario). Por causas nunca explicadas, el Frente Polisario no reconoció el acuerdo; la Yemaá y los jefes de clanes, por el contrario, se pusieron inmediatamente a las órdenes de Marruecos.
Oficiales coloniales españoles, incluidos mandos militares de alta graduación, a quienes el gobierno español había tomado el pelo prometiéndoles que España nunca dejaría el Sáhara (mientras negociaba con Marruecos el traspaso de la colonia), protestaron contra su salida forzosa del territorio entregando armas, municiones y equipamiento militar diverso al Frente Polisario. La ocupación militar marroquí se produjo apenas se retiraron las tropas españolas; inmediatamente se desencadenó un éxodo de saharauis hacia Argelia que casi vació el territorio, quedando abandonados incluso los núcleos poblacionales costeros.
La Argelia socialista del coronel Bumedian, vecina de Marruecos y de la ex colonia española, tenía muchas cuentas pendientes con el monarca marroquí, y los saharauis fueron un instrumento eficaz para intentar comenzar a ajustarlas. Los argelinos aprovecharon la circunstancia para presionar a Marruecos: no sólo acogieron a los refugiados en campamentos sino que les armaron y entrenaron militarmente, poniendo además a su disposición sus entonces amplios contactos internacionales.
Es así como un pequeño grupo de jóvenes activistas de clase alta se convirtió rápidamente en una guerrilla poderosa, popular entre su gente, bien organizada y mejor dotada. Nace el mito del Frente Polisario, en buena parte alimentado por la izquierda española y sostenido por el Estado argelino; un mito fundamentalmente mediático, que de siempre ha despertado simpatías y adhesiones tan epidérmicas como en general poco informadas. En el nivel institucional, sin embargo, la llegada del PSOE al poder en España y el inicio de la rebelión islamista en Argelia arrumbaron al armario del olvido la pretensión de crear un estado saharaui: sólo un vago apoyo de la ONU y la recomendación de convocar un referéndum de autodeterminación, han mantenido vivas internacionalmente las reivindicaciones del Polisario.
El juego estaba perdido para el Polisario desde el principio, pues Hassan II concibió la anexión del Sáhara como uno de los pilares básicos de su política de prestigio como potencia regional. Para entender la facilidad con que se llevó a cabo dicha anexión y su perduración en el tiempo, hay que tener en cuenta que desde el desembarco de Casablanca (1943), los norteamericanos consideran a Marruecos un aliado estratégico imprescindible en el norte de Africa al que hay que dar gusto en todo.
Una vez establecido el status quo actual, Marruecos lo reforzó con el traslado de decenas de miles de colonos marroquíes al nuevo territorio. Argelia, por su parte, absorbida por una terrible guerra civil, se ha ido desentendiendo progresivamente de los refugiados saharauis, a pesar de la permanencia en su territorio de los campamentos en que estos malviven.
El Polisario y los saharauis dejaron de estar de moda hace muchos años. Incapaces de derrotar militarmente a un Ejército numeroso y bien pertrechado cual es el marroquí, los polisarios andan inmersos en una larga travesía del desierto que lo mismo puede durar años que siglos.
Y sin embargo, en la primavera de 2005 han comenzado a menudear de nuevo los incidentes entre saharauis y marroquíes: apenas unos días después de que el Polisario amenazara con volver a la actividad armada, los estudiantes saharauis organizaron en varias universidades marroquíes una auténtica rebelión juvenil, duramente reprimida por la policía marroquí. Inmediatamente se organizaron en el sur de España manifestaciones de solidaridad, y en el El Aiún hubo enfrentamientos y detenciones de activistas.
¿Por qué se agitan de nuevo las aguas del conflicto del Sáhara, tras tantos años de silencio? Archivada definitivamente la iniciativa estadounidense conocida como "Plan Baker" –que en realidad apenas fue una excusa para ganar tiempo y seguir consolidando la presencia marroquí en el territorio-, el Polisario sabe que lo tiene todo en su contra. Si algún día llegara a llevarse a cabo el referéndum de autodeterminación del Sahara éste nunca podrá tener como base el censo colonial, pretensión de la guerrilla saharahui que resulta absurda por anacrónica: ya han pasado más de tres décadas desde su confección, y la dinámica demográfica natural y también la inducida lo han convertido en una pieza obsoleta.
Si el referéndum se celebrara con un censo actualizado, lo que parece lo más lógico, lo ganaría Marruecos con toda facilidad, pues la población actualmente residente en el territorio del antiguo Sáhara Español es ya de origen marroquí o saharaui mayoritariamente promarroquí. Sólo los residentes en los campamentos de Tinduf, en Argelia, se pronunciarían a favor de la independencia bajo un régimen político determinado por el Polisario; pero el peso numérico de esta gente en relación con los residentes en el territorio saharaui disminuye día a día, y además, a medida que pase el tiempo el Polisario irá perdiendo control sobre ellos.
Es por eso que el Polisario está intentando forzar la situación. Sin embargo, la organización saharaui carece ahora de valedores internacionales, y solo las simpatías difusas de una parte de la izquierda europea mediterránea no le llevarán muy lejos en sus aspiraciones.
El cansancio de los saharauis desplazados por tantos años de exilio y la paralela consolidación de la anexión marroquí, pueden acabar empujando al Polisario a reemprender la lucha armada como único modo de mantener la disciplina interna y a la vez llamar la atención internacional hacia su causa. Dada la desproporción de fuerzas militares entre ésta organización y el Estado marroquí, la tentación del terrorismo podría llegar a ser muy grande para el Polisario o para alguna escisión más radical.
Aunque el Polisario siempre se ha definido como un movimiento laico y en principio los saharauis no parecen contaminados por el fundamentalismo islámico, no es descartable que en un futuro más o menos próximo una parte de ellos acaben experimentando una evolución en cierto modo semejante a la sufrida por algunas capas de la población palestina. El terrorismo suele ser la única salida de quienes, desesperados, acaban llegando al convencimiento de que carecen de cualquier otra salida.
lunes, 20 de septiembre de 2010
Labordeta, un libertario cabezudo

"Esta es la jota que echamos
los que nos vamos del corro,
aquí se quedan los guapos
y nos vamos los buenos".
"Adiós a los que se quedan,
y a los que se van también,
adiós a Huesca y provincia,
a Zaragoza y Teruel".
domingo, 19 de septiembre de 2010
miércoles, 8 de septiembre de 2010
Wilebaldo Solano, la última leyenda del POUM
martes, 29 de septiembre de 2009
El viento de izquierdas sigue creciendo en Europa

martes, 19 de mayo de 2009
El cambio de modelo de producción no cambia nada
