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miércoles, 4 de enero de 2012

Público dice adiós



Una de las pocas cosas divertidas de los tiempos que corren es el uso a tutiplén de eufemismos de gran creatividad, mediante los que se designan cosas que desde que el mundo es mundo suelen tener  nombres conocidos y aceptados. Así por ejemplo, al despido de trabajadores de una empresa se le viene llamando en los últimos años "regulación de empleo", y a la construcción de un basurero de residuos radioactivos se le denonima con innegable imaginación "ubicación de un almacen temporal centralizado".  

En esa línea de proliferación de subterfugios verbales que intentan enmascarar la realidad, a la declaración de quiebra de una empresa se la llama ahora "convocatoria de concurso de acreedores"; la empresa sigue estando en quiebra, pero la situación parece suavizarse al menos verbalmente aunque el hecho en sí y sus consecuencias sigan siendo las mismas, como no podría ser de otro modo.

Hete aquí pues que los propietarios del diario "Público" han solicitado "concurso de acreedores, lo que por otra parte no es precisamente una noticia inesperada. Cualquiera con dos dedos de frente sabía desde que empezó a publicarse este periódico que su vida sería corta, pues en el mercado español de la prensa escrita todo el pescado está vendido desde hace décadas. En su mejor momento´"Público" ha llegado a vender 80.000 ejemplares diarios frente a los casi 400.000 de "El País", la referencia obsesiva de sus creadores y financiadores. Y es que incluso en el que es quizá el momento más bajo de su historia en cuanto a calidad de contenidos,  el diario de PRISA sigue estando a años luz por encima de cualquier otro medio mundial escrito en castellano. La batalla de Mediapubli, la editora de "Público", por desvancar a "El País" como diario de referencia de la izquierda española estaba perdida antes de comenzar.

"Público" nació del acuerdo entre el magnate de medios audiovisuales catalán Jaume Roures -el hombre que creó la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals, es decir TV3 y Catalunya Ràdio, para Jordi Pujol y su CiU (nacionalistas catalanes de derechas) con el éxito conocido-, y Miguel Barroso, marido de la dirigente del PSC Carmen Chacón, entonces Secretario de Estado de Comunicación del Gobierno Zapatero. El prestigio de Roures se cimentaba como digo en haber sido el creador del aparato comunicativo de masas autonómico catalán, y haber logrado un éxito verdaderamente indiscutible: nadie ha contribuido de un modo tan decisivo a la alienación política y cultural de los catalanes desde la creación de la Lliga Regionalista de Cambó en 1901 . Naturalmente TV3, la cadena estrella catalana, y sus satélites se financian con dinero público, lo que facilita mucho las cosas.

La apuesta del dúo Roures-Barroso era sin embargo crear un "pool" de empresas mediáticas privadas al servicio de Zapatero y su imagen. Al menos eso es lo que al parecer le vendió Barroso al presidente español. En la aventura que se sepa no había financiación pública, ni casi privada en realidad, y todo se fiaba a un Gran Golpe: hacerse con los derechos televisivos del fútbol español. Ocurre que éstos eran propiedad de PRISA, su gran rival ideológico y de mercado, quien obviamente no iba a entregar la cuchara sin antes ir a la guerra con todo. Roures y Barroso confiaban en Zapatero, pero el presidente, eterno cagadudas y maestro en cambiar a diario de opinión, no se decidió a morir con ellos; enfrentarse a cara de perro con PRISA, es decir con "El País" y cuanto encarna y significa este diario en la izquierda en general y en el electorado del PSOE en particular, no podía traerle otro resultado que la ruina política. Es así que Zapatero dejó tirados a sus emprendedores amigos mediáticos, con los resultados conocidos también en el nivel político: Mediapro, la empresa central de Roures, no consiguió los derechos televisivos del fútbol español, y  Barroso tuvo que abandonar su cargo en el Gobierno.

Los medios de Roures entraron en picado. La flamante cadena televisiva La Sexta, una concesión graciosa de Zapatero a Mediapro en los días de vino y rosas entre ambos, y que debería haber sido la máquina de hacer dinero en caso de haberle arrebatado los derechos del fútbol a PRISA, nunca logró despegar ni menos hacerse un hueco en la dura competencia por el pastel publicitario televisivo, y el diario "Público" consiguió apenas algunos miles de lectores más a costa de girar ideológicamente del "zapaterismo" ortodoxo a ponerse al servicio de los sectores "modernos" de Izquierda Unida. La crisis del mercado publicitario, en el que los medios de Mediapro nunca llegaron a estar seriamente presentes, acabó por hundir el invento.

En el interín sin embargo, y tras el despido de Barroso de La Moncloa se produjo un fenómeno político curioso. Desde Mediapro se llevaba tiempo jugando con la promoción de Carmen Chacón, dentro del PSOE como posible sucesora de Zapatero, algo que en principio al presidente no parecía desagradarle como horizonte lejano pero que le hizo montar en cólera cuando el tándem Roures-Barroso quiso apretarle las clavijas y acelerar el proceso sucesorio, tal vez en venganza por por el escaso apoyo recibido de Zapatero en la batalla con PRISA. A partir de ahí Mediapro desencadenó una ofensiva total en la promoción de la esposa del ex secretario de Estado y entonces ministra de Defensa, una línea editorial que "Público" ha mantenido hasta el final en sorprendente combinación con su "izquierdismo" de los últimos tiempos, de tal modo que probablemente algún lector poco avisado de ese diario haya llegado a creer que la señora Chacón y la autodenominada "Verdadera Izquierda" representan valores de izquierda semejantes (lo cual, bien pensado, no deja de ser cierto: ambos padecen la misma pavorosa vaciedad ideológica, sin ir más lejos).

En septiembre  pasado"Público" se deshizo del 10% de la plantilla, én un intento desesperado por salvar los muebles y tal vez de acomodarse a los nuevos tiempos políticos que se avecinaban tras las elecciones del 20-N, pues los despedidos fueron aquellos periodistas de izquierdas independientes o próximos al PSOE no comprometidos con la esquizofrénica  línea editorial actual del diario. En todo caso el despido solo sirvió para retrasar unos meses una muerte anunciada que al contrario de otros fallecimientos, no deja más hueco que el de unos cuantos puestos de trabajo más destruidos y algunas ambiciones defraudadas precisamente por lo ridículo de su desmesura.

En la fotografía que ilustra el post, Zapatero y Chacón en los días de gloria y complicidad entre Mediapro y La Moncloa.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

No ganó el Partido Popular, perdió la izquierda


Los resultados de las elecciones generales españolas del 20 de noviembre vienen a confirmar cosas sabidas de antiguo, independientemente de quien las haya ganado en esta ocasión (les recomiendo el libro "Relato electoral de España", de Carles Castro, un estudio exhaustivo de 30 años de elecciones en España que señala las tendencias invariables que se mantienen elección tras elección).

Ya en tiempos de la Segunda República se observó que cuando votaba toda la izquierda (es decir cuando los anarquistas decidían votar), el triunfo de las candidaturas republicano-socialistas resultaba imparable. Sucedió así en las primeras elecciones republicanas. En 1933 sin embargo la izquierda libertaria se abstuvo, y ganó la derecha. En 1936 los anarquistas volvieron a votar (para sacar de la cárcel a los presos y tumbar el gobierno reaccionario), y en consecuencia el Frente Popular ganó holgadamente. En todos esos comicios la derecha obtuvo resultados similares entre unas elecciones y otras, ya que evidentemente no existía trasvase posible de votos entre uno y otro bloque.  

Ya en la Transición, el PSOE fue absorbiendo el voto del PCE y buena parte de la extrema izquierda, y el PP incorporó el voto de la UCD y algunas pequeñas formaciones regionalistas. La extraordinaria victoria del PSOE en 1982 se debió a una enorme participación, la más alta registrada nunca por la democracia española, que le llevó a incorporar casi todo el voto de la izquierda, incluida la izquierda contestataria al sistema. A partir de esas elecciones el PSOE, aún ganando de nuevo dos veces por mayoría absoluta, comenzó un lento declive en sus resultados electorales paralelo al descenso de participación en cada una de las sucesivas convocatorias, hasta llegar a la derrota de 1996, cuando perdió  por apenas trescientos mil votos de diferencia.

Llegamos a las elecciones que ganó Aznar por mayoría absoluta el año 2000. En esa convocatoria un millón y medio de votantes del PSOE y otro millón y medio de votantes de IU se abstuvieron; es decir, tres millones de votos de la izquierda fueron a parar al cesto de la abstención, en tanto el PP ganaba por mayoría absoluta habiendo incrementado solo unos miles de votos en relación a 1996. Esa fue la clave y la razón de la mayoría absoluta de la derecha lograda en esa convocatoria. En 2004 por el contrario, esos tres millones de votos de izquierda abandonaron la abstención y votaron al PSOE, lo que le permitió a este desalojar del gobierno a un PP que apenas perdió unas decenas de miles de votos a pesar de la que le estaba cayendo encima (Prestige, Gescartera, Yak-42, huelga general, 11-M...) En 2007 Zapatero retuvo un porcentaje alto de esos votantes de "izquierda dura", y naturalmente volvió a ganar a una derecha que apenas pierde votos pero que es incapaz de ganar más de los que tiene.

Una primera conclusión evidente es que no hay trasvases de votos entre la derecha y la izquierda. La derecha española tiene los votos que tiene, ni más ni menos, sus variaciones son mínimas. La izquierda sin embargo, oscila entre el voto al PSOE como opción de gobierno y la abstención cuando se siente decepcionada por éste.

La segunda conclusión, patente desde los inicios de la Transición, es que quien deja de votar a IU para votar al PSOE raramente vuelve a su voto inicial. O sigue votando socialista o se va a la abstención. En esta ocasión y en medio de circunstancias extraordinarias (la crisis global y local, principalmente), IU ha logrado recuperar algunos cientos de miles de sus antiguos votantes, en todo caso muchos menos de los potenciales.

Volviendo al PP, en estas elecciones generales de 2011 ha ganado apenas medio millón de votos, la gran mayoría a costa de pequeños partidos regionalistas con los que se presentaba conjuntamente o a los que ha devorado su electorado en Navarra, Cantabria, Rioja, Canarias y alguno más. También se ha quedado con la práctica totalidad de los escasos votos que antes habían ido a candidaturas de partidos de extrema derecha extraparlamentaria.  Del estancamiento de la derecha española da fé el hecho de que acaban de ganar con el 43% de los votos, con mayoría absoluta y de modo aplastante, unas elecciones en las que han obtenido menos votos de los que tuvo el PSOE en 2007, cuando consiguió una mayoría bastante ajustada. Hace muchos años que los estrategas del PP saben su única posibilidad de ganar elecciones es lograr que el PSOE las pierda, es decir mantener ellos incólume su propio electorado (ni un voto más, pero ni uno menos) y conseguir que el electorado de izquierda se quede en casa o fragmente su voto lo más posible.

El PSOE en cambio ha perdido en estos comicios cuatro millones y medio de votos. De ellos, tres millones corrsponden a esa "izquierda dura" de la que antes hablaba. Recordarán que en ese paquete había millón y medio de votos de IU, formación que ahora a obtenido alrededor de 700.000 votos más que en las elecciones pasadas, lo que le ha permitido pasar de 2 a 11 diputados. En realidad pues, IU apenas ha recuperado la mitad de los votantes "prestados" que en la última década se le habían fugado primero hacia la abstención y luego al PSOE; siguen sin cosechar entre los votantes socialistas y tampoco entre los abstencionistas de izquierda tradicionales. La euforia de sus dirigentes estos días es por tanto fingida y de cara a la galería.

Además del voto "prestado" por IU que ahora se ha dividido entre la coalición que lidera el PCE y la abstención, al PSOE se le ha ido completo el millón y medio de votantes "socialistas de izquierda". Si no han ido a IU ¿dónde se han refugiado? Son votantes de izquierda pura, por tanto no han podido votar al PP, partido que como hemos visto apenas gana unos cientos de miles de votos en su franja natural del electorado, que son los votantes de derecha y extrema derecha; tampoco a un partido como UPyD, de ideología confusa y dirigido por una "traidora" como Rosa Díez. ¿Habrán ido a los partidos nacionalistas burgueses? seguro que no: basta ver los diferenciales de participación entre barrios trabajadores y barrios burgueses en ciudades como Barcelona. Obviamente se han abstenido, enfadados con el giro a la derecha del gobierno y el partido.

Hasta aquí la derrota socialista entraría en lo previsible y razonable. Ocurre que como decía en estas elecciones el PSOE ha perdido cuatro millones y medio de votos, por lo que falta otro millón y medio de votos más, que son los que en definitiva dan carácter de desastre a los resultados socialistas del domingo. Es obvio que el grueso de esos votantes ha tomado asimismo el camino de la abstención, salvo algunos miles que probablemente han hecho su camino de Damasco hacia CiU, PNV y algunas otras pequeñas formaciones por el estilo; pero este último es un grupo numéricamente poco importante y en definitiva, era un voto "prestado" al PSOE por la derecha menos reaccionaria. La mayoría de estos nuevos abstencionistas son antiguos votantes fieles del PSOE, no situados en su izquierda pero evidentemente decepcionados por la ineptitud del Gobierno Zapatero y su recurso a las políticas neoliberales para combatir la crisis. La deserción de este grupo, que representa una "izquierda moderada" pero ahora irritada, debería ser extremadamente preocupante para los estrategas socialistas, pues puede anunciar un derrumbe a medio plazo difícilmente recuperable. 

El giro a la izquierda del PSOE para recuperar su espacio y su electorado es pues, inevitable. Lo contrario, la persistencia en los plateamientos derechistas actuales, supondría el caso de suicidio político más llamativo en la política europea de los útimos cien años.

 En la imagen que ilustra el post, un cartel del PSOE de las elecciones generales de 2008. Políticos irresponsables y mensajes irresponsables: la raíz del fracaso de 2011.

lunes, 7 de noviembre de 2011

La responsabilidad histórica de los socialdemócratas




La crisis o lo que sea sigue desmochando Gobiernos de todos los colores. En Grecia, Papandreu acaba de tirar la toalla y avenirse a un gabinete de coalición sin su presencia que preparará el retorno al poder de la derecha, y que tendrá lugar en las elecciones que se celebrarán en febrero. En Italia, Berlusconi está a punto de salir literalmente del país, como el mismo anunció hace poco -"un día cogeré un avión y me iré de Italia", agobiado por la presión que recibe más desde dentro de la derecha que de una izquierda tan atomizada como vacía de contenido. España por su parte, se enfrenta a unas elecciones generales en las que según los pesimistas lo único que realmente se dirime es quién aplicará las "reformas" que liquidarán el llamado Estado del Bienestar, es decir, el conjunto de conquistas logradas por los trabajadores en las últimas décadas a remolque de los años felices de la socialdemocracia europea.

En realidad no es así, y ni la recuperación de la economía productiva requiere el exterminio de los servicios públicos trabajosamente construídos en estos años, ni tampoco da lo mismo quien gane en las urnas el 20 de noviembre. Es posible que el PSOE esté atravesando una de las etapas más desdibujadas de su historia y que la derecha franquista más o menos modernizada haya consolidado en las últimas décadas una base social popular indiscutible, pero extraer de ahí conclusiones en cualquiera de los dos sentidos o en ambos a la vez citados al comienzo de este párrafo, resulta en el primer caso interesadamente criminal y en el segundo, interesadamente estúpido. Y es que para reactivar la producción y el consumo de bienes reales lo que necesitamos es más Estado protector, y para conseguirlo no da igual evidentemente quien gane las generales del 20 de noviembre.  

Solo un Estado fuerte y con capacidad para intervenir en la economía puede garantizar en estos momentos protección para todos y capacidad de reacción frente a los ataques de esas bandas de delincuentes que llaman "mercados financieros". Y por otro lado, solo un Gobierno socialdemócrata con amplio apoyo popular -popular de pueblo, no del partido de la corrupción y el franquismo- puede desarrollar políticas que saquen al país, a este o a cualquier otro, del marasmo económico y social. Solo quienes creen en el Estado, en definitiva, pueden -si quieren-  devolverle su autonomía frente a los poderes espúreos que ahora le atosigan y que trabajan esforzadamente por la victoria de las derechas reaccionarias como el Partido Popular.

Mientras las izquierdas se debaten en estos asuntos, las derechas apretan sus filas -basta con ver cómo los nacionalistas catalanes y la derecha española han olvidado los supuestos agravios recientes (recurso contra el Estatut, presunta persecución del castellano en Catalunya, "soberanismos", etc) para a partir de la constatación de que ambos defienden el mismo "modelo de sociedad", es decir la promoción del capitalismo desnudo de todo afeite, colaborar en la implantación de esta vuelta a su versión más salvaje, la manchesteriana fundacional. Vean sino cómo la sanidad ý la educación públicas están siendo destruidas con igual saña y eficacia por el gobierno autónomo del PP en la Comunidad de Madrid y por el nacionalista local en Catalunya; quien no quiera ver esto no solo está ciego, sino que es él mismo quien se saca los ojos. De modo paralelo, hace tiempo que se vienen produciendo reuniones entre el PNV vasco y la derecha española, en las que se están dibujando futuras políticas económicas conjuntas que expandan ese "modelo de sociedad" que asimismo les une más allá de las ideologías superstructurales que ambos emanan para consumo de incautos y fanáticos.

Vivimos tiempos atroces en los que de nuevo hay que elegir lado de la trinchera, en ocasiones y si es necesario con una pinza en la nariz. Les digo francamente que jamás pensé en conocer la hora en que desde el socialismo de izquierdas habría que llamar a los socialdemócratas a asumir sus responsabilidades como garantes de los derechos de los trabajadores desde el posibilismo gubernamental que han practicado históricamente. Pienso que tal hora ha llegado. El problema ahora es saber si a estas alturas quedan socialdemócratas para ejecutar la tarea. Rubalcaba tal vez sea la última carta a jugar. Luego, veremos.


martes, 11 de octubre de 2011

De las encuestas-palangana y la izquierda desmovilizada

15 días antes de las elecciones de 1996, las primeras que ganó Aznar, las de la "amarga victoria" ya saben, la ventaja del PP sobre el PSOE era de 16 puntos. Finalmente ganó el PP por solo 300.000 votos de diferencia. Por tanto si descontamos Madrid, comunidad en la que el PP le sacó al PSOE 600.000 votos, resulta que en el conjunto de las otras 49 provincias el PP perdió esas elecciones por 300.000 votos.

Todo apunta a que estas elecciones generales se las llevará de calle el PP. Es posible que finalmente sea así, pero lo dudo mucho. Todo depende de la abstención que se produzca entre el electorado del PSOE. A medida que se acerque la posibilidad de que el PP gane e incluso de que gane con un margen amplio, ese electorado va a ir valorando otras cosas además de su cabreo con el actual Gobierno y con quienes dirigen ahora "su" partido. El PP lo sabe, y por ello sus campañas buscan no molestar, no "despertar" al electorado de izquierdas supuestamente dormido, y en todo caso facilitarle elementos para que aumente su irritación contra el PSOE.

Las encuestas de estos días calculan que un tercio de los votantes socialistas se quedarán en casa; me parecen demasiados, veremos. Hay ganas de dar un correctivo serio a los actuales gobernantes, pero el riesgo de lo que puede venir ya lo vamos viendo anticipado en las Comunidades autónomas en las que el PP ha entrado a saco. Mucha gente empieza a tener miedo a que gobierne de nuevo la derecha franquista no tanto por su acción política (poco podrán hacer en materia de recorte de derechos civiles, muy interiorizados por la sociedad), como por la demolición de los servicios públicos que ya está en marcha.

Un dato contra las encuestas es que Izquierda Hundida (llamarla Unida es un sarcasmo) no arranca, cuando en los noventa con este mismo sistema electoral que a nadie nos gusta y al que ellos atribuyen todos sus males, tenía veintitantos diputados. No hay fugas hacia otros partidos desde el socialista, o son mínimas.

Otro dato es que en ningún caso la muestra de las encuestas publicadas hasta ahora supera las seis mil llamadas telefónicas. Eso es una porquería de universo desde el punto de vista demoscópico, y me extraña que alguien con el prestigio de Julián Santamaría se haya prestado a firmar un bodrio así para el diario La Vanguardia.

Hoy mismo la Generalitat de Catalunya acaba de publicar una encuesta según la cual los catalanes somos partidarios de los recortes sociales a cambio de que no suban los impuestos. Se colige que el señor Artur Mas y su banda consideran que los catalanes somos gilipollas y que vamos a creernos semejante mamarrachada, pagada por cierto con dinero público. Las encuestas se han convertido pues en la palangana de burdel con la cual el que las encarga enjabona y lava cualquier cosa para darle el cariz que le interesa.

Así que la encuesta de verdad se hará el 20-N en las urnas.

Y respecto a la "confianza en el PSOE", que decía alguno hoy en el blog de Manolo Saco: desde hace 132 años los trabajadores y las clases populares españolas no tienen (no tenemos) otro instrumento distinto de acción política que merezca ese nombre. Todos los demás han aparecido y desaparecido, o sobreviven en la marginalidad parlamentaria y popular. Es por ello precisamente que a muchos nos irrita la promoción de una generación de líderes-basura tipo Zapatero, Pajines, Chacones y demás, y la sumisión de estos indocumentados a las políticas neoliberales. Pero no se engañen los que andan tirando cohetes, porque más allá de esa gente citada -por suerte ya abrasada políticamente- hay millones de personas para las que los conceptos recogidos en el Programa Máximo de 1879 siguen y seguirán vigentes, y para quienes el PSOE continuará siendo su partido depositario mientras otros aparecen y desaparecen, a menudo con más pena que gloria.

Una vieja broma de militantes socialistas dice que con este partido no acaban ni sus propios dirigentes. La Historia demuestra que es así, por más que moleste a algunos sean o no de derechas.

En la fotografía que ilustra el post, manifestación en Lleida en defensa de la sanidad pública ("La sanidad, ni tocarla").

martes, 24 de mayo de 2011

La realidad atropella al PSC



Hace años que conozco a Miquel Iceta, y sé por tanto qué se puede esperar de alguien como él. Lo que jamás hubiera imaginado -soy así de ingenuo, todavía- es que pueda haber en el mundo alguien con la frialdad suficiente como para encarar los medios como él hizo ayer y deponer -en todos los sentidos- una declaración tan estrafalariamente fuera de la realidad como la que hizo. Aquí no pasa nada, vino a decir, el Congreso del PSC tendrá lugar cuando toque -o sea, cuando nos convenga a quienes lo manejamos-, y en definitiva, ni Dios nos va a mover la silla a los que vivimos de esto. Todo con palabras muy neutras y educadas, eso sí.

No es que los dirigentes del PSC no se hayan enterado del descalabro del domingo, es que actúan como si la realidad no fuera con ellos. Lo mismo en el PSOE, a pesar de que el batacazo sufrido es aún más brutal que el del PSC. Y lo mismo en Izquierda Unida e Iniciativa por Catalunya, felices ellos porque se les ha aparecido la Virgencita de Lourdes y se han quedado más o menos como estaban.

Hace unas semanas comenté aquí la lista del PSC por Barcelona, y como una vez leídos los nombres que la componían daban ganas de meterla en cualquier sitio menos en una urna. El resultado, ahí está.

El porcentaje de participación promedio a nivel español ha sido del 66%. En Catalunya, el 55%; En Barcelona ciudad, el 52%; en Nou Barris, el distrito obrero por excelencia, el 45%. (en algunos de sus barrios apenas ha superado el 40%). El diferencial de participación entre la parte alta de la Diagonal y los barrios del noreste es de más de 20 puntos a favor de la Barcelona rica. En resumen, uno de cada dos barceloneses no ha ido a la urna, y de los que lo han hecho, dos de cada tres viven en los barrios ricos de la ciudad.

Sumen pues ambas variables, -unos partidos manejados por burócratas desideologizados e impertérritos ante los cambios sociológicos y los terremotos electorales- y una abstención galopante entre unas masas trabajadoras y populares que huyen de la política y de los políticos como de la peste, y tienen la explicación troncal del terremoto sucedido el domingo en Barcelona y en Catalunya.

Continuará.

En la fotografía que ilustra el post, Miquel Iceta, máximo responsable del aparato del PSC, verdadero Gran Hermano orwelliano del partido desde hace dos décadas.

martes, 8 de marzo de 2011

Antiimperialistas de hojalata


La actual crisis libia está desnudando las contradicciones flagrantes en que incurre buena parte de eso que se autodenomina "izquierda alternativa", o en medios más desenfadados "izquierda verdadera" e incluso "izquierda real".

Andan estos días bastante desconcertados los pobres a cuenta de las revoluciones desencadenadas en el mundo árabe. Revoluciones populares democráticas, movimientos de masas esencialmente interclasistas sin líderes ni referentes políticos o ideológicos, que están sacando a la calle sobre todo a los sectores juveniles más educados y preparados pero también a las mujeres, a los trabajadores y hasta al tradicionalmente silencioso y poco dado a algaradas campesinado árabe. Una marea popular que está barriendo autocracias con décadas en el poder sea cual fuere el disfraz que hayan llevado para mantenerse en el poder: monarquías y repúblicas por igual van a ir saliendo una tras otra por el sumidero de la Historia, desde el laico Túnez al Régimen clérico-fascista de Irán, del reaccionario Marruecos a la antiimperialista Siria.

Desde EEUU y Europa miran lo que pasa sin entender casi nada. Y menos que nadie, quienes andan sentando doctrina a diario desde la presunta "izquierda alternativa". Claro que teniendo en cuenta los guías espirituales bajo cuya luz interpretan, nada extraña su fracaso. Así por ejemplo, tenemos estos días al bueno de Gadafi denunciando que el intento de echarle del poder está organizado por Al Qaeda. Una hipótesis que entra en frontal contradicción con la tesis de sus amigos del alma Fidel Castro y Hugo Chávez, quienes denuncian que es una conspiración de la OTAN quien pretende tumbar a su colega libio. Aquí alguien está metiendo la pata hasta el corvejón, so pena de que la "explicación científica" sea que Al Qaeda y la OTAN se han aliado contra Gadafi; una proposición demencial incluso para los sesudos analistas de ciertas publicaciones digitales de presunta "izquierda real".

Lo de Chávez es ya de circo de tres pistas, con leones drogados (o untados con petrodólares) saltando por el aro "antiimperialista" que con tanta soltura maneja el dicharachero milico venezolano. Dice Chávez que cómo va a condenar a un amigo como Gadafi, que esas cosas no se le hacen a los amigos, y que aunque se digan muchas cosas malas del libio, él no sabe que sean ciertas. Así que ni corto ni perezoso envía a su servicial ministro de Exteriores, un rumbero que atiende por Nicolás Maduro, para que haga de "mediador internacional" en la crisis, o sea para que erigiéndose en intermediario sin que nadie se lo haya pedido, intente muñir un acuerdo entre Gadafi y quienes en las calles de Bengasi y de las otras ciudades libias piden su cabeza. Se trataría naturalmente de ayudar a salvar el culo de Gadafi, aunque solo sea por aquello de que "cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar"; de qué modo Chávez pretende convencer a la oposición contraria al autócrata libio no se dice, pero conociendo el fácil manejo de petrodólares que tiene el caballero y la rumbosidad con la que los reparte entre amigos y paniaguados, pueden ir haciéndose una idea. Otra cosa es que se dejen o no.

De todos modos no deja de ser curiosa la pertinacia en el amor a Gadafi que exhiben algunos. Hoy viene en la prensa imperialista y aledaña (o sea la prensa del mundo mundial) que el dictador libio se compara con Israel en su derecho a reprimir rebeldes; dice Gadafi que si Israel entró con tanques en Gaza, a ver por qué no va a poder hacer él lo mismo con las ciudades que se han sublevado en contra suya. A más de un "alternativo" seguro que le ha sentado mal el desayuno después de leer esto. Claro que también hay quien pase lo que pase no se va a bajar del burro, porque una de las aficiones de Gadafi ha sido financiar presuntas o reales izquierdas fuera del sistema: desde la Federación de Partidos Socialistas en los años setenta (mea culpa, y de tantos otros) hasta el IRA, ETA y delirantes grupúsculos nacionalistas árabo-andaluces (integrados por españoles de pura cepa). Gadafi siempre ha sido generoso con quien le ríe las gracias, y una parte de la "prensa alternativa" convencional o digital le debe mucho más que invitaciones a tomar té en su tienda beduina.

Tan generoso con todos ha sido Gadafi, que sus millones han cultivado incluso la amistad de gobiernos e instituciones occidentales libres de toda sospecha de izquierdismo alternativo, desde el Gobierno italiano (en el país transalpino, Gadafi y su familia son dueños de una parte de la industria armamentística italiana, amén de mantener en comandita suculentos negocios con Berlusconi y otros mafiosos) a la prestigiosa London Economic School, que obsequió a su primogénito con un título de doctor a cambio de un donativo de millón y medio de euros supuestamente para la financiación de sus actividades académicas. Tampoco han sido ajenas a la generosidad gadafiana la CIA y otras agencias antaño denostadas por el Gran Faro de la Revolución Africana, a las que ha permitido campar por sus respetos en Libia y otros países cercanos. Es cierto que Gadafi tenía muchas cosas que hacerse perdonar desde tiempos remotos, pero no lo es menos que de la caída del Imperio soviético hasta ayer como quien dice el hombre se aplicó a la faena con verdadera dedicación. Sorprende en fin que en un personaje así, tan falto de escrúpulos como lleno de meandros, depositara nuestra "izquierda alternativa" sus complacencias de décadas.

El caso es que el antiimperialismo, aquél valor tan presuntamente sólido antaño en el mercado ideológico del marxismo-leninismo-(guiónloquesea), ya no cotiza hogaño con igual fuerza. Será que como la mayoría de aquellos a quienes denuncian, la "izquierda alternativa" está constituida en realidad por un puñado de oportunistas desnortados ideológicamente. Será.

En la imagen que ilustra el post, Gadafi y Chávez juntos en tiempos más felices para sus respectivos regímenes.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Por la refundación del espacio político de la izquierda catalana (2)

El espacio político que ocupan las izquierdas catalanas está en crisis. Tal realidad no constituye precisamente un hecho diferencial catalán, antes al contrario, ya que en España y en toda Europa sucede exactamente lo mismo: crisis y decadencia de la izquierda, no ya como práctica política sino incluso como concepto.

Ocurre sin embargo que la crisis de las izquierdas catalanas va mucho más allá de la que acontece en nuestro entorno natural. Porque aún viviendo asimismo una crisis profunda, en el nivel español, por ejemplo, hay un partido, el PSOE, que hegemoniza el espacio de la izquierda y, victorioso o derrotado ahora, el año próximo o cuando sea, va a seguir siendo así por mucho tiempo. Incluso en Francia y Alemania, donde los viejos partidos socialistas/socialdemócratas son cuestionados por alternativas a su izquierda creadas por militantes que no han querido despeñarse en la renuncia a la identidad y los valores propios del socialismo, existen referentes organizativos claros a los que acogerse y un debate político vivo en el espacio político y social, que permiten decir que esas izquierdas viven en crisis pero que ésta en modo alguno tiene carácter terminal. Sólo el desmigajamiento y la impotencia italianas se asemejan a lo que viene sucediendo en Catalunya desde hace tiempo, un proceso de descomposición que a raíz de las últimas elecciones autonómicas se ha acelerado de modo notable.

Al final de este blog campea una frase que aún siendo cosecha propia de un servidor de ustedes, en realidad matiza una célebre sentencia del pensador marxista renovador Cornelius Castoriadis: "El comunismo fracasó y la socialdemocracia está agotada. Hoy más que nunca, la alternativa es socialismo o barbarie". Que la experiencia comunista -con su capitalismo de Estado, su dictadura represiva, su desprecio de los valores humanos y ciudadanos y su ineficacia económica y social-, fue un fracaso tan rotundo que resulta inimaginable concebir su resurrección ni siquiera como mera hipótesis, está fuera de toda duda. Como igualmente está fuera de duda que la socialdemocracia, hija del ayuntamiento del temor capitalista al comunismo durante la Guerra Fría y de la fuerte expansión de la economía productiva tras la Segunda Guerra Mundial, está periclitada y obsoleta, al haber cerrado los patronos el grifo con el que se alimentaba el Estado del Bienestar y sobre todo, al producirse el cambio en el modelo de relaciones de producción y la desaparición del capitalismo centrado en la manufacturación de bienes materiales, substituido por el que basa sus beneficios en la especulación financiera.

En Catalunya esta destrucción del tejido productivo y su substitución por un universo de economía-ficción, viene produciéndose desde principios de los años ochenta. Una de sus consecuencias buscadas ha sido la extinción de los modelos mentales y teóricos tradicionales de las fuerzas de izquierdas -que remiten a la lucha contra el capitalismo productivo-, paralela a la introducción del pragmatismo desideologizado como método de gestión allá donde la izquierda gobierna. Así, las clases trabajadoras han quedado progresivamente desarmadas ante el asalto de la derecha económica y política; no es tanto que éstas hayan impuesto la aceptación razonada de sus ideas y sus políticas, sino que a través de los medios de generación de consenso social y sus altavoces han conseguido hacer creer que no hay otras posibles. Otro mundo no es posible, podría ser el eslogan del pensamiento único derechista. El aburguesamiento de los mandarines que gobiernan las organizaciones sindicales, políticas, sociales y culturales de la izquierda, y la deserción en masa de sus intelectuales rumbo a los cómodos prados en los que ahora pacen (cátedras, diarios, premios literarios...) han hecho el resto, posibilitando esa imposición.

Como consecuencia, el desconcierto del antiguo votante de izquierdas catalán es total. Desde hace tiempo sus dirigentes pertenecen en su mayoría a los estratos menos exitosos de la burguesía media catalana, y están impregnados de los valores y esquemas mentales propios de esa clase social; en su mayoría continúa teniendo como referente mítico al PSOE, un partido centenario al que se vota más por su pasado que por su presente, ya que actualmente vive en fase de transformación en una fuerza liberal cuyas políticas de gobierno y cuyos posicionamientos ideológicos están cada vez más desconectados de los intereses de las clases trabajadoras y populares; y en fin, el consumismo, la alienación, la competitividad y la insolidaridad, valores preconizados y difundidos por la derecha como recetas para desarticular las bases sociales de la izquierda, han cuajado de modo muy sólido en grandes sectores de las clases trabajadoras y populares, en Catalunya y en cualquier otra parte, mucho antes de que el fenómeno de la globalización les de consistencia de leyes universales.

Ante semejante panorama, el votante de izquierdas tradicional se refugia en la abstención. No cambia su voto llevándolo fuera de su espacio, porque entiende que no es la realidad la que ha cambiado en perjuicio de sus ideas; al contrario el mundo contemporáneo, sobreexplotador y extremadamente alineante como en ninguna otra etapa anterior del capitalismo, les dan la razón, las hace más vigentes que nunca. Es la incapacidad para encarnarlas que sufren las organizaciones de izquierdas, singularmente los partidos que hasta fecha reciente se reclamaban de esa ideología y que ahora prefieren calificativos eufemísticos y políticamente correctos como progresistas, verdes, demócratas sociales, etc, como nuevas identidades de conveniencia, la que hace imposible el voto a la fuerza de siempre e incluso a las otras fuerzas próximas pertenecientes al mismo espacio político.

La imagen que ilustra el post corresponde a un cartel llamando al voto a las izquierdas en las elecciones de febrero de 1936. Muchas familias habían quedado rotas por la salvaje represión que siguió a los movimientos revolucionarios en defensa de la República de octubre de 1934.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Por la refundación del espacio político de la izquierda catalana (1)


Desde la celebración de las recientes elecciones autonómicas catalanas, y como consecuencia de los desastrosos resultados obtenidos en ellas por las izquierdas, han comenzado a aparecer voces reclamando un proceso de regeneración del espacio político catalán de izquierda. Este proceso no puede ser ya un mero maquillaje que disimule las múltiples cicatrices, ni una simple reforma del sistema de partidos y sus relaciones entre ellos, ni desde luego un nuevo reparto del poder interno en las formaciones tradicionales que se reclaman de izquierdas en este país. Hay que empezar a avanzar ya hacia la refundación del espacio de la izquierda desde el cuestionamiento de las fuerzas que actualmente lo ocupan, que se han demostrado de modo repetido completamente desconectadas de la realidad, necesidades y aspiraciones de las bases sociales reales de la izquierda en Catalunya.

El primer en señalar el camino ha sido Carod-Rovira, el hombre que en los últimos años condujo la evolución política de ERC desde un partido nacionalista burgués clásico hacia una fuerza que comenzaba a tener en cuenta las aspiraciones sociales de sectores de la sociedad catalana no nacionalistas, a los que éstos reconocían de su mano y por vez primera presencia y derecho a estar presentes en la construcción del país. Luego a Carod-Rovira, de formación marxista y proviniente de la vieja izquierda nacionalista antifranquista, le desplazaron del liderazgo de su partido jóvenes profesionales de la política que combinan una radical desideologización con la más huera retórica nacionalista, convertida en cemento aglutinador que pretende disimular el agudo conflicto de clases existente en el seno del partido.

Frente a los intentos de Puigcercós y la dirección actual de ERC de fingir que "aquí no ha pasado nada" y que en todo caso, la receta es endurecer el discurso independentista, Carod-Rovira ha llamado a refundar el espacio de la izquierda catalana, articulando en un solo frente a quienes en este espectro político defienden propuestas federales e independentistas para Catalunya. No dice el veterano político qué forma debería tener esa articulación, pero sí da a entender que considera periclitados los partidos actualmente existentes (PSC, IC y ERC).

La propuesta de Carod-Rovira es ya más que necesaria, inevitable si realmente se quiere frenar la disolución a no muy largo plazo del espacio político que ocupan las izquierdas catalanas. Sucede que las direcciones de esos mismos partidos no sólo no están por la labor sino que con seguridad actuarán enérgicamente en contra: les va el cargo en ello. Además, en el caso de ERC, el que haya en el partido un sector netamente de izquierdas más o menos consolidado, aunque muy minoritario a tenor de lo demostrado, no impide que una mayoría de dirigentes, afiliados y votantes sean en realidad tan de derechas como sus hermanos/enemigos de CiU.

En lo que respecta al PSC, la salida de pata de banco del ya casi ex-conseller de Economia, Antoni Castells, en el sentido de proponer una refundación de la izquierda en un sentido "catalanista" que olvida cualquier referencia social, le acerca no a ERC sino directamente a la derecha catalanista que representa CiU. A pesar de la evidencia de que el descalabro de la izquierda y singularmente del PSC viene produciéndose elección tras elección por la fuga sostenida de sus bases sociales populares y trabajadoras hacia el abstencionismo, esta gente se empeña en intentar hacer creer que reforzar el perfil catalanista del partido es el modo de salir de una crisis política que amenaza ya con colapsar.

Es posible que semejante "aportación" al debate no tenga carácter del todo gratuito, cuando algunas voces del entorno mediático de CiU dan a entender que el nuevo President de la Generalitat catalana estaría pensando en incorporar a su equipo personalidades "progresistas" o directamente socialistas. En todo caso, la apuesta ni que sea verbal de Castells y su séquito es abiertamente de clase, burguesa hasta el tuétano, para ser más exactos, y por tanto contraria a los verdaderos intereses del electorado socialista. Veremos en unos días qué sucede finalmente, aunque el interés por el futuro político del sector catalanista enragé del PSC sea más bien escaso, dada su irrelevancia política más allá de la vida institucional.

La situación de IC es todavía peor, aunque sus dirigentes anden la mar de satisfechos porque han perdido menos votos que sus ex socios del Tripartito. Ocurre que si IC, que al igual que el PSC se va dejando girones de su electorado en cada convocatoria electoral, experimentara en unas elecciones una caída semejante a las sufridas respectivamente por PSC y ERC en las pasadas autonómicas catalanas, simplemente dejaría de existir. IC ha perdido casi por completo la antaño poderosa presencia del PSUC en los barrios obreros periféricos de Barcelona y en el antiguo cinturón industrial, y hoy se ve limitada a disputar el voto de sectores concretos y exiguos de la pequeña y mediana burguesía progresista urbana barcelonesa, en su mayoría afín al PSC y a ERC.

Más allá de estas fuerzas quedan los restos desorganizados y atomizados de la antigua extrema izquierda, izquierda radical, "izquierda alternativa" o como quiera llamársela. Sus seguidores suelen oscilar entre el desaliento abstencionista, la radicalización infantil y el apoyo electoral puntual a las formaciones de izquierda parlamentarias. En un tiempo histórico en el que la izquierda ha dejado de pensar y hasta de formular palabras, al decir de Josep Ramoneda, algunas individualidades que cabe situar en esta zona del espectro de la izquierda continúan haciendo aportaciones intelectuales valiosas en tanto nos siguen recordando quiénes somos realmente y para qué empezamos a luchar.
La imagen que ilustra el post es un cartel del Front Popular, candidatura unitaria de las izquierdas catalanas que arrasó a la derecha en las elecciones generales de febrero de 1936.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Elecciones en Catalunya: el futuro es el pasado (y 2)



Aún no habían pasado 24 horas del cierre de los colegios electorales catalanes cuando el señor Artur Mas declaraba públicamente que la primera medida de su gobierno sería bajar impuestos en general y eliminar el impuesto sobre las sucesiones. Toda una declaración de principios, que deja claro quién ha ganado realmente estas elecciones: la derecha de toda la vida.

Es obvio que cada tipo de elecciones (autonómicas, municipales y generales) tiene su propio perfil, y que en Catalunya el votante, sobre todo el de izquierdas y más concretamente el socialista, vota en cada una de ellas con una sensibilidad diferente. El PSC confía en que sus resultados en las municipales serán sensiblemente mejores, y en las generales mucho más. Así ha sido hasta ahora, pero esa tendencia histórica puede haberse quebrado ya; en realidad, con los datos en la mano, hace tiempo que se ha roto, y la abstención creciente amenaza con reducir la participación del votante de izquierdas a niveles similares en cada una de esas convocatorias. Veamos.

Contra lo que dice el mito interesado, en Catalunya no existe el "voto dual" socialista, que unas veces votaría al PSC (generales y municipales) y otras a CiU (autonómicas). El voto socialista mayoritario, el de las clases trabajadoras del Área Metropolitana de Barcelona, o vota socialista o se refugia en la abstención. Quienes cambian su voto circunstancialmente son una pequeña minoría, precisamente los sectores de la burguesía catalanista progresista que votan socialista para frenar al PP en las elecciones de nivel español y suelen hacerlo también en las municipales por identificación con los candidatos socialistas locales de su misma extracción social, pero en las autonómicas recuperan su identificación de clase con los intereses que defiende CiU y con los mitos ideológicos que propugna esta coalición, difusamente sintetizados en lo que suele llamarse "catalanismo" en cualquiera de sus versiones (autonomista, soberanista, independentista), y que por cierto poco o nada tiene que ver con el federalismo histórico de la izquierda catalana.

Los números cantan. Sobre un censo casi idéntico al de 2006 y con una participación superior en casi cuatro puntos a la de ese año, el PSC pierde en cifras redondas 230.000 votos. Los pierde en Barcelona y en el antiguo Cinturón Rojo rumbo a la abstención (voto obrero y popular), pero también en comarcas (voto de la pequeña y mediana burguesía catalanista). En Barcelona ciudad el PSC sólo gana en el distrito obrero de Nou Barris. La participación en la ciudad ha sido de un 62%. Como siempre, los distritos donde más se participa son los que votan derecha sea catalanista o españolista: Sarrià el 73%, Les Corts, 70'5 %, Eixample 66,5%, Gràcia 66'2%. Los distritos que votan izquierda son una vez más vez los menos participativos: Sant Martí, 60%, Nou Barris 54%, Ciutat Vella, 47'5%. La clave de la derrota barcelonesa del PSC reside de nuevo en ese diferencial de casi 20 puntos entre Sarrià y Nou Barris, situación que se extiende a los municipios de toda la provincia y en general, como digo, de todo el país: mientras que en los barrios de clase trabajadora la abstención es marcadamente superior a la media, en los barrios burgueses la participación se sitúa muy por encima de la media. Paralelamente, en el conjunto de la provincia de Barcelona, la más poblada y la que con distancia mayor número de diputados elige, contra más nos alejamos de la capital más crece el voto a la derecha; los municipios de la tercera y cuarta corona, de tamaño pequeño y mediano y social y políticamente burgueses, votan más y votan a la derecha, en tanto en los grandes municipios de la primera y segunda corona, los mas próximos a Barcelona, con población de clase trabajadora e inclinados a la izquierda, la abstención crece sin cesar sea cual sea el tipo de convocatoria (aunque obviamente, éstas sean solo sean comparables entre sí) .

En conjunto, de unas autonómicas a otras la izquierda catalana (PSC+IC) ha pasado del 37'5 % de los votos en 2006 al 25'5% en 2010. La derecha (CiU+ERC) se mantiene exactamente en el 45'5%% en las dos elecciones (lo que evidencia el trasvase de votos de ERC a CiU), y la extrema derecha (PP+Ciutadans+SI (Laporta), del 13'5% al 19%. Hay que destacar por último que Plataforma per Catalunya (PxC) la opción nazi que encabeza Josep (antes José) Anglada, ex miembro de la Guardia de Franco, ha obtenido 75.000 votos y ha estado a punto de conseguir representación parlamentaria.

En voto popular es obvio pues que se produce una nueva fuga de votantes de la izquierda hacia la abstención (pérdida en conjunto de un tercio de los votos en relación a 2006), mientras la derecha no avanza pero consolida su espacio (con un trasvase interno de votos de una formación a otra), y hay un apunte aún modesto pero ya significativo (casi llega al 20%) de la extrema derecha. En resumen, la derecha gana no porque reciba votos de gente de izquierdas, sino porque éstos dejan de votar.

Otras lecturas basadas en el supuesto eje mental nacionalismo catalán-nacionalismo español son superestructurales, y por tanto puramente ideológicas en la acepción académica del término. El peso de ese factor como determinante del comportamiento electoral es mínimo, y apenas reviste el carácter de excusa salvo para algunos segmentos muy minoritarios del electorado catalán. Es el origen de clase y la cultura política individual insertados en el marco de lo colectivo quienes continúan determinando dicho comportamiento y más aún en un período de crisis global, que en el campo de la izquierda está evidenciando en toda su crudeza la diferencia entre las aspiraciones de los votantes y la praxis de los políticos que la representan; algo que por contra no ocurre en la derecha, donde la identidad entre los intereses de sus votantes y la acción de sus políticos es total. Esa es la clave del declive de la izquierda en todas partes, y de la paralela consolidación de la derecha.

En la imagen que ilustra el post, cola de votantes ante las puertas de un colegio electoral de Barcelona en un barrio de clase burguesa durante las elecciones de febrero de 1936, fotografía de Agustí Centelles.

martes, 23 de noviembre de 2010

Hora de hablar claro sobre el Sáhara Occidental



A primeros de los años sesenta un servidor de ustedes era un crío, alumno de un inefable colegio de monjas. Un día las monjitas se empeñaron en montar una inenarrable propuesta escénica para edificación de nuestras tiernas almas y las más correosas de nuestros mayores (el mío era y es un barrio obrero). La pieza en cuestión era una especie de musical católico, un disparate que jamás debió llegar a un escenario aunque fuera éste el de un cine de barrio y por una sola representación. En la obrita salíamos un montón de arrapiezos vestidos de cruzados, casco y espada incluidos, y manifestábamos cantando (previamente grabados) nuestra intención de cristianizar cada uno la parte del mundo que le había tocado en el reparto previo. Así que cuando le llegaba el turno cada evangelizador salía de la fila dando un paso al frente y levantando la espada, clamaba el nombre de la región del planeta en la que pensaba derramar la palabra de Cristo. Cuando me llegó la vez avancé y gesticulé con los labios lo que tenía grabado: "¡Yo las tribus del Sahára!".

Lo del acento en la segunda "a" no es un error, era la forma de poder entonar siguiendo el ritmo de la música. El que venía detrás de mí lo tenía más fácil a la hora de acomodar su texto a la frase musical de fondo, aunque con la perspectiva que dan los años y visto cómo han evolucionado las cosas en la parte del mundo que le tocó, no le arriendo la ganancia: el mozo gritaba "¡Yo el África interior!".

Pero volvamos a mi "Sahára", o Sáhara Español como se decía entonces.

Años más tarde, aquel casi ignoto territorio volvió a cruzarse en mi camino en forma de amenaza guerrera. Para entonces las cosas de la religión empezaban a importarme poquito, y la cosa militar todavía menos. Así que hice todo lo posible para escaquearme del servicio militar, que por alguna extraña razón (en un momento en el que por cortesía del rey marroquí Hassan II había tiros a manta en aquella "provincia española", en los años previos a la salida de España del territorio), solía destinar a aquellos arenales a un buen número de catalanes. Logré mi objetivo, y fui declarado "inútil total para el servicio". Aún me estoy riendo de quienes siendo tan "útiles" que vivían del uniforme, hubieron de salir por piernas de la colonia cuando llegó la Marcha Verde.

Sobre lo que vino luego para el Sáhara, en 2006 escribí un post que desgraciadamente pienso sigue de plena actualidad. Lo recupero aquí, porque como está alojado en el archivo de la primera etapa de AVENTURA EN LA TIERRA no está indexado en Google y resulta un poco difícil de encontrar:


HORA DE EMPEZAR A HABLAR CLARO SOBRE EL SÁHARA OCCIDENTAL
domingo, 16 de julio de 2006.


Los recientes incidentes y manifestaciones en Marruecos y España promovidos por el Frente Polisario en los últimos días, han vuelto a poner de actualidad un conflicto que lleva enquistado casi 30 años. Un conflicto cuyas raíces y causas últimas cabe apuntarlas históricamente en el debe de la administración colonial española de algunas porciones de Africa, y sobre todo en el modo absurdo y precipitado en que se llevó a cabo el proceso de descolonización.

Fue la Conferencia de Berlín de 1884 quien repartió África entre las potencias europeas. España, potencia de tercera fila, recibió entre otras migajas un trozo de costa en el noroeste africano lindante con el desierto del Sáhara. Era un territorio inhóspito y desolado, carente de todo recurso natural y donde no existía ni una sola población estable: en esa costa y en su "hinterland" sólo residían temporalmente grupos de pastores nómadas, que iban y venían a su albur desde Marruecos hasta el río Níger. Esos clanes de nómadas carecían de cualquier estructura político-administrativa más allá de los consejos tribales de notables. Jamás hubo un Estado independiente en lo que hoy llamamos Sáhara Occidental.

El único interés que ofrecía ese territorio para la España colonial era su proximidad a las islas Canarias, y secundariamente, la posibilidad de establecer factorías pesqueras en la costa, lo que se hizo tras fundar los pueblos de El Aiún y Villa Cisneros (actual Dakla). La exploración del interior del territorio fue decepcionante; nada había allí desde el punto de vista de la explotación de recursos naturales que valiera la pena. De hecho, y hasta que la dictadura franquista relanzó la idea imperial española, ya en los años cuarenta del siglo XX, la colonia del Sáhara quedó prácticamente abandonada a su suerte. Sólo los dos pequeños puertos de la costa referidos tenían población fija y presencia permanente de la Administración colonial.

Posteriormente, ya a finales de los años cincuenta y tras la independencia de Marruecos, las colonias españolas en el norte de Africa se vieron sometidas a una fuerte presión inducida desde el nuevo Estado, que no excluyó los choques armados indirectos. Antes de eso el gobierno español había tenido que ceder el Rif y reconocer la independencia y unidad del Estado marroquí, inevitables desde que Francia decidiera retirarse de su sector. Luego, tras un breve pero sangriento conflicto bélico (cuya existencia siempre intentó ocultar el régimen franquista), España hubo de entregar al nuevo Estado todo Ifni y una franja de territorio al norte del Sáhara Occidental.

Pero Hassan II no se conformaba con las adquisiciones territoriales logradas a costa de la entonces débil España. Su proyecto de configurar un Gran Marruecos pasaba por reunir todos los territorios que, supuestamente, en un momento u otro habían formado parte del Estado marroquí medieval o habían sido tributarios suyos, lo cual significaba extender sus fronteras hasta la misma curva del Níger. La primera pieza a integrar en ese Marruecos redimensionado era la colonia entonces llamada Sáhara Español. En el juego estratégico subsiguiente, el régimen franquista convirtió política y administrativamente a sus colonias africanas en provincias, dotándolas así del mismo rango que los territorios peninsulares e insulares metropolitanos, y haciéndolas partícipes de la supuesta indivisibilidad de la Patria Española. Por otro lado, el régimen español acentuó su control sobre los notables saharauis y aceleró la "hispanización" de la colonia, si bien respetando las creencias religiosas de los nómadas.

El desarrollo de las industrias pesqueras y el hallazgo y explotación de ricas minas de fosfatos, revitalizaron el interés del Sáhara Español como colonia. Y también, lógicamente, el deseo marroquí por hacerse con su control. En los años setenta el régimen político español y su fundador entraron en total decrepitud. Marruecos aprovechó la coyuntura para forzar la máquina anexionista. Estudiantes universitarios saharauis crearon, en territorio marroquí y probablemente inducidos por los servicios secretos de Hassan II, la organización guerrillera Frente Polisario, cuya tarjeta de presentación fue una cadena de bombas en El Aiún. Con Franco en sus últimos meses, las autoridades coloniales se apresuraron a convocar a la Yemaá, pseudoparlamento integrado por los notables de los clanes, y a crear un partido-marioneta, el PUNS (Partido de Unión Nacional Saharaui), que primero actuó como portavoz indígena a favor de la permanencia colonial española en el Sáhara, y posteriormente se intentó que fuera el instrumento que posibilitara la transición a una independencia tutelada. En realidad, el PUNS no sirvió ni para una cosa ni para la otra, y acabó disolviéndose sin más.

Tras algunos choques fronterizos, Marruecos, finalmente, pone al gobierno español contra las cuerdas organizando la llamada Marcha Verde, especie de invasión pacífica llevada a cabo por civiles que se adentraron en territorio de la colonia en medio de la expectación mundial. Inmediatamente EEUU llamó a capítulo a las partes, e impuso un acuerdo que zanjó la presencia colonial española en el Sáhara, repartiendo el territorio entre Marruecos y Mauritania (los mauritanos abandonaron enseguida su pequeña porción de la ex colonia, en cuanto se produjeron los primeros combates con el Polisario). Por causas nunca explicadas, el Frente Polisario no reconoció el acuerdo; la Yemaá y los jefes de clanes, por el contrario, se pusieron inmediatamente a las órdenes de Marruecos.

Oficiales coloniales españoles, incluidos mandos militares de alta graduación, a quienes el gobierno español había tomado el pelo prometiéndoles que España nunca dejaría el Sáhara (mientras negociaba con Marruecos el traspaso de la colonia), protestaron contra su salida forzosa del territorio entregando armas, municiones y equipamiento militar diverso al Frente Polisario. La ocupación militar marroquí se produjo apenas se retiraron las tropas españolas; inmediatamente se desencadenó un éxodo de saharauis hacia Argelia que casi vació el territorio, quedando abandonados incluso los núcleos poblacionales costeros.

La Argelia socialista del coronel Bumedian, vecina de Marruecos y de la ex colonia española, tenía muchas cuentas pendientes con el monarca marroquí, y los saharauis fueron un instrumento eficaz para intentar comenzar a ajustarlas. Los argelinos aprovecharon la circunstancia para presionar a Marruecos: no sólo acogieron a los refugiados en campamentos sino que les armaron y entrenaron militarmente, poniendo además a su disposición sus entonces amplios contactos internacionales.

Es así como un pequeño grupo de jóvenes activistas de clase alta se convirtió rápidamente en una guerrilla poderosa, popular entre su gente, bien organizada y mejor dotada. Nace el mito del Frente Polisario, en buena parte alimentado por la izquierda española y sostenido por el Estado argelino; un mito fundamentalmente mediático, que de siempre ha despertado simpatías y adhesiones tan epidérmicas como en general poco informadas. En el nivel institucional, sin embargo, la llegada del PSOE al poder en España y el inicio de la rebelión islamista en Argelia arrumbaron al armario del olvido la pretensión de crear un estado saharaui: sólo un vago apoyo de la ONU y la recomendación de convocar un referéndum de autodeterminación, han mantenido vivas internacionalmente las reivindicaciones del Polisario.

El juego estaba perdido para el Polisario desde el principio, pues Hassan II concibió la anexión del Sáhara como uno de los pilares básicos de su política de prestigio como potencia regional. Para entender la facilidad con que se llevó a cabo dicha anexión y su perduración en el tiempo, hay que tener en cuenta que desde el desembarco de Casablanca (1943), los norteamericanos consideran a Marruecos un aliado estratégico imprescindible en el norte de Africa al que hay que dar gusto en todo.

Una vez establecido el status quo actual, Marruecos lo reforzó con el traslado de decenas de miles de colonos marroquíes al nuevo territorio. Argelia, por su parte, absorbida por una terrible guerra civil, se ha ido desentendiendo progresivamente de los refugiados saharauis, a pesar de la permanencia en su territorio de los campamentos en que estos malviven.

El Polisario y los saharauis dejaron de estar de moda hace muchos años. Incapaces de derrotar militarmente a un Ejército numeroso y bien pertrechado cual es el marroquí, los polisarios andan inmersos en una larga travesía del desierto que lo mismo puede durar años que siglos.

Y sin embargo, en la primavera de 2005 han comenzado a menudear de nuevo los incidentes entre saharauis y marroquíes: apenas unos días después de que el Polisario amenazara con volver a la actividad armada, los estudiantes saharauis organizaron en varias universidades marroquíes una auténtica rebelión juvenil, duramente reprimida por la policía marroquí. Inmediatamente se organizaron en el sur de España manifestaciones de solidaridad, y en el El Aiún hubo enfrentamientos y detenciones de activistas.

¿Por qué se agitan de nuevo las aguas del conflicto del Sáhara, tras tantos años de silencio? Archivada definitivamente la iniciativa estadounidense conocida como "Plan Baker" –que en realidad apenas fue una excusa para ganar tiempo y seguir consolidando la presencia marroquí en el territorio-, el Polisario sabe que lo tiene todo en su contra. Si algún día llegara a llevarse a cabo el referéndum de autodeterminación del Sahara éste nunca podrá tener como base el censo colonial, pretensión de la guerrilla saharahui que resulta absurda por anacrónica: ya han pasado más de tres décadas desde su confección, y la dinámica demográfica natural y también la inducida lo han convertido en una pieza obsoleta.

Si el referéndum se celebrara con un censo actualizado, lo que parece lo más lógico, lo ganaría Marruecos con toda facilidad, pues la población actualmente residente en el territorio del antiguo Sáhara Español es ya de origen marroquí o saharaui mayoritariamente promarroquí. Sólo los residentes en los campamentos de Tinduf, en Argelia, se pronunciarían a favor de la independencia bajo un régimen político determinado por el Polisario; pero el peso numérico de esta gente en relación con los residentes en el territorio saharaui disminuye día a día, y además, a medida que pase el tiempo el Polisario irá perdiendo control sobre ellos.

Es por eso que el Polisario está intentando forzar la situación. Sin embargo, la organización saharaui carece ahora de valedores internacionales, y solo las simpatías difusas de una parte de la izquierda europea mediterránea no le llevarán muy lejos en sus aspiraciones.

El cansancio de los saharauis desplazados por tantos años de exilio y la paralela consolidación de la anexión marroquí, pueden acabar empujando al Polisario a reemprender la lucha armada como único modo de mantener la disciplina interna y a la vez llamar la atención internacional hacia su causa. Dada la desproporción de fuerzas militares entre ésta organización y el Estado marroquí, la tentación del terrorismo podría llegar a ser muy grande para el Polisario o para alguna escisión más radical.

Aunque el Polisario siempre se ha definido como un movimiento laico y en principio los saharauis no parecen contaminados por el fundamentalismo islámico, no es descartable que en un futuro más o menos próximo una parte de ellos acaben experimentando una evolución en cierto modo semejante a la sufrida por algunas capas de la población palestina. El terrorismo suele ser la única salida de quienes, desesperados, acaban llegando al convencimiento de que carecen de cualquier otra salida.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Labordeta, un libertario cabezudo



La muerte de José Antonio Labordeta es la muerte de un tiempo y de un país que ya sólo existen en la memoria de quienes no nos resignamos a olvidar, simplemente porque no nos da la gana que nos hagan renunciar a la verdad de cómo fueron las cosas en España. Porque el presente que vivimos, del que todos somos un poco culpables, se ha cimentado precisamente sobre la incitación al olvido, sobre el barrido de la memoria colectiva. Cuando he leído esta mañana en El País la necrológica que en presunto homenaje a Labordeta ha escrito una destacada dirigente del Partido Popular, casi no he podido controlar la indignación. Sólo desde el cinismo más absoluto y la desmemoria como religión se pueden derramar esas lágrimas de cocodrilo sobre la ausencia de alguien a quien, ayer los franquistas estrictos y hoy sus herederos más o menos actualizados, persiguieron, insultaron y vejaron a placer. Y es que José Antonio les plantó cara en sus canciones y en su actuación política durante décadas, hasta terminar por convertirse en un referente vivo de militancia libertaria (en el sentido menos partidista del término) por la dignidad, la democracia y la memoria.

Pero no venía a hablar de obviedades sino de mi Labordeta, del Laburdi cuyas letras aún me sé de memoria, del cabezudo ( así se llama en Aragón a los especialmente tozudos) a quien -ahora me doy cuenta- tanto quise y al que tantas veces habría dado un garrotazo. Quizá porque, modestia aparte y salvando las muchísimas distancias obvias, nos parecemos tanto, tenemos caracteres tan similares, lo mío con Labordeta no podía ser exactamente una historia de amor sino más bien de encuentros y desencuentros.

La primera vez que le vi fue en un recital -entonces se llamaban así- semiclandestino en un colegio de monjas de Nou Barris, el distrito obrero y de inmigración por excelencia de Barcelona. Yo tenía todos sus discos LP,s, pero aún así me llevé para la ocasión un flamante radiocasette y con él grabé a escondidas y entero el concierto (entonces no existía la SGAE actual, pero la "secreta" y los "grises" eran mucho peores). Recuerdo el tremendo calor, el enardecimiento del público, las octavillas volando, los puños en alto... José Antonio salió al escenario como siempre entonces, con camisa de cuadros y un pañuelo al cuello. Tocaba la guitarra apoyando un pie en una silla, como era costumbre entre los cantautores de la época. En fin que queriendo o sin querer, su presencia física tenía un aire a lo Pete Seeger de secano. Pero ahí terminaban las comparaciones, porque Labordeta poseía un vozarrón jotero con el que bramaba emocionantes cañonazos (El canto a la Libertad, Somos, la Albada, Rosa Rosae...), hilarantes chascarrillos llenos de malicia socarrona (El milagro de Lamberto, Coplas de Severino el sordo...), declaraciones de principios (Aragón, Ya ves, Regresaré a la casa...), y hasta canciones de amor y sentimiento de enorme ternura (la jota magallonera convertida en Canción de amor, La vieja..).

A medida que avanzaba la Transición, la democracia española se "normalizaba" y cundía el desencanto, la "nueva canción aragonesa", como todos el movimiento de los cantautores en España, fue perdiendo fuelle. Labordeta fue de los pocos que siguió cantando, aunque menos, y a pesar de los nuevos tiempos, que apuntaban claramente hacia la despolitización y la alienación cultural -o quizá por eso, para combatirlas- se tiró al ruedo de la política. José Antonio venía de la experiencia del Partido Socialista de Aragón, un invento que concitó muchas ilusiones pero quedó en nada, al ser fagocitado por el PSOE todo el entonces amplio espacio socialista. Cabezudo como siempre, anduvo por las proximidades del PCE rechazando los intentos de aproximación del PSOE. Al final acabó embarcado en otro artefacto singular, la Chunta Aragonesista (CHA), un partido nacionalista aragonés presuntamente de izquierdas por el que fue diputado en Madrid dos legislaturas y a los que acabó enviando cordialmente a hacer puñetas (alguien definió a la Chunta como "un grupo de niños pijos zaragozanos"). Por en medio su combate contra el Plan Hidrológico Nacional y el trasvase del Ebro, con momentos muy sonados como aquél en el que ante el boicot al que sometían su intervención en la tribuna desde la bancada de energúmenos del PP, Labordeta reacció recordándoles a éstos cuánto les fastidiaba que quienes habían estado "torturados y perseguidos por el franquismo pudiéramos hablar desde aquí", y mandándolos literalmente a la mierda.

Poco antes de que se retirara de la actividad parlamentaria, harto de la enfermedad y también de los críos de la CHA, que intentaban ponerle el ronzal (él no se dejaba, obviamente), le envié un correo electrónico pidiéndole que interviniera en un asunto. La cosa era que el Gobierno de Zapatero pretendía bautizar o rebautizar (ahora no caigo, ni tiene mayor importancia) el aeropuerto de Zaragoza con el nombre de un franquista, un monárquico alfonsino u otro especímen por el estilo, no recuerdo bien. Yo le pedía a Labordeta que interviniera para que el nombre que se le pusiera fuera el del general Núñez de Prado, insigne aviador, demócrata y republicano de ley, asesinado al bajar la escalerilla del avión en el que había llegado a Zaragoza en la primeras horas de la rebelión militar de julio de 1936, portando la candorosa petición del presidente Azaña al general Cabanellas para que no se sumara a la sublevación. José Antonio ni me contestó. Quizá andara agobiado aquellos días, en los que como digo había comenzado a tomar distancia de la política y de otras muchas cosas, pero me cabreó bastante su silencio.

Luego la enfermedad, los homenajes y la serenidad de una despedida, que como en la jotica humorística que cantó en la cena de su adiós como diputado del Congreso nos deja a muchos muy solos, pues:

"Esta es la jota que echamos
los que nos vamos del corro,
aquí se quedan los guapos

y nos vamos los buenos".

Efectivamente, se ha ido uno de los mejores y nos quedamos los demás.

Hay dos canciones que definen la personalidad entera de Labordeta. Una es "Somos", un himno a la resistencia contra la adversidad (un tema clave entre los que definen el alma aragonesa) que difunde una determinación casi negrinista, en el sentido de que invita a agarrarse a la tierra "como esos viejos árboles", como modo de aguantar lo que sea que venga (resistir es vencer, ya saben). Y la otra, esa canción que a él particularmente, le emocionaba cada vez más a medida que pasaban los años: la Albada. La primera vez que le oí cantar la Albada, a pelo y con aquél sonido extraño y ancestral de la zanfoña de fondo, tuve conciencia inmediata de que estaba oyendo un canto guerrero venido del fondo de los siglos, un himno ibero que lleva dos mil años llamando: "¡Arriba, los compañeros, que ya ha llegado la hora de tener en nuestras manos lo que nos quitan de fuera!". La "albada guerrera" de Labordeta es un canto profundo, solidario y de combate en toda la extensión de la palabra. Una llamada a la pelea por la libertad del hombre y de la tierra. Esa es la esencia, hondamente libertaria, de José Antonio Labordeta, y su mejor legado.

"Adiós a los que se quedan,
y a los que se van también,
adiós a Huesca y provincia,
a Zaragoza y Teruel".

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Wilebaldo Solano, la última leyenda del POUM


Hoy ha muerto Wilebaldo Solano, acaso el último dirigente del POUM que seguía entre nosotros. Durante décadas fue una especie de memoria andante del partido que mejor encarnó los sufrimientos y las contradicciones de la zona republicana durante la guerra de España, acaso porque el POUM lo quería todo y a la vez: ganar la guerra y hacer la revolución. No consiguieron ni una cosa ni la otra, y mientras sus milicianos morían en el frente sus dirigentes eran encarcelados, muertos o exiliados antes de que los franquistas democratizaran la represión, extendiéndola a estalinistas y poumistas, a anarquistas y socialistas, a republicanos liberales y a nacionalistas de cualquier nacionalidad que no fuera el Imperio de Isabel y Fernando.

Más tarde Wilebaldo Solano fue un exiliado tozudo, de los que regresaron a España para seguir la lucha desde dentro. Una doble lucha: contra el franquismo desde luego, pero también contra el otro fascismo: el de Moscú, el que representaba el estalinismo aparentemente triunfante en la izquierda durante los años cuarenta a setenta. Luego el comunismo oficial fue al basurero de la Historia, y la gente como Solano, perseguida, amenazada y en la medida de lo posible, silenciada, pudo recuperar presencia pública y desde la experiencia, hablarnos a las nuevas generaciones. Para entonces el POUM ya sólo era un recuerdo lejano y un festín para los historiadores.

Conocí a Wilebaldo Solano una obscura tarde de invierno, a mediados de los años noventa, cuando alguna gente de izquierdas de diversos partidos intentábamos que la sociedad no se resignara a aceptar lo que nos había caido encima: el gobierno de Aznar y la hegemonía del PP en la política española. Amigos comunes nos pusieron en contacto, y como digo vino una tarde a mi despacho para hablar conmigo. Le recuerdo como un hombre mayor, enjuto, pulcramente vestido con traje, chaleco granate de punto y corbata antigua, con el abundante cabello blanco perfectamente recortado y unas gafas de pasta negra que le daban un aire de profesor emérito. Hablaba pausado, con una perfecta pronunciación propia del castellano viejo que era, escogiendo las palabras cuidadosamente de un amplio vocabulario con el que construía frases simples y eficaces. Habló durante bastante rato, y le escuché con respeto y cierto distanciamiento. Cuando hablé yo, quedó claro que no íbamos a entendernos; entre los dos había casi medio siglo de distancia, y experiencias políticas y vitales muy distintas. En resumidas cuentas me pareció un hombre que seguía fiel al viejo perfil poumista, y que por tanto continuaba inscrito políticamente en algún punto intermedio entre el comunismo heterodoxo y el socialismo de izquierdas. Supongo que para entonces hacía ya muchos años que debía haberse desprendido de la vieja concepción bolchevique del partido "de" y "para la Revolución, pero alguna reminiscencia le quedaba. Internacionalista, simpatizaba con el nacionalismo catalán de izquierdas, aunque no sé si llegaba a percibir que el contemporáneo no tenía nada que ver con el que él conociera en sus años juveniles en Barcelona. En resumidas cuentas me pareció un personaje de otro tiempo, y acaso lo fuera.

Antes de despedirnos me regaló un librito suyo, una biografía de Andreu Nin escrita en catalán, que me entregó ya dedicado "molt cordialment". Lo tengo ante mí ahora. En la portada hay una fotografía de Nin y Solano conversando relajadamente. Wilebaldo es ahí un joven que sin embargo resulta idéntico al hombre que conocí ya en una vejez avanzada. No sólo físicamente, su gesto y la manera de escuchar (atento, el ceño fruncido y la boca entreabierta) resultan asimismo idénticos en una y otra época de su vida. Por decirlo de otra manera, Solano fue un hombre que consiguió ser el mismo y él mismo a lo largo de toda su vida, algo que no suele ser frecuente ni siquiera entre los hombres de su generación.

En la fotografía que ilustra el post, la misma que aparece en la portada del librito mencionado, Solano (a la derecha de la imagen) conversa con Andreu Nin (a la izquierda).

martes, 29 de septiembre de 2009

El viento de izquierdas sigue creciendo en Europa


Las elecciones generales celebradas el domingo pasado en dos países europeos en principio tan distintos como Alemania y Portugal, han deparado finalmente resultados que vale la pena conocer y analizar. Más que nada porque siguen tendencias que vienen produciéndose en Europa Occidental desde hace algún tiempo, por más que los grandes medios de comunicación finjan no enterarse.

En síntesis:

1. Los viejos dinosaurios políticos prosiguen su lento pero irreversible desguace. Esto es evidente en el caso del SPD (que acaba de obtener sus peores resultados desde el fin de la II Guerra Mundial), pero también en el de la CDU democristiana alemana, que gana las elecciones retrocediendo y sólo porque el SPD se ha hundido (si el domingo los antaño socialdemócratas hubieran repetido sus resultados de hace 4 años, le hubieran sacado casi dos puntos de ventaja a la CDU). En Portugal aguanta el PS aunque pierde la mayoría absoluta, y se hunde un poco más el PCP (no llega ni al 8% de los votos) , quizá el último PC de la vieja escuela al oeste de Berlín. Los grandes partidos del siglo XX agonizan.

2. Las derechas se fragmentan. El relativo éxito de los liberales alemanes (14%) de los votos, les convierte en socios de gobierno de la CDU, pero augura un período de fuertes tensiones sociales en Alemania. El ultraliberalismo del Partido Liberal alemán casa mal con el populismo cristiano de derechas de la CDU, y va a tener enfrente a un SPD ansioso de recuperar espacio en la calle y sobre todo, a una La Izquierda emergente y combativa y que ha desplazado casi por completo al SPD en presencia política en las bases de los poderosos sindicatos alemanes. En Portugal la derecha fracasa en su intento de recuperar el poder (PSD), y su sector más reaccionario (PP/CDS, el partido gobernado por el Opus Dei) se hunde casi en la nada. En un mundo en crisis total, la división ha llegado también a los bloques de clases dominantes y por tanto, los instrumentos politicos de cada fracción comienzan a marcar más claramente sus diferencias.

3. El ecologismo y el pacifismo han muerto de éxito. Hoy día hasta la derecha inteligente (que en Europa la hay, a diferencia de España) ha absorbido una parte del pensamiento de los grupos pacifistas y ecologistas de los años setenta y ochenta. Los Verdes alemanes fueron punta de lanza de un movimiento que en la medida en que sus objetivos estratégicos han ido siendo asumidos por la globalidad de la ciudadanía y de las clases políticas (véase la lucha contra el cambio climático, por ejemplo), ha ido dejando sin sentido la existencia de organizaciones dedicadas exclusivamente al combate político por esos temas. El declive electoral de pacifistas y ecologistas (10% de votos en Alemania) es también, de alguna manera, signo de los tiempos: hoy día hasta las intervenciones manu militari en cualquier país extranjero se intentan disfrazar ante la opinión pública como "misiones de paz".

4. La nueva izquierda sigue avanzando, pujante. Ni Oskar Lafontaine es un loco mesiánico ni un tonto útil de los comunistas, como pretendían sus enemigos hasta hace unos días. Entre otras razones porque Lafontaine es un político experimentado y sensato que no tiene un pelo de tonto, y también porque los comunistas que quedan en el mundo pronto cabrán todos juntos en un autocar del Inserso (servicio español de vacaciones baratas para ancianos jubilados). El problema para los social-liberales no es Lafontaine ni su partido La Izquierda, sino el agotamiento de la social-democracia y la inanidad del social-liberalismo, desde la "Tercera Vía" blairista al zapaterismo. Las clases trabajadoras y amplios sectores profesionales europeos están diciendo ¡basta! a tanto abandono de principios y sobre todo, de praxis de izquierda por aquellos a quienes durante décadas confiaron la defensa de sus intereses. Y están buscando nuevos referentes para un voto que ya no es de protesta, sino que aspira a gobernar desde la izquierda y para los intereses que representa la izquierda. No es extraño así que en Alemania el partido La Izquierda haya superado el 12% de los votos y que en Portugal el Bloco de Esquerda roce el 10%, cuando hace apenas dos o tres años ambas eran formaciones marginales con problemas para entrar en sus respectivos parlamentos. Las izquierdas renovadoras y sensatas crecen y avanzan: en Alemania, La Izquierda ya tiene electoralmente la mitad del peso electoral del SPD, y en Portugal el Bloco puede condicionar el gobierno del PS sin necesidad siquiera de figurar en él.

5. Rescatar el europeísmo desde la izquierda. Esta renovación de la política desde la izquierda necesita cierto pulimiento, y no solo en algunos discursos que comprensiblemente todavía resultan un tanto chirriantes. En todo caso, más pronto que tarde formaciones como el Parti de Gauche francés o el mismo Die Linke alemán habrán de abandonar un tonto discurso antieuropeísta, que si realmente les resulta útil para diferenciarse de los grandes partidos, a los ojos de muchos ciudadanos les confiere sin embargo un peligroso barniz nacionalista y chauvinista. La izquierda es internacionalista por esencia y definición, y el proyecto europeísta ha de ser retomado precisamente desde una perspectiva de izquierdas para que salga adelante. Pero es que además si las izquierdas renuncian a Europa terminarán ahogándose en una pugna entre jacobinos, que es lo que en definitiva más beneficia a la derecha. Véase a modo de ejemplo la manera en la que se están manejando crisis como la de Opel, intentando enfrentar a los trabajadores de esa empresa en función de los diferentes países donde la marca tiene establecidas fábricas de producción, y los mensajes que se están enviando a través de los medios: por ejemplo, que se cerrará la planta en Bélgica y se reducirán empleos en la de España "para mantener en funcionamiento la fábrica alemana y asegurar el cien por cien de los empleos en ella". Un modo artero de sembrar la discordia entre los trabajadores.

En la fotografía que ilustra el post, Oskar Lafontaine habla ante seguidores de Die Linke (La Izquierda) durante una reciente movilización contra la guerra de Afganistán.

martes, 19 de mayo de 2009

El cambio de modelo de producción no cambia nada

Zapatero acaba de proponer un "cambio de modelo de producción". El cambio para que fuera real no debería ser de “modelo”, sino de modo de producción. Si cambiar el “modelo de producción” significa cambiar el ladrillo por la banda ancha, tal como propone Zapatero, no vamos a ningún sitio; eso es apenas una mejora en la superficie, cuando el problema es estructural. Aunque implemente aquí toda la banda ancha del mundo, en pocos años volveremos a estar en donde estamos ahora.

Nadie quiere ir al fondo del problema, a la raíz. Esta no es otra que una realidad cada vez más patente: el capitalismo está completamente tocado, navega sin timón a la deriva, alcanzado por la ruina precisamente cuando más felices se las prometían sus beneficiarios. Y ello es así porque el modo de producción capitalista llevaba en su éxito el germen de su destrucción, como vaticinó correctamente Karl Marx. El crecimiento no es ilimitado. Además para que algunos sigan enriqueciéndose hasta el delirio, tienen que crecer en modo proporcional las víctimas de esa concentración de la riqueza en cada vez menos manos. Al final se acaba matando la gallina de los huevos de oro. Sin embargo, el capitalismo no se va a acabar en un par de días, como piensan algunos ilusos, sólo porque algunos gestores avariciosos hayan hecho saltar la banca y la hayan pegado fuego al casino para poder cobrar el seguro (que al cabo, les estamos pagando entre todos). El sistema tiene gasolina de sobras para seguir rodando durante tiempo, por inercia y por miedo.

Plantear una alternativa al modo de producción capitalista exige seriedad y compromiso, además de un cierto esfuerzo intelectual. Y sobre todo, desprenderse del miedo al qué pasará si intervenimos. Algo que las izquierdas actuales no parecen dispuestas a asumir. Resulta pues más fácil intentar seguir viviendo de la inercia del modelo socialdemócrata europeo por agotado que esté, o peor aún, lanzarse en brazos del populismo fascistoide pequeñoburgués y cuartelero que asola América Latina. Los movimientos llamados alternativos o antiglobalización, por su parte, no pasan de ser luchas sectoriales incapaces de integrarse en un planteamiento que afronte y dé respuestas de modo global a los problemas.

En suma, antes que plantear cambios de modelos o de modos, necesitamos realizar un cambio de mentalidad a fondo en las fuerzas que se supone deben encabezarlos. Y de momento, lamentablemente, todo parece quedarse en subvenciones a las compras de automóviles o en conexiones de Internet gratis para las escuelas. O en insensatas alabanzas a Tiranos Banderas tropicales, elevados a la categoría de tribunos redentores de la Humanidad.