Mostrando entradas con la etiqueta alternativas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta alternativas. Mostrar todas las entradas

martes, 19 de mayo de 2009

El cambio de modelo de producción no cambia nada

Zapatero acaba de proponer un "cambio de modelo de producción". El cambio para que fuera real no debería ser de “modelo”, sino de modo de producción. Si cambiar el “modelo de producción” significa cambiar el ladrillo por la banda ancha, tal como propone Zapatero, no vamos a ningún sitio; eso es apenas una mejora en la superficie, cuando el problema es estructural. Aunque implemente aquí toda la banda ancha del mundo, en pocos años volveremos a estar en donde estamos ahora.

Nadie quiere ir al fondo del problema, a la raíz. Esta no es otra que una realidad cada vez más patente: el capitalismo está completamente tocado, navega sin timón a la deriva, alcanzado por la ruina precisamente cuando más felices se las prometían sus beneficiarios. Y ello es así porque el modo de producción capitalista llevaba en su éxito el germen de su destrucción, como vaticinó correctamente Karl Marx. El crecimiento no es ilimitado. Además para que algunos sigan enriqueciéndose hasta el delirio, tienen que crecer en modo proporcional las víctimas de esa concentración de la riqueza en cada vez menos manos. Al final se acaba matando la gallina de los huevos de oro. Sin embargo, el capitalismo no se va a acabar en un par de días, como piensan algunos ilusos, sólo porque algunos gestores avariciosos hayan hecho saltar la banca y la hayan pegado fuego al casino para poder cobrar el seguro (que al cabo, les estamos pagando entre todos). El sistema tiene gasolina de sobras para seguir rodando durante tiempo, por inercia y por miedo.

Plantear una alternativa al modo de producción capitalista exige seriedad y compromiso, además de un cierto esfuerzo intelectual. Y sobre todo, desprenderse del miedo al qué pasará si intervenimos. Algo que las izquierdas actuales no parecen dispuestas a asumir. Resulta pues más fácil intentar seguir viviendo de la inercia del modelo socialdemócrata europeo por agotado que esté, o peor aún, lanzarse en brazos del populismo fascistoide pequeñoburgués y cuartelero que asola América Latina. Los movimientos llamados alternativos o antiglobalización, por su parte, no pasan de ser luchas sectoriales incapaces de integrarse en un planteamiento que afronte y dé respuestas de modo global a los problemas.

En suma, antes que plantear cambios de modelos o de modos, necesitamos realizar un cambio de mentalidad a fondo en las fuerzas que se supone deben encabezarlos. Y de momento, lamentablemente, todo parece quedarse en subvenciones a las compras de automóviles o en conexiones de Internet gratis para las escuelas. O en insensatas alabanzas a Tiranos Banderas tropicales, elevados a la categoría de tribunos redentores de la Humanidad.

domingo, 3 de junio de 2007

La batalla de Rostock


Decenas de miles de personas marcharon ayer en la ciudad alemana de Rostock en contra de la celebración de la cumbre del G-8. Las cifras de participantes varían según las fuentes, entre los 25.000 que dice la policía, los 80.000 que sostienen los organizadores y los 100.000 que proclaman hoy algunos sites altermundistas quizá excesivamente entusiastas. En toda caso, fue una asistencia numerosa y sobre todo alegre, concienciada y pacífica.

La masa de los manifestantes la aportaron organizaciones tan escasamente guerreras como Los Verdes y los Jusos (las juventudes del SPD). De Berlín llegaron docenas de autocares fletados por Die Linke, que según El País transportaban "funcionarios tranquilos, profesores y empleados de mediana edad que se disponían a demostrar en paz su rechazo al sistema capitalista y a la globalización económica". Y sin embargo la manifestación terminó en una batalla bestial, en la que han habido más de 500 heridos, en su mayoría policías.

La manifestación fue pacífica hasta que en su cola empezaron a actuar los consabidos "grupos autónomos antifascistas". Se trata de algunos centenares de personas perfectamente uniformadas y pertrechadas para el combate callejero con la policía, que actúan en grupos usando tácticas de carga y contracarga desconcertantemente similares a las policiales, y que misteriosamente jamás ven detenidos a sus miembros.

¿Por qué actúa esta gente? Parece que su trabajo consiste en facilitar la excusa que permite intervenir a las fuerzas antidisturbios. Evidentemente la policía no permaneció de brazos cruzados cuando los "grupos autónomos" arrasaron el casco histórico de Rostock. Y claro, los palos llovieron para todos, "autónomos", manifestantes y ciudadanos que ni siquiera participaban en la manifestación. El objetivo se había logrado: ensuciar una marcha pacífica y multitudinaria que quería expresar el rechazo popular a los Señores del Dinero.

¿Quién maneja a estos provocadores que se mueven por toda Europa en la mayor de las impunidades?.

martes, 8 de mayo de 2007

Refundación (1)


La derrota de Ségolène Royal, candidata de la izquierda francesa en las presidenciales galas del pasado domingo, pone al descubierto de modo inocultable la profunda crisis que vive todo el espacio de las izquierdas, desde la más tibiamente reformista a la más delirantemente "alternativa".

Para la derecha no hay caso, pues el cemento que la mantiene unida es el poder, y mientras exista poder a ocupar y repartir habrá una derecha dispuesta a lo que sea con tal de conservarlo o recuperarlo. La derecha sólo entra en crisis cuando pierde el poder, pero cuando esto sucede no invierte ni un minuto en jeremiadas: inmediatamente se pone manos a la obra para volver a él usando cualquier medio, y si en ese proceso de reconquista se ha de prescindir de personas, siglas, organizaciones y hasta de ideologías, no hay problema, se prescinde, se crean nuevas y se sigue adelante.

El problema de la izquierda francesa –que no deja de ser el de toda la izquierda europea, de la cual la francesa ha sido siempre precursora para lo bueno y para lo malo-, es que ha agotado un ciclo histórico largo y denso y ahora carece de perspectiva sobre lo que viene. La izquierda ha renunciado hace tiempo a pensarse a sí misma –alguno diría incluso que, simplemente, ha renunciado a pensar-, y ya no es capaz de imaginar cúal debería ser el futuro; en suma, la izquierda europea –y me temo que la izquierda en general-, ha renunciado a intentar hacer viable la utopía.

Limitarse a gestionar de "forma humana" el capitalismo no es papel que justifique la existencia de la izquierda; en eso tienen razón los altermundistas y la llamada "extrema izquierda". Pero tampoco la fragmentación en capillitas sectarias y el infantilismo "radical" en la acción política conducen a nada positivo. Entre la aceptación del sistema y el nihilismo estéril hay un camino racional y políticamente útil.

Lamentablemente, entre las características que pintan la izquierda contemporánea en todas sus manifestaciones, desde las más "moderadas" a las más "radicales", se encuentran hoy la desideologización general, la debilidad organizativa, la mediocridad de sus dirigentes y el aburguesamiento de sus bases. La preocupación central de toda organización política o sindical radica en mantener una cuota de representación institucional suficiente para allegar recursos financieros con los que cubrir gastos cada vez mayores, mantener la profesionalización de sus dirigentes y hacer atractiva la organización a nuevos afiliados.

Además, estas estructuras anquilosadas y progresivamente vacías de substancia perviven en un tempo histórico en el que la consigna político-mediática-cultural es que el capitalismo en su forma ultraliberal más salvaje ha triunfado "para siempre", y que por tanto se ha abierto la veda para que el que no devore sea devorado. Por lo demás, se insertan por completo en un sistema institucional de carácter representativo en el que los márgenes de auténtica representación son cada vez menores y están más cuestionados, y en el que cualquier vía hacia la democracia participativa está cegada.

Parece pues evidente que la izquierda debe hacer algún esfuerzo más que el de cambiar de siglas o buscar caras atractivas para encabezar las listas, si es que realmente se quiere salir de la crisis y proponer un proyecto que enganche con las necesidades y aspiraciones de las clases populares y trabajadoras y lidere y relance la lucha por un mundo mejor.