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martes, 24 de mayo de 2011

La realidad atropella al PSC



Hace años que conozco a Miquel Iceta, y sé por tanto qué se puede esperar de alguien como él. Lo que jamás hubiera imaginado -soy así de ingenuo, todavía- es que pueda haber en el mundo alguien con la frialdad suficiente como para encarar los medios como él hizo ayer y deponer -en todos los sentidos- una declaración tan estrafalariamente fuera de la realidad como la que hizo. Aquí no pasa nada, vino a decir, el Congreso del PSC tendrá lugar cuando toque -o sea, cuando nos convenga a quienes lo manejamos-, y en definitiva, ni Dios nos va a mover la silla a los que vivimos de esto. Todo con palabras muy neutras y educadas, eso sí.

No es que los dirigentes del PSC no se hayan enterado del descalabro del domingo, es que actúan como si la realidad no fuera con ellos. Lo mismo en el PSOE, a pesar de que el batacazo sufrido es aún más brutal que el del PSC. Y lo mismo en Izquierda Unida e Iniciativa por Catalunya, felices ellos porque se les ha aparecido la Virgencita de Lourdes y se han quedado más o menos como estaban.

Hace unas semanas comenté aquí la lista del PSC por Barcelona, y como una vez leídos los nombres que la componían daban ganas de meterla en cualquier sitio menos en una urna. El resultado, ahí está.

El porcentaje de participación promedio a nivel español ha sido del 66%. En Catalunya, el 55%; En Barcelona ciudad, el 52%; en Nou Barris, el distrito obrero por excelencia, el 45%. (en algunos de sus barrios apenas ha superado el 40%). El diferencial de participación entre la parte alta de la Diagonal y los barrios del noreste es de más de 20 puntos a favor de la Barcelona rica. En resumen, uno de cada dos barceloneses no ha ido a la urna, y de los que lo han hecho, dos de cada tres viven en los barrios ricos de la ciudad.

Sumen pues ambas variables, -unos partidos manejados por burócratas desideologizados e impertérritos ante los cambios sociológicos y los terremotos electorales- y una abstención galopante entre unas masas trabajadoras y populares que huyen de la política y de los políticos como de la peste, y tienen la explicación troncal del terremoto sucedido el domingo en Barcelona y en Catalunya.

Continuará.

En la fotografía que ilustra el post, Miquel Iceta, máximo responsable del aparato del PSC, verdadero Gran Hermano orwelliano del partido desde hace dos décadas.

martes, 17 de mayo de 2011

El movimiento de la fotografía obrera (1926-1939)


Durante mi reciente paso por Madrid con motivo de la presentación en esa ciudad de "Un castillo en la niebla", tuve tiempo para acercarme hasta el Centro Reina Sofía y ver la exposición temporal "El movimiento de la fotografía obrera (1926-1939)". Se trata de una magnífica muestra del mejor fotoperiodismo amateur europeo de entreguerras, con la característica especial de que todos los autores eran obreros aficionados a la fotografía, que recogían en precisas y a veces brutales instantáneas las condiciones de vida de las clases trabajadoras en las sociedades del Viejo Continente entre los años del crack y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

La gracia un tanto siniestra del asunto es que esta especie de acta notarial colectiva de la situación de la clase obrera europea comienza en 1926 como un gesto propagandístico de la URSS, donde de modo calculado se catapulta a las retinas del mundo una serie de fotografías acerca de la idílica (y falsificada) vida de una presunta familia obrera soviética tipo. A partir de ahí miles de fotorreporteros aficionados -al principio, la mayoría de ideología comunista estricta-, se lanzan en toda Europa a dejar constancia de las difíciles condiciones de vida de sus hermanos de clase en la Alemania de Weimar, la Francia de la III República o la España de la Guerra Civil, entre otros países. Pronto comenzaron a editarse un grupo de revistas -algunas míticas, como la francesa Regards-, en cuyas páginas vemos rostros y situaciones que nos miran desde la miseria, la desnutrición, el atraso general y sobre todo la desesperanza, apenas matizada por la adhesión entusiasta de algunos protagonistas de esas imágenes a la causa revolucionaria (impresionante el breve documental producido por la SFIO sobre el desfile de las izquierdas el 14 de julio de 1935).

El movimiento de la fotografía obrera duró poco más de una década, y murió con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Setenta años después sus imágenes explican con verdadera dureza por qué la construcción de una sociedad sin clases fue el objetivo ansiado por el que sacrificaron sus vidas tantos trabajadores y trabajadoras del mundo. Quien no lo entienda, que observe los rostros de los niños hambrientos, descalzos y sin infancia que nos miran desde esas fotografías tomadas en los suburbios del Berlín, París, Londres o Madrid de aquellos años tremendos.

En la fotografía que ilustra el post un grupo de niños mineros retratados en algún lugar de Europa durante el primer tercio del siglo XX.

viernes, 21 de enero de 2011

Adiós a un campesino aragonés



El miércoles murió mi padre. Tenía 83 años.

Les parecerá absurdo pero mientras escribo, el hecho de que mi padre esté muerto me sigue pareciendo tan irreal como lo creía el miércoles, cuando expiró a las siete y algunos minutos de la tarde. Se hubiera dicho que estaba dormido, haciendo otra de sus inacabables siestas.

Por una de esas piruetas del destino, mi padre falleció en la misma planta del hospital donde nací yo, en un ala diferente, pero como digo en la misma planta. Medio siglo entre un suceso y otro, para volver casi al mismo sitio al que llegó corriendo una tarde de verano con la paga del 18 de Julio en el bolsillo. "Este niño no viene con un pan debajo del brazo, sino con una paga extraordinaria", le dijo una enfermera a mi madre. Entonces mandaba Franco, ya saben.

Lo que me ha dejado un tanto perplejo hoy es darme cuenta de que al parecer había muchas cosas que no sabía de mi padre. De algunas acabo de darme cuenta viendo la gente diversa que ha venido a despedirle. Familiares, vecinos, amigos. Un montón de amigos y amigas a quienes yo no conocía de nada. Y es que mi padre hacía un nuevo amigo con solo sentarse en un banco en la calle; se ponía a hablar con un desconocido, y ya tenía otro amigo. Ah, el tanatorio estaba en el quinto pino, no crean que era nada fácil llegar; había que echarle voluntad y ganas.

Al acabar la ceremonia, mientras improvisaba unas palabras de despedida para él y de agradecimiento para los asistentes he caído en la cuenta de que con certeza, en mi modo de pensar y de vivir hay muchas cosas que a mi padre no le gustaban. A diferencia de mi madre, que desde que yo me negaba a tomarme la papilla acostumbra a expresarme sus críticas a grito pelado, mi padre jamás me reprochó nada, jamás me recriminó nada. La última vez que me expresó disgusto por algo relacionado conmigo aún vivía Franco y mi madre había encontrado propaganda ilegal dentro de mi macuto de progre setentero; la bronca fue de órdago, y eso que mi padre era antifranquista desde antes de que el Generalito sentara su gordo trasero en el trono de El Pardo. Pero por encima de todo a mi padre le preocupaba el bienestar y la seguridad de su familia. Por nosotros, por mi madre y por mí, vivió, luchó y trabajó. Todo eso es importante, claro. Pero hasta esta mañana, como digo, no entendí algo que es todavía mucho más trascendente y, por qué negarlo, también un poco mortificante para un servidor de ustedes: que por encima de todo, con seguridad mi padre me respetaba mucho más a mí que yo a él.

Lo del respeto a los demás sin moverse un ápice de sus modos de sentir, pensar y vivir lo aprendió mi padre del suyo, un anarquista convencido que en los días finales de julio de 1936 se echó a las calles de su pueblo monegrino escopeta de caza en mano junto con otros centenares de campesinos, dispuestos a hacerles la raya en el pelo engominado al puñado de señoritos falangistas llegados de Zaragoza que atacaron el pueblo en esos días. Este revolucionario partidario de la "acción directa" estaba casado con una católica practicante de las de misa y rosario; como tenía el sueño ligero, el padre de mi padre solía despertar a su mujer en las frías mañanas de los domingos invernales aragoneses diciéndole que acababa de oír tocar la campana de la iglesia llamando a misa, y que sino se levantaba deprisa llegaría cuando hubiera empezado y ya se sabe que la misa empezada no sirve como cumplimiento del deber dominical. Si al morir mi abuela no fue directa al Cielo sin pasar por el Purgatorio, no fue desde luego por culpa de su ateo esposo.

Así que a mi padre no solo no le costó compaginar la admiración simultánea por Durruti y Felipe González (quien no lo crea posible es que no sabe nada acerca de las clases trabajadoras españolas del siglo XX), sino que además tenía unas creencias religiosas que pasaban por un cristianismo en el que "los curas" (en bloque) no pintaban nada. O sea, que tenía criterio propio y lo vivía con total coherencia y serenidad, como suelen hacerlo los campesinos de su tierra. Porque por encima de todo mi padre fue un campesino aragonés, trasplantado medio siglo a Barcelona y doblado de obrero, pero campesino aragonés hasta el final: un hombre recio, formal, fiable.

Hoy es uno de esos días en los que me gustaría que Dios existiera, ustedes ya me entienden. Aunque me fastidiara tener que darle la razón, una vez más, a mi padre.

La fotografía que ilustra el post muestra un atardecer en los Monegros, un paisaje familiar en la infancia y juventud de mi padre. Foto de Chavinandez.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Por la refundación del espacio político de la izquierda catalana (1)


Desde la celebración de las recientes elecciones autonómicas catalanas, y como consecuencia de los desastrosos resultados obtenidos en ellas por las izquierdas, han comenzado a aparecer voces reclamando un proceso de regeneración del espacio político catalán de izquierda. Este proceso no puede ser ya un mero maquillaje que disimule las múltiples cicatrices, ni una simple reforma del sistema de partidos y sus relaciones entre ellos, ni desde luego un nuevo reparto del poder interno en las formaciones tradicionales que se reclaman de izquierdas en este país. Hay que empezar a avanzar ya hacia la refundación del espacio de la izquierda desde el cuestionamiento de las fuerzas que actualmente lo ocupan, que se han demostrado de modo repetido completamente desconectadas de la realidad, necesidades y aspiraciones de las bases sociales reales de la izquierda en Catalunya.

El primer en señalar el camino ha sido Carod-Rovira, el hombre que en los últimos años condujo la evolución política de ERC desde un partido nacionalista burgués clásico hacia una fuerza que comenzaba a tener en cuenta las aspiraciones sociales de sectores de la sociedad catalana no nacionalistas, a los que éstos reconocían de su mano y por vez primera presencia y derecho a estar presentes en la construcción del país. Luego a Carod-Rovira, de formación marxista y proviniente de la vieja izquierda nacionalista antifranquista, le desplazaron del liderazgo de su partido jóvenes profesionales de la política que combinan una radical desideologización con la más huera retórica nacionalista, convertida en cemento aglutinador que pretende disimular el agudo conflicto de clases existente en el seno del partido.

Frente a los intentos de Puigcercós y la dirección actual de ERC de fingir que "aquí no ha pasado nada" y que en todo caso, la receta es endurecer el discurso independentista, Carod-Rovira ha llamado a refundar el espacio de la izquierda catalana, articulando en un solo frente a quienes en este espectro político defienden propuestas federales e independentistas para Catalunya. No dice el veterano político qué forma debería tener esa articulación, pero sí da a entender que considera periclitados los partidos actualmente existentes (PSC, IC y ERC).

La propuesta de Carod-Rovira es ya más que necesaria, inevitable si realmente se quiere frenar la disolución a no muy largo plazo del espacio político que ocupan las izquierdas catalanas. Sucede que las direcciones de esos mismos partidos no sólo no están por la labor sino que con seguridad actuarán enérgicamente en contra: les va el cargo en ello. Además, en el caso de ERC, el que haya en el partido un sector netamente de izquierdas más o menos consolidado, aunque muy minoritario a tenor de lo demostrado, no impide que una mayoría de dirigentes, afiliados y votantes sean en realidad tan de derechas como sus hermanos/enemigos de CiU.

En lo que respecta al PSC, la salida de pata de banco del ya casi ex-conseller de Economia, Antoni Castells, en el sentido de proponer una refundación de la izquierda en un sentido "catalanista" que olvida cualquier referencia social, le acerca no a ERC sino directamente a la derecha catalanista que representa CiU. A pesar de la evidencia de que el descalabro de la izquierda y singularmente del PSC viene produciéndose elección tras elección por la fuga sostenida de sus bases sociales populares y trabajadoras hacia el abstencionismo, esta gente se empeña en intentar hacer creer que reforzar el perfil catalanista del partido es el modo de salir de una crisis política que amenaza ya con colapsar.

Es posible que semejante "aportación" al debate no tenga carácter del todo gratuito, cuando algunas voces del entorno mediático de CiU dan a entender que el nuevo President de la Generalitat catalana estaría pensando en incorporar a su equipo personalidades "progresistas" o directamente socialistas. En todo caso, la apuesta ni que sea verbal de Castells y su séquito es abiertamente de clase, burguesa hasta el tuétano, para ser más exactos, y por tanto contraria a los verdaderos intereses del electorado socialista. Veremos en unos días qué sucede finalmente, aunque el interés por el futuro político del sector catalanista enragé del PSC sea más bien escaso, dada su irrelevancia política más allá de la vida institucional.

La situación de IC es todavía peor, aunque sus dirigentes anden la mar de satisfechos porque han perdido menos votos que sus ex socios del Tripartito. Ocurre que si IC, que al igual que el PSC se va dejando girones de su electorado en cada convocatoria electoral, experimentara en unas elecciones una caída semejante a las sufridas respectivamente por PSC y ERC en las pasadas autonómicas catalanas, simplemente dejaría de existir. IC ha perdido casi por completo la antaño poderosa presencia del PSUC en los barrios obreros periféricos de Barcelona y en el antiguo cinturón industrial, y hoy se ve limitada a disputar el voto de sectores concretos y exiguos de la pequeña y mediana burguesía progresista urbana barcelonesa, en su mayoría afín al PSC y a ERC.

Más allá de estas fuerzas quedan los restos desorganizados y atomizados de la antigua extrema izquierda, izquierda radical, "izquierda alternativa" o como quiera llamársela. Sus seguidores suelen oscilar entre el desaliento abstencionista, la radicalización infantil y el apoyo electoral puntual a las formaciones de izquierda parlamentarias. En un tiempo histórico en el que la izquierda ha dejado de pensar y hasta de formular palabras, al decir de Josep Ramoneda, algunas individualidades que cabe situar en esta zona del espectro de la izquierda continúan haciendo aportaciones intelectuales valiosas en tanto nos siguen recordando quiénes somos realmente y para qué empezamos a luchar.
La imagen que ilustra el post es un cartel del Front Popular, candidatura unitaria de las izquierdas catalanas que arrasó a la derecha en las elecciones generales de febrero de 1936.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

29 de septiembre: ¡Zapatero, rectificación o dimisión!


Gran éxito de la clase trabajadora catalana: más de 400.000 personas en Barcelona dicen rotundamente ¡No! en la calle a la política neoliberal del Gobierno Zapatero. El pulso lo ha perdido la derecha económica y política y sus aliados en el gobierno español: Zapatero debe rectificar o dimitir. Se impone el despido inmediato de la ministra de Economía, Elena Salgado.

Los incidentes en el centro de la ciudad son obra de provocadores "alternativos", manejados y azuzados por los elementos que han perdido la batalla librada hoy: capitalistas reaccionarios y especuladores sin escrúpulos, politicastros corruptos y elementos fascistas enquistados en los cuerpos policiales. ¡Son las tácticas de siempre para intentar manchar una gran victoria de los trabajadores y la izquierda sindical, pero ya no engañan a nadie!.

miércoles, 14 de julio de 2010

Un debate a garrotazos pero con tongo



Apenas pasada la resaca del Mundial de fútbol de Sudáfrica, llega el debate del estado de la Nación (sic). O sea que España entera vuelve a la cruda realidad por el procedimiento más doloroso posible. Y es que de nuevo, la llamada "clase política" subirá a la tribuna del Parlamento español en teoría para repasar cómo van las cosas y plantear apuestas de futuro, o al menos así debería ser; sin embargo todos sabemos que lo que harán nuestros políticos será -una vez más- tirarse verbalmente los trastos a la cabeza, en lo que no deja de ser un gran guiñol televisado que cada vez engaña a menos gente, dado que sabemos que en lo sustancial los actores están de acuerdo.

Y es que las medidas tomadas por el gobierno Zapatero "a sugerencia" de los llamados mercados -esa abstracción teológica, según Juan José Millás- son las mismas que viene preconizando el PP desde que abrazara el neoconservadurismo reaganiano. Cuando Zapatero presentó sus ya famosas 9 medidas contra el déficit, Lluís Bassets, subdirector de El País y persona nada sospechosa de izquierdismo -ni siquiera en sus tiempos de PNN universitario y profesor de un servidor de ustedes-, escribió que con esas medidas y las que el Gobierno socialista tomaría en los siguientes 90 días, Zapatero dejaría sin trabajo al próximo Gobierno del Partido Popular. Efectivamente así es, por más que ahora el PP se enfunde el mono propio de los milicianos y tenga la desfachatez supina de presentarse como el "partido de los trabajadores españoles", ellos, los partidarios de la "desregularización" del mercado laboral mediante el despido libre, los contratos-basura, el fin de la negociación colectiva y la liquidación de las prestaciones sociales.

Ocurre que como decía Bassets el trabajo ya se lo está haciendo Zapatero al PP, tomando medidas que seguramente a él le duele mucho decidir según dice pero que al conjunto de los ciudadanos que vivimos de nuestro salario nos duelen mucho más; a fin de cuentas es en nuestras nóminas y en nuestras pensiones donde el Gobierno ha metido la mano para, con nuestro dinero, calmar el ansia de los "mercados". Por si eso fuera poco, acabamos de ver cómo se han privatizado las cajas, es decir cómo s epone en privadísimas zarpas el ahorro popular del país entero, entregado en ofrenda al Dios Mercado para que éste se lo juegue a los dados en el Casino-Bolsa planetario.

De todas estas cosas no se hablará en el estado de la Nación, porque unos y otros las dan por inevitables y hasta por buenas. Así que entre todos tendrán que redoblar las dosis de insultos y descalificaciones personales para conseguir atraer algo de atención de una ciudadanía que no es que ya no se crea nada, es que empieza a pensar que son sus políticos profesionales quienes no creen en otra cosa que no sea su pervivencia en el poder o sus aledaños al precio que sea.

viernes, 1 de mayo de 2009

Vuelve el Primero de Mayo


La crisis, la famosa crisis, ha devuelto este año los manifestantes del Primero de Mayo a las calles de España. Sobre todo los parados, el ejército de reserva del capitalismo, como les llamó Karl Marx, han asomado con sus banderas y sus pancartas en las principales ciudades españolas. El puente festivo del Primero de Mayo ha perdido fuerza, relegado en parte ante la necesidad que sienten las clases trabajadoras de empezar a gritar su miedo al futuro y sobre todo, a la indefensión a la que les arroja un capitalismo que pugna por volver a sus orígenes más salvajemente explotadores.

A las izquierdas les toca dar respuestas y encabezar procesos. Hoy, por primera vez en muchos años, una mayoría de manifestantes marchaban con pañuelos rojos al cuello; que tome nota quien debe. El Estado ha de pegar la oreja a las reivindicaciones de esta gente, porque sino la que se le viene encima puede llevarse por delante cosas mucho más importantes que el sillón de Zapatero en La Moncloa.

¡Viva el Primero de Mayo y la lucha de los trabajadores en el mundo entero!.

miércoles, 22 de abril de 2009

Aznar defiende el despido libre


Siguiendo su personal escalada hacia la enajenación mental más completa e irrecuperable, el expresidente José María Aznar acaba de lanzar una de sus ingeniosísimas propuestas para salir de la crisis económica: la instauración en España del despido libre. Según él es la única forma de crear empleo, así como suena; lo que en resumidas cuentas, viene a ser como pretender que el acostarse con todo el mundo es el método infalible para mantener la virginidad.

El rebuzno de Aznar no dejaría de ser un chiste malo cualquiera, si no fuera porque la actual coyuntura de crisis del sistema de producción capitalista ha sido creada precisamente por la estricta aplicación de las recetas "desreguladoras" del funcionamiento general de la economía, impulsada por sus admirados neocons norteamericanos. De hecho, el gobierno de Aznar hizo suya entre 1996-2004 la pura ortodoxia neoliberal yanqui en cuanto a "liberalización" de la economía española, impulsando la privatización de lo público hasta el puro saqueo y la desprotección de los trabajadores hasta extremos inusitados.

Pero es que además las declaraciones de Aznar se producen en un contexto social en el que ya hemos alcanzado los cuatro millones de parados, creados al ritmo de varios centenares de miles por mes durante los últimos meses. Es decir, vivimos en el marco de la estricta aplicación empresarial de facto del concepto "despido libre". De hecho, muchas empresas especialmente multinacionales, están aprovechando la presunta crisis para deshacerse de "excedentes de plantilla" y mejorar sus cuentas de resultados por el método de amortizar puestos de trabajo. Al cabo, por tanto, lo que se está pidiendo en España no es ya el despido libre sino libérrimo. Puestos a profundizar un poco más en la insensatez, y tal y como proponía un empresario en un chiste de El Roto no hace mucho, deberían ser los propios trabajadores quienes compensaran a la empresa pagando de sus bolsillos sus propios despidos.

La derecha española apuesta con todo a favor de la instauración de ley de la selva como idea rectora de las relaciones laborales. Y todos sabemos quien es el más fuerte ahí. De triunfar propuestas como la de Aznar, al asalariado sólo le quedará lo que a los deportados en un campo de concentración formados ante sus guardianes de las SS: apretar los dientes y esperar que el designado para la cámara de gas sea otro.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Obama, después de la fiesta


Las ideas de Obama en lo que Zapatero llama “políticas sociales” y que en realidad son simplemente extensión de derechos civiles, son extraordinariamente conservadoras salvo en cuanto se relaciona con la promoción social de los negros y las minorías étnicas en general. En relación con las clases trabajadoras, hasta ahora Obama ni siquiera se ha dirigido a ellas; él habla para las “clases medias”, es decir, para sectores urbanos profesionales e integrados socialmente. Recuerden que Hillary Clinton tenía un plan para la creación de un sistema sanitario de corte bastante aproximado a los existentes en Europa; Obama ha evitado cuidadosamente pronunciarse sobre éstas y otras cuestiones semejantes, que afectan directamente a las clases más necesitadas.

Luego está la cruda realidad de las cosas, una vez barrido el confetti de la fiesta. La monumental crisis económica norteamericana, las dos guerras empantanadas en Oriente Próximo y Asia Central, la recomposición de las relaciones con el mundo entero y tantos otros problemas de alcance global, van a bajar los bellos discursos de Obama al lodazal de las realidades concretas. Veremos de qué es capaz ahí.

Y en fin, me preocupa sobremanera que al parecer ya haya en marcha un “gran pacto nacional” que asocie al nuevo poder a la parte supuestamente menos podrida de los derrotados. En ese sentido, hoy ya se comenta que algunos significados republicanos formarán parte del gobierno de Obama, quien le habría ofrecido la Secretaría de Defensa nada menos que a Colin Powell. Veremos pues en qué acaba tanto progresismo centrado…

martes, 10 de junio de 2008

La Unión Europea pretende implantar la semana laboral de 65 horas


El diluvio de "directivas" (leyes comunitarias) estúpidas que está pariendo la Unión Europea parece no tener límite. Si hace sólo unos días comentaba aquí la impresentable y guantanamesca directiva que pretende que pueda mantenerse detenido a un inmigrante durante 18 meses simplemente por no tener documentos, ahora salta una liebre de mayor tamaño si cabe: resulta que a los augustos rectores de la cosa europea se les ha ocurrido -quizá mientras esnifaban cocaína, como suele ser habitual en las reuniones de la alta sociedad-, nada menos que proponer la jornada laboral de 65 horas semanales. Y como no podía ser menos, el PP español apoya con entusiasmo tamaña agresión contra el conjunto de los asalariados.

Entre paréntesis, mis condolencias a quienes hace un par de años dinamitaron desde la izquierda la posibilidad de una Constitución europea que impidiera excesos como éstos. Demostraron tener una sagacidad también sin límite, abriendo la vía a semejantes barbaridades.

La reducción de la jornada laboral ha sido uno de los grandes objetivos y quizá la más preciada conquista desde que los trabajadores comenzaron a organizarse, allá a mediados del siglo XIX. En España, en concreto, el PSOE de Pablo Iglesias abanderó la consigna que sintetizaba la jornada ideal de un obrero: "ocho horas para trabajar, ocho horas para descansar y ocho horas para la instrucción", verdadera hoja de ruta del movimiento obrero europeo durante décadas. Entonces, en los años del capitalismo manchesteriano, los obreros trabajaban 10 y 12 horas diarias, incluidos los niños. Fue en 1918 cuando ante el fantasma de la Revolución que amenazaba con extenderse a toda Europa, las patronales continentales accedieron a pactar las 40 horas semanales. Costó casi otro siglo que un Gobierno francés de izquierdas legislara la jornada de 35 horas. Al cabo, a los patronos el descanso y la instrucción de los trabajadores les importa un bledo: hoy como ayer, ellos sólo piensan en cómo exprimirnos mejor a todos.

Verdaderamente, yo me alegraría profundamente de que las patronales europeas y sus partidos palanganeros, como el PP español, intentaran en serio dar ese paso acelerado hacia la reimplantación de la esclavitud en Europa, porque estoy seguro de que entonces el grano de pus iba a reventar de una vez por todas: si semejante canallada no moviliza no sólo a los trabajadores manuales, sino también a empleados, funcionarios, cuadros asalariados y hasta a catedráticos de Universidad, es que verdaderamente nos merecemos que efectivamente se implante la jornada laboral de 10 ó 12 horas diarias, y que venga lo que en adelante se les ocurra.

lunes, 24 de diciembre de 2007

Con "Aída", la clase obrera se asoma a la televisión


Que la televisión genera modelos culturales y es uno de los principales instrumentos de creación de consenso social, es algo que sabemos desde que a finales de los años cincuenta comenzó a estudiarse en EEUU su uso y sobre todo, su impacto en la conformación de conciencias.

En España la televisión ha jugado un papel inestimable en la implantación de mitos sociopolíticos como la extensión del mito de la clase media a todo el corpus social. De creer a los productos televisivos llamados nacionales, las clases trabajadoras españolas no serían en realidad invisibles, como durante el franquismo, sino directamente inexistentes; quienes las integran, sus problemas y hasta los barrios donde residen, simplemente habrían desaparecido.

En las comedias de situación, esas series que nos dan la pauta de los valores ideológicos por los que discurre la sociedad española contemporánea, vemos familias amplias, con hijos de anteriores matrimonios aportados por los cónyuges, residiendo todos juntos en adosados con jardincito; ambos miembros de la pareja tienen trabajos de "cuello blanco". Los problemas que allí se ventilan son casi exclusivamente sentimentales, con algunas pinceladas supuestamente críticas referidas al choque entre generaciones y sexos, y las dificultades de adaptación a los cambios sociales que sufren algunas personas. Las clases trabajadoras sólo están presentes en forma de mujer de servicio doméstico perfectamente integrada en el grupo familiar, y a través del operario no muy espabilado que hace pequeñas reparaciones en el domicilio de la familia protagonista.

Sorprende por eso una serie como "Aída", cuyos personajes son gente de clase trabajadora, a los que se hace residir en el extrarradio madrileño y cuyos problemas son los de tantas familias obreras. Todo bañado en buen humor, y con una punta de sentido crítico bastante interesante. Es cierto que los guiones de la serie han evolucionado, desde la mayor carga crítica de las primeras temporadas -que en ocasiones, burla burlando, llegaban a mostrar de manera bastante cruda los quebraderos de cabeza de Aída, una treintañera abandonada por su pareja y empeñada en sacar adelante a su familia, que depende por completo de los magros ingresos que ella obtiene fregando oficinas-, hasta los últimos capítulos, donde abandonando el naturalismo costumbrista parece que se acentúa el humor y el disparate y se hace una clara apuesta por la dulcificación de los argumentos.

Aún así "Aída" continúa manteniendo un buen nivel, y hace asomar cada domingo a nuestros televisores a esos hombres y mujeres cuya existencia alguien decretó un día extinguida -como si fueran dinosaurios prehistóricos ajenos a la sociedad de la modernidad y el progreso-, pero que como advertía un personaje de la novela "Espartaco" en realidad siguen estando ahí y siguen siendo millones. No es por ello extraño que la cuota de pantalla de esta serie se sitúe en cifras récord, con alrededor de un tercio del total de los espectadores televisivos del domingo noche.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Sostiene Carod


Apenas regresar de las vacaciones, Josep Lluís Carod Rovira ha inaugurado el curso político catalán lanzando una propuesta de las destinadas a hacer mucho ruido fuera de Catalunya, pero más bien poco dentro del país.

Dice Carod que 2014 es un buen año para convocar un referéndum de autoderminación para Catalunya, por coincidir con el 300 aniversario de la derrota de las fuerzas austracistas en la Guerra de Sucesión española, suceso que aparejó según los nacionalistas catalanes la pérdida de libertades e instituciones catalanas supuestamente universales y supuestamente finiseculares.

De entrada, "politesse" obliga, hay que saludar el método civilizado y político usado por el líder independentista catalán, apenas unos días después de que ETA haya abierto a bombazos el curso político español. Probablemente buena parte del "hecho diferencial" catalán en relación no ya con la política vasca sino con la política española, reside en que aquí, en Catalunya, la sangre pocas veces llega literalmente al río, y cuando esto ha sucedido a lo largo de la Historia ha sido más por imposición foránea que por verdaderas ganas de escabechinarnos entre catalanes.

En síntesis, Carod propone que los catalanes nos pronunciemos sobre nuestro futuro en un referéndum que decida si queremos un Estado propio o no. Se supone que si la respuesta es afirmativa la cosa tirará adelante inmediatamente, y Puigcercós será nombrado embajador de Catalunya en la ONU o en Oceanía, es un decir. Con "una mayoría suficiente", la que se determinara previamente, se abrirían las puertas a la independencia.

Pero, ¿y si si el resultado en esa convocatoria fuera que a los catalanes no nos interesa un Estado propio? ¿Qué pasaría? ¿Se volvería a convocar otro referéndum al cabo de un tiempo? Y caso de volver a perderlo, ¿se convocaría de nuevo referéndum? ¿Se convocaría tantas veces como fuera necesario hasta conseguir un sí mayoritario? ¿O al primer no el señor Carod y su partido decidirían dejar la política y dedicarse a otra cosa?.

Es el riesgo de dar carta de naturaleza a una ficción evanescente cual es el concepto de autoderminación nacional en pleno siglo XXI: que te puedes dar de narices con la realidad en cualquier momento.

Porque parece obvio que la realidad de los catalanes de hoy no pasa por las batallas perdidas por Catalunya hace tres siglos (¿qué Catalunya las perdió, en todo caso?) durante una guerra dinástica española, librada en aquellos tiempos en que los caballeros llevaban pelucas empolvadas con talco y las señoras el aro de una rueda de carro bajo las faldas. Las preocupaciones de los catalanes de hoy tienen que ver con el empleo precario, la sanidad masificada, la educación de ínfima calidad, el deterioro de los servicios públicos, las infraestructuras obsoletas y la falta de calidad y competencia de eso que se ha dado en llamar "la clase política", entre otros problemas semejantes. Carod y su ERC parecieron entenderlo así hace unos años cuando enviaron al trastero el yelmo incorrupto de Jaume I y los Fueros pergeñados durante las guerras carlistas, para ofrecer una propuesta de país que pretende más libertad, más democracia y mayor bienestar para la mayoría de sus ciudadanos y no sólo para unos cuantos.

En esa apuesta era inevitable que la nueva ERC se encontrara con las izquierdas catalanas, que representan mejor o peor las fuerzas del trabajo, y que fruto de ese entendimiento nacieran los gobiernos tripartitos de la Generalitat catalana, construidos con una base social de una amplitud como no se había dado desde los tiempos de la Generalitat republicana. Hoy la confrontación política en Catalunya está dibujada nítidamente en función de las coordenadas izquierda/derecha y no en función de falsas solidaridades interclasistas de carácter nacionalista entre clases nacidas para oponerse, y ése es un mérito principal de la ERC renovada que ha sabido llevar a los sectores de la mediana y pequeña burguesía que representa a una alianza con las clases trabajadoras, que son fundamentalmente de origen inmigrante y ajenas por tanto al imaginario nacionalista catalán. De persistir en el tiempo, esa articulación entre las clases populares catalanas puede crear un proyecto de futuro sólido, algo que desespera a las derechas en versión catalana o española.

Lamentablemente la actual propuesta de Carod Rovira amenaza con dar al traste con todo eso, al retomar el discurso esencialista de una ERC a la que sus mismos dirigentes dan por superada. Por supuesto, los malos resultados electorales obtenidos en las últimas municipales y la contestación interna de una parte de la militancia explican ese retomar conceptos cuidadosamente apartados de la escena política precisamente por quienes ahora los esgrimen. Es posible que todo esto sea pura táctica política, destinada a amansar descontentos. O puede ser que realmente se pretenda volver a posiciones políticas que la dinámica histórica ha convertido en irrecuperables, lo que sólo serviría para alimentar la frustración en muchos de sus seguidores, y quizá para lanzar una radicalización indeseable de la vida política catalana.

En los años noventa se solía decir desde sectores independentistas catalanes y aún desde la derecha catalana que "los catalanes" queríamos "ser como Lituania". Ocurrió que en realidad los procesos de autoderminación en la Europa central y del Este (manipulados por el Imperio Americano y por intereses político-financieros de la Europa occidental) alumbraron realidades tan poco deseables como modelo como son Macedonia, Kosovo, Moldavia, Bosnia-Hercegovina y otras republiquetas por el estilo, sin olvidar que Estados como Letonia, Estonia y la propia Lituania no son precisamente ejemplos de regímenes democráticos ni siquiera desde el punto de vista de la democracia burguesa formal.

Si Carod y su gente quieren conquistar a una mayoría de catalanes para la independencia, deberán convencernos a quienes no creemos ni en ellos ni en ella (y por ahora somos bastantes más que quienes apoyan sus tesis) de que la Catalunya que proponen nos traerá más libertad, más democracia, más bienestar y también más justicia social que la fórmula actual u otras semejantes. Y para convencernos deben esgrimir exclusivamente datos actuales concretos, no retóricas huecas alumbradas en el siglo XIX.

En todo caso, lo mejor sería que dejaran de jugar con material sensible y devolvieran la peluca del Archiduque de Austria al desván de las telarañas. Por el bien de todos.

martes, 1 de mayo de 2007

Olvidado Primero de Mayo


Un año más el Primero de Mayo fabrica un puente de esos que supuestamente justifican una escapada que nos aleje de las preocupaciones cotidianas. Hace tiempo que nos han convencido de que todos somos "clase media" (apenas quedarían fuera de esa gran fraternidad algunos multimillonarios y unos pocos marginados), así que esa historia de las reivindicaciones y luchas obreras ya es puro anacronismo en una sociedad moderna y avanzada, como nos dicen que es la nuestra. Y nosotros lo creemos. Así de tontos somos.

En lo que toca a los dirigentes de la izquierda política y sindical, ellos se conforman con cubrir el expediente convocando algunas manifestaciones, a las que sólo acuden los más próximos a las estructuras organizativas implicadas. En España y en general en Europa, nada queda en el Primero de Mayo del espíritu conque comenzó a celebrarse hace poco más de un siglo. Ciertamente los tiempos han cambiado, pero sobre todo quienes han cambiado son las mentalidades y las ideologías sobre las que se sostenía esta jornada en sus primeras convocatorias.

En el resto del mundo las cosas no son muy diferentes. Cada año la televisión repite, monótona, las mismas imágenes en esta fecha: las manifestaciones a palos en Turquía y Corea del Sur, la movilización de ancianos abandonados y de nostálgicos del régimen soviético en Moscú, las algaradas en algún país del Tercer Mundo en crisis explosiva, los grandes desfiles bovinos en La Habana y Pekín a mayor gloria de los regímenes locales, y la soledad de los dirigentes sindicales en España mitineando ante algunos escasos centenares de fieles, verdaderos "últimos de Filipinas".

Uno recuerda aquellos años del franquismo terminal, cuando el régimen hacía coincidir la jornada de Liga con el Primero de Mayo independientemente del día de la semana en que cayera éste, para así intentar desviar la atención hacia el fútbol, y francamente le entra la tristeza; en aquellos tiempos hasta quienes no suelen tener las cosas claras parecían tenerlas muy claras. Hoy en cambio, el Primero de Mayo es apenas una excusa para perder el tiempo en una caravana de automóviles rumbo a la costa.

Alguien, en alguna parte, cuando contrasta las imágenes de los atascos en las carreteras españolas con la escasa asistencia a los actos sindicales de este día, sonríe con todas sus muelas de oro. Se ríe de nosotros, no lo duden.