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viernes, 17 de diciembre de 2010

Por la refundación del espacio político de la izquierda catalana (1)


Desde la celebración de las recientes elecciones autonómicas catalanas, y como consecuencia de los desastrosos resultados obtenidos en ellas por las izquierdas, han comenzado a aparecer voces reclamando un proceso de regeneración del espacio político catalán de izquierda. Este proceso no puede ser ya un mero maquillaje que disimule las múltiples cicatrices, ni una simple reforma del sistema de partidos y sus relaciones entre ellos, ni desde luego un nuevo reparto del poder interno en las formaciones tradicionales que se reclaman de izquierdas en este país. Hay que empezar a avanzar ya hacia la refundación del espacio de la izquierda desde el cuestionamiento de las fuerzas que actualmente lo ocupan, que se han demostrado de modo repetido completamente desconectadas de la realidad, necesidades y aspiraciones de las bases sociales reales de la izquierda en Catalunya.

El primer en señalar el camino ha sido Carod-Rovira, el hombre que en los últimos años condujo la evolución política de ERC desde un partido nacionalista burgués clásico hacia una fuerza que comenzaba a tener en cuenta las aspiraciones sociales de sectores de la sociedad catalana no nacionalistas, a los que éstos reconocían de su mano y por vez primera presencia y derecho a estar presentes en la construcción del país. Luego a Carod-Rovira, de formación marxista y proviniente de la vieja izquierda nacionalista antifranquista, le desplazaron del liderazgo de su partido jóvenes profesionales de la política que combinan una radical desideologización con la más huera retórica nacionalista, convertida en cemento aglutinador que pretende disimular el agudo conflicto de clases existente en el seno del partido.

Frente a los intentos de Puigcercós y la dirección actual de ERC de fingir que "aquí no ha pasado nada" y que en todo caso, la receta es endurecer el discurso independentista, Carod-Rovira ha llamado a refundar el espacio de la izquierda catalana, articulando en un solo frente a quienes en este espectro político defienden propuestas federales e independentistas para Catalunya. No dice el veterano político qué forma debería tener esa articulación, pero sí da a entender que considera periclitados los partidos actualmente existentes (PSC, IC y ERC).

La propuesta de Carod-Rovira es ya más que necesaria, inevitable si realmente se quiere frenar la disolución a no muy largo plazo del espacio político que ocupan las izquierdas catalanas. Sucede que las direcciones de esos mismos partidos no sólo no están por la labor sino que con seguridad actuarán enérgicamente en contra: les va el cargo en ello. Además, en el caso de ERC, el que haya en el partido un sector netamente de izquierdas más o menos consolidado, aunque muy minoritario a tenor de lo demostrado, no impide que una mayoría de dirigentes, afiliados y votantes sean en realidad tan de derechas como sus hermanos/enemigos de CiU.

En lo que respecta al PSC, la salida de pata de banco del ya casi ex-conseller de Economia, Antoni Castells, en el sentido de proponer una refundación de la izquierda en un sentido "catalanista" que olvida cualquier referencia social, le acerca no a ERC sino directamente a la derecha catalanista que representa CiU. A pesar de la evidencia de que el descalabro de la izquierda y singularmente del PSC viene produciéndose elección tras elección por la fuga sostenida de sus bases sociales populares y trabajadoras hacia el abstencionismo, esta gente se empeña en intentar hacer creer que reforzar el perfil catalanista del partido es el modo de salir de una crisis política que amenaza ya con colapsar.

Es posible que semejante "aportación" al debate no tenga carácter del todo gratuito, cuando algunas voces del entorno mediático de CiU dan a entender que el nuevo President de la Generalitat catalana estaría pensando en incorporar a su equipo personalidades "progresistas" o directamente socialistas. En todo caso, la apuesta ni que sea verbal de Castells y su séquito es abiertamente de clase, burguesa hasta el tuétano, para ser más exactos, y por tanto contraria a los verdaderos intereses del electorado socialista. Veremos en unos días qué sucede finalmente, aunque el interés por el futuro político del sector catalanista enragé del PSC sea más bien escaso, dada su irrelevancia política más allá de la vida institucional.

La situación de IC es todavía peor, aunque sus dirigentes anden la mar de satisfechos porque han perdido menos votos que sus ex socios del Tripartito. Ocurre que si IC, que al igual que el PSC se va dejando girones de su electorado en cada convocatoria electoral, experimentara en unas elecciones una caída semejante a las sufridas respectivamente por PSC y ERC en las pasadas autonómicas catalanas, simplemente dejaría de existir. IC ha perdido casi por completo la antaño poderosa presencia del PSUC en los barrios obreros periféricos de Barcelona y en el antiguo cinturón industrial, y hoy se ve limitada a disputar el voto de sectores concretos y exiguos de la pequeña y mediana burguesía progresista urbana barcelonesa, en su mayoría afín al PSC y a ERC.

Más allá de estas fuerzas quedan los restos desorganizados y atomizados de la antigua extrema izquierda, izquierda radical, "izquierda alternativa" o como quiera llamársela. Sus seguidores suelen oscilar entre el desaliento abstencionista, la radicalización infantil y el apoyo electoral puntual a las formaciones de izquierda parlamentarias. En un tiempo histórico en el que la izquierda ha dejado de pensar y hasta de formular palabras, al decir de Josep Ramoneda, algunas individualidades que cabe situar en esta zona del espectro de la izquierda continúan haciendo aportaciones intelectuales valiosas en tanto nos siguen recordando quiénes somos realmente y para qué empezamos a luchar.
La imagen que ilustra el post es un cartel del Front Popular, candidatura unitaria de las izquierdas catalanas que arrasó a la derecha en las elecciones generales de febrero de 1936.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Comienza la campaña de las elecciones catalanas


Esta mañana, recién llegado de pasar unos días en Berlín, pongo la radio mientras me afeito. Oigo las noticias sobre el arranque de la campaña de las elecciones autonómicas catalanas; les juro sobre la puerta de Brandenburgo que he estado a punto de salir corriendo hacia el aeropuerto para tomar el primer vuelo que me regresara a mi hotel a la vera de Check Point Charlie.

Les resumo el primer fin de semana de mitines. Juzguen ustedes mismos.

Dice el democristiano Duran Lleida que las mujeres catalanas paren poco y que así se nos está poniendo Catalunya, llena de hijos de mujeres inmigrantes. De seguir este ritmo "Catalunya podría desaparecer en unos años", asevera. Difícil enseñar más la patita de lobo reaccionario, sexista, xenófobo y natalista; el señor Duran Lleida, esa calva que brilla con luz propia en la derecha española, acaba de poner el listón muy alto.

Sigamos. Joan Puigcercós, portavoz de un partido que además de republicano (que parece ser que sí lo son) dice ser de izquierdas (lo que no se cree nadie que les conozca mínimamente), afirma por su parte que en Catalunya "cada empresario tiene instalado en su casa un inspector de Hacienda, en tanto Madrid es una fiesta fiscal y en Andalucía no paga ni Dios".

Se me ocurren dos reflexiones sobre esto. La primera, que ojalá fuera cierto eso de que cada uno de nuestros creativos y deslocalizadores empresarios catalanes (véase el textil, trasladado en peso a talleres semiclandestinos radicados en Marruecos) tuviera un inspector de Hacienda no corrompible pegado al culo: seguramente la bolsa de fraude fiscal sería de un tamaño considerablemente menor a la actual, y los empresarios catalanes dejarían de declarar ingresos anuales inferiores a los de sus asalariados, como sucede ahora.

La segunda es que el "progresista" señor Puigcercós ha perdido una magnífica ocasión de reafirmar su presunto izquierdismo, si hubiera señalado que buena parte de los males que aquejan Catalunya y España podrían tener solución a corto plazo si en vez de considerar como un agravio comparativo esa política de severidad en la inspección fiscal que dice existe en Catalunya, de la que reclama implícitamente su cese, propugnara extenderla con igual intensidad a esas zonas donde él denuncia es más laxa. Desgraciadamente parece claro que ése no es el interés del señor Puigcercós y de su ERC que con declaraciones como ésta van preparando el terreno para acercarse al empresariado catalán, lo que equivale a anunciar un futuro pacto con su "brazo armado", la CiU de la familia Pujol y su testaferro, el señor Artur Mas.

Un señor Mas por cierto, que pide ahora una mayoría absoluta para su partido, a fin de evitar situaciones de debilidad parlamentaria como la vivida por el Tripartito (debilidad generada en parte gracias al acoso permanente de la derecha catalanista a un Gobierno al que ha llegado a negarle legitimidad). Olvida el señor Mas que en tiempos de su patrono, Jordi Pujol, la consigna era que los Gobiernos de mayoría absoluta eran malos para la democracia. Claro que Pujol se refería a los Gobiernos socialistas de Felipe González, no a los que él mismo encabezó en Catalunya. Dos lenguajes y una sola moral acomodaticia.

Y en fin, los del PP montaron este fin de semana un aquelarre de la extrema derecha "nazional" en el Salón del Tinell de Barcelona, el mismo lugar donde el primer Tripartito selló su pacto de Gobierno por Catalunya que entre otras medidas, abogaba por el aislamiento político efectivo del partido del franquismo postmoderno que encabeza el señor Rajoy. En un claro acto de revancha se reunieron en ese mismo escenario capitostes del PP de Galicia, del País Vasco y de Catalunya para celebrar que el Tripartito catalán va a finalizar dentro de poco y que ellos siguen existiendo políticamente en estos tres territorios. Como se ve, el PP es un partido lleno de propuestas positivas y de futuro.

No consta que la banda dirigente derechista brindara por su cuestionable éxito con cava catalán, ya saben que el PP alienta más o menos subterráneamente el boicot a los productos catalanes. En todo caso, seguro que acabaron celebrando y no precisamente con agua el que Emilio Botín, el propietario del Banco de Santander, haya nombrado presidente de Banesto en substitución nada menos que de su propia hija al papá de Basagoiti, el mandamás del PP en el País Vasco y una de las estrellas de la reunión derechista en el Tinell. Así son de verdaderamente "populares" esta chusma.

En cuanto a las izquierdas, pues lo de siempre. Por ahí van los rosa-verdes de Iniciativa per Catalunya con ese chico, Joan Herrera, que cada día tiene más cara de curita progre pasmado y tontorrón, profiriendo pseudoecologismos de Teletubbie; pensar que esta gente se dicen sucesores del viejo PSUC...

Y en fin, en lo que respecta a los socialistas lo mejor de su campaña es que no están haciendo campaña, al menos que se note. Eso sí, al pobre presidente Montilla lo sacan a pasear por las ciudades del antiguo cinturón industrial de Barcelona como a un remedo del Mudito, el enanito de Blancanieves, mientras del brazo le han colgado como un peso muerto a Corbacho, ese inenarrable ex ministro de Trabajo de Zapatero que sigue exigiendo que los emigrantes "sean contratados en origen" como modo de impedir su llegada, olvidando que si hubieran hecho lo mismo con él en los años sesenta aún estaría destripando terrones en la finca de algún señorito en su Extremadura natal.

Con estos mimbres se hace día a día la política catalana, y este es el personal al que se nos pide que votemos el día 28 de noviembre. Luego los analistas se romperán la cabeza buscando las causas de la abstención.

En la fotografía que ilustra el post, una "ocurrencia" electoral de la JSC, la organización juvenil del PSC, que presenta su candidato, José Montilla, como "el increíble hombre normal", intentando compensar por la vía de un extraño sentido del humor las críticas en relación a la cortedad de luces y escasa preparación del actual presidente de la Generalitat de Catalunya.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Viva la República, y viva el Borbón


Quienes conocen al diputado de ERC Joan Tardà dicen de él que es buena persona, tímido y muy educado. Incluso alguien tan poco sospechoso de simpatizar con Tardà y con sus ideas como es José Bono, se manifestaba esta mañana en ese sentido y decía que había que perdonarle el exabrupto de ayer, cuando en un acto de las Juventudes de ERC al señor Tardà se le calentó la boca y terminó su perorata con un "Visca la República i mori el Borbó!", que ha sonado como un cañonazo en el Madrid político-mediático que celebraba el 30 aniversario de la Constitución española de 1978.

Para acabarla de arreglar, parece que los compañeros del señor Tardà explicaban esta mañana que el grito se refería "al primer Borbón", Felipe V, ya que al parecer quienes lo inventaron fueron los austracistas catalanes de la época de la Guerra de Sucesión. Si realmente fuera así, si Tardà le hubiera deseado la muerte a Felipe V, la verdad es que llega un poco tarde porque el primer Borbón español, nacido Felipe d'Anjou, francés y sobrino de Louis XIV, lleva más de 250 años pudriéndose en la cripta de El Escorial. Yo con todo, estoy convencido de que Tardà no le deseaba daño a nadie, vivo o muerto, y que simplemente se dejó llevar por el ambiente mitinero de una organización juvenil tan aguerrida como es la de su partido; Joan Tardà se embaló en su discurso ante un auditorio predispuesto y acabó profiriendo una estupidez supina en el día menos apropiado, eso es todo. Si alguien tiene que darle un coscorrón a Tardà son los dirigentes de su propio partido, a los que ha dejado en evidencia en sus titánicos esfuerzos por mostrar que ERC es un partido serio, maduro y responsable.

La cosa no debería pues pasar de aquí. Pero sucede que en la Villa y Corte este tipo de incidentes chuscos son acogidos como agua de mayo por la perrera mediática (ultra)derechista y sus terminales políticas en el PP, así que en pocas horas ya tenemos vestiduras rasgadas a tutiplén y coro de beatos políticos exigiendo que Tardà entregue su acta de diputado e incluso que sea procesado. De momento nadie ha gritado "¡Muerte al republicano!", pero todo se andará. Vivimos en una democracia de tan baja intensidad, que cuando alguien de "izquierdas" -en realidad, el señor Tardà y su partido son la derecha pequeñoburguesa catalana presentable políticamente y no un partido de izquierdas- , hace o dice una tontería pareciera que el mundo entra inmediatamente en crisis y estuvieran a punto de sonar las trompetas del Apocalipsis por su culpa. En cambio cuando es alguien de derechas quien la lía, no sólo se le ríe la gracia y se le disculpa sino que se considera un tanto que acaba de anotarse a su favor y en contra de las izquierdas. Tenemos bien reciente el ejemplo de Esperanza Aguirre llamando "miserables" y "repugnantes" a quienes hemos criticado que huyera de Bombay dejando abandonado a su séquito; en vez de pedir una investigación oficial sobre esa conducta, ella sí miserable y repugnante, los medios afines a la derecha española aplauden el desparpajo y el cinismo conque suele conducirse esta individua que hoy preside la Comunidad de Madrid.

A Joan Tardà le van a llover las bofetadas a pares por haberse comportado en un mitin como un gilipollas voceras, y no como el político bregado y convencido de sus ideales que es. Dejemos los deseos de muerte -aunque sean para alguien que falleció hace dos siglos y medio- a aquellos que son los seguidores modernos de aquél orate que en un paraninfo universitario gritó el siniestro "¡Viva la muerte!". Efectivamente, lo propio de la derecha en España ha sido, desgraciadamente, no sólo desear la muerte de sus enemigos políticos sino llevarla a cabo con verdadero frenesí; aún andamos pidiendo permiso a los jueces para abrir las fosas comunes adonde arrojaron a nuestros mayores hace setenta años. Lo propio de los republicanos por contra, señor Tardà, es desear una larga y feliz vida a todos en un país libre, democrático, próspero equitativo y justo, es decir, en la República con la que tantos soñamos.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Un balance de las elecciones generales del 9 de marzo (2)


PERIFÉRICOS Y CENTRALES

La extrema polarización que vive el país desde al menos mediados de los años noventa y el cansancio ante el discurso victimista de las organizaciones políticas de las burguesías periféricas, ha llevado a éstas últimas a padecer un severo revés en las elecciones generales del pasado 9 de marzo.

Especialmente los partidos de las izquierdas burguesas de carácter nacionalista (CHA, ERC, BNG...) han sufrido duros retrocesos, tras una etapa anterior con avances de cierta notoriedad . Ahora desaparecen en Aragón y Baleares, retroceden fuertemente en Catalunya y sólo alcanzan cierta estabilidad de resultados en Galicia. Los partidos nacionalistas de derechas, en cambio, aguantan mejor el golpe (caso del PNV, CiU y CC), y mantienen casi intacta su representación parlamentaria, aunque son ampliamente batidos en sus respectivos territorios por las organizaciones locales socialistas.

El más llamativo varapalo en este grupo de fuerzas lo recibe ERC, que pierde la mayoría de los escaños obtenidos en 2004 y más de la mitad de los votos obtenidos entonces. Es obvio que la inmadurez y cierto espíritu amateurista -reconocido estos días por los propios dirigentes del partido- en buena parte de en sus actuaciones tanto en la política catalana como en la española, han perjudicado a los independentistas catalanes de forma notable, pero su espectacular descenso cabe atribuirlo también -y principalmente- a factores de orden general que han jugado en contra suya. El drama central de ERC es que parece haber perdido toda credibilidad para los dos sectores ciudadanos que conforman sus apoyos electorales: de un lado, quienes siendo puramente independentistas consideran que ERC ha ido demasiado lejos en sus concesiones al sistema de juego político español; del otro, quienes reclamándose "de izquierdas" y más autonomistas que independentistas, consideran que éste partido no ha sido capaz de tener una presencia seria y respetable en las isntituciones.

En el caso de CiU por contra, aún perdiendo apoyos electorales, sobrevive mejor gracias al sabio manejo por sus dirigentes y estrategas de esa masa de "catalanes emprenyats" (catalanes airados) que constituye la fuerza de choque de las clases medias nacionalistas en Catalunya. Algunos errores del gobierno Zapatero y la idea de que en una situación de empate entre PSOE y PP ellos, la burguesía representada por CiU, tienen mucho que ganar negociando con unos u otros, ha llevado a las urnas a un número suficiente de seguidores del pujolismo como para que finalmente se haya minimizado lo que prometía ser un descalabro histórico de esta fuerza política.

Como trasfondo, el hartazgo de la sociedad catalana tras casi tres décadas de hegemonía ideológica nacionalista, que en todo caso nunca ha cuajado en otra cosa que en palabrería huera y un -eso sí- eficiente control social, económico y cultural del país.

El PNV por su parte ha aguantado el tirón mejor o peor, aunque al igual que CiU en Catalunya se ha visto desbordado por el avance del PSE en las tres provincias vascas. Queda en la irrelevancia política EA, el partido originado en la escisión peneuvista de finales de los años ochenta, y con el que el PNV ha mantenido una larga y singular relación de amor, odio y comunidad de intereses. Rápidamente el PNV se ha ofrecido al PSOE para lo que sea menester en la próxima legislatura, lo cual augura muy poco futuro al lehendakari Ibarretxe y a sus planes soberanistas.

Por lo que hace al entorno etarra, entraba en lo previsible que inmediatamente de celebradas las elecciones se arrogaran sin pestañear esa cifra mágica para ellos de 185.000 abstencionistas que supuestamente habrían seguido su llamado al boicoteo de las elecciones; y aún que se conformaron con esa cifra, en vez de hacer suya toda la abstención. Sorprende mucho más el entusiasmo conque su diario portavoz, Gara, acogía al día siguiente de los comicios la victoria del PSOE en España pero sobre todo en "su" Euskadi, remarcando con fruición el modo humillante para el PNV en que ésta se había producido en todo el territorio de la Comunidad Autónoma Vasca.

Por lo que hace a los partidos franquicia del PP -ése modelo de creación y uso de organizaciones políticas interpuestas que la derecha española ha imitado precisamente del mundo político etarra-, la suerte que han corrido ha sido diversa, pero siempre muy lejos de las expectativas generadas a priori.

En el caso de Ciutadans se confirma el absoluto desinflamiento de ése globo político que ya tuvo lugar en las municipales del año pasado; en esta ocasión Ciutadans ha recogido apenas 27.000 votos en Catalunya (el 0,75% de los votos en ésa comunidad), y 15.000 más en el resto de España. La disolución de Ciutadans a corto plazo se hace inevitable.

Los resultados obtenidos por UPyD, el partido de Rosa Díez destinado a arrebatar a los socialistas su electorado en el País Vasco y Catalunya son, salvo en Madrid, espectacularmente malos: 6.000 votos en Catalunya (0,16%) y 10.000 en el País Vasco (0'90%). En muchas otras provincias los escasos votos de UPyD se corresponden casi milimétricamente con las bajadas en votos del PP, con lo que no es aventurado deducir que éste partido pueda haberle restado a los "populares" votos imprescindibles para haber alcanzado algún escaño más. Sólo en Madrid UPyD ha tenido un resultado medianamente aceptable, 130.000 votos y 1 escaño (en todo el resto de España ha obtenido otros 170.000 votos). El escaño de Madrid lo logra UPyD con votos del PSOE y del PP en barrios y poblaciones de clases altas, zonas en las que ha habido -una vez más- una altísima participación electoral.

Ninguna otra fuerza de carácter "central" o vinculada al nacionalismo español ha obtenido un solo diputado. Llama la atención la fragmentación grupuscular del presunto espacio "verde", que como tal se ha demostrado de nuevo inexistente en España, y la absoluta irrelevancia representativa de la constelación de grupos fascistas organizados, cuyo potencial electorado es otra vez fagocitado sin piedad por el PP.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Sostiene Carod


Apenas regresar de las vacaciones, Josep Lluís Carod Rovira ha inaugurado el curso político catalán lanzando una propuesta de las destinadas a hacer mucho ruido fuera de Catalunya, pero más bien poco dentro del país.

Dice Carod que 2014 es un buen año para convocar un referéndum de autoderminación para Catalunya, por coincidir con el 300 aniversario de la derrota de las fuerzas austracistas en la Guerra de Sucesión española, suceso que aparejó según los nacionalistas catalanes la pérdida de libertades e instituciones catalanas supuestamente universales y supuestamente finiseculares.

De entrada, "politesse" obliga, hay que saludar el método civilizado y político usado por el líder independentista catalán, apenas unos días después de que ETA haya abierto a bombazos el curso político español. Probablemente buena parte del "hecho diferencial" catalán en relación no ya con la política vasca sino con la política española, reside en que aquí, en Catalunya, la sangre pocas veces llega literalmente al río, y cuando esto ha sucedido a lo largo de la Historia ha sido más por imposición foránea que por verdaderas ganas de escabechinarnos entre catalanes.

En síntesis, Carod propone que los catalanes nos pronunciemos sobre nuestro futuro en un referéndum que decida si queremos un Estado propio o no. Se supone que si la respuesta es afirmativa la cosa tirará adelante inmediatamente, y Puigcercós será nombrado embajador de Catalunya en la ONU o en Oceanía, es un decir. Con "una mayoría suficiente", la que se determinara previamente, se abrirían las puertas a la independencia.

Pero, ¿y si si el resultado en esa convocatoria fuera que a los catalanes no nos interesa un Estado propio? ¿Qué pasaría? ¿Se volvería a convocar otro referéndum al cabo de un tiempo? Y caso de volver a perderlo, ¿se convocaría de nuevo referéndum? ¿Se convocaría tantas veces como fuera necesario hasta conseguir un sí mayoritario? ¿O al primer no el señor Carod y su partido decidirían dejar la política y dedicarse a otra cosa?.

Es el riesgo de dar carta de naturaleza a una ficción evanescente cual es el concepto de autoderminación nacional en pleno siglo XXI: que te puedes dar de narices con la realidad en cualquier momento.

Porque parece obvio que la realidad de los catalanes de hoy no pasa por las batallas perdidas por Catalunya hace tres siglos (¿qué Catalunya las perdió, en todo caso?) durante una guerra dinástica española, librada en aquellos tiempos en que los caballeros llevaban pelucas empolvadas con talco y las señoras el aro de una rueda de carro bajo las faldas. Las preocupaciones de los catalanes de hoy tienen que ver con el empleo precario, la sanidad masificada, la educación de ínfima calidad, el deterioro de los servicios públicos, las infraestructuras obsoletas y la falta de calidad y competencia de eso que se ha dado en llamar "la clase política", entre otros problemas semejantes. Carod y su ERC parecieron entenderlo así hace unos años cuando enviaron al trastero el yelmo incorrupto de Jaume I y los Fueros pergeñados durante las guerras carlistas, para ofrecer una propuesta de país que pretende más libertad, más democracia y mayor bienestar para la mayoría de sus ciudadanos y no sólo para unos cuantos.

En esa apuesta era inevitable que la nueva ERC se encontrara con las izquierdas catalanas, que representan mejor o peor las fuerzas del trabajo, y que fruto de ese entendimiento nacieran los gobiernos tripartitos de la Generalitat catalana, construidos con una base social de una amplitud como no se había dado desde los tiempos de la Generalitat republicana. Hoy la confrontación política en Catalunya está dibujada nítidamente en función de las coordenadas izquierda/derecha y no en función de falsas solidaridades interclasistas de carácter nacionalista entre clases nacidas para oponerse, y ése es un mérito principal de la ERC renovada que ha sabido llevar a los sectores de la mediana y pequeña burguesía que representa a una alianza con las clases trabajadoras, que son fundamentalmente de origen inmigrante y ajenas por tanto al imaginario nacionalista catalán. De persistir en el tiempo, esa articulación entre las clases populares catalanas puede crear un proyecto de futuro sólido, algo que desespera a las derechas en versión catalana o española.

Lamentablemente la actual propuesta de Carod Rovira amenaza con dar al traste con todo eso, al retomar el discurso esencialista de una ERC a la que sus mismos dirigentes dan por superada. Por supuesto, los malos resultados electorales obtenidos en las últimas municipales y la contestación interna de una parte de la militancia explican ese retomar conceptos cuidadosamente apartados de la escena política precisamente por quienes ahora los esgrimen. Es posible que todo esto sea pura táctica política, destinada a amansar descontentos. O puede ser que realmente se pretenda volver a posiciones políticas que la dinámica histórica ha convertido en irrecuperables, lo que sólo serviría para alimentar la frustración en muchos de sus seguidores, y quizá para lanzar una radicalización indeseable de la vida política catalana.

En los años noventa se solía decir desde sectores independentistas catalanes y aún desde la derecha catalana que "los catalanes" queríamos "ser como Lituania". Ocurrió que en realidad los procesos de autoderminación en la Europa central y del Este (manipulados por el Imperio Americano y por intereses político-financieros de la Europa occidental) alumbraron realidades tan poco deseables como modelo como son Macedonia, Kosovo, Moldavia, Bosnia-Hercegovina y otras republiquetas por el estilo, sin olvidar que Estados como Letonia, Estonia y la propia Lituania no son precisamente ejemplos de regímenes democráticos ni siquiera desde el punto de vista de la democracia burguesa formal.

Si Carod y su gente quieren conquistar a una mayoría de catalanes para la independencia, deberán convencernos a quienes no creemos ni en ellos ni en ella (y por ahora somos bastantes más que quienes apoyan sus tesis) de que la Catalunya que proponen nos traerá más libertad, más democracia, más bienestar y también más justicia social que la fórmula actual u otras semejantes. Y para convencernos deben esgrimir exclusivamente datos actuales concretos, no retóricas huecas alumbradas en el siglo XIX.

En todo caso, lo mejor sería que dejaran de jugar con material sensible y devolvieran la peluca del Archiduque de Austria al desván de las telarañas. Por el bien de todos.