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martes, 20 de septiembre de 2011

Cuando las piedras se puedan comer y ya nadie sea más que nadie


Durante el tiempo en que anduve investigando y luego escribiendo el libro sobre la vida y muerte de Mariano Carilla Albalá me venía a la mente muchas veces el tema Canta por mí, de El Último de la Fila. Es una de las letras más claras y tersas de un grupo que años atrás no me gustaba especialmente por causa del lenguaje rebuscado y artificioso que a menudo tienen las letras de sus canciones, lyrics a veces pretenciosamente poéticos y casi siempre conceptualmente poco inteligibles. 

El grupo duró unos 15 años, y estaba encabezado por un dúo formado por Manolo García, un catalanoandaluz del Poble Nou barcelonés, y por Quimi Portet, oriundo de Vic, en la Catalunya profunda. Puro mestizaje de dos culturas, que en el caso de El Último de la Fila a veces dio resultados de gran brillantez y en otras menos.

Canta por mí sin embargo es otra cosa como digo, y además de una música de calidad y bien armonizada tiene a mi juicio versos de gran altura y muy evocadores. Hay uno que cuando lo escucho me recuerda siempre la famosa fotografía de Miguel Hernández en el frente de Extremadura, en la que el poeta está declamando versos bajo la lluvia rodeado de soldados con cascos y capotes:

Si les miente la vida
se hacen parapetos con poemas

Aunque lo más hermoso de la canción sea sin duda este otro fragmento, que supongo es el que de algún modo se me engarzó subliminalmente al recuerdo de Mariano y sus compañeros de lucha y deportación:

Un día color de melocotón,
cuando todos seamos libres,
cuando las piedras se puedan comer
y ya nadie sea más que nadie,
canta por mí
si no estoy yo aquí.

Seguiremos cantando por ellos pues, pese a quien pese. 

Les repito el enlace a Canta por mí en You Tube. El video corresponde a un actuación en directo en el Estadi Olímpic de Montjuïc, en Barcelona, octubre de 1990.

La fotografía que ilustra el post es una imagen maravillosa tomada por Agustí Centelles en la Rambla barcelonesa, en agosto de 1936. Un miliciano se despide de su compañera y su hijo casi recién nacido antes de subir al camión que le llevará al frente de Aragón.

miércoles, 8 de junio de 2011

Jorge Semprún se despide de ustedes



La muerte ha alcanzado finalmente a Jorge Semprún, tras haberle seguido como un perro fiel más que como una amenaza durante la mayor parte de su larga e intensa vida. En realidad el primer Semprún murió a los 20 años en Buchenwald, casi en el mismo momento en que se presentaba en sociedad Federico Sánchez.

El joven Semprún había nacido en una familia de la gran burguesía madrileña, gente liberal, ilustrada y republicana, una verdadera rara avis en un país en el que la burguesía maridó pronto con la aristocracia en vez de enviarla al cadalso de la Historia. Jorge Semprún fue hijo de embajador de la República, exiliado temprano, resistente antifascista precoz y comunista de hierro forjado. Que en aquella Europa barrida por el tsunami nazi (aquello sí era un tsunami con todas las de la ley, y no las victorias electorales del PP español), Semprún acabara en un campo nazi de exterminio por el trabajo, parece una consecuencia inevitable. Ocurre que allá adentro se inició y creció un filósofo, político y sobre todo escritor gigantesco, que algunos años después, de vuelta a la lucha clandestina, esta vez contra el Régimen de Franco, tomaría el nombre de Federico Sánchez, un mito en la pelea por derribar el carro de mierda que era la España de aquél general de piernas cortas y voz aflautada, y una de las cumbres de las literaturas española y francesa, porque Semprún-Sánchez era más que un afrancesado un verdadero francés espiritual, y ello sin renunciar un ápice a su condición de español integral.

En 1964 Santiago Carrillo les echó a él y a Fernando Claudín del PCE. Suerte tuvieron de que en aquellos tiempos en el PCE y en su casa matriz, la URSS, ya se contentaran simplemente con excomulgar a los disidentes. En realidad a Semprún y a Claudín les echaron del PCE precisamente por ser comunistas, pero esa es otra historia. Luego Semprún evolucionó políticamente, se distanció de las siglas sin moverse del ámbito de las izquierdas, y en 1988 recibió una oferta de Felipe González para ser ministro de Cultura; para asombro de propios y extraños la aceptó, y fue un excelente ministro. Para entonces Federico Sánchez había muerto asesinado por un Jorge Semprún redivivo, que después de años de cargar a sus espaldas con la memoria de Buchenwald había comenzado a desgranarla en libros que da escalofríos leerlos. Un poco antes había dejado constancia de que seguía en la brecha de la lucha política desde la izquierda, "muertas las certidumbres pero vivas las ilusiones" como solía decir, en guiones de películas tan emblemáticas como "La guerra ha terminado" y "Z".

Su memoria vital y política, fijada por escrito a a modo de testamento anticipado, la repartió finalmente en dos libros, verdaderos ajustes de cuentas consigo mismo y con su tiempo político: "Autobiografía de Federico Sánchez" y "Federico Sánchez se despide de ustedes". Son libros ácidos, descarnados y llenos de ironía, que conviene leer para dimensionar adecuadamente en su estatura humana -a veces, miserablemente humana- a los dioses políticos del último medio siglo español.

Escribe hoy Javier Pradera en El País que según algunos viejos camaradas de los años cincuenta, fue Federico Sánchez quien creó a Jorge Semprún y no al revés. Es posible. En todo caso, Semprún y Sánchez acaban de desaparecer de escena para siempre, dejándonos un poco más pobres espiritualmente y más desnortados políticamente en esta Europa cuya idea, como dijo Semprún el año pasado durante su último viaje a Buchenwald, comenzó a forjarse precisamente tras las alambradas nazis, cuando hombres de todos los rincones del Viejo Continente se reconocían como camaradas de infortunio y se aprestaban a darse apoyo mutuo. Decía Semprún que fue la lucha antifascista la que creó la idea de la Europa unida. Jorge Semprún se ha ido cuando politicastros y juntaletras están demediando esa hermosa y sagrada idea, hasta dejarla irreconocible; Semprún se ha ido en suma, cuando más necesitamos su insobornable lucidez.

En la imagen, Jorge Semprún hablando en Buchenwald el 12 de abril de 2010, en los actos conmemorativos de la liberación de ese campo.

lunes, 3 de enero de 2011

Novecento: la revolución y nosotros, que la quisimos tanto



La pasada Nochevieja, apenas la gente de casa se fue a dormir una vez pasada la tontada de las 12 uvas (ya saben, las campanadas desde "Madrí"que señalan el nuevo año), un servidor se hizo con una botella de cava Gramona Imperial y una copa, y se sentó a ver enterita la versión integral de "Novecento", la genial película-río de Bernardo Bertolucci. Cinco horas de reloj. Cinco horas de cine; cinco horas de épica histórica; cinco horas de "prima de la rivoluzione".

De la película hay tres versiones: el montaje del director (la de cinco horas, dividida en dos partes), una de cuatro horas destinada al mercado norteamericano, y una de tres horas y pico que debería haber sido la versión comercial estándar y nunca llegó a proyectarse, al decir de Bertolucci. El film fue un éxito brutal en Europa, y un fracaso estrepitoso en EEUU y -oh- también en la URSS. En la entrevista incluida en los extras del DVD dice Bertolucci, con evidente humor malicioso, que las razones de la mala acogida en los dos países/Imperios mencionados se debió a que, para su sorpresa, los públicos de ambos coincidían en que en "Novecento" hay demasiadas banderas rojas ondeando: los yanquis no estaban acostumbrados a verlas en una película, y los soviéticos ya estaban aburridos de ellas.

Explica asimismo Bertolucci que para entender "Novecento" hay que desdeñar la mala traducción del título de la película como "1900", y recuperar su sentido real italiano que es "novecientos", es decir la centuria del siglo XX, que es el período de tiempo que pretende explicar el film. Otra clave reside en la oposición permanente en dualidades que traspasa toda la película, y no solo en referencia a la lucha de clases : terrateniente/campesino, campo/ciudad, hombre/mujer, revolucionario/fascista, valeroso/cobarde, trabajo/fiesta... y desde luego vida/muerte, plasmada desde las primeras escenas (la cacería de Àttila, el administrador fascista, el día de la liberación, e inmediatamente después el salto en el tiempo casi medio siglo atrás al nacimiento de los dos niños, el hijo del terrateniente y el hijo del jornalero el mismo día en que muere Verdi).

Bertolucci cuenta que nació y se crió en el campo, en la hacienda de su abuelo, un rico terrateniente, pasando más tiempo en las cabañas de los campesinos que en la casa señorial. Viviendo con aquella gente elemental se impregnó de sus valores, de su apego a la tierra, de sus sueños. Tanto así que devino un revolucionario, posición que nunca ha abandonado. Su filmografía presenta frescos épicos que como él dice, técnicamente tienen un ojo en el cine norteamericano de los orígenes del Séptimo Arte y el otro en los códigos fílmicos creados por el cine soviético de primera hora; todo ello al servicio de un concepto de cine europeo, de tesis, que intenta transmitir ideas a través de las sensaciones, y que tiene que ver quizá más con el cine social francés que con el italiano. En Bertolucci el neorrealismo de sus maestros (Rossellini, Passolini), se ha depurado hasta lograr un naturalismo que instala en el espectador la sensación de estar no observando a los personajes, sino moviéndose entre ellos y viviendo las situaciones en que se hallan inmersos. En "Novecento" en concreto, su director de fotografía, Vicenzo Storaro, logra momentos inolvidables en ese sentido, como la secuencia en la que, gracias a los movimientos de cámara, el espectador tiene la sensación de estar metido dentro del barullo que precede a la sentada de campesinos que quieren impedir el desahucio de un aparcero, mientras un escuadrón de caballería prepara sus sables para cargar contra ellos.

El elenco protagonista de "Novecento" es pura historia del cine. Burt Lancaster se ofreció a Bertolucci para trabajar gratis en la película apenas leyó el guión (su papel es el viejo patriarca terrateniente; absolutamente genial). A Robert de Niro (Alfredo Berlingheri, el vástago de los terratenientes) se lo recomendó Martin Scorsese, que acababa de dirigirlo en "Malas calles". De Niro está extraordinario: elegante, comedido, en ése punto entre la bondad y la tontería; nada que ver con sus histrionismos posteriores, cuando la industria cinematográfica estadounidense lo convirtió en un payaso gesticulante. Gerard Depardieu le da la réplica (es Olmo Dalco, el hijo de los campesinos): sobrio, sereno, seguro de sí mismo y de las ideas que encarna. El canadiense Donald Sutherland está inmenso, su manera de vivir el personaje de Áttila, el administrador de los Berlingheri y líder de la banda de "camisas negras" fascistas de la comarca, logra poner los pelos de punta; otro enorme actor, maleado luego por los estudios yanquis y su cine-basura alimenticio. La parte femenina es seguramente lo más flojo del plantel de actores: ni Dominique Sanda ni Stefani Sandrelli resultan muy convincentes. Nada que ver con ese fantástico "coro griego" de abuelas y madres campesinas encarnadas por actrices secundarias y mujeres sin experiencia cinematográfica previa, una pequeña masa que se mueve por toda la película con sus tocas negras, sus bocas desdentadas y sus viejas canciones campesinas de trabajo y revolución. Queda la sensación de que "Novecento" es una película "de hombres" y "entre hombres"; no podía ser de otro modo, el papel de las mujeres en la época retratada era el de sufridoras, testigos y a menudo víctimas, pero todavía no el de protagonistas.

No les cuento el argumento porque seguro que lo conocen, y si no es así corran a comprarse el DVD. En todo caso puede resumirse en una sola escena, una cumbre de la historia del cine, precisamente la penúltima escena del film. En ella los campesinos celebran la autoliberación armada en el patio de la hacienda, tras ajusticiar al asesino Àttila luego que éste confiese sus crímenes. Olmo les convence entonces para someter a juicio popular al patrón, a Alfredo. En una escena de altísimo contenido simbólico, Olmo, erigido en juez, condena a muerte a su amigo/némesis Alfredo pero inmediatamente apostilla que no van a matarle, porque "el patrón ya está muerto" y le dice a Alfredo Berlingheri que es libre de ir adonde quiera. Minutos después irrumpe en la hacienda un camión con partisanos del Comité de Liberación Nacional que en nombre del gobierno provisional formado por el PCI, el PSI, la DC y el Partido de Acción requisan las armas de los campesinos, que éstos entregan con resignación y algunas protestas. Un muchacho, un niño en realidad, el que ha detenido a Alfredo, se niega a entregar su fusil; un carabinero le da una bofetada y le quita el arma, que lanza al camión junto con las otras. Los partisanos se van, y los campesinos se dispersan. En el patio de la hacienda solo quedan el niño, sentado y llorando la pérdida, y Olmo y Alfredo mirándose a los ojos. Alfredo sonríe. "El patrón está vivo", musita.

Novecento.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Wilebaldo Solano, la última leyenda del POUM


Hoy ha muerto Wilebaldo Solano, acaso el último dirigente del POUM que seguía entre nosotros. Durante décadas fue una especie de memoria andante del partido que mejor encarnó los sufrimientos y las contradicciones de la zona republicana durante la guerra de España, acaso porque el POUM lo quería todo y a la vez: ganar la guerra y hacer la revolución. No consiguieron ni una cosa ni la otra, y mientras sus milicianos morían en el frente sus dirigentes eran encarcelados, muertos o exiliados antes de que los franquistas democratizaran la represión, extendiéndola a estalinistas y poumistas, a anarquistas y socialistas, a republicanos liberales y a nacionalistas de cualquier nacionalidad que no fuera el Imperio de Isabel y Fernando.

Más tarde Wilebaldo Solano fue un exiliado tozudo, de los que regresaron a España para seguir la lucha desde dentro. Una doble lucha: contra el franquismo desde luego, pero también contra el otro fascismo: el de Moscú, el que representaba el estalinismo aparentemente triunfante en la izquierda durante los años cuarenta a setenta. Luego el comunismo oficial fue al basurero de la Historia, y la gente como Solano, perseguida, amenazada y en la medida de lo posible, silenciada, pudo recuperar presencia pública y desde la experiencia, hablarnos a las nuevas generaciones. Para entonces el POUM ya sólo era un recuerdo lejano y un festín para los historiadores.

Conocí a Wilebaldo Solano una obscura tarde de invierno, a mediados de los años noventa, cuando alguna gente de izquierdas de diversos partidos intentábamos que la sociedad no se resignara a aceptar lo que nos había caido encima: el gobierno de Aznar y la hegemonía del PP en la política española. Amigos comunes nos pusieron en contacto, y como digo vino una tarde a mi despacho para hablar conmigo. Le recuerdo como un hombre mayor, enjuto, pulcramente vestido con traje, chaleco granate de punto y corbata antigua, con el abundante cabello blanco perfectamente recortado y unas gafas de pasta negra que le daban un aire de profesor emérito. Hablaba pausado, con una perfecta pronunciación propia del castellano viejo que era, escogiendo las palabras cuidadosamente de un amplio vocabulario con el que construía frases simples y eficaces. Habló durante bastante rato, y le escuché con respeto y cierto distanciamiento. Cuando hablé yo, quedó claro que no íbamos a entendernos; entre los dos había casi medio siglo de distancia, y experiencias políticas y vitales muy distintas. En resumidas cuentas me pareció un hombre que seguía fiel al viejo perfil poumista, y que por tanto continuaba inscrito políticamente en algún punto intermedio entre el comunismo heterodoxo y el socialismo de izquierdas. Supongo que para entonces hacía ya muchos años que debía haberse desprendido de la vieja concepción bolchevique del partido "de" y "para la Revolución, pero alguna reminiscencia le quedaba. Internacionalista, simpatizaba con el nacionalismo catalán de izquierdas, aunque no sé si llegaba a percibir que el contemporáneo no tenía nada que ver con el que él conociera en sus años juveniles en Barcelona. En resumidas cuentas me pareció un personaje de otro tiempo, y acaso lo fuera.

Antes de despedirnos me regaló un librito suyo, una biografía de Andreu Nin escrita en catalán, que me entregó ya dedicado "molt cordialment". Lo tengo ante mí ahora. En la portada hay una fotografía de Nin y Solano conversando relajadamente. Wilebaldo es ahí un joven que sin embargo resulta idéntico al hombre que conocí ya en una vejez avanzada. No sólo físicamente, su gesto y la manera de escuchar (atento, el ceño fruncido y la boca entreabierta) resultan asimismo idénticos en una y otra época de su vida. Por decirlo de otra manera, Solano fue un hombre que consiguió ser el mismo y él mismo a lo largo de toda su vida, algo que no suele ser frecuente ni siquiera entre los hombres de su generación.

En la fotografía que ilustra el post, la misma que aparece en la portada del librito mencionado, Solano (a la derecha de la imagen) conversa con Andreu Nin (a la izquierda).

lunes, 19 de julio de 2010

19 de julio de 1936, el día en que vencimos a los dioses



Domingo, 19 de julio de 1936. Bajo un calor sofocante y pegajoso, durante la mañana tropas sublevadas y elementos monárquicos y falangistas han salido de los cuarteles de Pedralbes y bajado por la Diagonal, camino del centro de la ciudad. Ya desde el comienzo mismo de la marcha empiezan a desertar numerosos soldados, a los que los oficiales rebeldes han intentado engañar diciéndoles que iban a sofocar otra rebelión separatista como la de octubre de 1934 o que los anarquistas pretendían tomar la ciudad. El despliegue Diagonal abajo se ha hecho inicialmente bajo la bandera tricolor y dando gritos a favor de la República, aunque luego han comenzado los vivas al rey y los ¡Arriba España!, que desenmascaran a los arteros traidores.

Contra sus previsiones iniciales y a medida que avanzaban, los rebeldes han encontrado una resistencia armada progresivamente más dura y organizada. Masas cada vez mayores de trabajadores se han ido incorporando a la pelea, apoyados por Guardias de Asalto y policías de paisano. En la lucha participan en grupos organizados miembros de la CNT, FAI y en menor medida del POUM, pero son decenas de miles los obreros y empleados sin afiliación política que armados con cualquier cosa atacan los flancos de las columnas rebeldes, hostigándoles desde azoteas, balcones, portales, y parapetados detrás de automóviles y tranvías.

Hacia el mediodía llega en hidroavión desde Mallorca el general Goded, que inmediatamente se encierra en la Capitanía General, donde los sublevados tienen secuestrado al jefe de la División, general Llano de la Encomienda. Los rebeldes que avanzaban por las calles son finalmente cercados y se refugian en la plaza Catalunya, donde se parapetan en el hotel Colón y en la Telefónica: otros se atrincheran en el cuartel de Drassanes, junto al puerto. Los cuarteles de Sant Andreu, Lepanto y otras instalaciones militares son abiertas al pueblo por soldados leales. En la avenida Icaria, obreros armados usan como parapetos enormes bobinas de papel y derrotan y ponen en fuga a la columna que había salido del cuartel cercano. Durruti, los hermanos Ascaso, Joan García Oliver, Abad de Santillán, Josep Rovira... son los líderes y estrategas que dirigen la resistencia al golpe.

A primera hora de la tarde, decenas de guardias civiles suben mosquetón en mano y en doble columna por Via Laietana. Al llegar a la Comisaría de Orden Público, el president Companys sale al balcón, acompañado del comandante Guarner, del coronel Escofet, jefe de los Mossos d'Esquadra, y de otros militares leales; el general Escobar, que avanza al frente de la columna pistola en mano, se cuadra y le saluda militarmente. La lealtad de Escobar, que es católico practicante y aunque republicano no resulta muy de fiar, la garantiza el general Aranguren, jefe territorial de la Guardia Civil en Catalunya y militar de firmes convicciones republicanas. Cuando las fuerzas de la Guardia Civil llegan a la plaza Catalunya, varios oficiales rebeldes se suicidan y sólo los más desesperados disparan contra los del tricornio. En unos minutos y tras rápida negociación, se rinden la Telefónica y el hotel Colón.

En Capitanía General, Llano de la Encomienda, al que un grupo de tenientes y capitanes sublevados borrachos y ahora muertos de miedo han insultado y vejado durante las horas pasadas, convence a Goded para que llame a Companys y se rinda. Aeroplanos de la base militar de El Prat, que manda el coronel Díaz Sandino, socialista, sobrevuelan la ciudad, controlando desde el aire con su presencia los últimos focos rebeldes. El cuartel de Drassanes resistirá 24 horas más.

Radio Barcelona EAJ 1 emite continuamente, dando cuenta de los hechos y de la victoria popular. Las noticias vuelan desde la emisora barcelonesa a toda España, y contribuyen a que en Madrid, Valencia y otras ciudades las masas salgan a la calle en las horas siguientes y derroten o cerquen a los rebeldes.

En Barcelona, al caer la tarde, una muchedumbre abigarrada y eufórica invade La Rambla, comenzando una verbena popular que convierte la ciudad en una fiesta que durará todo el "corto verano de la anarquía". Se baila, se bebe y se come en la calle, hay altavoces colgados de los árboles que amplifican música y noticias, todo el mundo se abraza y se llama "compañero", los guardias civiles posan con pañuelos de la FAI anudados al cuello, jóvenes obreras besan a agotados soldados leales, los oficiales republicanos son llevados a hombros por las calles, las sirenas de los barcos atruenan el puerto...

Barcelona ha derrotado en la calle la sublevación militar fascista.

La fotografía que ilustra el post, tomada por Robert Capa en Barcelona en julio de 1936, muestra a un miliciano y a su compañera descansando en unas sillas de La Rambla.

lunes, 18 de enero de 2010

El secuestro de Miguel Hernández


Este 2010 recién estrenado se cumple el Centenario del nacimiento de Miguel Hernández. Naturalmente una efemérides así no puede dejarse pasar inmune. El vuelo de aves carroñeras sobre la figura del poeta alicantino alcanza ya proporciones escandalosas, y eso que estamos en el comienzo del año.

Para abrir boca y romper fuego, al ayuntamiento de Orihuela se le ocurrió editar un libro sobre la figura de Miguel Hernández. Dicho así, parece una iniciativa absolutamente loable; lo raro viene luego. Me explicaré. Quizá recuerden ustedes que el poeta murió en la cárcel, de tuberculosis concretamente, sin haber recibido tratamiento alguno; todo por cortesía del régimen franquista, entonces recién instaurado por la fuerza bruta de las armas y el auxilio de Adolf Hitler y Benito Mussolini. Ocurre que el ayuntamiento oriolense, ciudad natal del poeta, lo gobierna el Partido Popular (PP), es decir la derecha post/trans/neo franquista, es decir, los hijos políticos putativos -y en muchos casos, también biológicos- de quienes pusieron a Miguel Hernández entre rejas, y a tantos otros directamente ante el paredón. Será que la derecha española ha rectificado algunas de sus obsesiones en contra de los intelectuales antifascistas, y qué mejor enmienda que hacer un libro mea culpa en memoria de quien fuera una de sus víctimas más nombradas, dirá alguno de mis amables lectores especialmente ingenuo. Pues no, no han rectificado nada. Según El País de 28-12-2009, el bodrio, perpetrado por un tal Barcala Candel y que lleva por título El canto del cisne de un poeta, homenaje a Miguel Hernández, es un libro lleno de "poemas machistas, insultos al presidente Zapatero y con alabanzas a algunos dirigentes del PP".

Átenme esa mosca por el rabo. A un represaliado por el franquismo -tan represaliado que acabó muriendo en las cárceles fascistas-, la derecha patria lo convierte en proyectil arrojadizo contra la izquierda actual y encima, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, les sirve para hacer la pelota al grupillo de representantes locales del PP, además de avergonzar hasta a un maltratador compulsivo con un despliegue de ripios machistas. Sobre la calidad de los versos del vate ultraderechista homenajeador, lean unos inspirados versitos en los que Barcala Candel describe las cualidades que adornan a su mujer ideal:

La quiero noble, virtuosa y entendida / Pero que en nada ella se destaque / Buena de salud y sin achaquez, / Pero no sea superior a mi, la pretendida / Que vista correctamente y no liviana. / Limpia, decente y nunca casquivana / Magra de carnes que ya la edad la hará pesada / pero ¡por dios! que no sea pródiga la condenada.

No para ahí el desvarío conmemorativo. Resulta que la memoria de aquél cabrero que leía versos encendidos a las tropas de la República, es hoy propiedad privada de una Fundación que administra celosamente los beneficios contantes y sonantes que dicha memoria produce. Y, faltaría más, quienes manejan el asunto pretenden controlar y lucrase con todas y cada una de las iniciativas que puedan generarse a lo largo de este año (y obviamente de los siguientes). El propio Estado español se ha visto mediatizado por la Fundación Miguel Hernández; las propias instituciones públicas han tenido que plegarse al diktat de quienes administran al poeta. Y es que en el concepto capitalista de la cultura, Miguel Hernández es hoy nada más -y nada menos- que una máquina de hacer dinero. Santa Propiedad Privada vuelve a ser la excusa para que algunos se forren económicamente con lo que en realidad, es propiedad de todos. Porque el legado literario, intelectual y ético de Miguel Hernández no puede ser privatizado por Fundación alguna, ni siquiera por sus propios descendientes; a uno no le toca en suerte un pariente como le toca el Gordo de Navidad.

Y por cierto, a quienes defiendan supuestos derechos o prelaciones familiares, hay que recordarles que Josefina Manresa, la viuda de Miguel, y Miguelito, el hijo al que el poeta dedicó aquellas tremendas "Nanas de la cebolla" escritas en su celda de moribundo, casi murieron de hambre en la larga y oscura postguerra española, según testimonió repetidamente la propia Josefina.

El legado de Miguel Hernández es nuestro, de todos, y la obligación del Estado es preservarlo para todos, los que hoy vivimos y los que vengan después, expropiándolo de las manos privadas en las que ahora se halla secuestrado. Aquí no se está hablando de si hay que pagar o no cánons por descargarse una cancioncilla de Internet, sino de si la cultura popular pertenece al género humano o es una vulgar vaca lechera cuyas tetas ordeñan algunos en nombre de una ideología cuyos adherentes, de un modo u otro, enviaron a la muerte entonces a Miguel Hernández.

En la fotografía que ilustra el post, Miguel Hernández lee versos a las tropas republicanas en algún lugar indeterminado del frente de la Zona Centro.

lunes, 28 de diciembre de 2009

José María Bravo vuela para siempre en su Mosca


José María Bravo Fernández, el último gran 'as' de la República
El pasado 26 de diciembre murió a los 92 años José María Bravo Fernández, el as de ases de la aviación española de todos los tiempos. Se le considera el piloto de caza que ha logrado más derribos de aparatos enemigos en la historia de la Aeronáutica militar española.

Hijo de una familia de la burguesía ilustrada madrileña, José María Bravo se educó en la Institución Libre de Enseñanza. En 1936 José María era un joven ingeniero con alguna experiencia de vuelo, que al fracasar el golpe de Estado militar del 17 de julio y ser disuelto el Ejército rebelde por el Gobierno legítimo se presentó inmediatamente como voluntario para integrarse en las incipientes Fuerzas Aéreas de la República Española.

Bravo recibió formación como piloto de guerra en la URSS, y a su regreso a España pilotó el mítico Polikarpov I-16, llamado Mosca a causa de las iniciales que venían grabadas en ruso en las cajas que contenían las piezas desmontadas de los aeroplanos: "Movska", aludiendo a Moscú, donde eran fabricados. José María Bravo se convirtió rápidamente en la figura más relevante de la aviación gubernamental. Su liderazgo y carisma le llevaron a una fulgurante carrera militar, participando con sus escuadrillas de Moscas en las batallas de Levante y Ebro y en la retirada de Catalunya. A los 22 años fue nombrado jefe de la unidad aérea más importante de la aviación republicana. Se le reconocen 23 victorias individuales, 7 colectivas y 12 de escuadrilla.

Tras la derrota Bravo se exilió en Francia primero, donde estuvo detenido en el campo de concentración de Argèles sur Mer, y más tarde en la Unión Soviética, donde participó activamente en la lucha contra los invasores nazis, primero en una unidad guerrillera y luego como piloto de caza. En la URSS alcanzó el grado de teniente coronel. Años más tarde, en 1960, regresó a España.

En sus últimos años desplegó una gran labor en la Asociación de Aviadores de la República (ADAR). Entre otras actividades impulsó el rescate de un Mosca localizado en Nueva Zelanda, que fue adquirido y reconstruido en España bajo su supervisión por la Fundación aeronáutica Infante de Orleáns. Escribió un interesantísimo libro de memorias, "El Seis Doble", y en marzo de 2005 con 88 años, volvió a pilotar un Mosca. El gobierno español le reconoció hace unos años su grado de coronel del Ejército del Aire.

No en la tierra, sino entre nubes descansa ya nuestro mejor piloto.

En la fotografía, un asistente afeita a José María Bravo en un aeródromo desconocido, junto al aparato que pilotaba el as republicano (obsérvese el seis doble pintado en el timón de cola).


El aparato que AVENTURA EN LA TIERRA usa como distintivo es, precisamente, un Mosca como el que pilotara José María Bravo.

lunes, 26 de octubre de 2009

El triunfo de Negrín


La rehabilitación oficial de Juan Negrín y 35 compañeros de su fracción, expulsados del PSOE por impulso de Indalecio Prieto recién finalizada la guerra de España, nos deja un sabor agridulce a muchos. Al fin y al cabo devolver el carnet a Negrín a través de sus descendientes es un gesto que a quien rehabilita realmente no es al interesado sino al partido que injustamente le arrojó de sus filas entre calumnias y mentiras, sin haberle dado siquiera la oportunidad de defenderse.

Hace años que la verdad histórica sobre Negrín y su actuación al frente del Gobierno de la República está perfectamente establecida, gracias al trabajo de historiadores del prestigio de Angel Viñas, Helen Graham, Gabriel Jackson, Ricardo Miralles, Enrique Moradiellos, Paul Preston y otros, cuyos trabajos han contribuido a limpiar la mierda que sobre este socialista eminente y estadista como ha habido pocos en España, lanzaron en su día la propaganda franquista y un puñado de traidores en el interior mismo del que fuera su partido de siempre.

A Juan Negrín se le odia porque este hombre enérgico, incansable, de un talento excepcional y una capacidad de trabajo sin límites fue el principal obstáculo para la victoria franquista en la guerra. El lema que acuñó en esos años, "resistir es vencer", no sólo probó su eficacia poco después en la Francia de De Gaulle y la Gran Bretaña de Churchill, sino que en España pudo haber dado un desenlace diferente a la contienda contra el fascismo de no haber mediado el golpe de Estado de la Junta de Defensa del coronel Casado, con Julián Besteiro como cabeza de la trama civil golpista. De Negrín la propaganda franquista-prietista dice que prolongó la guerra inútilmente. "Falso. Contaba con informaciones de que los franceses ayudarían" cuando llegara el estallido de la Segunda Guerra Mundial -el conflicto atroz que en 1939 todo el mundo sabía inevitable que comenzara dentro de ése año-, tal como cuenta Angel Viñas en sus investigaciones más recientes.

En marzo de 1939, la República española disponía de hombres y recursos sobrados para aguantar seis meses más. Lo que muchos ya no tenían, especialmente en los estratos militares y políticos, era la moral de lucha y la fe en sí mismos necesarias para seguir combatiendo. Frente a esos -derrotistas como Azaña, pusilánimes como la mayoría del generalato, traidores como Besteiro y Casado-, se alzó Juan Negrín como un muro, al que naturalmente había que abatir no sólo para lograr el objetivo de la "paz" supuestamente negociada con Franco, sino sobre todo para justificar ante la historia el tremendo papel de quienes conscientemente, acabaron con la resistencia popular contra el fascismo mediante la misma técnica que empleara Franco para alzarse contra la legitimidad democrática: el golpe de Estado cuartelero.

En esa línea de descalificación desaforada de Negrín hay que inscribir la infamia besteriana luego adoptada por los prietistas de que el presidente del gobierno español era "el hombre de Moscú". Angel Viñas acaba de enterrar toda esa porquería con su magnífico libro "El honor de la República", que cierra su trilogía sobre el período de la Guerra de España. Como Viñas y los historiadores citados anteriormente demuestran, Negrín fue un socialdemócrata keynnesiano, patriota español y nada proclive al estalinismo. Ocurre que frente a la farsa que contra los intereses de la República española supuso la política de No Intervención de las democracias occidentales, la URSS de Stalin fue el único Estado que aceptó convertirse en suministrador de armamento y subsistencias de la República, lo que como demuestra Viñas el Estado soviético se cobró con creces, actuando un verdadero animal de rapiña y según los usos más estrictos en las relaciones comerciales capitalistas entre Estados. El gobierno español pagó a precio no precisamente de amigo ni solidario hasta el último céntimo de la supuesta "ayuda" soviética.

Con Negrín han sido rehabilitados otros 35 socialistas "maltratados por la historia y también por otros socialistas", como señaló Alfonso Guerra durante el acto. Sus nombres son: Ramón Lamoneda y Ramón González Peña (dirigentes de la Revolución Asturiana de octubre de 1934), Julio Álvarez del Vayo (intelectual marxista y andando el tiempo fundador del FRAP), Max Aub (gloria de la literatura en castellano del siglo XX), Amaro del Rosal (historiador del movimiento obrero), Jerónimo Bugueda Muñoz, Juan Simeón Vidarte, Julia Álvarez Resano, Matilde de la Torre, Edmundo Lorenzo, Antonio Pasagili Lobo, Ángel Galarza Lago, Vicente Ruiz Sarmiento, Mariano Moreno Mateo, Miguel Amilibia, Nicolás Jiménez Molina, Veneranda García Manzano, Adrián García Anfreu, Leandro Pizarro González, José Rodríguez Vega, Antonio Huerta, Gabriel Morón Díaz, Vidal Rébora, Suárez Guillén, Carlos Abad López, José Moreno Remacha, César Rodríguez González, , Modesto Moyro, Juan Bautista Alvarado, Saturnino Gimeno, Matilde Cantos Fernández, Juan Pablo García, Jesús Ibáñez Rodríguez, Jesús Vallina González y Felipe García Álvaro. La mayoría murió en el exilio.

miércoles, 21 de octubre de 2009

MEMORIA Y DIGNIDAD, artículos sobre memoria histórica publicados en AVENTURA EN LA TIERRA


En breve aparecerá el volumen MEMORIA Y DIGNIDAD, una recopilación de artículos publicados en el blog AVENTURA EN LA TIERRA.

Los 31 artículos breves que componen este libro han sido revisados y mejorados por el autor expresamente para esta edición. El volumen tendrá 104 páginas, y de su preparación se ha encargado la editorial Grafein.

El libro se distribuirá a petición de los interesados. Pronto se informará del modo y de los costes del envío.

La fotografía que encabeza el post es Niño vestido de miliciano en las calles de Barcelona, 1936, de Robert Capa.

domingo, 11 de octubre de 2009

Robert Capa y Gerda Taro, fotografía y lucha antifascista


Gerda Taro y Robert Capa llegaron juntos a España en 1936, en los albores de la mal llamada Guerra Civil española. Gerda era una chica de origen judío, alemana de nacimiento y polaca de ascendencia. Tenía 25 años, y vivía y trabajaba como fotógrafa de prensa en París. Alli conoció a un muchacho llamado André Friedmann, un judío húngaro de 22 años sin oficio ni beneficio refugiado en Francia, al que Gerda hizo pasar por un afamado fotógrafo norteamericano para que le dieran trabajo en su agencia, inventándole un nombre que pronto se haría famoso en todo el mundo: Robert Capa.

En España Gerda Taro y Robert Capa se convirtieron en privilegiados e implacables testigos y notarios de la tragedia, y sus fotos pronto llenaron las portadas de las principales revistas ilustradas de Europa y América. Con verdadera pasión por la causa democrática y cierta ingenuidad propia de sus pocos años, los dos apátridas hicieron de la lucha republicana contra el fascismo el eje de sus jóvenes vidas. La mirada de ambos quedó plasmada en fotografías que son iconos del siglo XX (más delicadamente femeninas y atentas a la realidad cotidiana las de Gerda Taro, grandiosas y en ocasiones terribles las de Robert Capa). Formaron una curiosa pareja, en la que al parecer el amor ocupaba un lugar secundario en su relación, marcada por los acontecimientos que vivieron y por su lucha por dar a conocer la realidad de la España en guerra contra el fascismo.

Gerda murió en 1937, aplastada por un tanque durante la batalla de Brunete. Robert Capa siguió trabajando solo en España, y luego fotografió la Segunda Guerra Mundial, la guerra de China y la lucha en Indochina contra la colonización francesa, hasta morir en 1954 tras pisar una mina puesta por el Vietmin en un sendero perdido.

Recientemente El Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC) ha dedicado una espléndida exposición conjunta a las obras de Robert Capa y Gerda Taro, cada uno en su propia sala independiente pero tan próximas entre sí que es inevitable observar las respectivas producciones como una unidad (de hecho, algunas fotografías que se muestran fueron tomadas al alimón por los dos desde perspectivas idénticas o muy cercanas). El contenido de la exposición se recoge en dos magníficos catálogos absolutamente imprescindibles para los amantes de la fotografía y desde luego, para quienes andamos empeñados en la reivindicación de la memoria histórica de este país. Seguramente esta doble exposición recorrerá España durante los próximos meses, así que procuren no perdérsela; visítenla sin dudar, e inviertan unos euros en adquirir los catálogos. Es un consejo que me van a agradecer.

En la imagen que ilustra el post, Gerda Taro y Robert Capa en París.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Fascismo, antifascismo y medios de comunicación


Hoy ha comenzado el juicio contra Josué Estébanez, el soldado profesional que hace dos años, en un vagón del metro de Madrid, apuñaló hasta la muerte a Carlos Palomino, un joven antifascista que se dirigía con un grupo de amigos a participar en una manifestación contraria a la de carácter fascista a la que Estébanez iba a asistir.

El caso adquirió notoriedad porque las cámaras del vagón del metro donde sucedieron los hechos mostraron con toda claridad la acción criminal del soldado fascista. No hay disculpa para el asesinato, premeditado y alevoso a todas luces; en la grabación se observa como Estébanez ve al grupo de antifascistas en el andén, saca una navaja, la oculta en su espalda y aguarda a que entren al vagón. Cuando uno de los chicos se encara con él al reparar en la ropa de nazi civil que el soldado porta, Estébanez le clava 25 cm de navaja en el corazón, acuchilla en las costillas a otro chaval, y se pone a dar saltos enloquecidos por el vagón pavoneándose y haciendo el saludo fascista brazo en alto; como puede verse, una conducta muy en la línea de respetuoso funcionario público de una institución transida de amor por la democracia, como nos dicen que es el actual Ejército español.

Espero que a este asesino le caiga la pena que merece. De todos modos, cabe preguntarse en buena ley una vez más por qué la cabra -fascista- continúa tirando tanto al monte -militar, por supuesto- español- ¿Será porque en tal monte ése tipo de cabras hallan pastos a su total satisfacción, y también absoluta complicidad en muchos de sus mandos jerárquicos con su llamémosle ideología?.

De todos modos, me parece aún más preocupante el papel de los medios de comunicación en esta clase de historias. Para la mayoría de ellos la muerte de Carlos Palomino fue consecuencia del choque entre dos colectivos, fascistas y antifascistas, grupos que de algún modo serían simétricos entre sí; gente minoritaria y amiga de broncas, jóvenes vandálicos, irresponsables. Pues no, no se puede equiparar a fascistas y antifascistas, porque eso es tanto como igualar a víctimas y verdugos, a judíos y a nazis, a franquistas y antifranquistas. Y lo que está probado precisamente por una grabación de video es que Carlos Palomino fue la víctima y Josué Estébanez el verdugo. Como siempre, y una vez más.

Josué Estébanez, el soldado de ideología fascista (a la izquierda de la imagen), en el momento de apuñalar en el corazón a Carlos Palomino (con gorra roja, a la derecha) según grabó una cámara de seguridad del metro de Madrid.


domingo, 18 de noviembre de 2007

Antifascistas, provocadores y una policía de pueblo


En Madrid, una manifestación antifascista celebrada en el centro de la ciudad y a la que han asistido miles de personas se ha desarrollado sin ningún incidente, una vez que se denegó autorización gubernativa a la marcha fascista que bajo el lema “José Antonio, asesinado por los socialistas”, se pretendía desarrollar en sus proximidades en homenaje al fundador de Falange, el partido fascista español. En relación con la marcha antifascista la policía española ha estado relativamente discreta, y desde luego se ha abstenido de intervenir contra los participantes en una demostración pacífica y responsable.

Por el contrario, en Barcelona una manifestación no autorizada de unos pocos centenares de individuos “antisistema” ha degenerado en una batalla campal con destrozos desproporcionados, habida cuenta el reducido número de participantes en esta acción de verdadero terrorismo callejero. La responsabilidad última del desbarajuste vivido compete a los “mossos d’esquadra”, que se han mostrado incapaces de controlar la situación a pesar de que sus efectivos sobre el terreno eran similares o superiores a los reunidos por los manifestantes. Decenas de agentes han resultado contusionados, y alguno herido de cierta gravedad; incluso ha habido un intento de asalto a la sede de la Conselleria d’Interior.

La diferencia entre los efectos de una y otra concentración radica en un hecho diferencial fundamental: mientras que en Madrid se manifestaban pacíficos ciudadanos corrientes, quienes lo hicieron en Barcelona no eran más que la versión local de la “kale borroka”: grupúsculos de gamberros que usan la contestación política para cometer desmanes; fascistas, en suma, aunque ellos alardeen de ser contrarios al sistema. Por si esto fuera poco, hay que añadir en el debe barcelonés un dato muy preocupante: una vez más, como decía antes, a los “mossos d’esquadra" se les han ido de las manos unos incidentes callejeros urbanos, y para sofocarlos han tenido que recurrir de nuevo a una violencia extrema.

Otro fracaso estrepitoso pues de la policía autonómica en Barcelona y su área metropolitana, y una muestra más de su incapacidad para dar respuesta adecuada a las exigencias que toda gran urbe plantea a un cuerpo policial con competencia exclusiva en el mantenimiento del orden público.

Por desgracia para los barceloneses, la policía autonómica catalana sigue siendo un cuerpo policial ruralista y comarcano, al que la complejidad de los problemas que debe afrontar en entornos urbanos como el nuestro le viene grande. Barcelona no es Vic, pero nuestros rectores políticos y policiales siguen al parecer sin entenderlo.

martes, 13 de noviembre de 2007

Morir en Madrid


Un chico menor de edad que se dirigía a una concentración antifascista en Madrid fue apuñalado hasta la muerte por un soldado de paisano que regresaba de una manifestación fascista. Es decir, el menor murió como consecuencia de un acto de terrorismo.

Los hechos escuetos ponen los pelos de punta, y recuerdan inevitablemente momentos no tan lejanos de nuestra historia. Piénsese en el "febrero negro" madrileño de 1976, con los asesinatos de Arturo Ruiz, Mari Luz Nájera, los abogados de Atocha y de algún otro que quedó en el anonimato, a manos de "incontrolados" que todos sabían (sabíamos) perfectamente organizados, dirigidos y protegidos.

Rebajar ahora el suceso a una "pelea de bandas" como han hecho algunas instancias oficiales y sobre todo los medios de comunicación es, simplemente, sacarse los ojos para no ver la realidad. Aquí no hay bandas que valgan, sino una voluntad calculada de sembrar la violencia para desestabilizar la convivencia ciudadana, una acción impulsada y amparada desde la sombra por intereses muy concretos, por lo demás.

Luego vienen los calificativos edulcorados, destinados a quitar hierro y hacer más digerible la noticia: jóvenes de estética skin, grupos de ultraderecha, la extrema derecha política, nostálgicos del franquismo, etc. Eufemismos para rehuir el nombre de la bicha: fascismo.

Aún más penosa es la respuesta de la delegada del Gobierno en Madrid, quien considera que éste "no es un crimen racista" sino "ideológico". ¿Y qué coño piensa la señora delegada que es el racismo, sino una manifestación de una ideología perversa cual es el fascismo? El racismo no es una ideología en sí misma sino un ingrediente consustancial pero no único de la ideología fascista. El analfabetismo político, casi se podría decir académico, de la señora delegada estremece.

En las calles españolas hay un problema. De nuevo. Y no se está atajando. ¿Hasta dónde llegan las complicidades? Evidentemente esta clase de movimientos no sobreviven por sí solos, necesitan financiación, cobertura y apoyo. Necesitan sobre todo un caldo de cultivo propicio donde cocerse antes de manifestarse. Recordemos que no es precisamente la primera vez que un soldado protagoniza esta clase de "incidentes". Es obvio que a éste fulano se le va a caer el pelo, pero a fin de cuentas el tipo de la puñalada no es más que el eslabón final de la cadena, y probablemente el menos culpable. Los verdaderos responsables son otros: aquellos que manipulan a estos seres primitivos e indefensos llenándoles la cabeza de odio y de mentiras. Y esos siguen, por ahora, a resguardo; algunos entre ellos ¿cuántos? ¿quiénes? llevan galones, son de ideología "extremadamente conservadora" y les pagamos el sueldo entre todos.

Empieza a urgir una Ley de Defensa de la Democracia que nos proteja de estas alimañas. Mientras llega –y no debería tardar-, hay que recordar que sigue vigente una Ley de Partidos que pone fuera de la legalidad aquellas organizaciones que practican o apoyan el terrorismo. Por tanto, la vía para una ilegalización rápida de las bandas fascistas está disponible. ¿Hay voluntad política para usarla?.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Habrá Memoria Histórica, pero poca


El fragor mediático desencadenado por la publicación de la sentencia del juicio del 11-M, parece haber tapado por completo cualquier reacción ante la aprobación por Las Cortes de la ley de Memoria Histórica (LMH). Tal vez no se tratara de un efecto buscado, pero la coincidencia ha servido para desactivar buena parte de la controversia previsible; el silencio de la derecha postfranquista una vez perdida la batalla parlamentaria, resulta especialmente llamativo. En pocas palabras, huele a "pacto de Estado".

Las previsiones de la mayoría de analistas coincidían en suponer que Zapatero postergaría a la próxima legislatura la redacción final y consiguiente promulgación de una ley difícil, que le ha traído muchos quebraderos de cabeza a lo largo de toda la legislatura presente. Pero el gobierno español ha conseguido finalmente sacarla adelante, y contando además con un muy amplio respaldo parlamentario. Sólo el PP y ERC se han excluído del acuerdo final, lo que le permite a Zapatero presentar este texto como de carácter "centrista" al quedar fuera del consenso los "extremos" en esta materia (y en la mayoría de asuntos tratados en esta legislatura).

Si tal resultado -dejar fuera a los "extremos"- es fruto de la astucia del presidente del gobierno y sus asesores o una simple carambola, carece de importancia ahora. El hecho es que el contenido final de la LMH constituye un claro guiño a ése mítico electorado de "centro", que estaría tan interesado en una condena definitiva del franquismo como en que no se remueva demasiado el pasado. Ahora sólo falta que ese electorado exista, y que en las generales de marzo sea capaz de compensar con sus votos la decepción que los votantes de izquierda sienten (sentimos) ante esta ley alicorta y cojitranca.

Entrando en su contenido, la LMH tiene una sola virtud y muchos defectos. Su virtud es que de una vez por todas pone negro sobre blanco una condena total y sin paliativos del régimen franquista, situando su inicio en una rebelión militar contra el Estado democrático legalmente constituido, y condenando explícitamente la dictadura cesarista-militar instaurada durante cuatro décadas tras la victoria de los sublevados en la guerra que desencadenaron.

A partir de ahora al juicio de la Historia contra el franquismo -ya emitido hace muchos años-, se suma su explícita condena político-jurídica. En teoría pues, babosidades como las recientes declaraciones de Mariano Rajoy sosteniendo ante un micrófono que el franquismo fue un tiempo de "placidez extraordinaria", pueden ser denunciadas como apología del fascismo y acarrear consecuencias de tipo legal a quien las profiera. Ya veremos en la práctica, habida cuenta la ideología extremadamente conservadora -por decirlo de manera suave- que predomina de modo abrumador entre los miembros del aparato judicial del Estado, que son quienes en última instancia habrán de aplicar la ley.

La LMH denuncia asimismo los juicios políticos sumarios del franquismo y los declara ilícitos, pero "olvida" anularlos y remite a los tribunales tomar tal decisión en cada caso, de modo individualizado. Así que las familias de los victimizados deberán reclamar ante los tribunales, y aportar "nuevas pruebas" -¿de dónde van a sacarlas 70 años después del crimen legal?- de la injusticia cometida con su deudo. Naturalmente la respuesta de la judicatura -"extremadamente conservadora", recordemos-, será la misma que ya han formulado en los casos en que con anterioridad a la promulgación de la LMH se ha presentado recurso contra esos juicios espurios: dictaminar que no hay "elementos nuevos" que obliguen a modificar la sentencia emitida en su día; es decir, refrendar el asesinato cometido por los verdugos franquistas "matando por segunda vez" a los reos, tal como se ha escrito en reacción a alguna de esas vergonzosas resoluciones judiciales.

En el plano simbólico, la LMH obliga a retirar los símbolos franquistas del callejero de las poblaciones, y también los monumentos, placas y otros elementos de glorificación del régimen fascista español y de sus secuaces. Ocurre que tal trabajo se encomienda a comunidades autónomas y ayuntamientos, con lo que en la práctica se deja en manos de los responsables políticos locales la aplicación o no de la ley en su territorio. Es obvio que en la "zona nacional" coincidente con la geografía política en la que el PP detenta el poder local, perdurarán con "placidez extraordinaria" los elementos simbólicos franquistas.

Por lo demás, la intervención frailuna de CiU ha conseguido a última hora que se permita a la Iglesia católica mantener en sus edificios aquellos símbolos franquista de "valor artístico" cuyo desmontaje representaría, supuestamente, una merma del patrimonio. Es obvio que se trata de una excusa cobarde para no tener que enfrentarse a la Iglesia, a quien debería habérsele exigido hace mucho tiempo que retirara de las fachadas de sus locales esas placas sectarias en recuerdo de los "gloriosos caídos por Dios y por España" que lucen, y que al parecer seguirán luciendo por mucho tiempo. Una vez más CiU ha jugado a fondo su repugnante papel de correveidile de los poderes fácticos, y una vez más el gobierno español ha transigido ante el chantaje de éstos.

Otro elemento simbólico de primer orden, el llamado Valle de los Caídos, queda a resguardo del supuesto proceso de desfascistización. La ley permite seguir allí a la comunidad benedictina y se "prohíben" los actos de exaltación franquista en su recinto, posponiéndose para más adelante la decisión de qué hacer con ese mausoleo megalomaníaco erigido a la mayor gloria de Franco. Parece que IU ha conseguido cierto compromiso en el sentido de transformarlo en una especie de centro de la Memoria, algo así como un Museo de los Horrores del franquismo. Dudo mucho que ese proyecto se lleve a cabo, porque la intención gubernamental parece apuntar más bien a que el lugar sea progresivamente olvidado por todos, y quede reducido exclusivamente a la función puramente religiosa del monasterio manteniendo cerradas el resto de instalaciones; dentro de unos años se trasladarían los restos del dictador a un cementerio, y a esperar que la Naturaleza convierta el recinto de Cuelgamuros en una ruina irrecuperable.

La LMH no satisface por tanto a nadie de quienes la reclamamos pero al menos viene a poner punto final a una situación extravagante cual era que a 32 años del fallecimiento del mayor criminal de la Historia de España, aún estuviera pendiente en este país la condena formal y explícita de semejante personaje y del régimen político de terror y oprobio que creó.

Algo es algo pues, aunque como en el caso de tantas otras leyes con inicios tímidos -divorcio y aborto, por ejemplo-, habrá que seguir luchando para hacerla crecer hasta tener una verdadera ley de Memoria Histórica.

domingo, 3 de junio de 2007

La batalla de Rostock


Decenas de miles de personas marcharon ayer en la ciudad alemana de Rostock en contra de la celebración de la cumbre del G-8. Las cifras de participantes varían según las fuentes, entre los 25.000 que dice la policía, los 80.000 que sostienen los organizadores y los 100.000 que proclaman hoy algunos sites altermundistas quizá excesivamente entusiastas. En toda caso, fue una asistencia numerosa y sobre todo alegre, concienciada y pacífica.

La masa de los manifestantes la aportaron organizaciones tan escasamente guerreras como Los Verdes y los Jusos (las juventudes del SPD). De Berlín llegaron docenas de autocares fletados por Die Linke, que según El País transportaban "funcionarios tranquilos, profesores y empleados de mediana edad que se disponían a demostrar en paz su rechazo al sistema capitalista y a la globalización económica". Y sin embargo la manifestación terminó en una batalla bestial, en la que han habido más de 500 heridos, en su mayoría policías.

La manifestación fue pacífica hasta que en su cola empezaron a actuar los consabidos "grupos autónomos antifascistas". Se trata de algunos centenares de personas perfectamente uniformadas y pertrechadas para el combate callejero con la policía, que actúan en grupos usando tácticas de carga y contracarga desconcertantemente similares a las policiales, y que misteriosamente jamás ven detenidos a sus miembros.

¿Por qué actúa esta gente? Parece que su trabajo consiste en facilitar la excusa que permite intervenir a las fuerzas antidisturbios. Evidentemente la policía no permaneció de brazos cruzados cuando los "grupos autónomos" arrasaron el casco histórico de Rostock. Y claro, los palos llovieron para todos, "autónomos", manifestantes y ciudadanos que ni siquiera participaban en la manifestación. El objetivo se había logrado: ensuciar una marcha pacífica y multitudinaria que quería expresar el rechazo popular a los Señores del Dinero.

¿Quién maneja a estos provocadores que se mueven por toda Europa en la mayor de las impunidades?.