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viernes, 20 de enero de 2012

Los informativos de la televisión pública española los fabricarán empresas privadas




Leo hoy en "El País" que el Gobierno franquista postmoderno que nos pastorea desde el 20 de noviembre pasado, pretende traspasar la producción y edición de espacios informativos a empresas privadas. Para ello se sacará de la manga una "reforma" de la Ley General de Comunicación Audiovisual, ya que ésta prohíbe actualmente "ceder a terceros" esa actividad. 

La reforma con todo, será más amplia y en definitiva abre la puerta a la privatización empresarial de las cadenas autonómicas y a la eliminación de la producción de contenidos públicos en las de titularidad estatal. Todo ello a mayor gloria y beneficio de la "iniciativa privada", ya saben, la que impulsa "la liberalización" (el desmantelamiento, en realidad) de los servicios públicos, que una vez puestos en sus garras en régimen de monopolio pasan a cobrarnos como si todavía siguieran funcionando correctamente, luego de que los hayan vaciado de funcionalidad y contenido.

Naturalmente, estamos ante un esplendoroso regalo a las productoras en manos de elementos ideológica y empresarialmente conectados con el Partido Popular (PP). Con dinero público se pagará la producción de informativos reaccionarios y alineantes en los que se primará sin duda la vertiente "entretenimiento", incrementando con toda seguridad el ya desproporcionado tiempo que se dedica ahora al deporte-espectáculo-negocio y también a informaciones banales y sobredimensionadas como la metereología y el tráfico en ciudades y carreteras, amén de introducir el chismorreo generado por la llamada "crónica rosa" y el famoseo. Se abandonarán los contenidos que además de no interesar desde el punto de vista ideológico, formativo y político (reportajes al estilo Informe Semanal o En Portada, por ejemplo) no resultan económicamente rentables. De fondo obviamente y como motivación elemental del nuevo tinglado, las jugosas comisiones que se repartirán políticos, intermediarios y conseguidores a la hora de distribuir el pastel entre las productoras de contenidos.

El bocado es tan apetitoso que uno se barrunta está largamente trabajado desde hace tiempo, a la espera solo del momento propicio para llevarlo a cabo. Y ese momento ha llegado con la mayoría absoluta del PP en los órganos de gobierno de los medios audiovisuales de titularidad estatal, eficazmente secundado por su (de nuevo) socio preferencial, la derecha reaccionaria catalanista. 

¿La izquierda? No sabe, no responde; ni en este caso, ni en casi nada.

miércoles, 4 de enero de 2012

Público dice adiós



Una de las pocas cosas divertidas de los tiempos que corren es el uso a tutiplén de eufemismos de gran creatividad, mediante los que se designan cosas que desde que el mundo es mundo suelen tener  nombres conocidos y aceptados. Así por ejemplo, al despido de trabajadores de una empresa se le viene llamando en los últimos años "regulación de empleo", y a la construcción de un basurero de residuos radioactivos se le denonima con innegable imaginación "ubicación de un almacen temporal centralizado".  

En esa línea de proliferación de subterfugios verbales que intentan enmascarar la realidad, a la declaración de quiebra de una empresa se la llama ahora "convocatoria de concurso de acreedores"; la empresa sigue estando en quiebra, pero la situación parece suavizarse al menos verbalmente aunque el hecho en sí y sus consecuencias sigan siendo las mismas, como no podría ser de otro modo.

Hete aquí pues que los propietarios del diario "Público" han solicitado "concurso de acreedores, lo que por otra parte no es precisamente una noticia inesperada. Cualquiera con dos dedos de frente sabía desde que empezó a publicarse este periódico que su vida sería corta, pues en el mercado español de la prensa escrita todo el pescado está vendido desde hace décadas. En su mejor momento´"Público" ha llegado a vender 80.000 ejemplares diarios frente a los casi 400.000 de "El País", la referencia obsesiva de sus creadores y financiadores. Y es que incluso en el que es quizá el momento más bajo de su historia en cuanto a calidad de contenidos,  el diario de PRISA sigue estando a años luz por encima de cualquier otro medio mundial escrito en castellano. La batalla de Mediapubli, la editora de "Público", por desvancar a "El País" como diario de referencia de la izquierda española estaba perdida antes de comenzar.

"Público" nació del acuerdo entre el magnate de medios audiovisuales catalán Jaume Roures -el hombre que creó la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals, es decir TV3 y Catalunya Ràdio, para Jordi Pujol y su CiU (nacionalistas catalanes de derechas) con el éxito conocido-, y Miguel Barroso, marido de la dirigente del PSC Carmen Chacón, entonces Secretario de Estado de Comunicación del Gobierno Zapatero. El prestigio de Roures se cimentaba como digo en haber sido el creador del aparato comunicativo de masas autonómico catalán, y haber logrado un éxito verdaderamente indiscutible: nadie ha contribuido de un modo tan decisivo a la alienación política y cultural de los catalanes desde la creación de la Lliga Regionalista de Cambó en 1901 . Naturalmente TV3, la cadena estrella catalana, y sus satélites se financian con dinero público, lo que facilita mucho las cosas.

La apuesta del dúo Roures-Barroso era sin embargo crear un "pool" de empresas mediáticas privadas al servicio de Zapatero y su imagen. Al menos eso es lo que al parecer le vendió Barroso al presidente español. En la aventura que se sepa no había financiación pública, ni casi privada en realidad, y todo se fiaba a un Gran Golpe: hacerse con los derechos televisivos del fútbol español. Ocurre que éstos eran propiedad de PRISA, su gran rival ideológico y de mercado, quien obviamente no iba a entregar la cuchara sin antes ir a la guerra con todo. Roures y Barroso confiaban en Zapatero, pero el presidente, eterno cagadudas y maestro en cambiar a diario de opinión, no se decidió a morir con ellos; enfrentarse a cara de perro con PRISA, es decir con "El País" y cuanto encarna y significa este diario en la izquierda en general y en el electorado del PSOE en particular, no podía traerle otro resultado que la ruina política. Es así que Zapatero dejó tirados a sus emprendedores amigos mediáticos, con los resultados conocidos también en el nivel político: Mediapro, la empresa central de Roures, no consiguió los derechos televisivos del fútbol español, y  Barroso tuvo que abandonar su cargo en el Gobierno.

Los medios de Roures entraron en picado. La flamante cadena televisiva La Sexta, una concesión graciosa de Zapatero a Mediapro en los días de vino y rosas entre ambos, y que debería haber sido la máquina de hacer dinero en caso de haberle arrebatado los derechos del fútbol a PRISA, nunca logró despegar ni menos hacerse un hueco en la dura competencia por el pastel publicitario televisivo, y el diario "Público" consiguió apenas algunos miles de lectores más a costa de girar ideológicamente del "zapaterismo" ortodoxo a ponerse al servicio de los sectores "modernos" de Izquierda Unida. La crisis del mercado publicitario, en el que los medios de Mediapro nunca llegaron a estar seriamente presentes, acabó por hundir el invento.

En el interín sin embargo, y tras el despido de Barroso de La Moncloa se produjo un fenómeno político curioso. Desde Mediapro se llevaba tiempo jugando con la promoción de Carmen Chacón, dentro del PSOE como posible sucesora de Zapatero, algo que en principio al presidente no parecía desagradarle como horizonte lejano pero que le hizo montar en cólera cuando el tándem Roures-Barroso quiso apretarle las clavijas y acelerar el proceso sucesorio, tal vez en venganza por por el escaso apoyo recibido de Zapatero en la batalla con PRISA. A partir de ahí Mediapro desencadenó una ofensiva total en la promoción de la esposa del ex secretario de Estado y entonces ministra de Defensa, una línea editorial que "Público" ha mantenido hasta el final en sorprendente combinación con su "izquierdismo" de los últimos tiempos, de tal modo que probablemente algún lector poco avisado de ese diario haya llegado a creer que la señora Chacón y la autodenominada "Verdadera Izquierda" representan valores de izquierda semejantes (lo cual, bien pensado, no deja de ser cierto: ambos padecen la misma pavorosa vaciedad ideológica, sin ir más lejos).

En septiembre  pasado"Público" se deshizo del 10% de la plantilla, én un intento desesperado por salvar los muebles y tal vez de acomodarse a los nuevos tiempos políticos que se avecinaban tras las elecciones del 20-N, pues los despedidos fueron aquellos periodistas de izquierdas independientes o próximos al PSOE no comprometidos con la esquizofrénica  línea editorial actual del diario. En todo caso el despido solo sirvió para retrasar unos meses una muerte anunciada que al contrario de otros fallecimientos, no deja más hueco que el de unos cuantos puestos de trabajo más destruidos y algunas ambiciones defraudadas precisamente por lo ridículo de su desmesura.

En la fotografía que ilustra el post, Zapatero y Chacón en los días de gloria y complicidad entre Mediapro y La Moncloa.

domingo, 21 de agosto de 2011

Fracaso final del aquelarre papifascista en España


Una especie de justicia divina hizo ayer que un huracán seguido de una tempestad barriera Cuatro Vientos, y derribara un buen puñado de infraestructuras del aquelarre papista que se estaba celebrando allí. La violencia del ventarrón fue tal, que además de producir siete heridos entre el público asistente al espectáculo por las caídas de carpas y andamios que tumbó, le voló de la cabeza a Benedicto XVI el gorrillo que lleva sobre la coronilla; sus cabellos flotaron entonces en el viento dándole un curioso aspecto de Medusa sonriente, lo cual hacía aún más horripilante su rostro de viejo sátiro. No solo eso. El intenso aguacero que sucedió al ventarrón obligó al Papa a dejar su discurso a mitad y huir para refugiarse de la lluvia, que mientras tanto calaba hasta el alma a sus "peregrinos". Todo muy simbólico, como pueden ver. Si yo fuera un jerarca papista y creyera en Dios -lo cual resulta ser un oxímoron de libro, ya lo sé-, habría visto ahí una señal de disgusto de la divinidad ante el circo organizado en Madrid estos días por los vaticanistas con cargo al erario público español, mientras en África millones de personas revientan de hambre y de sed.
Por lo demás el espectáculo ha tenido un seguimiento muy discreto fuera de las gradas que rodeaban la pista del circo. Las cifras de audiencias televisivas en España son muy desalentadoras para los programadores del evento. 

Un artículo de El País de ayer decía que el Papa "pincha" en las cadenas de televisión españolas -RTVE y Antena 3- que han retransmitido en directo los actos del aquelarre vaticanista en Madrid. Así por ejemplo las audiencias de la retransmisión en directo de la llegada de Ratzinger a Madrid fue un verdadero fracaso; "la audiencia dio la espalda a los actos papales", dice El País. El aterrizaje y la bienvenida que le dieron las principales autoridades del Estado a las 12h. solo interesó a 414.000 espectadores (14,1% de cuota de pantalla). Continúa este diario explicando que "la nueva conexión de TVE-1, a las 19.00, para ofrecer el recorrido de Ratzinger por las calles de Madrid y el encuentro en Cibeles con los asistentes a la Jornada Mundial de la Juventud solo sedujo a 507.000 fieles (6,5%)". Paralelamente, a esa misma hora la serie televisiva Amar en tiempos revueltos, "se hizo con el 21,2% de cuota y 2.454.000 seguidores". En La 2, prosigue el diario madrileño "el especial de El día del Señor (19.00h), con la lectura del evangelio y homilía ya cayó bajo mínimos, con 143.000 almas (el 1,8%)". 

Se dirá que los verdaderos creyentes son refractarios a sintonizar las cadenas públicas, dado el presunto control de estas por el Gobierno Rojo que nos atenaza según ellos. Lo cierto es que las audiencias obtenidas por la cobertura ofrecida por una cadena "de confianza" para los reaccionarios cual es Antena 3, son aún más ridículas que las logradas por la cadena pública: la llegada del Papa en Antena 3 (12.00h) apenas interesó a 271.000 personas (6,9%).

Algo pasa pues con la sociedad española, señor Ratzinger. El monstruoso acto de marketing que nos ha ofrecido esta semana es probablemente, todo lo que puede dar de sí el papifascismo en España. Mucha gente en Cuatro Vientos, sí, pero infinitamente más en sus ocupaciones cotidianas o gastando su ocio en otras ofertas. Su producto solo lo compran en España quienes ya eran clientes suyos, señor Ratzinger, y esos disminuyen día a día. Laus Deo.

sábado, 17 de octubre de 2009

Prisioneros de la opulencia informativa


Hace dos días un niño norteamericano interrumpió durante horas la programación de las televisiones de su país y abrió los telediarios de todo el mundo. Se decía que el crío se había subido a un globo aerostático anclado en el patio de la casa familiar, y que el artefacto se había desprendido del amarre partiendo con el niño atrapado a bordo. Cuando finalmente el globo cayó a tierra se descubrió que el crío no solo no estaba en él, sino que no se había movido de su casa. Horas después confesaba con inocencia infantil ante un micrófono que todo había sido un truco urdido por su padre para salir en "el show".

En resumen, las televisiones del mundo entero fueron manipuladas por una familia de aspecto corriente sólo porque una vez más, no se molestaron en comprobar las fuentes de la supuesta noticia. Así funciona hoy día el mundo del periodismo, inmerso en una carrera enloquecida por captar la "actualidad palpitante" sin tiempo para pensar ni comprobar; no es extraño que algunos vivales se la metan doblada a los más avezados reporteros. Si ustedes me lo permiten, diré que bien merecido tienen el ridículo espantoso en que han quedado los "mass media" audiovisuales de San Francisco a Tokio, pasando obviamente por Madrid y Barcelona. ¡Luego vendrán los gurús del periodismo negando el pan y la sal al periodismo blogero, porque según ellos la información que ofrecemos no está contrastada ni es fiable!.

Ocurre, empero, que lo verdaderamente preocupante de esta historia no es tanto el descrédito que arroja sobre los medios -allá ellos con su lucha cainita por el "share" y su indigestión por "opulencia informativa"-, sino el hecho mismo de que fuera noticia algo tan carente de interés objetivo, como es el que un crío presuntamente hubiera salido volando en un globo desde una localidad perdida de los Estados Unidos de Norteamérica. ¿Y a quién debería importarle eso aunque hubiera sido cierto, fuera de su familia inmediata y acaso los vecinos de su pueblo? ¿Qué noticia de alcance mundial es ésa para abrir con ella telediarios e interrumpir la emisión de los programas más seguidos?. ¿Acaso no estaba ocurriendo en el mundo nada más importante?.

Pues sí ocurren cosas más importantes. En el mismo momento en que el "sheriff" de no sé que condado de no sé cúal estado norteamericano descubría que en el globo estrellado no iba un niño, ocurrían cosas como ésta que relata hoy El Periódico de Catalunya: "Un niño muere de hambre cada seis segundos". Estremecedor, ¿verdad?. Resulta que una sexta parte de la Humanidad vive en la desnutrición, y que según la FAO "casi una tercera parte de los niños del mundo crecen desnutridos. Y cada seis segundos un niño muere de hambre".

¿Cuántos telediarios han abierto hoy con esa noticia? En suma ¿por qué vale más la vida de un solo niño blanco, sonrosadito y bien alimentado, que la de miles y miles de otros niños menos afortunados?.

¿Quién y al servicio de qué valora la importancia de las noticias?.

martes, 3 de febrero de 2009

El Gran Wyoming, Intereconomía y la ética periodística


Desde hace unos días ha corrido por Internet como la pólvora un vídeo, supuestamente filmado con teléfono móvil por un espectador asistente a la grabación del programa "El intermedio", en la cadena de televisión La Sexta, que dirige y presenta el humorista José Miguel Monzón, alias El Gran Wyoming, quizá la lengua más mordazmente antifascista de este país desde hace casi tres décadas. Alguien a quien la extrema derecha comunicacional española le tiene muchas ganas desde hace tiempo... casi tantas como él a todos ellos.

En ese vídeo se veía a Wyoming ofendiendo gravemente a una supuesta becaria que torpemente había interrumpido un plano del presentador durante la grabación. Éste, fuera de sí, la increpaba con dureza inusitada, y ante las explicaciones de un colaborador del programa de que la muchacha apenas cobraba 300 euros al mes por su trabajo, Wyoming aullaba como un energúmeno que a él todo eso le tenía sin cuidado y que la chica era una inútil.

Inmediatamente el vídeo circuló como digo a toda velocidad por los foros, blogs y listas de distribución de la (extrema)derecha española. Intereconomía Televisión, un grupo comunicacional propiedad del periodista español de ultraderecha Ramón Pi, asociado en Argentina con elementos empresariales compinches de las Juntas Militares de los años setenta, le dedicó una emisión completa de su programa "Más se perdió en Cuba", donde los tertulianos se dedicaron a despellejar a Wyoming, al que calificaron de rojo con comportamiento de "capitalista" (sic), lo que no deja de ser curioso en un grupo mediático que tiene como divisa por encima de cualquier otra la defensa del más ortodoxo capitalismo y sus supuestos valores.

En su programa de anoche, Wyoming reveló finalmente que todo era un montaje, creado precisamente para cazar a los medios que como Intereconomía ni se molestan en comprobar sus fuentes ni la fiabilidad de las noticias que ofrecen siempre que supuestamente sirvan para sus fines. Al emitir el vídeo completo, en su final se explicaba que éste había sido producido con la intención expresa de intoxicar a esa clase de medios; el presentador y su presunta becaria se reían abiertamente de quienes habían caído en la trampa tendida.

En los medios de izquierda en Internet ha saltado hoy una interesante discusión, acerca de si la trampa para cazar elefantes que ha tendido el Gran Wyoming es ética o no desde el punto de vista periodístico. Como a otros opinantes, me da a mí que El País se la ha cogido hoy con papel de fumar al intentar descalificar el invento de Wyoming; lo del “periodismo serio” está muy bien, pero tirar una bomba atómica en la santabárbara de un medio de extrema derecha y dejarlos en ridículo para los restos ante el mundo mundial, está mucho mejor.

Pienso que el montaje de La Sexta es más que la gracia de un humorista. Ahí ha estado todo muy calculado y muy medido, y el resultado que se ha obtenido es justamente el que se pretendía: instruir deleitando acerca de cómo los medios de la extrema derecha se pasan por el arco del triunfo aquello que se explicaba en la Facultad, referente a que una noticia no es tal sino ha sido contrastada a partir de dos fuentes diferentes. A los medios fascistas españoles todo eso les da igual, porque están acostumbrados a fabricar noticias sobre todo cuando no existen. Así pues, en esta ocasión alguien les ha administrado su propia medicina fabricando una no-noticia a medida de los intoxicadores, quienes finalmente se la han tragado y difundido.

A mi juicio, lo que ha hecho Wyoming ha sido precisamente dar una lección de ética periodística, en la medida en que ha desvelado a quien no lo supiera el modo en que actúan Intereconomía y el resto de la perrera mediática de ultraderecha en este país. Si a esos medios les quedaba un átomo de credibilidad, acaban de perderlo.

martes, 27 de enero de 2009

Preguntar no es ofender, de momento


Un total de seis millones y medio de españoles (el 30% de quienes estaban viendo la televisión) siguieron anoche la emisión en directo del programa "Tengo una pregunta para usted", que por segunda vez tenía como protagonista al presidente Rodríguez Zapatero.

Aunque en esta ocasión la audiencia superó en casi medio millón a la habida en la primera emisión con el mismo protagonista, ayer el tono general por parte del público interrogador resultó un tanto más agrio y casi crispado en algunas intervenciones, al socaire de los datos económicos y sobre todo de la repercusión directa que esas magnitudes tienen sobre la vida cotidiana de los ciudadanos, que al fin y al cabo es lo que debería importar prioritariamente a un político profesional responsable.

La sombra del paro planeó pues sobre la mayoría de preguntas que ayer le formularon a Zapatero, y era lógico que así fuera. En ése sentido, sabiendo que segundas partes nunca fueron buenas y que con el clima económico ctual que vive el país no le iban a llover preguntas fáciles, es de alabar la disposición de Zapatero de agarrar el toro por los cuernos y exponerse a lo que podía haber acabado teniendo un coste en imagen importante para él. Parece que no fue así, y que la nota que los televidentes conceden al presidente tras el pim pam pum de preguntas es buena (un aprobado alto), y que alrededor de un 75% se dio por satisfecho con sus respuestas.

De todos modos el formato (como se dice ahora) de "Tengo una pregunta para usted" se ha mostrado ya muy quemado y lo que es más importante en términos políticos, peligroso para quien se somete a él. Las preguntas resultan cada vez más punzantes, y en algún caso hasta agresivas. Naturalmente las cosas están como están y cada cual tiene su manera de verlas y canalizar sus opiniones, pero uno tiene la impresión de que si está fórmula se continúa repitiendo no tardará en llegar el día en el que junto con las preguntas lleguen las descalificaciones y los insultos. Hasta ahora los preguntantes se vienen mostrando como un público comedido, pero hay señales que anuncian que en cualquier momento se puede organizar ahí una buena, sea quien sea el político que responda.

Una pitada colectiva a una respuesta del político interrogado podría tener graves consecuencias para su imagen. Y si pensamos que el siguiente en someterse al escrutinio será un Mariano Rajoy acosado desde dentro de su propio partido y con algo más que la posibilidad de obtener tres fracasos electorales en apenas otros tantos meses, me barrunto que áhí pueden empezar a pasar cosas desagradables de oír y ver.

jueves, 15 de enero de 2009

El Guardián. No todos los que llevan alas son ángeles


Hace dos o tres años TV3, la televisión autonómica catalana, emitió El Guardián, una serie norteamericana diferente y adictiva, de una calidad muy superior a la media. Ahora se emite en la cadena Sony SET, en TDT, todas las noches de lunes a jueves a partir de las diez y media u once menos cuarto de la noche. Si pueden, no se la pierdan.

La trama de El Guardián tiene como personaje central a Nick Fallin, un joven y ambicioso abogado que trabaja en el bufete más importante de Pittsburg, liderado por su padre, Burton Fallin, un abogado prestigioso y envejecido. Nick es un niño rico y guapo, misántropo y casi autista; un mal paso con la cocaína le conduce a una condena a prestar 1500 horas de servicios comunitarios, trabajo gratuito que intenta compatibilizar con su infinitamente más rentable ocupación en el bufete Fallin. Es así como Nick va a parar al despacho de Asistencia Legal de Pittsburg, un mísero bufete que por cuenta del Ayuntamiento representa los intereses primero de menores y luego de adultos que simplemente no tienen donde caerse muertos, en una ciudad donde el paro, las drogas y la marginación social y racial son una realidad clamorosa. Asistencia Legal está dirigido por Alvin Masterson, un judío listo como el diablo y antiguo izquierdista que casi no ha renunciado a sus ideales de juventud. Junto a Alvin trabajan otros abogados como James (un negro luchador y venido desde abajo), y Lulú (una megapija sentimental) que se convertirá en una especie de amante/enemiga de Nick. A veces en pugna con Servicios Sociales, otras colaborando con ellos, los abogados de Asistencia Legal hacen por cuatro perras un trabajo del que la Administración pública ha abdicado hace tiempo.

Lo peor para Nick, con todo, serán los casos en los que situándose al borde de la esquizofrenia, deba enfrentarse a abogados del propio bufete de su padre, como el joven, ambicioso y estúpido Jake Straka, una especie de contrafigura del propio Nick, con el que mantiene otra relación de amistad/odio de la que brotan incendios. Con todo, mi personaje preferido en la serie es Burton Fallin, elegante, duro y sin embargo razonable y a su pesar, liberal (en términos norteamericanos), además de excelente abogado y pésimo padre. Burton Fallin fue obrero de fábrica en su juventud, y a pesar de todo lo vivido su corazón sigue siendo limpio por más que pase sus días encerrado en una pecera rodeado de tiburones con mandíbulas de acero, a los que ha de echarles de comer a diario y preservarse a la vez de sus letales mordiscos.

En El Guardián hay secuencias sencillamente antológicas, como cuando en una reunión de trabajo entre abogados de diferentes bufetes y tras enterarse de que Nick está trabajando "para los pobres", uno de los abogados presentes le espeta a Burton Fallin: "Así que estás educando a un liberal ¿Vosotros ya no sois elitistas?". Elitista en jerga política yankee, significa extremadamente conservador; fíjense en la cantidad de odio y de desprecio de clase hacia "los pobres" contenidos en apenas una frase. Así se entienden mejor las cosas que han estado pasando en EEUU durante los últimos años.

En otro capítulo de la serie, Burton presenta a su hijo a un empresario cliente del bufete Fallin. Para que haga memoria, le dice al empresario que Nick es quien llevó "el asunto aquél de la compra de la empresa alimentaria española a través de un banco de Gibraltar". Ríen los tres, y Fallin continua haciendo memoria en el sentido de que gracias a los contratos preparados por Nick, el empresario norteamericano consiguió el control completo de la empresa, dejando a los españoles en un papel completamente subordinado. Nuevas risas, y el empresario remata, dirigiéndose a Nick: "Muy bien hecho, chico, pero procura no ir por España". Ése es el mundo de los negocios fomentado por los neocons.

Nick Fallin, el Guardián, no es un ángel ni mucho menos. Apenas es un ser humano débil y conflictivo, abocado a un mundo terrible en el que le ha tocado contemplar simultáneamente los dos extremos, arriba y abajo, de la escala social. Vean El Guardián, y disfruten de una serie de televisión comprometida y de calidad.

martes, 13 de enero de 2009

El diario Público entra en agonía


En la acera "roja" de los medios de comunicación españoles hay fuerte marejada. Quienes mandan en el pool La Sexta/diario Público -es decir, Mediapro (Jaume Roures) y el chaconismo audiovisual (Miguel Barroso)-, han decidido defenestrar al director del rotativo, Ignacio Escolar, y substituirlo por Félix Monteira, un tránsfuga del grupo Prisa que lo ha sido todo menos director del buque-insignia del macrogrupo rival, el diario El País. En su blog en Público, Ignacio Escolar explica hoy que "La propiedad del diario ha decidido sustituirme y nombrar a Félix Monteira"(sic) como nuevo director. De lo que se deduce que Escolar se ha debido enterar de su cese leyendo el periódico que dirigía.

La crisis de Público es la que corresponde a una agonía fácilmente predecible desde antes de que esta cabecera saliera a la palestra. Y es que en un país en el que se lee tan poco como en España -y aún menos prensa escrita "seria"-, sacar un periódico hoy día es una aventura condenada al naufragio por más que sobre la cabeza de uno pesen, protectoras, manos muy poderosas. En materia de prensa escrita todo el pescado está vendido en la lonja española desde hace tiempo, y el caso de Público ha venido a ratificarlo. Dos años después de su salida el diario apenas logra poner en la calle 50.000 ejemplares, lo que frente a los 450.000 ejemplares que vende El País, el periódico con el que se supone debía competir, le deja en la irrelevancia y al borde de la nada.

El proyecto de Público ha pasado hasta el momento por una identificación acrítica y "por la izquierda" con los planteamientos de La Moncloa, pero barriendo para casa en el sentido de promocionar a Carmen Chacón como sucesora/sustituta o lo que se tercie de Zapatero. La búsqueda de un "público juvenil y urbano" ha fracasado rotuntamente, de modo paralelo -y aún más preocupante para sus promotores- al estancamiento en un modestísimo 6'5 % de audiencia que ha logrado en 2008 la cadena televisiva La Sexta. Ni siquiera la entrada a saco y por la cara en el negocio de las trasmisiones de partidos de fútbol ha conseguido lanzar la Sexta hacia las estrellas.

En fin, que siguiendo a Josep Pla y su retranca ampurdanesa habrá que preguntarse quién va a pagar todo esto. Los "pools" comunicacionales impulsados o al menos bendecidos desde el poder político gubernamental acostumbran a no tener éxito (que se lo pregunten al tándem José María Aznar-Miguel Ángel Rodríguez), además de dejar tras de sí un reguero de cadáveres (en ocasiones, no sólo políticos) y unos agujeros económicos que no los salta ni mi admirada pertiguista Yelena Isinbayeva. Mucho me temo que de un modo u otro, el Estado acabará desembolsando en todo o en parte el coste de los platos rotos.

De momento, el joven y entusiasta Escolar ha sido la primera víctima. Habrán más caídos como él por causa del "fuego amigo" hasta que el periódico, de aquí a un año o dos, eche el cierre.

lunes, 26 de mayo de 2008

Bailan chiki-chiki, y se llevan nuestro dinero


Realmente a estas alturas, a quien le interese el Festival de Eurovisión se tiene bien merecido el castigo que recibe ante el televisor. Si Eurovisión nunca fue realmente gran cosa ni siquiera en sus días de gloria, allá por los años sesenta y primeros setenta del pasado siglo, incluso desde el punto de vista del espectáculo comercial, su lenta pero inexorable decadencia de dinosaurio moribundo empieza a resultar patética. Eso sí, la broma sigue, porque aunque parezca increíble ahí hay un montón de dinero a ganar y sobre todo, "imagen nacional" que defender. Lo que definitivamente no dice mucho a favor de la inteligencia de los europeos.

Por razones que no son del caso, las participaciones de España en ése festival se han ido tornando de año en año más estrambóticas y disparatadas. Este año, con todo, se han batido todos los récords de la zafiedad y el mal gusto con el tema del chiki-chiki y el culto a la adaptación carpetovetónica del "freak" yanqui, que aquí ha devenido en "friki", aún más casposo y grosero que el original.

Pero todo esto importaría una higa sino fuera porque detrás del invento del chiki-chiki hay una perfecta operación de marketing destinada a amasar ingentes sumas de dinero, una parte del cual ha salido directamente de los impuestos que pagamos todos los españolitos.

La bufonada fue milimétricamente diseñada por El Terrat, una de las factorías punteras en eso de venderles a las cadenas televisivas españolas productos listos para usar. Al frente de El Terrat está Andreu Buenafuente, antiguo bufón de cámara del pujolismo, que reinó en TV3 con la mayor de las impunidades. Finiquitada la era política de Jordi Pujol, Buenafuente se trasladó con todo su equipo a -oh, sorpresa- la ultraderechista Antena3. Problemas más económicos que ideológicos forzaron la salida del acreditado mercenario, que rápidamente puso rumbo a la cadena La Sexta, de la que es socio accionista. La Sexta, recordemos, fue fletada y conducida por otro ex de TV3, Jaume Roures, íntimo asociado de Miguel Barroso, hombre fuerte de la política en materia de medios de comunicación de la Moncloa y casado con Carmen Chacón, la actual ministra de Defensa. Un entramado que con el tiempo dará que hablar, aunque parezca que Moncloa y Barroso han tomado mutuas distancias en los últimos tiempos.

Todo el montaje del chiki-chiki (envuelto para hacerlo más atractivo y digerible en en una supuesta campaña con "participación popular" llamada "Salvemos Eurovisión"), fue alumbrado en el programa que produce y dirige Andreu Buenafuente en La Sexta. Visto el potencial que adquiría el invento en cuanto a la producción de ingresos económicos, RTVE no tardó en sumarse al tinglado, aportándole "legitimidad" al oficializar la participación del aberrante tema musical en Eurovisión (son las cadenas estatales quienes envían los intérpretes que representan a cada país), a cambio de una suculenta participación en los beneficios generados por el fenómeno. El disparate promocional llegó al punto de llevar al actor disfrazado que interpreta el tema musical al Instituto Cervantes de Belgrado, para dar allí una clase magistral acerca de los términos de argot contenidos en la canción. Simplemente, de vergüenza ajena.

Claro que las motivaciones reales que han llevado a promover semejante payasada se aclaran de modo definitivo cuando sabemos que casi 14 millones de ciudadanos españoles sigueron la interpretación del chiki-chiki durante la gala de Eurovisión (imaginen los precios de los anuncios publicitarios que salpicaron la transmisión), o que la ONCE ya está emitiendo cuñas publicitarias de una campaña multimillonaria firmada con este personaje. En la calle los críos no cantan otra cosa y gente de toda edad alude al fenómeno entre risas y bromas, pero quien más quien menos se conoce de memoria la letra y los movimientos para bailar de la canción.

Más allá pues de la lección de mal gusto que hemos dado a Europa entera -que esa sí ha sido realmente magistral-, queda el malestar que sentimos algunos al ver cómo unos vivales han usado dinero público para multiplicarlo en sus bolsillos y quedarse los beneficios. Y todo eso en plena campaña de presentación de la Declaración de la Renta.

lunes, 24 de diciembre de 2007

Con "Aída", la clase obrera se asoma a la televisión


Que la televisión genera modelos culturales y es uno de los principales instrumentos de creación de consenso social, es algo que sabemos desde que a finales de los años cincuenta comenzó a estudiarse en EEUU su uso y sobre todo, su impacto en la conformación de conciencias.

En España la televisión ha jugado un papel inestimable en la implantación de mitos sociopolíticos como la extensión del mito de la clase media a todo el corpus social. De creer a los productos televisivos llamados nacionales, las clases trabajadoras españolas no serían en realidad invisibles, como durante el franquismo, sino directamente inexistentes; quienes las integran, sus problemas y hasta los barrios donde residen, simplemente habrían desaparecido.

En las comedias de situación, esas series que nos dan la pauta de los valores ideológicos por los que discurre la sociedad española contemporánea, vemos familias amplias, con hijos de anteriores matrimonios aportados por los cónyuges, residiendo todos juntos en adosados con jardincito; ambos miembros de la pareja tienen trabajos de "cuello blanco". Los problemas que allí se ventilan son casi exclusivamente sentimentales, con algunas pinceladas supuestamente críticas referidas al choque entre generaciones y sexos, y las dificultades de adaptación a los cambios sociales que sufren algunas personas. Las clases trabajadoras sólo están presentes en forma de mujer de servicio doméstico perfectamente integrada en el grupo familiar, y a través del operario no muy espabilado que hace pequeñas reparaciones en el domicilio de la familia protagonista.

Sorprende por eso una serie como "Aída", cuyos personajes son gente de clase trabajadora, a los que se hace residir en el extrarradio madrileño y cuyos problemas son los de tantas familias obreras. Todo bañado en buen humor, y con una punta de sentido crítico bastante interesante. Es cierto que los guiones de la serie han evolucionado, desde la mayor carga crítica de las primeras temporadas -que en ocasiones, burla burlando, llegaban a mostrar de manera bastante cruda los quebraderos de cabeza de Aída, una treintañera abandonada por su pareja y empeñada en sacar adelante a su familia, que depende por completo de los magros ingresos que ella obtiene fregando oficinas-, hasta los últimos capítulos, donde abandonando el naturalismo costumbrista parece que se acentúa el humor y el disparate y se hace una clara apuesta por la dulcificación de los argumentos.

Aún así "Aída" continúa manteniendo un buen nivel, y hace asomar cada domingo a nuestros televisores a esos hombres y mujeres cuya existencia alguien decretó un día extinguida -como si fueran dinosaurios prehistóricos ajenos a la sociedad de la modernidad y el progreso-, pero que como advertía un personaje de la novela "Espartaco" en realidad siguen estando ahí y siguen siendo millones. No es por ello extraño que la cuota de pantalla de esta serie se sitúe en cifras récord, con alrededor de un tercio del total de los espectadores televisivos del domingo noche.

miércoles, 10 de octubre de 2007

El morbo televisivo mata



En una de esas tertulias-gallinero que organizan las cadenas televisivas al mediodía, ayer iban dando flashes "informativos" sobre el atentado de Bilbao y en concreto sobre el estado del escolta herido. En una primera interrupción de las discusiones tertulianas, se aseguró que el escolta estaba herido leve y los daños eran escasos; algunos minutos después, muy pocos, el herido estaba grave y la explosión había sido importante; finalmente, el escolta "había fallecido" y el coche en el que se hallaba se había convertido en una bola de fuego. Acabó la tertulia sin que nadie hubiera explicado cúal era la situación real, que conocimos más tarde en los informativos.

En el resto de medios audiovisuales y escritos, incluidos El País y El Mundo, la cosa se desarrolló de modo parecido. En las ediciones digitales se dio por muerto al escolta, y luego simplemente se cambió la noticia asegurando que estaba herido.

Se podría decir pues que había ganas de sangre, que mucha gente en sitios muy diferentes y supuestamente opuestos -por no hablar de los que se sitúan "equidistantes" - deseaban (desean) un muerto. O más. Un muerto o más en atentado de ETA beneficia a mucha gente y a intereses muy diversos.

En el caso concreto de las cadenas de televisión, y quizá ya también de buena parte de la prensa escrita, más que cálculo político (por llamarlo de alguna manera), lo que están buscando es el morbo como impulsor del crecimiento de las audiencias. Y un muerto en atentado tiene mucho morbo, vende mucho porque atrae mucha audiencia morbosa, desgraciadamente.

Lo que me más horroriza de todo este asunto, más todavía que la vuelta de ETA a sus prácticas socialmente criminales y políticamente subnormales, no es que los medios de comunicación se hayan vuelto expendedores de basura en cuanto a propagadores del morbo, sino que haya una sociedad tan enferma que esté dispuesta a consumirlo en cantidades masivas. Lo de ETA puede llegar a solucionarse; esto otro, difícilmente.

martes, 7 de agosto de 2007

Un periodista, un juez y un honorable charlatán


Un juez de Getxo acaba de emitir una sentencia de ésas que de tanto en tanto nos revuelven el estómago y nos hacen preguntarnos por qué diablos nacimos en este país, habiendo casi 300 Estados en la ONU.

Resulta que Luis Alfonso Gámez, periodista del diario El Correo publicó en su blog Magonia, el 27 de julio último, un post en el que denunciaba los contenidos alienantes de una serie "documental" escrita por el afamado fabricante de misterios J.J. Benítez, serie emitida nada menos que por la cadena pública TVE.

Relata Gámez que en la serie se vierten sandeces como afirmar que existen pruebas de que el hombre convivió con los dinosaurios, que un poder mágico llevó por los aires las estatuas moais a la Isla de Pascua, que Jesús se sentó en el Coliseo Romano años antes de que el edificio existiera, que seres venidos de otra galaxia levantaron las Pirámides de Egipto, o que los astronautas de la misión Apollo 11 encontraron ruinas extraterrestres en la Luna.

La demanda de J.J. Benítez contra Gámez se basaba en las afirmaciones de éste en el sentido de que "su negocio (el de Benítez) se basa en la mentira, el engaño y la tergiversación" (sic). Realmente, vista la larga trayectoria como fabulador delirante de Benítez, los calificativos de Gámez son apenas un pálido reflejo de la realidad. Bueno, pues al parecer el señor "ufólogo" sintió mancillado su honor y tiró por la vía judicial, y ahora un señor magistrado le ha dado la razón: el honor de J.J. Benítez había sido vilipendiado por el periodista que se había atrevido a señalar con el dedo en público que el rey de los charlatanes se paseaba desnudo.

Por cierto y hablando de reyes, parece que la reina Sofía es ferviente lectora de Benítez, lo cual no deja de sorprender en una persona de la que se dice es gran amante de la cultura en general y de las artes en particular, y a la que se describe como singularmente interesada al parecer en la arqueología, ciencia incompatible por lo demás con las fantasías del escribidor intergaláctico.

A Gámez le han puesto 6.000 euros de multa que sin duda contribuirán a lavar el honor de Benítez, pero que de nuevo dejan la justicia española a la altura del betún. Es una vergüenza que elementos como Benítez campen por sus fueros embaucando zopencos y que encima lo hagan desde la televisión pública, la que sostenemos todos con nuestros impuestos; pero lo que ya resulta inconcebible es que desde una instancia judicial se le proteja cuando alguien le llama embustero y denuncia sus mixtificaciones.

Claro que éste es el país en el que un grupo de viejos vestidos con faldas negras insisten en que en las escuelas se siga enseñando que un hombre muerto en una cruz hace 2.000 años era hijo de un dios, que resucitó a los tres días de estar muerto y que ahora anda un poco más arriba de las nubes mientras a su alrededor unos jóvenes con alas tocan arpas y violines, al lado de un señor muy viejo con barba blanca y una paloma que en realidad es un espíritu, y santo por añadidura.

Quizá vivan todos juntos en las ruinas que al decir de J.J. Benítez encontraron los astronautas del Apollo XI al llegar a la Luna.

lunes, 6 de agosto de 2007

TVE liquida su programa de libros


TVE ha decidido prescindir del espacio de información literaria "Estravagario", el programa de libros que desde 2004 conducía Javer Rioyo. La cancelación del programa ha cogido por sorpresa a Rioyo y a su equipo. Tanto es así que se estaban grabando capítulos para la próxima temporada, convencidos de que Estravagario continuaría en antena.

Lo que al parecer ha fastidiado más a Rioyo son las formas en que se le ha comunicado el fin del programa. "El director de TVE me llamó en pleno período vacacional para convocarme a una reunión en la que se me iba a comunicar que el programa no seguía", dice Rioyo.

El periodista asegura que había alcanzado con TVE un acuerdo para reformar los contenidos de Estravagario y adaptarlos al nuevo horario que le había sido adjudicado, los domingos, de 19.00 a 20.00 h. Un fantástico horario para un programa cultural, como puede verse, en imposible competencia con el onmipresente fútbol. De todos modos, el horario en que se emitía tradicionalmente desde su inicio en 2004, pasada la medianoche, y últimamente a partir de las 2 de la madrugada, ya habla a las claras del interés de TVE por promover entre su audicencia el mundo de los libros y la cultura en general.

Tras recibir un aviso para navegantes, al parecer Rioyo ya había aceptado antes de su despido "reformar" el programa para "popularizarlo", haciéndolo "más participativo" y orientado "hacia públicos más amplios". Traducido al cristiano, Rioyo se había plegado a rebajar los contenidos culturales del programa, para hacerlo asequible a un público generalista borracho de fútbol y programas del bajo vientre, público al que, por principio, le importan una mierda los programas de "libros serios".

Probablemente el error de Javier Rioyo fuera aceptar convertir su programa en algo más digestivo para "públicos amplios", vaciándolo de contenido cultural real y poniéndolo al servicio de los mercachifles de la industria del "enterteinement" impreso; a partir de ahí los gestores del Ente ya le habían perdido el respeto, y echarlo era el siguiente e inevitable paso. En el fondo a Rioyo le han hecho un favor cerrándole finalmente el programa, antes de que se degradara en público mostrando la basura que le pedían exhibiera y que ahora se canalizará a través de dos programas creados ad hoc por TVE.

Dice ahora TVE que Estravagario "ha cumplido un papel", pero que no era "el formato más adecuado para hablar de libros en televisión y no podía continuar con sus índices de audiencia". El cinismo de los gestores de la televisión pública alcanza pues cotas supinas. ¿Cómo va a tener audiencia un programa confinado a un horario de madrugada?.

En resumidas cuentas, tras unos meses esperanzadores vividos después de la constitución del gobierno Zapatero en 2004, TVE ha vuelto rápidamente donde solía: a la total dejación de su carácter de servicio público, para meterse de nuevo en cuerpo y alma en la grosera lucha por la audiencia, que en definitiva parece ser el único modo que conciben sus responsables de participar en el reparto del pastel publicitario. Con su pan se lo coman pues, y ojalá se hunda TVE de una vez por todas.

lunes, 2 de abril de 2007

La televisión hace daño a los políticos, los políticos dañan la televisión (y 2)



La conversión de la política en espectáculo televisivo es un fenómeno relativamente reciente en España. Durante el franquismo y los gobiernos reformistas de la Transición, la televisión y en general los medios de comunicación oficiales fueron usados desde el gobierno como escaparates de las políticas desarrolladas y amplificadores de los mensajes que los grupos gobernantes querían trasmitir a la sociedad. El régimen de monopolio sobre los medios públicos eximía a los gestores de la propaganda gubernamental de realizar alguna clase de esfuerzo a la hora de ingeniar formatos para el masaje.

Fue a partir de la aparición de las televisiones privadas cuando la política comenzó a convertirse en un producto al que había que promocionar en televisión atendiendo a valores nuevos. El mensaje ya no era indiscriminado, sino que debía tener en cuenta la segmentación de un mercado dividido en grupos de afinidad ideológica, pero también en función de la edad, del nivel educativo y profesional, del lugar de residencia y otros ítems significativos; los horarios de emisión se convertían en fundamentales, y el perfil del público en cada "time" condicionaba el mensaje concreto que se emitía. En definitiva, la propaganda política entró de lleno en la batalla por la captación de audiencias.

Obviamente no se vende un mensaje político como si fuera un detergente. Pero no todos los expertos comunicacionales al servicio de las diferentes fuerzas políticas han aprendido esto simultáneamente. La importación fiel hasta el plagio de los modelos norteamericanos ha sido otra de las características negativas en la transmisión de mensajes políticos ha través de la televisión. Y por último, la creencia ciega en el sobado dicho de que "una imagen vale más que mil palabras" ha convertido la política televisada, especialmente durante los períodos electorales, en una sucesión encadenada y repetitiva de imágenes coloristas sonorizadas con un fondo de consignas reiteradas y aplausos enfervorizados. Ya no se explican programas porque se suponen que no interesan a nadie, al menos no a la audiencia televisiva: el político se limita a lanzar frases cortas y directas, capaces de ser retenidas por cualquiera y de ser recogidas inmediatamente como titulares por el resto de medios.

El masaje político se administra en dosis a menudo letales para la inteligencia tanto del que emite como del que recibe los mensajes. Al final, la comunicación entre el político y los ciudadanos se desnuda de cualquier otro interés y circunstancia que no sea la transmisión obsesiva de mensajes y gestos que conduzcan a la adhesión a través del voto.

En ese sentido, la repetición machacona de frases y la comunicación no verbal adquieren un papel preponderante, y terminan por aplicarse a todas las comparecencias públicas del político hasta convertirse en su forma de expresión habitual. Explica Alfonso Guerra en el primer volumen de sus memorias que tras uno de los últimos mítines que Felipe González dio siendo presidente del Gobierno español, le sorprendió ver que una vez dentro del automóvil en el que abandonaban aquella ciudad González seguía saludando como si ante las lunas del vehículo se agolparan los simpatizantes; obviamente el líder socialista continuaba con el piloto automático puesto tras el acto de masas, ajeno a la realidad circundante.

En síntesis, parece obvio que el medio televisivo y sus supuestas exigencias han perjudicado notablemente al mensaje político, especialmente al modo en que se transmite a las audiencias televisivas. La imposición de reglas formales y estrictas en el cómo se transmite parece haber tenido un papel destacado en la progresiva banalización del mensaje político en su globalidad.

Pero asimismo la televisión ha recibido una fuerte y destructiva influencia del mundo de la política, que la viene usando desde casi su aparición como monaguilla en su transmisión a las masas de mensajes estereotipados y reclamos de adhesión acrítica. La capacidad innata e ilimitada de producir alienación que tiene el medio televisivo –el medio más dotado para el masaje al que aludía McLuhan-, ha tentado siempre a los políticos, que han buscado por todos los medios el modo de ponerla a su servicio. De hecho, la política contemporánea se ha simbiotizado de tal modo con el medio televisivo, que ya se desenvuelve y existe casi exclusivamente en televisión.

Hoy la política ya no se "transmite" como antaño, hoy la política se "hace" en televisión y para la televisión. En ese sentido programas como "Tengo una pregunta para usted", con su remedo de "parlamento popular" y su falsa cercanía entre políticos y pueblo, son la avanzadilla de la nueva era en la transmisión de mensajes políticos en el medio televisivo.

jueves, 29 de marzo de 2007

La televisión hace daño a los políticos, los políticos dañan la televisión (1)


Cuando estudiaba Ciencias de la Información, a mediados de los años setenta, comenzaba a conocerse en España la obra del canadiense Marshall McLuhan, autor de una de las más célebres "boutades" en materia de comunicación al afirmar primero que "el medio es el mensaje", y posteriormente matizar desde la autoironía que "el medio es el masaje".

Con estas frases pegadoras aludía MacLuhan directamente al papel de los medios de comunicación de masas como elementos conformadores de la opinión pública, y sobre todo a los modos en que ejercen ese papel. Por aquellos años el mundo intelectual de izquierdas andaba muy preocupado con la influencia alienante que supuestamente ejercía la televisión en las masas; intelectuales europeos, suramericanos y algunos pensadores estadounidenses atribuían su control estricto a intereses imperiales (estadounidenses, claro; por aquél entonces la intelectualidad de izquierdas ni se planteaba que los soviéticos pudieran tener simétricas intenciones manipuladoras).

Pronto algunos avispados se dieron cuenta de que la capacidad de masaje de la televisión trascendía con mucho el ámbito de lo político. Así, la publicidad, un elemento que fue secundario durante los primeros años del fenómeno televisivo, ha pasado a convertirse en su verdadera razón de ser. La manipulación de las mentes ya no se producía de modo exclusivo desde el discurso político, sino sobre todo desde el "discurso social" que impregna la verdadera programación televisiva de hoy, que es la conformada por los espacios destinados a la publicidad en tanto películas, informativos, concursos, documentales, etc, quedan arrinconados a la condición de "ganchos" que mantienen la atención de la audiencia entre dos bloques publicitarios; de hecho, desde finales de los años noventa muchos programas televisivos (significativamente las teleseries de ámbito familiar, pero también los informativos más aparentemente serios) han comenzado a integrar publicidad en su propio desarrollo, como parte de lo que el telespectador ve y oye mientras se desarrolla la trama argumental o, en el caso de las noticias, se pasa de un bloque informativo a otro.

En esos mismos años setenta a los que aludía al principio como el momento en que llegó a nosotros la observación mcluhiana sobre los medios, el comunicólogo italiano Umberto Eco puso en circulación otra frase cañonazo: "El público hace daño a la televisión". Según Eco la televisión se limita a dar lo que le piden unas masas ignorantes y alienadas, que buscan en los medios confirmaciones y seguridades. "Sabemos lo que te gusta", dice un anuncio reciente de McDonald’s; se supone que el público reclama basura, y que los medios en general y particularmente la televisión se limitan a hacer negocio complaciéndole. En ese sentido, los cínicos suelen aducir que si la gente no viera telebasura, por ejemplo, se acabarían de inmediato esos programas vergonzosos, pues es sabido que los resultados de audiencia mandan por encima de cualquier otro concepto; olvidan que el proceso de intoxicación al que la televisión somete a sus audiencias genera en ellas tal grado de embrutecimiento, que como el yonki atrapado en la droga dura acaban por necesitar su dosis diaria para seguir adelante.

Estaríamos en suma ante un dilema intelectual semejante a la famosa disyuntiva a la que se enfrentaron los ilustrados del siglo XVIII, cuando unos afirmaban que el hombre nacía bueno y era la sociedad quien le pervertía, y los otros decían que el hombre nacía malo y era gracias a la sociedad que contenía sus instintos. El debate estaría ahora entre quienes creen que la televisión ya nació idiotizadora de masas y simplemente ha ido perfeccionando su rol, y aquellos que piensan que son las masas previamente idiotizadas quienes han moldeado la televisión a su gusto. Hay que convenir, en todo caso, que en cualquiera de las dos posibilidades el papel de la televisión en la sociedad contemporánea resulta realmente siniestro y nefasto.

Obviamente, la canalización del mensaje político ha ido acomodándose a los modos del masaje televisivo, aunque no sin ciertas resistencias formales. Del clásico busto parlante que monologaba mirando a la cámara y tratando de infundir confianza, se ha pasado en pocos años al político que de pie, al borde del escenario, "próximo" por tanto a la gente, responde a preguntas del público sobre asuntos tan diversos como la lucha contra el terrorismo o el precio de un café. Se trata de dar la sensación de que los políticos en sus apariciones televisivas integran al ciudadano y a sus preocupaciones; en los mitines televisados por, ejemplo, el público ya no se sitúa frente al político orador sino que literalmente le envuelve, situándose también a sus espaldas e incluso a sus costados. El político es arropado por los ciudadanos, que en los actos políticos destinados a ser difundidos por televisión son, sobre todo los que han sido colocados a su espalda –y por tanto frente a la cámara- jóvenes de buena presencia y aspecto variado -incluidos algunos miembros de minorías-, portadores todos de signos que les identifican con el orador y líder (camisetas, chapas, banderas).

Cuando el hecho comunicacional se produce en un plató televisivo, estos microcosmos son seleccionados con criterios que se quieren representativos de conjuntos sociales amplios (y en ocasiones, de toda la sociedad). Y no se limitan a actuar como comparsas pasivos del acto, sino que ellos mismos se constituyen en parte del masaje televisivo en la medida en que expresan sus opiniones y preocupaciones a través de preguntas que ocasionalmente se les da opción a formular, y que supuestamente representan el "sentir popular". Este tipo de formato, nacido en EEUU y pasado por Francia, en España se empezó a usar, curiosamente, antes en programas deportivos que en políticos; es ahora cuando ha irrumpido con fuerza, ante el agotamiento de las fórmulas tradicionales que, como en el caso de los debates entre candidatos, hace tiempo han dejado de interesar a los políticos.

No es extraño por tanto que no existan diferencias de fondo en el modo en que se preparan y realizan los castings, siempre a cargo de productoras privadas. Tanto si se selecciona a los concursantes de un programa como "Gran Hermano" como si se escoje a las personas que participarán en el recién estrenado formato político "Tengo una pregunta para usted", los criterios básicos son coincidentes y responden a unos patrones preestablecidos semejantes.

Tampoco es raro que durante su intervención en este nuevo programa, el presidente Rodríguez Zapatero se dirigiera más o menos inconscientemente a sus preguntantes como si fueran "diputados" que representaran al conjunto de la sociedad (de hecho, la escenografía estaba construida con esa intención), ni que el tono y el contenido de sus respuestas semejara enormemente a las que se producen en cualquier debate parlamentario, según ha hecho notar posteriomente la prensa al analizar su intervención. En "Tengo una pregunta para usted" todo está pensando para que los telespectadores crean estar asistiendo a una sesión parlamentaria en la que, por una vez, quienes preguntan y controlan a los políticos son los propios ciudadanos. Pura ficción televisiva, obviamente.