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miércoles, 2 de noviembre de 2011

El Partido Popular examinará de españolidad a los inmigrantes


Por fin el Partido Popular ha descubierto su programa electoral. Son varios centenares de propuestas a cual más retrógrada y antipopular, que pueden reumirse en dos: bajar los impuestos a los ricos y bajar los salarios a los trabajadores.

De todos modos y visto como están las cosas, si Mariano Rajoy gana las elecciones e intenta aplicar esta garrulez neoliberal al pie de la letra, en dos o tres años como máximo tendremos de nuevo lecciones generales; o un golpe de Estado para frenar la contestación popular. Pero elecciones de aquí a cuatro años agotando la legislatura, ni de broma. Así que no hay mal que por bien no venga.

En fin, que hasta los periodistas de cámara del PP empiezan a decir que Rajoy tiene problemas para encontrar alguien que quiera hacerse cargo de la cartera de Economía en su (posible) futuro Gobierno. Claro que estos mismos "portacoces" mediáticos, añaden, maliciosos, que siempre tendrá a Cristóbal Montoro a mano esperando el nombramiento.

 Así que mientras los gurús de la economía y otras artes mágicas desmenuzan los contenidos del invento, si es que este tiene alguna substancia real desmenuzable, cosa más que dudosa, aquí vamos a fijarnos primero en medidas de mucho empaque social, cual es la de expander en nuestra sociedad la idea de que ser español es una cosa tan requeteimportante, que no puede estar al alcance de cualquiera. Ya se sabe que en tiempos de crisis no hay como alimentar las bajas pasiones nacionalistas para que el rebaño forme tras el pastor, y en estos casos nada tan agradecido como arrearle un buen garrotazo a los inmigrantes, siempre indefensos y a mano.

Y es que no contentos con explotarlos, perseguirlos y vejarlos de todos los modos posibles, nuestra derecha patria propone ahora impedir el acceso de los inmigrantes a la nacionalidad española, salvo en los casos muy concretos que son de su interés. Dice El País de ayer lunes que el Partido Popular "ha decidido imponer un examen de españolidad para conseguir la nacionalidad como una de sus promesas recopiladas para las elecciones del 20N". En el punto 3.6. del programa, que con todo cinismo titulan "Integración", puede leerse: “Requeriremos el conocimiento de los valores fundamentales contemplados en la Constitución que son la base de nuestra sociedad, y el conocimiento suficiente de la lengua, la historia y cultura españolas para la obtención de la nacionalidad. Se dará una solemnidad adecuada al acto de adquisición de la nacionalidad española". ¡Toma castaña!.


Hasta ahora los trámites para conseguir la nacionalidad española eran, según informa el diario madrileño, puramente administrativos y finalizaban con un acto protocolario de juramento o promesa en relación a las instituciones y las leyes vigentes en el país. Lo que propone ahora el PP es un examen de cultura general española, que según El País ya ha funcionado durante unos meses por iniciativa de algún juez del Registro Civil en la provincia de Barcelona, un trivial de preguntas y respuestas tipo "¿En qué año Colón descubrió América?" o ¿"Cómo se llamaban los Reyes Católicos?". Al saltar el caso a la prensa y ante el hazmerreír general se suspendió la patochada, ilegal por otra parte. Que se sepa, nadie ha sido sancionado por esa iniciativa. 

En lo que se refiere a plazos de residencia requeridos para poder optar a la nacionalidad española, según El País el PP concedería "la nacionalidad por carta de naturaleza a los ciudadanos de los países iberoamericanos" que cumplan dos años de servicio en las Fuerzas Armadas (lo que evidentemente sería una medida discriminatoria para el resto de colectivos optantes, a los que se exigen plazos mucho más largos). Al parecer pues, la derecha española ha optado definitivamente por un ejército formado por mercenarios según el modelo norteamericano, a los que se atraería con la zanahoria de conseguir el pasaporte español prácticamente solo con enrolarse en las Fuerzas Armadas. 

De todos modos, sería curioso de ver los resultados del trivial que se inventen si previamente se aplicara a ciudadanos españoles nativos. Vista la incultura general, es seguro que un pocentaje alto entre ellos, sobre todo jóvenes, suspenderían de modo irremediable. ¿Habría que quitarles la nacionalidad española?

Y desde luego, habrá que ver qué preguntas componen el examen. Conociendo al Partido Popular y su concepto de "cultura e ideosincrasia españolas", lo más probable es que versen sobre asuntos tan fundamentales como estos: el modo en que se cocina una paella valenciana, quién concede al torero las orejas y el rabo del toro tras la lidia, cómo se llamaba el portero soviético al que le marcó su gol Marcelino o en que fecha nació el Generalísimo Francisco Franco, entre otras gilipolleces por el estilo.

No tienen remedio.

jueves, 23 de junio de 2011

El solsticio de verano, la Noche de San Juan y una canción de La Bullonera



La tradicional capacidad de la Iglesia católica para enmascarlo todo convirtió una bella fiesta pagana ibera seguramente prerromana - el zénit anual del sol, con lo que significa de triunfo de la vida y lo luminoso-, en otra celebración de un santo que ni dios sabe quién es. ¿Es San Juan Bautista? ¿San Juan el discípulo de Jesús? ¿San Juan Evangelista (no es el mismo)? ¿Otro San Juan?.

Sea como sea, hoy es la noche más corta del año. La noche del fuego. La noche por excelencia del amor. Aquella en cuyo transcurso se recogían las plantas para filtros de amor y otras prácticas, no siempre eficaces pero casi siempre inocuas. Hay que bañarse en un río a la luz de la luna, y a ser posible acompañado. Y saltar hogueras, y beber vino, y besar a quien se ponga a tiro.

Luego llegaron los curas y los inquisidores y comenzaron a quemar mujeres por ser, decían, brujas y "adoradoras del diablo", y la Noche de San Juan comenzó a coger mala fama entre los poderosos... es decir, a volverse aún más atractiva para los sometidos y oprimidos.

En el último disco del desaparecido grupo La Bullonera, articulado en tiempos de la llamada Transición en torno a Javier Maestre y Eduardo Paz, hay una canción, "Noche de San Juan", de letra bellísima. No he encontrado lamentablemente ningún enlace a una grabación musical en YouTube o similares; bueno si, hay uno a una interpretación relativamente reciente al alimón entre La Bullonera, Labordeta y el- para mí- insoportable Joaquín Carbonell, bastante pasada de rosca y que prefiero ahorrársela a ustedes.

Les dejo la letra de "Noche de San Juan":

NOCHE DE SAN JUAN

A las 12 de la noche me han venido a reclamar
tunda la tunda la tunda en la noche de San Juan

Me han sacado de la cama sin tiempo a considerar
tunda la tunda la tunda en la noche de San Juan

En la noche de las brujas, nochecica de San Juan
cuando salen los mochuelos y vigila el gavilán
Un ramico de tomillo hemos puesto en el zaguán
tunda la tunda la tunda en la noche de San Juan

El que quiera beber vino ya conoce la señal
tunda la tunda la tunda en la noche de San Juan
Dejaré la puerta abierta y el pestillo sin pasar
Y una luz en la bodega "pá" los que van ciegos ya

Debajo la mangranera con toda la oscuridá
tunda la tunda la tunda en la noche de San Juan
Está la tiá cordetera y el Abundio el sacristán
tunda la tunda la tunda en la noche de San Juan

Que le saca la campana "pa" enseñársela tocar
y se pasan "toa" noche repicando sin parar
A las 3 de la mañana todos juntos a rondar
tunda la tunda la tunda en la noche de San Juan

El alcalde, el señor cura se nos van a cabrear
tunda la tunda la tunda en la noche de San Juan

A la luz de las hogueras no vamos a disfrazar
Formaremos un tiberio que no se podrá aguantar
Con los de la Bullonera y poco antes de almorzar
tunda la tunda la tunda en la noche de San Juan

Bailarán la Canastera pa acabar de rematar
tunda la tunda la tunda en la noche de San Juan

Cuando salen los mochuelos y vigila el gavilán
volveremos a la cama en la noche de san Juan

En la noche de las brujas dos guitarras y un cantar
y que bien que se pasaba en la noche de San Juan

La Bullonera

miércoles, 8 de junio de 2011

Jorge Semprún se despide de ustedes



La muerte ha alcanzado finalmente a Jorge Semprún, tras haberle seguido como un perro fiel más que como una amenaza durante la mayor parte de su larga e intensa vida. En realidad el primer Semprún murió a los 20 años en Buchenwald, casi en el mismo momento en que se presentaba en sociedad Federico Sánchez.

El joven Semprún había nacido en una familia de la gran burguesía madrileña, gente liberal, ilustrada y republicana, una verdadera rara avis en un país en el que la burguesía maridó pronto con la aristocracia en vez de enviarla al cadalso de la Historia. Jorge Semprún fue hijo de embajador de la República, exiliado temprano, resistente antifascista precoz y comunista de hierro forjado. Que en aquella Europa barrida por el tsunami nazi (aquello sí era un tsunami con todas las de la ley, y no las victorias electorales del PP español), Semprún acabara en un campo nazi de exterminio por el trabajo, parece una consecuencia inevitable. Ocurre que allá adentro se inició y creció un filósofo, político y sobre todo escritor gigantesco, que algunos años después, de vuelta a la lucha clandestina, esta vez contra el Régimen de Franco, tomaría el nombre de Federico Sánchez, un mito en la pelea por derribar el carro de mierda que era la España de aquél general de piernas cortas y voz aflautada, y una de las cumbres de las literaturas española y francesa, porque Semprún-Sánchez era más que un afrancesado un verdadero francés espiritual, y ello sin renunciar un ápice a su condición de español integral.

En 1964 Santiago Carrillo les echó a él y a Fernando Claudín del PCE. Suerte tuvieron de que en aquellos tiempos en el PCE y en su casa matriz, la URSS, ya se contentaran simplemente con excomulgar a los disidentes. En realidad a Semprún y a Claudín les echaron del PCE precisamente por ser comunistas, pero esa es otra historia. Luego Semprún evolucionó políticamente, se distanció de las siglas sin moverse del ámbito de las izquierdas, y en 1988 recibió una oferta de Felipe González para ser ministro de Cultura; para asombro de propios y extraños la aceptó, y fue un excelente ministro. Para entonces Federico Sánchez había muerto asesinado por un Jorge Semprún redivivo, que después de años de cargar a sus espaldas con la memoria de Buchenwald había comenzado a desgranarla en libros que da escalofríos leerlos. Un poco antes había dejado constancia de que seguía en la brecha de la lucha política desde la izquierda, "muertas las certidumbres pero vivas las ilusiones" como solía decir, en guiones de películas tan emblemáticas como "La guerra ha terminado" y "Z".

Su memoria vital y política, fijada por escrito a a modo de testamento anticipado, la repartió finalmente en dos libros, verdaderos ajustes de cuentas consigo mismo y con su tiempo político: "Autobiografía de Federico Sánchez" y "Federico Sánchez se despide de ustedes". Son libros ácidos, descarnados y llenos de ironía, que conviene leer para dimensionar adecuadamente en su estatura humana -a veces, miserablemente humana- a los dioses políticos del último medio siglo español.

Escribe hoy Javier Pradera en El País que según algunos viejos camaradas de los años cincuenta, fue Federico Sánchez quien creó a Jorge Semprún y no al revés. Es posible. En todo caso, Semprún y Sánchez acaban de desaparecer de escena para siempre, dejándonos un poco más pobres espiritualmente y más desnortados políticamente en esta Europa cuya idea, como dijo Semprún el año pasado durante su último viaje a Buchenwald, comenzó a forjarse precisamente tras las alambradas nazis, cuando hombres de todos los rincones del Viejo Continente se reconocían como camaradas de infortunio y se aprestaban a darse apoyo mutuo. Decía Semprún que fue la lucha antifascista la que creó la idea de la Europa unida. Jorge Semprún se ha ido cuando politicastros y juntaletras están demediando esa hermosa y sagrada idea, hasta dejarla irreconocible; Semprún se ha ido en suma, cuando más necesitamos su insobornable lucidez.

En la imagen, Jorge Semprún hablando en Buchenwald el 12 de abril de 2010, en los actos conmemorativos de la liberación de ese campo.

martes, 17 de mayo de 2011

El movimiento de la fotografía obrera (1926-1939)


Durante mi reciente paso por Madrid con motivo de la presentación en esa ciudad de "Un castillo en la niebla", tuve tiempo para acercarme hasta el Centro Reina Sofía y ver la exposición temporal "El movimiento de la fotografía obrera (1926-1939)". Se trata de una magnífica muestra del mejor fotoperiodismo amateur europeo de entreguerras, con la característica especial de que todos los autores eran obreros aficionados a la fotografía, que recogían en precisas y a veces brutales instantáneas las condiciones de vida de las clases trabajadoras en las sociedades del Viejo Continente entre los años del crack y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

La gracia un tanto siniestra del asunto es que esta especie de acta notarial colectiva de la situación de la clase obrera europea comienza en 1926 como un gesto propagandístico de la URSS, donde de modo calculado se catapulta a las retinas del mundo una serie de fotografías acerca de la idílica (y falsificada) vida de una presunta familia obrera soviética tipo. A partir de ahí miles de fotorreporteros aficionados -al principio, la mayoría de ideología comunista estricta-, se lanzan en toda Europa a dejar constancia de las difíciles condiciones de vida de sus hermanos de clase en la Alemania de Weimar, la Francia de la III República o la España de la Guerra Civil, entre otros países. Pronto comenzaron a editarse un grupo de revistas -algunas míticas, como la francesa Regards-, en cuyas páginas vemos rostros y situaciones que nos miran desde la miseria, la desnutrición, el atraso general y sobre todo la desesperanza, apenas matizada por la adhesión entusiasta de algunos protagonistas de esas imágenes a la causa revolucionaria (impresionante el breve documental producido por la SFIO sobre el desfile de las izquierdas el 14 de julio de 1935).

El movimiento de la fotografía obrera duró poco más de una década, y murió con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Setenta años después sus imágenes explican con verdadera dureza por qué la construcción de una sociedad sin clases fue el objetivo ansiado por el que sacrificaron sus vidas tantos trabajadores y trabajadoras del mundo. Quien no lo entienda, que observe los rostros de los niños hambrientos, descalzos y sin infancia que nos miran desde esas fotografías tomadas en los suburbios del Berlín, París, Londres o Madrid de aquellos años tremendos.

En la fotografía que ilustra el post un grupo de niños mineros retratados en algún lugar de Europa durante el primer tercio del siglo XX.

domingo, 1 de mayo de 2011

Desengaño y alabanza de Luis Buñuel



Ayer me compré las memorias de Luis Buñuel en el Centro Buñuel Calanda, que funciona en su pueblo aragonés de origen. Me las he leído en dos días a saltos, aprovechando los trayectos en autobús y tren al final de mi viaje postSemana Santa por algunos escenarios de la infancia del director aragonés, en la Provincia de Teruel, Comunidad Autónoma de Aragón (Reino de España, ya saben).

El libro es el gruñido desesperado de un viejo al que a sus ochenta y pico años y estando a las puertas de la muerte, ya casi nada le importaba ni le interesaba. Se ve que quiso despedirse dejando las cosas bien sentadas. A mí Buñuel siempre me ha parecido un tipo muy interesante y un cinesta horrible. Sus películas suelen ser bromas más estiradas que un chiclé masticado cien veces, cuando no sueños eróticos de adolescente que podrían ventilarse en un corto de diez minutos. Su técnica es totalmente amateur, y solo a puro de años y rodajes llegó a dominar algo parecido a una dirección cinematográfica medianamente solvente. El director Buñuel aburre como pocos; lo peor con todo es que su anticlericalismo e inconformismo vistos con ojos de hoy día, resultan entrañables de puro inocentes. Sus filmes han envejecido de manera penosa.

Pero el Buñuel hombre es infinitamente más interesante que el presunto intelectual, ya digo. Su vida resulta apasionante, no tanto por las gentes que conoció y los escenarios en los que se desarrolló como por las opiniones que vierte sobre sí mismo y sobre el mundo. Buñuel nunca engañó a Buñuel, y el mundo tampoco le toreó. Luis Buñuel era al cabo, un burgués vividor asustado por el cristo que liaron sus ideas de joven señorito revolucionario: el caos como partero de la Historia, el surrealismo como epistemología del conocimiento, el terror a los otros sobre todo cuando se organizan para seguirle a uno mismo... En ese contexto mental no es raro que cite profusamente a Sade y se olvide de Marx, por ejemplo; o que ponga a parir a los anarquistas con entusiasmo digno de mejor causa. La revolución española le dio tanto miedo a Buñuel, que se adhirió entusiásticamente al Partido Comunista de España. Perdida la guerra, se desinteresó de los comunistas como el que abandona una muda vieja. Fue un burgués con resabios de campesino aragonés sin duda, pero burgués hasta el fin. Algo en Buñuel me recuerda al Josep Pla disfrazado de pagés con boina y pantalón de pana; ninguno de los dos era en sentido estricto un hombre de la tierra, pero les encantaba fingirlo y daban bastante bien en el papel.

Un consejo: si no han leído "Mi último suspiro", las memorias de Luis Buñuel, háganlo de inmediato. Es uno de los más extraordinarios libros de memorias jamás escritos.