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domingo, 17 de julio de 2011

Un 17 de julio de no hace tantos años



Un 17 de julio de hace 75 años, un puñado de traidores en uniforme a sueldo de unos "autores intelectuales" perfectamente identificados (terratenientes, banqueros, empresarios, la jerarquía católica), iniciaron un golpe de Estado -militar, por supuesto- que sabían no podía triunfar sino era tras una larga y cruenta guerra contra su propio pueblo, el que les pagaba el salario, guerra que en un alarde de cinismo criminal años más tarde motejaron como "civil".

No fue una guerra civil porque los españoles de 1936 no decidieron de repente empezar a matarse entre ellos a partir de una fecha determinada; sostener eso es infantil e interesado. La sublevación del 17 de julio fue un golpe de Estado fracasado, una asonada militar de los sectores más reaccionarios de la oficialidad del Ejército, quienes haciendo uso de tropas mercenarias (la Legión y los Regulares marroquíes) y nutridos luego por la ayuda en hombres, material y financiación de la Alemania nazi y la Italia fascista, llevaron a cabo una guerra de exterminio contra su propio pueblo. El capitán Aguilera, uno de los jefes de prensa de Franco, lo resumió así: "nuestro programa consiste en exterminar un tercio de la población masculina de España. Con eso se limpiaría el país y nos desharíamos del proletariado" (La Guerra Civil española, de Antony Beevor, página 611).

La mayor parte del Ejército español tuvo entonces un comportamiento felón y traidor, haciendo añicos los valores que decían ser su razón de ser: disciplina, obediencia y lealtad. Aquellos criminales desencadenaron un conflicto cuyos horrores perduraron en el tiempo y en la memoria colectiva más allá de los años concretos en que se desarrollaron los acontecimientos bélicos: España pasó de ser una de las democracias más avanzadas de Europa a ser el pudridero apestoso a cuartel y sacristía del Viejo Continente; la renta per cápita de los españoles en 1936 no se recuperó hasta 1960; y en fin en fecha tan tardía como 1975, con el dictador agonizante, aún se fusiló a antifranquistas, cuando los padrinos de Franco, los dictadores Mussolini y Hitler, hacía ya 30 años que habían sido colgados de un gancho de carnicero el uno y suicidado el otro.

Quienes crean que todo esto son viejas historias, se equivocan. En los cuartos de banderas del Ejército, esa organización que nuestros políticos "progresistas" y "buenistas" se empeñan en señalar como la mayor ONG española, se sigue rindiendo culto a aquella horda de militares traidores y criminales, sino físicamente como hasta hace poco con la presencia de sus retratos y emblemas, si manteniendo intacto el seguidismo ciego a ellos y a los supuestos "valores" ultrarreaccionarios que encarnaron, tan lejanos a los ideales de libertad, paz y justicia social propios no ya de las clases populares sino de la civilización contemporánea.

Aunque algunos no lo crean, el 17 de julio de 1936 no está tan lejano.

En la imagen que ilustra el post, el general Franco y otros oficiales golpistas se fotografían tras el funeral en Las Palmas del general Amado Balmes, a quien Franco ordenó asesinar (según acaba de demostrar el historiador Ángel Viñas) para tener una excusa que le permitiera desplazarse de Tenerife a las Palmas, donde le aguardaba el avión "Dragon Rapide" que le llevaría al Protectorado español de Marruecos, núcleo de la sublevación militar de julio de 1936.

lunes, 8 de marzo de 2010

8 de Marzo, Día de la Mujer Trabajadora

Hoy es 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Bueno, al menos antes los 8 de marzo eran el día en que se conmemoraba la lucha de las mujeres trabajadoras por la igualdad y la emancipación de sexo y clase.

Pues resulta que ya no. Según los medios de masas y nuestros políticos de todos los colores, hoy se celebra el Día Internacional de la Mujer. Se les ha caído el calificativo "trabajadora", quizá porque como en la "economía de mercado" -antes sistema capitalista- ya todos somos clase media, habiéndose extinguido por arte de birlibirloque las clases trabajadoras y populares, pues eso, que no ha lugar a la existencia de mujeres trabajadoras y ya sólo hay mujeres a secas.

No piensen que la pérdida del calificativo es inocente, ni mucho menos. La desaparición del concepto "trabajadora" da mucho juego en orden a la promoción de la alienación colectiva de las conciencias. Permite por ejemplo, difundir la especie de que la abolición de la Ley Sálica y que por consiguiente, el que una hembra Borbón pueda llegar a reinar en España si nació antes que un varón Borbón, representa en sí misma un gran paso adelante en la igualdad entre los hombres y las mujeres de este país; como si el verdadero progreso en este terreno no fuera el abolir de una vez esa institución discriminatoria por definición para todos y todas que es la monarquía. O que la posibilidad de que una señora pueda ingresar en el Ejército español y llegar a ser general (generala, para ser políticamente correctos), significa per se un avance increíble en cuanto a la igualdad de oportunidades laborales entre hombres y mujeres, cuando en realidad es simplemente una forma de engrosar las filas de una institución reaccionaria, desprestigiada y con una carencia crónica de efectivos. Por ese camino tramposo y lleno de desfachatez algún alucinado puede llegar a intentar vendernos que la existencia de señoritas toreras (otra vieja profesión masculina y macha) o de mujeres en la dirección de ETA o de la Falange, son indicadores de cuánto ha avanzado la liberación de la mujer en España. Y realmente, si esos son los indicadores, significa que nos queda mucha mixtificación por desmontar y mucho trecho por recorrer en materia de liberación de la mujer y de su consideración en pie de igualdad real con los hombres.

Es así como en este Día de la Mujer (ex Trabajadora) se vienen dando premios a tutiplén a ejecutivas, empresarias, catedráticas, políticas con cargo y otras damas de traje-chaqueta y bolso a juego. Ni un ama de casa ni una obrera de cadena de montaje. Sin ir más lejos, en los premios "Rosa Manzano" de este año (los premios gubernamentales "de izquierdas"oficiales en materia de feminismo, para entendernos) se ha galardonado entre otras, parece, a una señorita guardia civil. Digo yo que si algunas antiguas feministas levantaran la cabeza igual les daba un soponcio, viendo en el estrado a la pizpireta civila.

Uno que como saben tiene pasión por nadar contra corriente de las tendencias que nos señala la "economía de mercado", quisiera recordar hoy aquí a algunas mujeres que lucharon durante muchos años y que en algún caso siguen luchando por los derechos de las mujeres trabajadoras, que obviamente son la mayoría de las mujeres aunque sigan tan excluidas que se haya decretado su extinción: Pienso en nombres históricos como Dolores Ibárruri, Margarita Nelken, Victoria Kent y Federica Montseny; pienso en las también fallecidas Carmen García Bloise (que luchó denodadamente dentro del PSOE por el reconocimiento político de las mujeres), Marta Mata (pedagoga que lideró en Catalunya durante décadas la lucha por la escuela pública, laica, catalana y no sexista), Maria Aurèlia Capmany (a cuyas órdenes tuve el honor de trabajar), y Pilar Brabo (un símbolo viviente para las jóvenes comprometidas durante la transición); pienso en "feministas radicales" y a menudo poco comprendidas, como Lidia Falcón y Empar Pineda, por suerte aún vivas; pienso en mujeres que protagonizaron durante décadas el cambio en esta materia y que hoy están apartadas de la vida política como son Paquita Sauquillo, Matilde Fernández, Amparo Rubiales y Lali Vintró; y pienso en fin, en mujeres desaprovechadas, confinadas en puestos políticos secundarios, como Carmen Alborch, Cristina Almeida y tantas otras cuya experiencia, sabiduría y capacidad ha sido arrinconada en beneficio de personas cuyo único bagaje personal y político es su sexo y edad.

Esas mujeres señeras y tantas y tantas otras compañeras anónimas son quienes han llenado de contenido a lo largo del tiempo este Día de la Mujer Trabajadora, y quienes merecen por tanto la gratitud y el reconocimiento de todos y todas quienes nos consideramos gentes de izquierdas.

viernes, 27 de junio de 2008

Enmiendas al Congreso del PSOE

Se anuncian casi 6.000 enmiendas a la ponencia política que se presentará en el próximo Congreso del PSOE. Habría que ver si la calidad viene pareja con la cantidad.

En realidad, visto lo visto, a la ponencia política del PSOE se le pueden poner muchas enmiendas. La primera, una que liquide de una vez esa confusión conceptual entre políticas de extensión de derechos y políticas sociales; nada que ver, a pesar de que ministros, ministras, “menistrillas” y dirigentes socialistas de todo pelaje las confundan (e intenten confundirnos) con toda soltura.

Que los homosexuales se puedan casar o que el papá de un recién nacido pueda disfrutar de unos días de permiso a cuenta de su roro, está muy bien. Pero eso, de políticas sociales -es decir, de políticas transformadoras en un sentido socialista de la realidad social y económica-, tienen lo que la Iglesia católica española de defensora de las libertades públicas: absolutamente nada.

En ese sentido, reivindicar políticas sociales que defiendan y mejoren los servicios públicos, que prioricen la atención a los más débiles y necesitados, que mejoren la calidad de vida de todos los españoles, y que en definitiva, contribuyan a repartir la riqueza que crean los trabajadores asalariados pero de la cual se apropian en exclusiva unos cuantos empresarios y rentistas, serían unas bellas enmiendas.

Hablar de todo eso es hablar de justicia social. Nada que ver con las preocupaciones del socialismo fashion actual; sus intereses van por otros derroteros.

lunes, 14 de abril de 2008

14 de abril

Un año más, por la paz, la libertad, la justicia social y el socialismo: ¡Viva la República!

miércoles, 29 de agosto de 2007

Sostiene Carod


Apenas regresar de las vacaciones, Josep Lluís Carod Rovira ha inaugurado el curso político catalán lanzando una propuesta de las destinadas a hacer mucho ruido fuera de Catalunya, pero más bien poco dentro del país.

Dice Carod que 2014 es un buen año para convocar un referéndum de autoderminación para Catalunya, por coincidir con el 300 aniversario de la derrota de las fuerzas austracistas en la Guerra de Sucesión española, suceso que aparejó según los nacionalistas catalanes la pérdida de libertades e instituciones catalanas supuestamente universales y supuestamente finiseculares.

De entrada, "politesse" obliga, hay que saludar el método civilizado y político usado por el líder independentista catalán, apenas unos días después de que ETA haya abierto a bombazos el curso político español. Probablemente buena parte del "hecho diferencial" catalán en relación no ya con la política vasca sino con la política española, reside en que aquí, en Catalunya, la sangre pocas veces llega literalmente al río, y cuando esto ha sucedido a lo largo de la Historia ha sido más por imposición foránea que por verdaderas ganas de escabechinarnos entre catalanes.

En síntesis, Carod propone que los catalanes nos pronunciemos sobre nuestro futuro en un referéndum que decida si queremos un Estado propio o no. Se supone que si la respuesta es afirmativa la cosa tirará adelante inmediatamente, y Puigcercós será nombrado embajador de Catalunya en la ONU o en Oceanía, es un decir. Con "una mayoría suficiente", la que se determinara previamente, se abrirían las puertas a la independencia.

Pero, ¿y si si el resultado en esa convocatoria fuera que a los catalanes no nos interesa un Estado propio? ¿Qué pasaría? ¿Se volvería a convocar otro referéndum al cabo de un tiempo? Y caso de volver a perderlo, ¿se convocaría de nuevo referéndum? ¿Se convocaría tantas veces como fuera necesario hasta conseguir un sí mayoritario? ¿O al primer no el señor Carod y su partido decidirían dejar la política y dedicarse a otra cosa?.

Es el riesgo de dar carta de naturaleza a una ficción evanescente cual es el concepto de autoderminación nacional en pleno siglo XXI: que te puedes dar de narices con la realidad en cualquier momento.

Porque parece obvio que la realidad de los catalanes de hoy no pasa por las batallas perdidas por Catalunya hace tres siglos (¿qué Catalunya las perdió, en todo caso?) durante una guerra dinástica española, librada en aquellos tiempos en que los caballeros llevaban pelucas empolvadas con talco y las señoras el aro de una rueda de carro bajo las faldas. Las preocupaciones de los catalanes de hoy tienen que ver con el empleo precario, la sanidad masificada, la educación de ínfima calidad, el deterioro de los servicios públicos, las infraestructuras obsoletas y la falta de calidad y competencia de eso que se ha dado en llamar "la clase política", entre otros problemas semejantes. Carod y su ERC parecieron entenderlo así hace unos años cuando enviaron al trastero el yelmo incorrupto de Jaume I y los Fueros pergeñados durante las guerras carlistas, para ofrecer una propuesta de país que pretende más libertad, más democracia y mayor bienestar para la mayoría de sus ciudadanos y no sólo para unos cuantos.

En esa apuesta era inevitable que la nueva ERC se encontrara con las izquierdas catalanas, que representan mejor o peor las fuerzas del trabajo, y que fruto de ese entendimiento nacieran los gobiernos tripartitos de la Generalitat catalana, construidos con una base social de una amplitud como no se había dado desde los tiempos de la Generalitat republicana. Hoy la confrontación política en Catalunya está dibujada nítidamente en función de las coordenadas izquierda/derecha y no en función de falsas solidaridades interclasistas de carácter nacionalista entre clases nacidas para oponerse, y ése es un mérito principal de la ERC renovada que ha sabido llevar a los sectores de la mediana y pequeña burguesía que representa a una alianza con las clases trabajadoras, que son fundamentalmente de origen inmigrante y ajenas por tanto al imaginario nacionalista catalán. De persistir en el tiempo, esa articulación entre las clases populares catalanas puede crear un proyecto de futuro sólido, algo que desespera a las derechas en versión catalana o española.

Lamentablemente la actual propuesta de Carod Rovira amenaza con dar al traste con todo eso, al retomar el discurso esencialista de una ERC a la que sus mismos dirigentes dan por superada. Por supuesto, los malos resultados electorales obtenidos en las últimas municipales y la contestación interna de una parte de la militancia explican ese retomar conceptos cuidadosamente apartados de la escena política precisamente por quienes ahora los esgrimen. Es posible que todo esto sea pura táctica política, destinada a amansar descontentos. O puede ser que realmente se pretenda volver a posiciones políticas que la dinámica histórica ha convertido en irrecuperables, lo que sólo serviría para alimentar la frustración en muchos de sus seguidores, y quizá para lanzar una radicalización indeseable de la vida política catalana.

En los años noventa se solía decir desde sectores independentistas catalanes y aún desde la derecha catalana que "los catalanes" queríamos "ser como Lituania". Ocurrió que en realidad los procesos de autoderminación en la Europa central y del Este (manipulados por el Imperio Americano y por intereses político-financieros de la Europa occidental) alumbraron realidades tan poco deseables como modelo como son Macedonia, Kosovo, Moldavia, Bosnia-Hercegovina y otras republiquetas por el estilo, sin olvidar que Estados como Letonia, Estonia y la propia Lituania no son precisamente ejemplos de regímenes democráticos ni siquiera desde el punto de vista de la democracia burguesa formal.

Si Carod y su gente quieren conquistar a una mayoría de catalanes para la independencia, deberán convencernos a quienes no creemos ni en ellos ni en ella (y por ahora somos bastantes más que quienes apoyan sus tesis) de que la Catalunya que proponen nos traerá más libertad, más democracia, más bienestar y también más justicia social que la fórmula actual u otras semejantes. Y para convencernos deben esgrimir exclusivamente datos actuales concretos, no retóricas huecas alumbradas en el siglo XIX.

En todo caso, lo mejor sería que dejaran de jugar con material sensible y devolvieran la peluca del Archiduque de Austria al desván de las telarañas. Por el bien de todos.