Un año más el Primero de Mayo fabrica un puente de esos que supuestamente justifican una escapada que nos aleje de las preocupaciones cotidianas. Hace tiempo que nos han convencido de que todos somos "clase media" (apenas quedarían fuera de esa gran fraternidad algunos multimillonarios y unos pocos marginados), así que esa historia de las reivindicaciones y luchas obreras ya es puro anacronismo en una sociedad moderna y avanzada, como nos dicen que es la nuestra. Y nosotros lo creemos. Así de tontos somos.
En lo que toca a los dirigentes de la izquierda política y sindical, ellos se conforman con cubrir el expediente convocando algunas manifestaciones, a las que sólo acuden los más próximos a las estructuras organizativas implicadas. En España y en general en Europa, nada queda en el Primero de Mayo del espíritu conque comenzó a celebrarse hace poco más de un siglo. Ciertamente los tiempos han cambiado, pero sobre todo quienes han cambiado son las mentalidades y las ideologías sobre las que se sostenía esta jornada en sus primeras convocatorias.
En el resto del mundo las cosas no son muy diferentes. Cada año la televisión repite, monótona, las mismas imágenes en esta fecha: las manifestaciones a palos en Turquía y Corea del Sur, la movilización de ancianos abandonados y de nostálgicos del régimen soviético en Moscú, las algaradas en algún país del Tercer Mundo en crisis explosiva, los grandes desfiles bovinos en La Habana y Pekín a mayor gloria de los regímenes locales, y la soledad de los dirigentes sindicales en España mitineando ante algunos escasos centenares de fieles, verdaderos "últimos de Filipinas".
Uno recuerda aquellos años del franquismo terminal, cuando el régimen hacía coincidir la jornada de Liga con el Primero de Mayo independientemente del día de la semana en que cayera éste, para así intentar desviar la atención hacia el fútbol, y francamente le entra la tristeza; en aquellos tiempos hasta quienes no suelen tener las cosas claras parecían tenerlas muy claras. Hoy en cambio, el Primero de Mayo es apenas una excusa para perder el tiempo en una caravana de automóviles rumbo a la costa.
Alguien, en alguna parte, cuando contrasta las imágenes de los atascos en las carreteras españolas con la escasa asistencia a los actos sindicales de este día, sonríe con todas sus muelas de oro. Se ríe de nosotros, no lo duden.
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