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lunes, 5 de septiembre de 2011

Agentes del FBI implican a la CIA en el 11-S



La revista dominical del diario El País de ayer estaba dedicada en su mayor parte a conmemorar el décimo aniversario de los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York. Entre los diversos artículos que componían el especial, llama poderosamente la atención uno titulado "Las raíces del desastre", que de forma nada disimulada implica a la CIA en los atentados del 11-S. Quienes lo hacen no son trasnochados intelectuales izquierdistas, enfebrecidos partidarios de conspiranoias con o sin alienígenas de por medio, ni novelistas de imaginación desbordante y desbordada: se trata nada menos que de agentes del FBI, precisamente de aquellos que en las fechas del 11-S tenían la misión de seguir la pista al terrorismo islamista dentro y fuera de los EEUU.

El artículo, firmado por John Carlin, arranca contundente: "De acuerdo con tres antiguos miembros de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) que ocuparon puestos importantes en el equipo antiterrorista de 150 personas dirigido por (John) O'Neill, y a los que he entrevistado, existen buenos motivos para creer que si la Agencia Central de Inteligencia, el servicio de espionaje exterior de Estados Unidos, no se hubiera negado a compartir con ellos lo que sabían sobre esta pareja de Al Qaeda, la conspiración del 11 de septiembre se habría desbaratado de raíz (...)Pat D'Amuro, que era el segundo en la cadena de mando tras O'Neill y después dirigió la investigación del FBI sobre el 11-S, dice que, después de la amplia investigación oficial para saber si habría sido posible evitar los atentados, "lo que más destaca -lo único- es esta información concreta sobre esos dos terroristas que la Agencia no nos transmitió". "El pueblo estadounidense", añade D'Amuro, "no sabe lo crucial que fue aquello". 

Es solo un anticipo. El frustrado D'Amuro continúa: "Después de la reunión de Malasia, la NSA descubrió que tanto Al Mindhar como Al Hazmi tenían el visado de entrada estadounidense en sus pasaportes, emitidos en Yeda (Arabia Saudí). Sus agentes informaron a la CIA de este asombroso detalle". Es decir, la CIA estaba perfectamente al corriente de que dos reputados terroristas internacionales que acabaron subiéndose al vuelo 77 de American Airlines el 11-S, tenían visados en regla para entrar en EEUU (¿cómo los consiguieron?) y los iban a utilizar, y sin embargo escondió esa información al FBI.

Otro agente del FBI remacha: "En cuanto se enteraron de que aquellos dos individuos tenían visado para entrar en Estados Unidos, era absolutamente imprescindible que transmitieran esa información al FBI", dice Mark Rossini, "temblando de indignación mientras habla" (sic). "Porque la CIA, que se mantiene en silencio sobre el caso, deliberadamente no la transmitió al FBI, cuyo terreno de operaciones es EE UU".

El artículo prosigue: "Al Mindhar y Al Hazmi (los dos terroristas con visado) entraron en Estados Unidos por el aeropuerto de Los Ángeles el 15 de enero de 2000, con tanta facilidad como cualquier otro turista. Según el informe oficial de la comisión del 11-S, un exhaustivo documento de 567 páginas que se entregó al presidente y al Congreso, "ni Hazmi ni Mindhar estaban en las listas de pasajeros sospechosos que tenían los inspectores de fronteras. Pero se sabía ya que Mindhar era un agente de Al Qaeda, y los servicios de inteligencia tenían una copia de su pasaporte". Dicho lisa y llanamente, la CIA facilitó su entrada al país.

El artículo aborda en su última parte la personalidad y el destino de John O'Neil, el hombre que tenía en el FBI la responsabilidad de perseguir el terrorismo islamista en EEUU, al que Rossini califica como "El mejor hombre que tenía Estados Unidos en la lucha contra Al Qaeda". Un tipo peculiar, osado y algo extravagante, pero terriblemente eficaz y responsable en su trabajo, aunque en malas relaciones con la CIA. Acosado por sus enemigos, O'Neil abandonó el FBI en agosto de 2001, y el día 9 de septiembre siguiente comenzó a trabajar como responsable de seguridad ¡del World Trade Center!. Los restos de John O'Neil, explica Rossini, aparecieron entre los escombros del 11-S... decapitado (identificaron su cuerpo por el traje y el anillo de graduación universitaria).  

Mark Rossini concluye atribuyendo a "prejuicios personales y los delirios de autoridad y jurisdicción de unas personas concretas", es decir a la pugna entre servicios estatales de seguridad, que finalmente se produjera "el atentado terrorista más catastrófico jamás cometido en territorio estadounidense". Una "explicación" que tras lo declarado anteriormente parece más bien un modo de evitar el ser señalado como alguien que ha hablado demasiado.

Y es que pese a quien pese, la verdad comienza a abrirse paso.

martes, 24 de agosto de 2010

Del Sahel a Barcelona

La liberación de Albert Vilalta y Roque Pascual, los dos miembros de la ONG "Barcelona Solidària" secuestrados por una presenta rama magrebí de Al Qaeda, representa un triunfo de la diplomacia española y una apuesta decidida de un gobierno occidental por la negociación y la complejidad frente al recurso a la fuerza bruta, ensayado recientemente en un caso semejante por los franceses, con el resultado predecible: la muerte del secuestrado.

Dejaré de lado la presencia de ONG's como "Barcelona Solidària" en la zona del Sahel. Un servidor se asomó a esa parte de África hace unos años desde el entonces territorio seguro de Senegal, y lo que vio le dejó sin ganas de regresar; y ya digo que se trataba del norte de Senegal, nada que ver con las áreas tribales de Mauritania, Malí y Niger. Por lo demás quienes siguen este blog ya conocen mi opinión sobre las ONG's en general; el caso concreto de "Barcelona Solidària" no hace sino reforzar mi aprensión hacia esas organizaciones, sus fines y algunos personajes que las integran. Otro día les explicaré en detalle el por qué.

Yendo a lo que importa ahora, lo que más me ha llamado la atención en la resolución de este secuestro ha sido el clamoroso silencio con el que ha sido acogido por la prensa internacional. En Le Monde ayer, por ejemplo, la noticia se despachaba en apenas unas líneas escondidas en la sección de internacional. Está claro que en Francia deben andar algo resentidos porque el "método Zapatero" de chalanear haya resultado más eficaz que resucitar "Beau geste" y emprenderla a tiros con medio Sahel, pero aún así Sarkozy y la izquierda mediática francesa deberían ser más deportivos y reconocer que en este caso, y probablemente sin que sirva de precendente, el Gobierno español les ha pasado la mano por la cara. De los norteamericanos y su "Cruzada contra el terrorismo internacional", mejor ni hablar. La liberación pactada de los secuestrados es la peor noticia que podían recibir quienes comulgan con sus llamémosles principios, y no sólo en EEUU. Por ahí anda cierto Guerrero del Antifaz que aún no hace una semana se paseaba por la frontera de Melilla "con dos cojones", como le gritaron sus partidarios.

En realidad, más que a Zapatero y a "su" Soraya (Soraya Rodríguez, la Secretaria de Estado de Cooperación Internacional) el éxito hay que apuntárselo una vez más a Alfredo Pérez Rubalcaba, quien ha vuelto a ser el eficaz bombero moviendo los hilos y coordinando desde Madrid, y a los servicios secretos marroquíes (¡qué papelón estos días el del Partido Popular!), como daba a conocer hoy en el Telediario el mismo Rubalcaba. Añadan alguna muy discreta gestión de Gaddafi y tendrán el cañamazo sobre el que se ha tejido la libertad de Vilalta y Pascual. Con un añadido gratificante: los países de la zona saheliana han sido capaces de cooperar entre ellos, alternando la presión militar y la negociación política, para lograr que las bandas responsables del secuestro se avinieran a cobrar el rescate y dejar marchar a sus rehenes.

Porque en realidad, no se engañen: si todo este asunto ha terminado bien, como así ha sido por fortuna, se debe fundamentalmente a que a esos presuntos islamistas lo único que les interesaba era el dinero. Conseguido éste y la libertad de uno de sus cabecillas preso de los mauritanos, han soltado a los secuestrados sin más. ¿Al Qaeda del Magreb Islámico? puro invento de los servicios secretos magrebíes y occidentales. Vean el comunicado de los secuestradores enviado ayer a El País, un texto supuestamente redactado por islamistas furibundos, que en su torpeza y simplonería mueve a la risa; no hace falta ser experto en nada para tras su lectura, darse cuenta de que no es más que burdo maquillaje "político" redactado por un grupo de bandidos, probablemente touaregs, de los que llevan siglos asaltando viajeros y caravanas en esa área geográfica tan extensa como incontrolada, y que mediante él buscan un paraguas ideológico que les evite represalias.

Los de "Barcelona Solidària" han tenido mucha suerte. Más que nada, porque al sur de Argelia los únicos islamistas que hay hoy día son los que inventan los "expertos en terrorismo internacional" para manipular las opiniones públicas occidentales.

En la fotografía que ilustra el post, publicada por El Periódico de Catalunya a los pocos días de haber sido secuestrados, aparecen de izquierda a derecha Albert Vilalta, Alicia Gámez y Roque Pascual. La mujer sería liberada unas semanas más tarde.

domingo, 14 de marzo de 2010

Cuatro días de marzo. Memoria de un fallido fujimorazo a la española


Entre el 11 y el 14 de marzo de 2004, España vivió (presuntamente, claro) la experiencia de un autogolpe de Estado según el patrón dibujado años antes por Alberto Fujimori, presidente de Perú: con la excusa de un atentado terrorista, el gobierno en ejercicio pretendió mantenerse en el poder paralizando un procedimiento electoral e introduciendo cambios en el sistema político que garantizaran su continuidad de facto indefinida en el poder, so pretexto de hacer frente a una situación excepcional.

Tras el estallido de los trenes en Atocha, entre la mañana del 11 y la noche del 13 de marzo de 2004, el gobierno Aznar intentó (presuntamente, claro) aplazar "sine die" las elecciones convocadas para el domingo 14 de marzo y simultáneamente, suspender la autonomía vasca, objetivo que acariciaba desde los meses precedentes. A pesar de las presiones ejercidas por el Gobierno de entonces, ambas acciones fueron rechazadas por órganos del Estado, singularmente la Junta Electoral Central y el propio Jefe del Estado, quien se habría negado en dos ocasiones a firmar el decreto de suspensión del funcionamiento de las instituciones autonómicas vascas. El final del fujimorazo vino cuando los mandos policiales operativos se negaron a cargar y dispersar a los cientos de miles de manifestantes que en la noche del 13 de marzo marcharon, en una marea humana autoconvocada, desde la Puerta del Sol hasta el Congreso de los Diputados gritando: "¿Quién ha sido"?, en respuesta a las mentiras gubernamentales que atribuían los atentados del 11-M a ETA, la opción políticamente rentable para el Partido Popular. Todo presuntamente, faltaría más.

Seis años después sabemos quienes perpetraron el 11-M, y también sabemos que sus inspiradores pretendían lograr el mismo efecto que lograron los atentados del 11-S de 2001 en EEUU. Pero aquí les salió el tiro por la culata: los españoles no cayeron en la trampa que les tendían. Aún así el Gobierno Aznar intentó (presuntamente, claro) lo más sucio que un gobierno elegido democráticamente puede hacer: perpetuarse en el poder recurriendo a subterfugios edificados sobre los cadáveres de 191 compatriotas. Recuérdenlo ustedes, y recuerdenselo a otros.

Sobre el 11-M, les dejo un enlace a El efecto Ceacescu, por qué fracasó el 11-M, mi post del año pasado relacionado con esta fecha.

En la imagen, la manifestación de protesta contra el 11-M y el fujimorazo en marcha del gobierno Aznar, celebrada en Madrid la tarde del 12 de marzo de 2004, pasa junto a los carteles de campaña electoral del PP con la foto de Mariano Rajoy.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

El islamismo radical se ríe del Holocausto

Dice El País de hoy que la fiscalía general de la ciudad holandesa de Utrecht iniciará acciones penales contra una supuesta Liga Árabe Europea (LAE), "por publicar en su página web una caricatura en la que dos judíos se inventan el Holocausto".

Negar el Holocausto no es emitir una opinión, sino una aberración propia de hijos de puta, que de algún modo se hacen solidarios con los autores de la mayor atrocidad conocida por la Humanidad. En varios países civilizados de Europa ese proceder acarrea penas incluso de cárcel. Holanda es uno de ellos, e históricamente de los más sensibles a semejantes brutalidades contra la razón y la Historia, dado que es un país cuya memoria colectiva sigue aún bajo el trauma del exterminio de decenas de miles de holandeses y refugiados de origen judío, ocurrido durante la ocupación nazi (1940-1945). En Holanda se editó además el diario de Anna Frank, quizá el más atronador testimonio directo contra la locura antisemita nazi que jamás se haya escrito.

Ahora aparece una organización que nadie conoce muy bien y que dice representar a los "árabes" de Europa, y publica una asquerosa caricatura en la que niega el Holocausto. De entrada extraña bastante que esa organización presuntamente islamista hable de "árabes", un concepto de cuño político (nacionalista) enfrentado con el religioso (islamista). No todos los árabes ni mucho menos son musulmanes, y menos aún islamistas fanáticos; hay numerosas minorías de árabes cristianos en Líbano, Egipto, Siria, Palestina y hasta hace poco, Irak. Y desde luego no todos los musulmanes son árabes ni desde luego islamistas; los iraníes no son árabes, de hecho llevan siglos enfrentados a los árabes, y sin embargo sí son musulmanes, como también lo son los indonesios, turcos, sudaneses, pakistaníes etc, sin ser árabes. Así pues esa Liga Árabe Europea apesta a provocación fascista.

De todos modos, y aunque la LAE resultara ser realmente una organización islamista -cosa que tampoco sería tan extraña, en la medida en que el fascismo racista es consustancial al islamismo radical-, ni en Holanda ni en parte alguna del mundo más o menos civilizado puede permitirse una cosa así. Negar el Holocausto y atribuirlo a una invención de los judíos es, repito, hacerse cómplice de sus autores y sobre todo, contribuir a que algún día pueda repetirse.

Nada tiene que ver eso con la libertad de expresión, la crítica al sionismo o a la actuación de los gobiernos israelíes. Ese dibujo asqueroso tampoco es comparable con las famosas caricaturas de Mahoma publicadas hace unos años en un periódico danés, ya que no está criticando o riéndose de una religión, de sus dogmas, ritos, costumbres (que son perfectamente criticables y en muchos aspectos denunciables por absurdos y ridiculos cuando no claramente perjudiciales, ya sea en el caso musulmán como en el de cualquiera otra religión, incluidas desde luego la judía y la cristiana). Lo que esa caricatura ataca no es la religión o la política judías, israelíes o no -algo que desde el pensamiento libre e ilustrado europeo pueden y deben ser criticables y hasta objeto de chiste en muchos de sus contenidos-, sino la esencia sobre la que se fundamenta la experiencia de nuestra memoria histórica colectiva como seres humanos: el conocimiento mismo de los límites que jamás pueden volver a traspasarse mientras siga existiendo la especie humana. Si permitimos que nos despojen de ese conocimiento, que se banalice, trivialice o directamente se niegue su correspondencia con hechos reales, se estará abriendo la puerta a una hecatombre probablemente mucho peor que la que acabó con la vida de seis millones de judíos entre 1939 y 1945, y que también segó la de millones de personas de otras culturas, incluidos casi diez mil ciudadanos españoles.

El dibujo presenta a dos judíos calculando las víctimas del Holocausto. "Tenemos que llegar a seis millones de muertos", dice uno de los personajes. "No creo que sean judíos" le respondía el otro, mirando unos cadáveres amontonados bajo un letrero con el nombre del campo de concentración de Auschwitz.

miércoles, 11 de marzo de 2009

El efecto Ceaucescu. Por qué fracasó el 11-M


Una vez más, al llegar el 11-M vale la pena refrescar la memoria señalando las verdaderas razones de esa tragedia, a sus "impulsores intelectuales" y a sus (fracasados) beneficiarios.

Para contribuir a todo ello, vuelvo a traer aquí el post "El efecto Ceaucescu".

El 22 de diciembre de 1989, hubo en Bucarest, la capital de Rumanía, una gran concentración popular ante el palacio presidencial. Como en ocasiones anteriores, se trataba simplemente de un montaje del régimen comunista a mayor gloria del dictador Ceaucescu. Decenas de miles de personas debían aclamar disciplinadamente al Conducator mientras éste les saludaba tras haberles propinado uno de sus discursos; la rutina de las manifestaciones populares de adhesión estaba, como en toda dictadura, perfectamente establecida.

Sin embargo aquella mañana resultó distinta. Mientras hablaba desde el balcón, Ceacescu comenzó a hacer gestos de extrañeza; hasta él llegaba el eco de algunos gritos, primero aislados, luego en número creciente. Desde la distancia no podía oír lo que decían, pero aquello sonaba tan diferente a lo que estaba acostumbrado en ocasiones semejantes, que un instinto natural le hizo abandonar precipitadamente el palacio. Tenía razón en huir Ceacescu, porque inmediatamente estalló una revuelta en todo el país; apenas unos días después, él y su mujer eran ejecutados.

¿Qué había pasado? Sencillamente, Ceaucescu cometió un error de cálculo. En 1989 el bloque soviético había dejado de existir, tras una cadena de rápidos cambios de régimen en toda la Europa del Este, salvo precisamente en Rumanía y Yugoslavia. El dictador rumano no hizo caso y creyó que su poder estaba garantizado, sin darse cuenta de que en su país el fermento del cambio político se aunaba con el creciente descontento popular por la situación de pobreza en que vivían los rumanos. Era una combinación explosiva y letal.

Ceaucescu creyó seguir controlando todos los resortes, y por eso se regaló una manifestación de adhesión popular –una más, en apariencia- sin darse cuenta de que estaba convocando su propia ejecución. En suma, el resultado finalmente obtenido por el dictador rumano fue exactamente el contrario del buscado.

Exactamente eso fue lo que ocurrió en España durante las jornadas que van del 11 al 14 de marzo de 2004.

Los antecedentes están claros. Hoy sabemos que el 11-M fue pensado, planificado y ejecutado para que fuera un gran atentado de masas, una masacre indiscriminada que alcanzara la mayor repercusión posible. Sabemos quiénes lo llevaron a cabo, y sabemos el modelo en el que se inspiraron: los atentados del 11 de septiembre de 2001.

También sabemos que el 11-S tuvo en EEUU dos efectos concretos y casi instantáneos. Uno en el plano interno: garantizar la adhesión acrítica y mayoritaria de la población estadounidense a su régimen actual (el neoconservadurismo encarnado por la Administración Bush), y el otro en el externo: servir de excusa para una política exterior norteamericana agresivamente imperialista y basada en la lucha por el control de recursos energéticos estratégicos.

Cabe preguntarse si esos efectos son casuales, o responden más bien a estrategias planificadas cuya intención ha sido precisamente obtenerlos. No parece muy lógico que quienes supuestamente concibieron esa tragedia sean tan lerdos como para no percibir que su acción iba a tener consecuencias tan radicalmente contrarias a los intereses que dicen propugnar, los del mundo árabe-musulmán; la población estadounidense rápidamente se unió en piña en torno a su gobierno, y poco tiempo después el ejército norteamericano invadió a sangre y fuego parte del mundo musulmán, lo que era perfectamente previsible que ocurriera.

En realidad, cada vez es más evidente que esos efectos y consecuencias responden a un plan muy meditado, y concebido precisamente para reforzar el poder imperial USA en el mundo y no para destruirlo.

Un principio conocido desde hace tiempo nos dice que los atentados de masas no derriban gobiernos, al contrario: los refuerzan. El miedo a la agresión exterior, sobre todo si tiene carácter terrorista, une a los ciudadanos en torno a aquellos que desde el poder pueden garantizar su seguridad. Los ejemplos son infinitos. En esas condiciones, las llamadas a la unidad nacional y la exacerbación del patriotismo se convierten en instrumentos generadores de consenso colectivo, mediante el cual es fácil emprender recortes legales a las libertades públicas en nombre de la seguridad nacional. Subordinada la legalidad a la seguridad, el axioma de que para garantizar dicha seguridad interna hay que controlar "manu militari" cualquier lugar del planeta desde el cual pueda ser atacada, se desprende casi por sí solo y sin mayor esfuerzo. A partir de ahí, los usos diplomáticos, las instituciones internacionales e incluso la existencia física de cualquier otro gobierno que no acepte plegarse a esa teoría y a sus consecuencias, se convierten en obstáculos a superar, o como poco, en un fastidio al que hay que marginar.

Las formas operativas mediante las cuales se aplican estas estrategias tienen una importancia política relativa. En última instancia, estamos ante tramas complejas en las que los inspiradores probablemente poco o nada tienen que ver directamente con los ejecutores; unos y otros están en los extremos de una misma cadena, pero no tienen por qué encontrarse necesariamente en contacto directo. La manipulación e incluso la creación de grupos terroristas o de unidades especiales militares capaces de llevar a cabo esta clase de acciones, es algo ya viejo y probado. Seguramente, muchos miembros de grupos terroristas e incluso la mayoría de sus dirigentes se sorprenderían si supieran quién y desde dónde maneja realmente los hilos de su organización.

El problema surge cuando se intenta aplicar miméticamente el esquema descrito en cualquier país y bajo cualquier circunstancia, sin tener en cuenta que al ser otras las variables y actuar como si fueran las mismas, la respuesta finalmente obtenida puede ser diferente y aún opuesta a la apetecida (algo que conoce perfectamente cualquier alumno de Ciencias que se enfrenta a un experimento). Este fue el error monumental cometido en España.La premisa es: el 11-M debía servir para que España se implicara de hoz y coz y por consenso popular en la "Cruzada antiterrorista mundial", liderada por la Administración Bush. Para ello hacía falta un estímulo contundente, que sacudiera la población española hasta los cimientos más íntimos de cada persona. Un gran atentado terrorista que llevara a los españoles a cerrar filas tras su gobierno del momento, y en definitiva, tras EEUU, país con cuya política exterior ése gobierno se identificaba de modo servil.

El candidato natural para ejecutar ese atentado no podía ser otro que ETA. La organización terrorista vasca es, desde hace cuarenta años, el referente español en materia de terrorismo. Ningún otro grupo ha tenido su duración histórica ni ha calado tan hondo en la conciencia de los españoles como símbolo de terror. Ciertamente las masacres de población civil que ha producido ETA –caso del atentado de Hipercor en Barcelona- han sido siempre "daños colaterales", no buscados directamente por los ejecutores. Pero en una organización de esas características, nunca puede excluirse que toda o una parte de ella decida en cualquier momento dar un salto cualitativo y pasar directamente al terrorismo de masas.

En diciembre de 2003 parecía que ese paso se había dado, cuando según se dijo oficialmente ETA intentó volar un tren dentro de la estación madrileña de Chamartín. Más tarde, poco antes del 11-M, se produjo la detención de dos miembros de esa organización cuando viajaban rumbo a Madrid en una furgoneta donde llevaban media tonelada de explosivos; se dijo también entonces –apareció así en la prensa escrita- que se les intervinieron planos de una zona próxima a Madrid llamada Corredor del Henares....donde el 11-M tendrían lugar los atentados contra los trenes.

Y sin embargo, hoy está perfectamente probado que los atentados del 11-M los llevó a cabo un grupo de terroristas islamistas y no ETA. Pero el 11 de marzo de 2004 mucha gente, incluido el gobierno español que entonces presidía José María Aznar, creyó o quiso creer, según casos, que la autoría de la matanza correspondía a ETA. Aunque a primera hora de la mañana era lógico pensar así, la investigación policial llevó a que la misma tarde del 11-M se disiparan ya todas las dudas sobre la autoría del crimen. Y sin embargo el gobierno español insistía en que el atentado era obra de ETA, al punto de comprometer al Consejo de Seguridad de la ONU en una condena formal de esa organización como autora del atentado, en una maniobra que naturalmente contó con el apoyo de los EEUU.

Entre el 11 y el 14 de marzo fue tal la insistencia del gobierno Aznar en la autoría de ETA, que desde la oposición política, algunos medios de comunicación y de modo creciente, desde la calle, se comenzó a decir que parecía que el gobierno estaba esperando o incluso deseando un atentado de ETA; un gran atentado de ETA, para ser más preciso. Si éste se producía, vendría, en definitiva, a justificar el alineamiento del gobierno español de entonces con la política antiterrorista mundial de EEUU, y con seguridad daría la mayoría absoluta al Partido Popular (PP) de Aznar en las elecciones del 14 de marzo, remontando los datos de las encuestas reservadas, que hasta ese momento arrojaban un empate técnico entre el PP y el PSOE con ligera ventaja para este último. Lo expresó claramente Arriola, el principal experto electoral del PP, el mismo día 11 de marzo, en conversación con Mariano Rajoy: si el atentado era obra de ETA, el PP tenía la mayoría absoluta garantizada en las elecciones del día 14, pero si eran los islamistas u otros, perderían.

Que una ETA muy golpeada y debilitada por la colaboración policial francesa hubiera entrado en proceso de descomposición interna, de modo que una parte de sus miembros más "duros" estuviera dispuesta a iniciar una política de atentados indiscriminados, era una posibilidad muy real en marzo de 2004 e incluso un tiempo antes.

Pero ETA no fue la autora de la voladura de los trenes en Madrid el 11-M.

¿Por qué ETA no llevó a cabo ese atentado? Las razones son diversas, pero todas decisivas incluso tomadas de una en una:

Primero, porque ETA ya no estaba en condiciones operativas para desarrollarlo.

Segundo, porque a consecuencia de él, la organización iba a romperse y quizá a desaparecer.

Tercero, porque por su causa su base social iba a dividirse, enfrentarse y disminuir de manera irrecuperable.

Cuarto, porque hubiera cerrado definitivamente cualquier puerta a una negociación con el Estado español que permitiera al terrorismo vasco un final pactado.

Y quinto y último, porque habría dejado a ETA sin los ya escasos apoyos exteriores de que dispone, cegándole para siempre la posibilidad de acceso a cualquier clase de foro internacional.

Y sin embargo, Aznar y su gobierno esperaban (¿deseaban?) un atentado de ETA en las jornadas previas a las elecciones del 14 de marzo. Tal vez conocían la existencia de preparativos para un atentado sin saber quién lo preparaba. Tal vez, simplemente, alguien de toda confianza les había convencido de que habría un atentado muy importante, y ellos dedujeron por su cuenta que sólo podía ser ETA la autora.

Obcecación, sin duda. Pero también irresponsabilidad y cálculo político.

A pesar del atentado del terrorismo islamista contra intereses españoles en Casablanca, Marruecos, ocurrido en 2003, el gobierno español continuó sin tomar en serio la amenaza islamista radical, probablemente porque de haberlo hecho, al implementar medidas policiales visibles hubiera estado dando a entender que la política exterior aznarista podía tener un elevado precio en sangre para los españoles. Cosa que evidentemente habría incrementado el rechazo de una población ya muy sensibilizada (el 90% se manifestaba en contra de la participación de España en la guerra de Irak); el coste político que habría debido pagar ése gobierno habría sido altísimo.

Con todo, cuando en la mañana del 11 de marzo reventaron cuatro trenes de cercanías en Madrid, la tipología y magnitud de la bestialidad cometida desbordó con seguridad cualquier cálculo previo. El atentado superaba cuanto razonablemente podía esperarse que sucediese en España en materia de atentado terrorista. No había precedentes, tanto por la dimensión de la masacre como por la indiscriminación de las víctimas y la adscripción social de éstas.

Llama la atención que se escogieran precisamente como objetivos trenes de cercanías de la periferia obrera madrileña en hora punta. ¿Por qué no se hizo por ejemplo en una discoteca de moda como ocurrió en Bali, o en un estadio de fútbol repleto de un público interclasista como a posteriori se ha intentado según se nos ha dicho?.

Sencillamente porque el atentado del 11-M tiene un contenido clasista y antipacifista evidentes. Se trataba de golpear con la mayor dureza a quienes más contundentemente se habían opuesto –en manifestaciones y en las encuestas- a la Cruzada antiterrorista lanzada por la Administración Bush: las clases trabajadoras españolas. Se quería hacerles abjurar de su "error". El mensaje que transmitía el atentado era: ¿Véis como el terrorismo es un problema que nos alcanza a todos, incluso a quienes estáis en contra de nuestros métodos para acabar con él?.

Como correlato, el gobierno español intentó subirse a la cabeza de la ola y rentabilizar políticamente el sentimiento popular de horror e indignación desencadenado por el atentado, convocando manifestaciones de repulsa en todo el país para la tarde del 12 de marzo. Se buscaba la adhesión a las tesis gubernamentales y que el pueblo cerrara filas en torno a su gobierno. Pero la reacción que obtuvieron fue en sentido contrario: como Ceacescu en su balcón, los dirigentes del PP hubieron de soportar los gritos y los insultos de una ciudadanía irritada que exigía saber quiénes eran los responsables de la masacre.

Los que creían que lo lógico era que los españoles reaccionaran como los norteamericanos, cerrando y estrechando filas en torno a su gobierno, se equivocaron grandemente, y ello por las siguientes razones:

Primero, porque el pueblo español mantiene desde hace tiempo una profunda conciencia antibelicista, fruto de experiencias pasadas (significativamente, de la Guerra Civil española).

Segundo, porque la identificación sumisa con la política exterior norteamericana cuadra mal con la conciencia de un pueblo que desde 1898 recela de USA, país del que además sabe que contribuyó de modo decisivo a la consolidación y sostenimiento de la dictadura franquista.

Tercero, porque España no ha tenido desde hace siglos contencioso ninguno con la globalidad de los países árabes ni con el mundo musulmán. Además, la puntual aventura imperialista española en Marruecos a principios del siglo XX supuso tal baño de sangre para las clases populares españolas, que quedaron bien escarmentadas de que su país participara en empresas semejantes.

Cuarto, porque la no existencia entre los españoles de una sólida conciencia de superioridad racial en relación con otros pueblos, evitó que la responsabilidad del atentado se atribuyera de modo extensivo y genérico a "los moros", y por extensión a todos los musulmanes.

Quinto, la circunstancia de que un tercio de los muertos y heridos en los trenes de Madrid eran inmigrantes extranjeros, entre ellos muchos de cultura y religión islámica y la mayoría de estos de origen marroquí, neutralizó el hecho de que los autores del atentado fuesen asimismo marroquíes.

Sexto, porque las gigantescas manifestaciones populares contra la guerra celebradas la primavera anterior habían difundido entre los españoles una fuerte conciencia de globalidad positiva y solidaridad internacional, sentimientos fortalecidos por las horribles imágenes de muerte y destrucción ocasionadas por la invasión de Irak, imágenes que aquí, a diferencia de EEUU, sí pudieron verse en televisión.

Y séptimo, porque la acumulación de errores, mentiras, engaños y manipulaciones desplegados por el gobierno del PP desde el 2000 en multitud de casos ya célebres (Gescartera, "invisibilidad" de la huelga general, Prestige, Yak-42, guerra de Irak...), liquidó cualquier credibilidad que hubiera tenido anteriomente entre el común de la ciudadanía.

En marzo de 2004, el PP sencillamente no estaba en condiciones de llamar al conjunto del país a cerrar filas en torno a su gobierno. El crédito se les había agotado con acciones como la famosa entrevista en Televisión Española un año antes, en la que Aznar, mirando fijamente a la cámara, exhortó a todos los españoles a creer en su palabra cuando afirmaba que el Irak de Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva, y ello cuando ya era público y notorio gracias a los investigadores de la ONU que dichas armas no existían.

En resumen, el 11 de marzo de 2004 vino simplemente a confirmar que el país estaba en manos de un hatajo de embusteros ventajistas, y que las elecciones del 14 de marzo eran la ocasión para echarlos fuera del gobierno y aún de la política.

Si la concepción de la acción terrorista del 11-M partió del gobierno de los EEUU, de una parte de él o del poder realmente existente en ese país -el todopoderoso complejo militar-industrial, contra el que ya advertía Eisenhower en los años cincuenta, ahora en versión "neocon" aún más extremista y rapaz si cabe-, y si su despliegue corrió por cuenta de una agencia oficial de "servicios especiales" o fue un encargo a "empresas del terror" de carácter privado, probablemente no lo sabremos nunca. Sabemos, eso sí, quiénes fueron sus ejecutores directos –el terrorismo islamista-, y quiénes fueron los irresponsables que intentaron aprovecharse políticamente de ella: Aznar, su gobierno y su partido.

De todos modos, es obvio que quienes intentaron forzar una mayor identificación de España con las tesis antiterroristas de EEUU –y no tuvieron reparo en desencadenar una matanza de las características y proporciones como la que tuvo lugar en Madrid-, no actuaron tanto por beneficiar a un gobierno satélite cuanto en función de sus propios intereses estratégicos y globales; el sacrificio de tantos seres humanos debía haber convencido a los españoles de la bondad de las posiciones "antiterroristas globalizadoras" de la operación "Libertad Duradera" y sus prolongaciones presentes y futuras.

Y sin embargo, es sabido que el resultado que obtuvieron fue, como en el caso de Ceaucescu, exactamente el contrario al que aspiraban. El pueblo español, como en su momento el pueblo rumano, reaccionó valientemente contra engaños y manipulaciones. Si a los rumanos les movió en 1989 el hambre, el frío y el ansia de libertad, a los españoles en marzo de 2004 les empujó, a la calle primero y luego a las urnas, un ansia de justicia y de dignidad que ningún poder pudo detener.

domingo, 30 de noviembre de 2008

Asalto a la India


Entre la catarata de información, opinión e intoxicación que se está generando en torno al sorprendente ataque terrorista a una ciudad india entera, corre peligro de pasar completamente desapercibido el único artículo publicado en la prensa europea que apunta directamente al corazón mismo de sus causas. Se publicó el viernes en El País, y está firmado por A.G. Rojas y C. Galindo.
El título ya da pistas para la reflexión: " Golpe al turismo y a la inversión extranjera". Y el subtítulo resulta aún más esclarecedor: "El terrorismo amenaza la economía india en plena crisis financiera mundial". Es decir, estamos ante una compleja y ambiciosa acción terrorista diseñada para golpear objetivos de carácter económico estratégico.

Escriben estos dos periodistas: " La matanza terrorista ha dado de lleno en el corazón de uno de los símbolos del milagro económico de India: el imperio Tata. Este grupo industrial, que se ha hecho popular por sus coches baratos (2.500 dólares la unidad), es propietario del Taj Mahal, el lujoso hotel tomado por los asaltantes el miércoles y que ha sufrido grandes daños". Efectivamente, Tata es hoy el símbolo de una economía emergente, la hindú, que en las últimas dos décadas ha alcanzado una enorme pujanza. Pero Tata no es sólo un imperio empresarial indio; desde hace algún tiempo, esta verdadera corporación multinacional -una de las primeras que aparecen en el Tercer Mundo-, ha comenzado a extenderse a gran velocidad por toda Asia, y muy pronto podría haber estado en condiciones de dar el salto a América Latina, Europa....y EEUU. Y siguen: "Pero el efecto devastador de estos atentados, en los que han muerto al menos 160 personas, puede ir más allá: el turismo y la inversión en la segunda economía que más rápido crece del mundo están bajo amenaza". El turismo, como sabemos es la gran fuente de ingreso de divisas india, y Bombay es efectivamente, la capital turística del subcontinente indostánico. En cuanto a la inversión, Bombay es "el centro neurálgico del boom económico indio y la sede de la gigante industria cinematográfica del país, Bollywood". Un objetivo pues muy bien escogido para poner a toda India entre la espada y la pared.

Y es que aunque la crisis financiera internacional ha alcanzado a India como a cualquier otro país, su impacto sobre el gran país asiático debería haber sido mucho menor dado que la "economía virtual" tiene poca presencia allí. Su economía productiva está "sana", pero depende fuertemente del exterior: "La inversión extranjera directa es esencial para este país", escriben Rojas y Galindo, que subrayan el crecimiento espectacular de ésta en el presente año:"Entre abril y septiembre creció un 137%, hasta 17.210 millones de dólares (13.000 millones de euros), y el Gobierno espera que supere los 35.000 millones de dólares durante el año fiscal (finaliza en marzo). Lo cierto es que India es ya un serio competidor para economías occidentales tocadas por la crisis, y no sólo por causa del episodio actual de la quiebra de las Bolsas-Casino: "El país ha crecido de forma espectacular en los últimos diez años y se ha convertido en un paraíso para la industria de las tecnologías de la información. La alta cualificación de su mano de obra ha motivado que el país sea elegido por muchas empresas extranjeras que quieren trasladar su negocio a mercados laborales con costes más bajos", concluye esta imprescindible información.

¿Qué ha ocurrido en Bombay realmente? Apenas comenzar la acción terrorista contra la ciudad, algún conocido "experto" vinculado a los servicios secretos españoles y norteamericanos saltó rápidamente a las emisoras de radio y a la prensa escrita para colocar el sobado mensaje de que estamos ante otra acción de esa "nebulosa que es hoy día Al Qaeda y sus grupos asociados". De hecho, nadie conocía previamente las siglas que han reivindicado los atentados en la ciudad india. En un primer momento se adjudicó la acción a terroristas musulmanes indios, y posteriormente a terroristas llegados de Pakistán. También, a los servicios secretos pakistaníes. Al fondo, siempre Bin Laden y Al Qaeda.

Pero si algo ha quedado claro en esta acción, es que se ha acabado el crédito concedido a ese guiñol-percha que es Al Qaeda, en el que se vienen colgando esta clase de acciones desde 2001. Ni Al Qaeda ni ningún grupo similar ha tenido ni tiene ni tendrá nunca la capacidad, preparación y medios para diseñar, preparar y ejecutar una acción como la llevada a cabo en Bombay. Si bien es cierto que quienes la han llevado a cabo físicamente son terroristas islamistas -marionetas reclutadas probablemente por gentes que ellos mismos desconocen-, la concepción y el diseño estratégico de una operación de esta amplitud estratégica y ambición, corresponde a elementos que, ciertamente, deben tener algo más que vínculos con quienes concibieron el 11-S.

A todas luces, estamos ante un nuevo ataque de ese mundo tenebroso que anida en las alcantarillas enmoquetadas de Wall Street. Un ataque en toda regla contra el corazón de una economía emergente, de un competidor directo para un poder económico que aspiró a ser global y ahora agoniza y lucha por sobrevivir tras la implosión primero de su economía real (véase el derrumbe de la industria automovilística norteamericana), y también de la financiero-virtual recientemente. Tras el ataque a la India está sin duda esa siniestra alianza de grandes corporaciones norteamericanas que tomaron el poder real en EEUU tras el autogolpe de Estado del 11-S.

Este zarpazo contra la India no va a ser el último, ni mucho menos. Vendrán otros contra países emergentes, y serán cada vez más violentos, despiadados y desesperados.

martes, 11 de noviembre de 2008

Hora de irse rápido de Afganistan


Esos dos soldados españoles que murieron anteayer en “atentado terrorista” según dicen medios y políticos, murieron en realidad por ser integrantes de las tropas de ocupación occidentales en un país asiático en guerra. Es decir, murieron en una acción de guerra como profesionales que son; cuando uno participa en una guerra en territorio extranjero, acostumbran a pasar estas cosas. Punto pelota, como le gusta decir a Aznar.

Sobra pues todo el discursito ternurista en relación a la supuesta lucha contra el terrorismo que presuntamente llevan a cabo las tropas de la OTAN en país tan lejano como Afganistán. Como escribe hoy Miguel Angel Aguilar en El País, no se aplastan aguijones con coces ni se matan moscas a cañonazos; combatir al terrorismo es una labor de inteligencia (en la doble acepción de la palabra), con acciones ejecutadas luego por unidades de intervención muy pequeñas y especializadas. Las tropas convencionales no sirven absolutamente para nada en estas situaciones, como no sea para encabronar a los ocupados. Véanse los repetidos bombardeos de civiles indefensos llevados a cabo por la aviación estadounidense y su incapacidad para distinguir entre "amigos y enemigos" en la población afgana, algo que ya les ocurrió en Vietnam con el coste en vidas inocentes y en imagen que tuvo aquella aventura, tan semejante en todo a la afgana por otra parte.

Hace tiempo que los 70.000 soldados de la OTAN en Afganistán se han revelado completamente inútiles para la misión que desarrollan allá, incapaces de lograr una victoria militar completa sobre un enemigo cuyo número, capacidad y apoyo popular crece sin cesar. Y esa circunstancia es así tanto si ésas tropas cuentan con un mandato de la ONU, como si el mandato es de la OTAN o del sumsum corda. Que ésta sea una “guerra legal” a diferencia de la de Irak no significa que sea conveniente permanecer en ella, sobre todo cuando cada vez está más que claro que está irremisiblemente perdida. Como desde hace años ya he escrito varias veces en este blog, hay que salir de Afganistán lo antes posible. Ahora la retirada es ya urgente.

Ni siquiera la presunta "acción humanitaria" que supuestamente llevan a cabo las tropas justifica su permanencia en el país. Construir escuelas que al día siguiente son voladas con los alumnos dentro o trazar carreteras que inmediatamente son minadas por afganos, no parece que tenga demasiado sentido. Por lo demás, el cultivo del opio está más floreciente que nunca en los territorios que controlan los señores de la guerra aliados de los occidentales. Así que ya me explicarán qué hacen ahí las tropas occidentales, salvo proteger el culo y los negocios de Karzai, el sátrapa local nombrado por el dedo de Bush.

La situación sólo puede ir a peor, y cuanto más se tarde en salir de Afganistán menos airosa será la salida. Ocurre que al parecer los planes de Obama pasan por reforzar la presencia extranjera en el país ocupado, y ahí se le crea un dilema terrible a Zapatero y a los otros responsables políticos europeos embarcados en esa guerra que es, ya, otra pesadilla gemela de Irak. De Irak nos fuimos, y de Afganistán nos iremos; cuándo y cómo son las únicas dos incógnitas a despejar.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Y ahora, toca incendiar Siria


Quienes siguen este blog recordarán que hace unas fechas les comentaba acerca de algunas experiencias vividas durante mis recientes vacaciones en Siria y Jordania. También, de la tranquilidad reinante en el territorio sirio y del escepticismo de muchos de sus habitantes en relación con el llamado terrorismo islamista, sus orígenes y sus fines.

Un atentado terrorista en la carretera que une Damasco con su aeropuerto internacional -por la que transité aún no hace dos meses-, ha causado 17 muertos en una zona poblada por chiíes. El efecto buscado está claro: desestabilizar el complejo equilibrio en el que se basa la convivencia entre las minorías sirias, atacando frontalmente a una de las más castigadas en todas partes, y por tanto, más fácilmente provocables. Nadie ha reivindicado el atentado y seguramente nadie lo hará, o acaso se lo adjudique alguno de esos grupos fantasmas que supuestamente aparecen y desaparecen en la órbita de la mítica Al Qaeda.

"¿Quién quiere que la epidemia terrorista se extienda a Siria?", se pregunta El País en su editorial de hoy. Siria es según este diario "un actor esencial para el equilibrio en la zona". ¿A quién puede beneficiar extender el caos en la región, y de paso tumbar a un régimen incluido en el Eje del Mal? Evidentemente, a los mismos estrategas de la intervención en Irak y el posible ataque a Irán. Siria es un país que cuenta con un régimen árabe laico, sólido y asentado, que se halla negociando una paz estable con Israel y que mantiene un trato preferente con la Unión Europea a través de Francia, antigua metrópoli y hoy su principal avalista occidental.

En septiembre pasado el presidente francés visitó Siria. "Viaje al Eje del Mal. La visita de Sarkozy rehabilita al régimen sirio, titulaba El Periódico de Catalunya el 5-9-2008. La versión en español del Diario del Pueblo chino del 3-9-2008 titulaba por su parte: "Visita de Sarkozy formalizará lazos al más alto nivel" y "visita histórica desde Occidente". El servicio de noticias de Yahoo para América Latina decía a su llegada a Damasco que "Siria recibe hoy al presidente francés, Nicolás Sarkozy, con el objetivo de sellar la normalización de sus relaciones con París y negociar acuerdos comerciales que les permitan modernizar sus infraestructuras, según fuentes sirias". En definitiva, el régimen sirio confiaba a la UE vía Francia "la modernización de sus arcaicas estructuras".

Obviamente, no hay que ser muy listo para descubrir a los "autores intelectuales" del bombazo en Damasco, y de los que probablemente le seguirán. ¿Quién puede estar interesado en hacer fracasar todas esas expectativas?.

jueves, 31 de enero de 2008

Las religiones asesinas


La laicización de las sociedades contemporáneas es un fenómeno imparable precisamente porque no ha sido inducido políticamente, siendo por contra fruto del cambio social nacido y crecido desde dentro de la sociedad misma. Una transformación lenta pero inexorable, comenzada hace siglos y que no hace sino progresar, y que en los últimos años se ha acelerado notablemente.

En ese sentido, la ofensiva lanzada en los últimos años por las religiones monoteístas contra la “secularización de la sociedad” no es una brillante Blitzkrieg, como a veces podríamos pensar oyendo sus discursos y viendo sus movilizaciones, sino una desesperada batalla de las Ardenas; es decir, están luchando a la defensiva en una guerra que tienen perdida. Y ellos lo saben, de ahí su radicalidad.

Por tanto, y contra lo que puedan pensar los analistas superficiales, el terrorismo yihadista islamista no es en realidad el arma atroz con la cual se pretende imponer una religión a los no creyentes y a los seguidores de otras (como antaño fue el caso de las Cruzadas cristianas), sino el último cartucho con el que los intereses clericales intentan evitar la laicización del mundo árabe-musulmán (de hecho, la inmensa mayoría de víctimas del yihadismo son musulmanes, y casi todos árabes). Mediante el terrorismo, los islamistas tratan de forzar el cierre de filas e inyectar entusiasmo en el rebaño que consideran propio, para así mejor controlarlo frente a los cantos de sirena de la modernidad laica y descreída.

Ese modelo es el que aplican (con otros métodos, por ahora) los judíos llamados ultraortodoxos, y desde luego nuestros talibanes con mitra y báculo rectores de la Iglesia llamada católica.

Dos libros para entender todo esto: “Tratado de ateología”, de Michel Onfray (editorial Anagrama), y “Las religiones asesinas”, de Elie Barnavi (Editorial Turner).

viernes, 28 de diciembre de 2007

Por qué han matado a Benazir Bhutto


El asesinato de Benazir Bhutto, líder del Partido del Pueblo de Pakistán, a diez días escasos de la celebración de unas elecciones generales que caso de no producirse fraude iba a ganar inevitablemente, ha venido a sacudir las digestiones navideñas de las cancillerías mundiales, entregadas al sopor de esos fines de año en los que aparentemente "no pasa nada" porque todo el mundo está de vacaciones. Todos, menos los geoestrategas del terror y sus marionetas ejecutoras.

La realización material del crimen ha corrido, como no podía ser de otra manera, por cuenta de Al Qaeda. Un hito más del terrorismo islamista. Bin Laden, el moderno Fu-Manchú, ataca de nuevo con un golpe demoledor. Sin embargo, los analistas más experimentados -entre ellos Mateo Madridejos, hoy mismo desde las páginas de El Periódico de Catalunya-, intentan ir más allá de la superficie. ¿A quién beneficia la muerte de Benazir Bhutto?. Madridejos contesta dando algunas pistas bastante evidentes, que conducen directamente al estamento militar pakistaní. Cabe preguntarse a renglón seguido quién maneja a los militares pakistaníes; obviamente, la Administración norteamericana y sus infinitas agencias de terrorismo y "contrainsurgencia".

Ciertamente será el Ejército pakistaní quien saque la mayor tajada de este magnicidio. Mediante él se quitan de en medio a la Bhutto, su mayor rival, a cuyo padre ya ahorcaron, y lo que es más importante, creen dejar demostrado de una vez por todas que Pakistán no está para ensayos de democracias a la occidental y que por contra necesita un gobierno fuerte, precisamente cuando más cuestionado está el gobierno del general Musharraf que ha hecho tantas "concesiones" a los políticos civiles, entre ellas el regreso de Bhutto del exilio y la convocatoria de elecciones generales.

Nada de componendas políticas pues. Aunque se lleguen a celebrar finalmente las elecciones el 8 de enero no tardará mucho en haber un gobierno militar fuerte, con Musharraf o sin él pero siempre con un general al frente. Un general dócil a Washington, obviamente, que es de lo que se trata.

Un estupendo documental de TVE hablaba anoche de que el Ejército paquistaní absorbe nada menos que el 25% del presupuesto público de Pakistán (ingresos por corrupción aparte, naturalmente). Las Fuerzas Armadas pakistaníes no sólo son garantes de la hegemonía social, económica y política de las clases dominantes de su país, sino que cumplen una misión fundamental en el diseño geoestratégico estadounidense de lo que se ha llamado "Operación Libertad Duradera", destinada a asegurar el dominio militar de EEUU sobre Oriente Próximo y Asia Central y el control de los recursos económicos de esos países.

El asesinato de Benazir Bhutto por tanto, no busca desestabilizar Pakistán, sino antes al contrario darle estabilidad bajo un férreo gobierno militar. Estabilidad que implique sumisión definitiva de las clases populares, cuya causa en Pakistán han encabezado históricamente los Bhutto en total simetría con el destino de los Gandhi en la India, al modo de unos Kennedy asiáticos. Se trata en suma de cercenar en el país cualquier posibilidad de progreso social y de apertura hacia la democracia y la libertad, en aras al mantenimiento de la llamada "seguridad internacional", es decir de la hegemonía norteamericana en la región.

Todo esto lo desconoce, desde luego, el imbécil que ayer apretó el gatillo y luego se hizo estallar en medio de la multitud matando a Benazir Bhutto y a decenas de personas más, como seguramente también lo desconocen quienes le enviaron allí. Pero quienes manejan los hilos de la trama desde lejos lo saben perfectamente: llevan décadas orquestando golpes como éste.

miércoles, 31 de octubre de 2007

Han perdido el juicio


Ante todo, mi más sincera felicitación por la sentencia del 11-M a quienes además de ser víctimas del atentado islamista, durante estos tres años y pico han sido objetivo del terrorismo intoxicativo practicado por los medios que todos conocemos.

Me queda una pregunta: Una vez establecida judicialmente la verdad de los hechos acaecidos, ¿debería comenzar a perseguirse legalmente a quienes sigan propalando mentiras en torno a ellos?. Me estoy refiriendo directamente a quienes hoy han perdido el juicio legal pero el 11 de marzo de 2004 perdieron por completo el juicio mental si es que alguna vez lo tuvieron.

Ésa sería la demostración palpable de que estamos en un verdadero Estado de derecho en el que no hay lugar para terroristas de cualquier especie.

domingo, 1 de julio de 2007

El circo "antiterrorista" en Gran Bretaña toma nuevo impulso


Los creadores del espectáculo circense que es la supuesta "lucha contra el terrosimo islamista" en Gran Bretaña han roto este fin de semana todas las barreras del ridículo. Políticos, medios informativos y ciudadanos descreen cada vez más de estas puestas en escena policiales que ya sólo engañan a quien quiere engañarse: las alertas policiales antiterroristas en EEUU y Gran Bretaña son simplemente parte de una política de extensión del miedo irracional entre la población a fin de facilitar su control por las autoridades, una verdadera forma de extorsión social dirigida por políticos sin escrúpulos. Ocurre que quienes deben ejecutar esta práctica realmente terrorista son, entre otras cosas, unos absolutos chapuceros.

No de otro modo cabe calificar a quien pretende hacernos creer que un grupo terrorista deja ostensiblemente mal aparcado un automóvil cargado de explosivos en pleno centro de Londres, en una zona hipercontrolada policialmente. ¿Qué pretendían los supuestos terroristas, que el primer policía municipal que pasara por allí se fijara en el coche?. Luego esté ese intento de "volar" un aeropuerto por el procedimiento de estrellar un coche en una puerta de acceso absolutamente lejana de las zonas estratégicas de la instalación atacada. ¿Pensaban acaso llegar hasta las pistas del aeropuerto conduciendo desde el exterior?.

Ahora muchos británicos ya se toman abiertamente a rechifla estos incidentes, que apestan a prefabricados. Ocurre que desde el asesinato por la policía inglesa del brasileño Menezes cuando este joven se hallaba tranquilamente sentado en un vagón del Metro, y sobre todo tras la catarata de mentiras policiales y gubernamentales con las que se intentó encubrir aquella acción criminal, el poco crédito de que podía gozar la policía británica ya se disipó por completo. Sin olvidar las crecientes sospechas en torno al papel protagonista de los servicios secretos británicos en los presuntos atentados islamistas del 7-J en el metro londinense.

Estos montajes tienen un objetivo claro, y lo ha enunciado con toda desfachatez el nuevo premier británico, Gordon Brown, llamando a los británicos "a unirse en torno a su Gobierno y a su policía". Se trata por tanto de espolear el miedo entre la gente y de obligarla a aceptar un Gobierno que es una exacta fotocopia del anterior, carente por tanto de cualquier prestigio y credibilidad desde su mismo arranque, y que para postre tiene al frente un nuevo líder tan poco apreciado por la opinión pública como el precedente.

Para colmo, hoy domingo se celebra un gran concierto de homenaje a Diana Spencer, a quien muchos investigadores independientes y sobre todo una parte creciente de la opinión pública británica señala, con razón o sin ella, como una víctima del terrorismo de Estado británico por razones dinásticas. Los "incidentes" de estos días suenan también a intento de enterrar el fantasma del presunto asesinato de Lady Di, haciendo que los británicos centren toda su atención en el temor a Al Qaeda.

miércoles, 16 de mayo de 2007

Arquitectura y terrorismo


El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) que con tanto acierto dirige el filósofo y analista Josep Ramoneda, celebra esta semana unas sugerentes jornadas bajo el título "Arquitecturas del miedo: el terrorismo y el futuro del urbanismo occidental".

El impacto que el fenómeno terrorista en su vertiente islamista está teniendo sobre aspectos esenciales de la civilización occidental cuales son la vida en las ciudades en general y el urbanismo en particular, es el hilo conductor que agrupa las mesas redondas y conferencias que se sucederán a lo largo de los dos días, 17 y 18 de mayo, que dura esta propuesta, en la que participan reputados expertos internacionales.

Dos convocatorias destacan sobre el resto, y llaman la atención desde sus mismos enunciados: "Los impactos urbanos del terrorismo" y "La seguridad ciudadana y la fabricación del miedo". Estamos ante un fenómeno en el que la retroalimentación entre terrorismo y contraterrorismo han creado dinámicas tan potentes y globalizadoras, que amenazan con triturar no solo las garantías que protegen los aspectos básicos sobre los que se organiza la convivencia ciudadana en nuestra civilización, sino incluso el estilo de vida propio de nuestras urbes. El viejo aforismo medieval que reza "el aire de las ciudades hace personas libres", está siendo substituido por un paradigma de ciudad sostenido en el temor, la sospecha, el aislamiento y la insolidaridad. La difusión del Miedo es la tarea central a la que dedican sus esfuerzos tanto los grupos que practican el terrorismo global como quienes dicen combatirlos.

En ese sentido, el marco de libertades y derechos que definen las democracias occidentales no solo está siendo conculcado día a día en la práctica so capa de protegernos de la amenaza terrorista, sino que legalmente es estrechado de continuo con leyes liquidadoras de las conquistas democráticas conseguidas a lo largo de los últimos dos siglos. Este sacrificio ritual viene oficiándose desde el 11-S en el altar de una "seguridad" colectiva definida y gestionada por políticos, militares y policías de perfil abiertamente reaccionario, cuyo objetivo es, en última instancia, lograr en sus respectivas sociedades un estricto "control social" de todos y cada uno de los individuos.

Estas políticas fueron puestas en marcha primero y probadas con éxito en EEUU a partir de los ataques terroristas de septiembre del 2001, y luego se han proyectado y extendido como una metástasis por todo el planeta, incluida nuestra democrática y autosatisfecha Europa. Quien lo dude solo tiene que recordar los continuos y denodados esfuerzos del gobierno blairista por transplantar a Gran Bretaña la Patriot Act norteamericana, o la ya célebre "directiva secreta" de la Unión Europea que regula con todo detalle los productos que pueden embarcarse en las cabinas de los aviones en sus aeropuertos, y ello a pesar de que jamás ha sido promulgada en boletín oficial alguno comunitario o de sus países miembros.

El impacto directo en nuestras vidas de esta doble agresión, la terrorista y la contraterrorista, está modificando incluso el aspecto de nuestras ciudades. La "fabricación y consumo del miedo", están debilitando "la vitalidad, la habitabilidad y la sostenibilidad del urbanismo occidental a largo plazo", tal como se dice en el folleto de convocatoria de las jornadas, que finalmente llama a defender el "derecho a la ciudad" (y el derecho en la ciudad, añadiría yo) de todas esas amenazas supuestamente distintas pero cuyos objetivos últimos se están revelando coincidentes.

lunes, 12 de marzo de 2007

Un héroe en Atocha

Un familiar de una víctima del 11-M pide cuentas a los dirigentes del PP durante el acto celebrado en la estación de Atocha el domingo último, mostrando un cartel en el que se exige el procesamiento de Acebes y Aznar.

domingo, 18 de febrero de 2007

La mirada de Pilar Manjón

Durante la primera sesión del macrojuicio contra los ejecutores del 11-M, Pilar Manjón, presidenta de la Asociación 11-M Afectados por el Terrorismo, estuvo persiguiendo con la mirada a los encausados, expuestos tras el cristal blindado de la pecera en la que permanecen. Dijo Manjón más tarde que quería que los acusados se quedaran con su cara hasta soñarla por las noches, y ser así su peor pesadilla para el resto de sus vidas. Ninguno de ellos fue capaz de sostenerle la mirada, y todos terminaron agachando la cabeza o mirando hacia otro sitio.

Pilar Manjón es una mujer aún joven, a pesar de que el dolor vivido durante estos tres años la haya avejentado de manera considerable. Perdió un hijo casi adolescente en uno de aquellos trenes, y lo que probablemente sea aún peor, ha tenido que oír insultos y disparates asombrosos; frases como "métete a tu hijo por el culo" se la han gritado personas que dicen manifestarse contra el terrorismo y apoyar a las víctimas. Se conoce que incluso entre las víctimas del terrorismo hay clases y distingos, y aquellos cuyos deudos no sirven fielmente los dictados del Partido Popular no solo son víctimas olvidables, sino que su destino debería ser que sus allegados se los metieran por el culo; cosas de la mentalidad jurásica de la derecha española.

Funcionaria del Estado, Manjón trabajaba como personal civil en el ministerio de Defensa. Allí la recuerdan sus jefes uniformados como una mujer de armas tomar y una sindicalista líder, de carácter enérgico y firmes convicciones de izquierdas. Y sin embargo también la tenían por una persona con la que tras una reunión de negociación a cara de perro, se podía ir a tomar unas cañas de cerveza de modo distendido y amigable.

En los tres años transcurridos desde el 11-M, a Manjón han intentado hacerle de todo. Incluso tiene que llevar escolta permanente, porque recibe amenazas de muerte de las que hay que tener en cuenta. Aparte del acoso en la calle, el PP le llegó a organizar una asociación de víctimas del 11-M paralela y en plena sintonía con la AVT de Alcaraz. Pero Pilar Manjón ha resistido a todo, parapetada tras sus ojeras de Madre Coraje y enlutada para siempre por dentro y por fuera.

Su comparecencia en la Comisión parlamentaria de investigación del 11-M marcó un antes y un después. Había que ver a Zaplana, el portavoz parlamentario del PP, jugueteando nervioso con el bolígrafo o fingiendo leer el periódico durante su intervención, para darse cuenta de que los missiles que iba lanzando Pilar Manjón daban en el blanco uno a uno.

El juicio está por fin en marcha, y Manjón ya puede taladrar con su mirada a los acusados. Pero estoy seguro de que las miradas más demoledoras se las reserva esta mujer para un día que sin duda llegará, aunque pueda tardar todavía algunos años; aquél en el que se sienten en el banquillo de los acusados los verdaderos responsables de cuanto ocurrió antes y después del fatídico 11 de marzo de 2004.

Un día la mirada de Pilar Manjón se posará sobre los ojos de Aznar, Acebes, Zaplana, Rajoy y algunos otros ilustres compinches, como la peor condena que éstos puedan recibir.