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lunes, 5 de septiembre de 2011

Agentes del FBI implican a la CIA en el 11-S



La revista dominical del diario El País de ayer estaba dedicada en su mayor parte a conmemorar el décimo aniversario de los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York. Entre los diversos artículos que componían el especial, llama poderosamente la atención uno titulado "Las raíces del desastre", que de forma nada disimulada implica a la CIA en los atentados del 11-S. Quienes lo hacen no son trasnochados intelectuales izquierdistas, enfebrecidos partidarios de conspiranoias con o sin alienígenas de por medio, ni novelistas de imaginación desbordante y desbordada: se trata nada menos que de agentes del FBI, precisamente de aquellos que en las fechas del 11-S tenían la misión de seguir la pista al terrorismo islamista dentro y fuera de los EEUU.

El artículo, firmado por John Carlin, arranca contundente: "De acuerdo con tres antiguos miembros de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) que ocuparon puestos importantes en el equipo antiterrorista de 150 personas dirigido por (John) O'Neill, y a los que he entrevistado, existen buenos motivos para creer que si la Agencia Central de Inteligencia, el servicio de espionaje exterior de Estados Unidos, no se hubiera negado a compartir con ellos lo que sabían sobre esta pareja de Al Qaeda, la conspiración del 11 de septiembre se habría desbaratado de raíz (...)Pat D'Amuro, que era el segundo en la cadena de mando tras O'Neill y después dirigió la investigación del FBI sobre el 11-S, dice que, después de la amplia investigación oficial para saber si habría sido posible evitar los atentados, "lo que más destaca -lo único- es esta información concreta sobre esos dos terroristas que la Agencia no nos transmitió". "El pueblo estadounidense", añade D'Amuro, "no sabe lo crucial que fue aquello". 

Es solo un anticipo. El frustrado D'Amuro continúa: "Después de la reunión de Malasia, la NSA descubrió que tanto Al Mindhar como Al Hazmi tenían el visado de entrada estadounidense en sus pasaportes, emitidos en Yeda (Arabia Saudí). Sus agentes informaron a la CIA de este asombroso detalle". Es decir, la CIA estaba perfectamente al corriente de que dos reputados terroristas internacionales que acabaron subiéndose al vuelo 77 de American Airlines el 11-S, tenían visados en regla para entrar en EEUU (¿cómo los consiguieron?) y los iban a utilizar, y sin embargo escondió esa información al FBI.

Otro agente del FBI remacha: "En cuanto se enteraron de que aquellos dos individuos tenían visado para entrar en Estados Unidos, era absolutamente imprescindible que transmitieran esa información al FBI", dice Mark Rossini, "temblando de indignación mientras habla" (sic). "Porque la CIA, que se mantiene en silencio sobre el caso, deliberadamente no la transmitió al FBI, cuyo terreno de operaciones es EE UU".

El artículo prosigue: "Al Mindhar y Al Hazmi (los dos terroristas con visado) entraron en Estados Unidos por el aeropuerto de Los Ángeles el 15 de enero de 2000, con tanta facilidad como cualquier otro turista. Según el informe oficial de la comisión del 11-S, un exhaustivo documento de 567 páginas que se entregó al presidente y al Congreso, "ni Hazmi ni Mindhar estaban en las listas de pasajeros sospechosos que tenían los inspectores de fronteras. Pero se sabía ya que Mindhar era un agente de Al Qaeda, y los servicios de inteligencia tenían una copia de su pasaporte". Dicho lisa y llanamente, la CIA facilitó su entrada al país.

El artículo aborda en su última parte la personalidad y el destino de John O'Neil, el hombre que tenía en el FBI la responsabilidad de perseguir el terrorismo islamista en EEUU, al que Rossini califica como "El mejor hombre que tenía Estados Unidos en la lucha contra Al Qaeda". Un tipo peculiar, osado y algo extravagante, pero terriblemente eficaz y responsable en su trabajo, aunque en malas relaciones con la CIA. Acosado por sus enemigos, O'Neil abandonó el FBI en agosto de 2001, y el día 9 de septiembre siguiente comenzó a trabajar como responsable de seguridad ¡del World Trade Center!. Los restos de John O'Neil, explica Rossini, aparecieron entre los escombros del 11-S... decapitado (identificaron su cuerpo por el traje y el anillo de graduación universitaria).  

Mark Rossini concluye atribuyendo a "prejuicios personales y los delirios de autoridad y jurisdicción de unas personas concretas", es decir a la pugna entre servicios estatales de seguridad, que finalmente se produjera "el atentado terrorista más catastrófico jamás cometido en territorio estadounidense". Una "explicación" que tras lo declarado anteriormente parece más bien un modo de evitar el ser señalado como alguien que ha hablado demasiado.

Y es que pese a quien pese, la verdad comienza a abrirse paso.

lunes, 2 de mayo de 2011

Dicen que han matado a Fu-Manchú

Fu-Manchú no murió, por la sencilla razón de que jamás existió tal personaje. Bin Laden, el moderno Fu-Manchú, era a su vez otro personaje, una creación de atrezzo hollywoodiense destinada a encarnar el Mal con mayúscula. Ya no es útil y lo han "desactivado", enviándolo al baúl de los juguetes rotos por exceso de uso.

La Conquista del Mundo, esa Apuesta Global diseñada por los ideólogos neocons en los años noventa, ha terminado en fracaso total. El Gran Guiñol inaugurado con el autogolpe de Estado del 11-S, ha finalizado. Los figurantes han sido despedidos uno tras otro. Faltaba Fu-Manchú, y le han tirado al mar. O eso dicen.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Bin Laden: el regreso de Fu-Manchú


De entrada cuesta creerlo, pero cada vez hay más elementos que apuntan a que Al Qaeda no existe y que probablemente Bin Laden tampoco. Entiéndase, es posible que sí hubiera un Osama Bin Laden, un multimillonario saudí que financió y participó en la guerra de la CIA contra los soviéticos en Afganistán; ese sería el personaje histórico, probablemente muerto hace muchos años.

A posteriori, alguno de los más de sesenta servicios secretos norteamericanos que según ha escrito Andreas von Bulow -el último ministro de Defensa de Schroeder y jefe de los servicios secretos alemanes en ésa época-, llevan preparando y ejecutado acciones de insurgencia armada, golpes de Estado y terrorismo global desde hace décadas -von Bulow señala al 11-S como obra de la CIA, en un contexto de autogolpe de Estado neocon en EEUU-, tomaría su nombre y algunas de sus ideas para dar cobertura ideológica externa justificativa a sus acciones criminales en orden a instaurar un Nuevo Orden Imperial en el mundo, una Pax Americana que los neocons comenzaron a diseñar a principios de los noventa.

La cosa es tan grosera que en la fabricación del personaje y de algunos de los rasgos de carácter y hasta físicos que se le atribuyen, parecen haber participado directamente medios de Hollywood. Sino no se entiende el descarado préstamo que en la construcción del personaje Osama Bin Laden que todos conocemos se ha hecho partiendo del que fue "Gran Malo global" del período de entreguerras, el legendario Fu-Manchú.

¿Existió Fú-Manchú más allá de las pantallas cinematográficas? Claro que existió, del mismo modo que existe Bin Laden: como arquetipo que reúne toda maldad posible, el Gran Demonio en el cual una sociedad tan primitiva cultural e ideológicamente como la norteamericana necesitaba y necesita encarnar a sus enemigos antes de destruirlos.

Para que EEUU pueda triunfar sobre el Mal éste tiene que estar encarnado, tener un rostro que todos puedan identificar en los medios. Bin Laden es la encarnación contemporánea del Mal; en su piel de asiático de rostro taciturno y amenazador re-encarna Fu-Manchú, el verdadero creador del Eje del Mal allá por los años treinta. Bin Laden en realidad, es Fu-Manchú.

miércoles, 16 de mayo de 2007

Arquitectura y terrorismo


El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) que con tanto acierto dirige el filósofo y analista Josep Ramoneda, celebra esta semana unas sugerentes jornadas bajo el título "Arquitecturas del miedo: el terrorismo y el futuro del urbanismo occidental".

El impacto que el fenómeno terrorista en su vertiente islamista está teniendo sobre aspectos esenciales de la civilización occidental cuales son la vida en las ciudades en general y el urbanismo en particular, es el hilo conductor que agrupa las mesas redondas y conferencias que se sucederán a lo largo de los dos días, 17 y 18 de mayo, que dura esta propuesta, en la que participan reputados expertos internacionales.

Dos convocatorias destacan sobre el resto, y llaman la atención desde sus mismos enunciados: "Los impactos urbanos del terrorismo" y "La seguridad ciudadana y la fabricación del miedo". Estamos ante un fenómeno en el que la retroalimentación entre terrorismo y contraterrorismo han creado dinámicas tan potentes y globalizadoras, que amenazan con triturar no solo las garantías que protegen los aspectos básicos sobre los que se organiza la convivencia ciudadana en nuestra civilización, sino incluso el estilo de vida propio de nuestras urbes. El viejo aforismo medieval que reza "el aire de las ciudades hace personas libres", está siendo substituido por un paradigma de ciudad sostenido en el temor, la sospecha, el aislamiento y la insolidaridad. La difusión del Miedo es la tarea central a la que dedican sus esfuerzos tanto los grupos que practican el terrorismo global como quienes dicen combatirlos.

En ese sentido, el marco de libertades y derechos que definen las democracias occidentales no solo está siendo conculcado día a día en la práctica so capa de protegernos de la amenaza terrorista, sino que legalmente es estrechado de continuo con leyes liquidadoras de las conquistas democráticas conseguidas a lo largo de los últimos dos siglos. Este sacrificio ritual viene oficiándose desde el 11-S en el altar de una "seguridad" colectiva definida y gestionada por políticos, militares y policías de perfil abiertamente reaccionario, cuyo objetivo es, en última instancia, lograr en sus respectivas sociedades un estricto "control social" de todos y cada uno de los individuos.

Estas políticas fueron puestas en marcha primero y probadas con éxito en EEUU a partir de los ataques terroristas de septiembre del 2001, y luego se han proyectado y extendido como una metástasis por todo el planeta, incluida nuestra democrática y autosatisfecha Europa. Quien lo dude solo tiene que recordar los continuos y denodados esfuerzos del gobierno blairista por transplantar a Gran Bretaña la Patriot Act norteamericana, o la ya célebre "directiva secreta" de la Unión Europea que regula con todo detalle los productos que pueden embarcarse en las cabinas de los aviones en sus aeropuertos, y ello a pesar de que jamás ha sido promulgada en boletín oficial alguno comunitario o de sus países miembros.

El impacto directo en nuestras vidas de esta doble agresión, la terrorista y la contraterrorista, está modificando incluso el aspecto de nuestras ciudades. La "fabricación y consumo del miedo", están debilitando "la vitalidad, la habitabilidad y la sostenibilidad del urbanismo occidental a largo plazo", tal como se dice en el folleto de convocatoria de las jornadas, que finalmente llama a defender el "derecho a la ciudad" (y el derecho en la ciudad, añadiría yo) de todas esas amenazas supuestamente distintas pero cuyos objetivos últimos se están revelando coincidentes.