miércoles, 16 de mayo de 2007

Arquitectura y terrorismo


El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) que con tanto acierto dirige el filósofo y analista Josep Ramoneda, celebra esta semana unas sugerentes jornadas bajo el título "Arquitecturas del miedo: el terrorismo y el futuro del urbanismo occidental".

El impacto que el fenómeno terrorista en su vertiente islamista está teniendo sobre aspectos esenciales de la civilización occidental cuales son la vida en las ciudades en general y el urbanismo en particular, es el hilo conductor que agrupa las mesas redondas y conferencias que se sucederán a lo largo de los dos días, 17 y 18 de mayo, que dura esta propuesta, en la que participan reputados expertos internacionales.

Dos convocatorias destacan sobre el resto, y llaman la atención desde sus mismos enunciados: "Los impactos urbanos del terrorismo" y "La seguridad ciudadana y la fabricación del miedo". Estamos ante un fenómeno en el que la retroalimentación entre terrorismo y contraterrorismo han creado dinámicas tan potentes y globalizadoras, que amenazan con triturar no solo las garantías que protegen los aspectos básicos sobre los que se organiza la convivencia ciudadana en nuestra civilización, sino incluso el estilo de vida propio de nuestras urbes. El viejo aforismo medieval que reza "el aire de las ciudades hace personas libres", está siendo substituido por un paradigma de ciudad sostenido en el temor, la sospecha, el aislamiento y la insolidaridad. La difusión del Miedo es la tarea central a la que dedican sus esfuerzos tanto los grupos que practican el terrorismo global como quienes dicen combatirlos.

En ese sentido, el marco de libertades y derechos que definen las democracias occidentales no solo está siendo conculcado día a día en la práctica so capa de protegernos de la amenaza terrorista, sino que legalmente es estrechado de continuo con leyes liquidadoras de las conquistas democráticas conseguidas a lo largo de los últimos dos siglos. Este sacrificio ritual viene oficiándose desde el 11-S en el altar de una "seguridad" colectiva definida y gestionada por políticos, militares y policías de perfil abiertamente reaccionario, cuyo objetivo es, en última instancia, lograr en sus respectivas sociedades un estricto "control social" de todos y cada uno de los individuos.

Estas políticas fueron puestas en marcha primero y probadas con éxito en EEUU a partir de los ataques terroristas de septiembre del 2001, y luego se han proyectado y extendido como una metástasis por todo el planeta, incluida nuestra democrática y autosatisfecha Europa. Quien lo dude solo tiene que recordar los continuos y denodados esfuerzos del gobierno blairista por transplantar a Gran Bretaña la Patriot Act norteamericana, o la ya célebre "directiva secreta" de la Unión Europea que regula con todo detalle los productos que pueden embarcarse en las cabinas de los aviones en sus aeropuertos, y ello a pesar de que jamás ha sido promulgada en boletín oficial alguno comunitario o de sus países miembros.

El impacto directo en nuestras vidas de esta doble agresión, la terrorista y la contraterrorista, está modificando incluso el aspecto de nuestras ciudades. La "fabricación y consumo del miedo", están debilitando "la vitalidad, la habitabilidad y la sostenibilidad del urbanismo occidental a largo plazo", tal como se dice en el folleto de convocatoria de las jornadas, que finalmente llama a defender el "derecho a la ciudad" (y el derecho en la ciudad, añadiría yo) de todas esas amenazas supuestamente distintas pero cuyos objetivos últimos se están revelando coincidentes.

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