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martes, 18 de mayo de 2010

El orden reina en la Avenida Diagonal


El referéndum sobre el futuro de la Diagonal ha resultado finalmente un fiasco considerable. Tanto, que se ha llevado por delante al primer teniente de alcalde de Barcelona, Carles Martí, fulminantemente destituido por el alcalde y obligado incluso a presentar inmediatamente su renuncia como concejal. La enorme cagada amenaza seriamente las ya de por sí escasas posibilidades del actual alcalde, Jordi Hereu, de repetir al frente de la lista socialista.

Realmente ni hecho aposta se habría podido acumular mayor cantidad de errores de bulto. En primer lugar, recurrir a un referéndum popular en un tema de hondo contenido urbanístico, que inevitablemente genera un considerable sindicato de ciudadanos que con razón o sin ella se considerarán perjudicados sea cual sea la opción escogida, resulta como mínimo arriesgado. Máxime cuando la fórmula de consulta ciudadana prácticamente no se ha rodado, y además se presenta en forma no de una pregunta que de ha escoger entre el sí y el no, sino a través de un mecanismo de consulta enrevesado que presenta dos propuestas concretas y un "cul de sac" -la tercera opción- en el que cabe todo, desde la contestación radical a la indefinición amorfa.

Capítulo aparte merece la logística informática que ha servido de soporte a la consulta, que se ha revelado como una chapuza propia de aficionados codiciosos; nada nuevo que no suceda cada vez que se encarga la gestión de asuntos públicos serios a empresas privadas "competitivas". Por cierto, no es un dato menor que el padrón de la ciudad haya estado expuesto durante una semana a los privados ojos y teclados no sólo de los técnicos de la empresa contratada sino también del personal voluntario que ha colaborado con el desarrollo de la consulta, y es por tanto asimismo ajeno al Ayuntamiento barcelonés. Luego nos vendrán explicando milongas sobre lo rigurosísimas que son las medidas de seguridad en la Administración pública en cuanto a la protección de datos informáticos. ¿Cómo van a estar seguros nuestros datos, si se entrega la gestión informática de un evento como éste a la "iniciativa privada"?. No es casualidad pues que el alcalde Jordi Hereu se fuera a su casa sin saber si realmente había llegado o no a votar, o que al parecer alguien haya suplantado la identidad del concejal del PP Alberto Fernández Díaz. Y bueno, crucemos los dedos y esperemos que de aquí a unos meses los datos privados de los ciudadanos barceloneses no anden dando vueltas por ahí a disposición de cualquier empresa o grupo de facinerosos dispuestos a pagar por ellos, cosa que tampoco sería una novedad por otra parte. El cese de la gerente del Instituto Municipal de Informática, responsable último de esta mamarrachada técnica, era pues asimismo obligado, y se produjo en cuestión de horas.

Las consecuencias políticas de esta charlotada incalificable, obviamente más propia de los espectáculos del bombero-torero que de un Ayuntamiento que hizo los Juegos Olímpicos de 1992 (claro que aquél era "otro" Ayuntamiento, con otros responsables políticos y otros cuadros dirigentes), no se han hecho esperar. Y es que más allá de la inoportunidad de la convocatoria en un momento de crisis total (por mucho que uno siga sin saber si la crisis es real, mediática o directamente galáctica), la gestión del evento ha dado muestra de la auténtica talla de los principales implicados. Y con todo que la Virgen nos asista, porque los relevos habidos nos van a hacer añorar enseguida a los que acaban de marcharse. Se lo dice un servidor, que tuvo el dudoso honor de conocer a alguno de ellos hace casi 30 años, en lo que podríamos llamar su "período de formación política y humana"; baste decir que al menos en el caso de uno de los recién ascendidos, persona que en breve empezará a salir mucho en las fotos, su cara es realmente el espejo de su alma.

Lo más curioso del asunto ha sido que el endoso del fiasco ha ido enterito a la cuenta del PSC, lo cual resulta como mínimo injusto habida cuenta de que fue ERC quien parió el invento del referéndum, "comprado" por el actual equipo de gobierno municipal (en el que no figuran los concejales independentistas, desde que en los anteriores comicios municipales decidieron convertirse en "oposición pero menos"), partido que ahora se sitúa al frente de la manifestación rasgándose las vestiduras y pidiendo cabezas por lo ocurrido. O sea, que ERC vive y pretende medrar con un pie en el gobierno y el otro en la barricada; ¡no saben nada el señor Jordi Portabella y compañía!.

Y sin embargo, era una buena idea. Pero alguien debió haberse tomado en serio esto de consultar a los ciudadanos de Barcelona sobre proyectos de gran trascendencia para el futuro de la ciudad. Precisamente porque construir una democracia participativa obliga a que la ciudadanía pueda no sólo opinar, sino también decidir sobre esos proyectos. Todo esto ha pasado porque una vez más nos hemos quedado en el marketing sin profundizar en la realidad, que es el modo en que actúan los políticos superficiales y carentes de formación: la gestión por la gestión, y el escaparate como medio de comunicar con el ciudadano. Y en fin, también por querer imitar un tiempo y un estilo, el de la Barcelona maragalliana, que desgraciadamente ya pasaron a la Historia.

Lo peor con todo, es que quienes han ganado finalmente esta apuesta han sido los partidarios del Dios Automóvil Privado, ese becerro de oro que enseñorea nuestras ciudades. Los gases de los tubos de escape continuarán reinando sobre la principal vía urbana de Barcelona. Finalmente, el orden reina en la Diagonal.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Barcelona: putas, lumpenturismo e hipocresía burguesa


De unas semanas aquí ha prendido en la ciudad de Barcelona un crudo debate, que rápidamente se ha contagiado a toda la España municipal y ha asaltado las portadas de los medios madrileños. Resulta que el diario El País publicó unas fotografías de como unas putas callejeras atendían clientes lumpenturistas -afortunada defición de Josep Ramoneda- bajo los arcos del mercado de la Boqueria, en horario nocturno eso sí. Y ahí se organizó la marimorena.

Recordaba Ramoneda hace unos días en otro de sus brillantes artículos de análisis más sociológico y psicológico que político, que la prostitución en la zona baja de La Rambla debe ser tan antigua al menos como Barcelona o como mínimo, tanto como la existencia de La Rambla, el emblemático paseo que discurre entre la plaza de Catalunya y el Port Vell. Sucede, viene a decir con sorna el filósofo, que hasta ahora las putas no se habían puesto a ejercer en la Boqueria, el mercado sancta sanctorum donde durante el día los burgueses barceloneses adquieren (a precios carísimos, por cierto) los productos con los que abastecen sus mesas. La reacción ciudadana ante la denuncia formulada por El País tiene pues mucho de histeria bienpensante ante la violación de un símbolo colectivo.

Y sin embargo, la degración de La Rambla y del Raval (antes Barrio Chino) es un fenómeno viejo y constante, atajado en parte por el esfuerzo urbanístico desplegado en la ciudad con motivo de los Juegos Olímpicos de 1992. Empero, casi inmediatamente después de los Juegos se reanudó la decadencia de la zona y dio comienzo un nuevo ciclo de marginalidad, cutrez y dejación de responsabilidades públicas sobre ella. Algunos artículos aparecidos en la prensa estos días acusan directamente -no sin motivo- a las instituciones públicas barcelonesas, singularmente al Ayuntamiento local, de haberse dejado ir de las manos no sólo el asunto de la prostitución callejera, que en sí sería apenas un síntoma de un fracaso mucho más global; el problema de fondo lo constituiría el visible y estrepitoso derrumbe de una política urbanística diseñada en comandita por las instituciones públicas, las fuerzas vivas ciudadanas y los "promotores" urbanísticos e inmobiliarios dirigida a sanear o, mejor, a hacer desaparecer los "barrios pobres" que manchan tanta belleza premoderna, modernista y postmoderna como acumula Barcelona. Se trataría por tanto de una propuesta urbanística netamente ideologizada e informada por los valores propios de la burguesía bienestante y clasista que hegemoniza la ciudad, que una vez más habría pretendido unir el placer con el negocio.

Según muchos observadores, el despliegue de esa política habría llevado a arrasar el viejo Raval con la pretensión de convertirlo en lugar de residencia para ciertas clases medias-altas emergentes, que finalmente han desoído los cantos de sirena y no se han instalado en la zona. Quien sí lo ha hecho y de modo masivo en las partes del viejo barrio que han sobrevivido a la piqueta especuladora, ha sido la inmigración procedente del Tercer Mundo. Ya hay calles del Raval donde el porcentaje de personas que hace cinco años no habían pisado España, supera el 50% de los residentes. Contra lo que la derecha xenófoba españolista o catalanista proclaman es precisamente esa gente recién llegada, que a menudo conviven en grupos familiares o están unidos por múltiples lazos de afinidad, quienes han salvado a la barriada del total hundimiento en el pozo negro de la marginalidad.

El caso concreto de la prostitución callejera barcelonesa resurgida en el Casc Antic de la ciudad, responde por un lado a la presión de un estado de "opinión publicada" que ha obligado a cerrar burdeles en el Raval y en toda la ciudad, salvo los de lujo ubicados en la parte alta (por ejemplo, en los alrededores de la Plaza Macià y de la avenida Diagonal en general); por otro, a la situación de desemparo en la que viven cientos de mujeres "importadas" por mafias con conexiones políticas y policiales en nuestro país, mujeres que son objeto de explotación intensiva por esas bandas sin escrúpulos; y en fin, a la presencia cada vez mayor en las calles de un lumpenturismo proveniente de diversos países europeos, pero especialmente de la arruinada y desestructurada Gran Bretaña post-tatcherista, que ha convertido Barcelona en La Meca de sus desmanes y excentricidades. El turismo "de bajo coste" está teniendo un precio altísimo para una ciudad que hasta ahora, si algo amaba era mostrarse con todos sus tesoros al visitante atento, cortés y con un poco de dinero que gastar en ella. Esta clase de turismo de calidad -que no quiere decir de lujo-, está siendo barrido literalmente por el turismo-basura.

Hay que decir que en ello han tenido una buena parte de responsabilidad los propios comerciantes de las zonas centrales. Ahora claman al cielo y se rasgan las vestiduras al ver qué clase de turistas invaden la ciudad, pero ellos han propiciado la llegada de semejantes hordas reventando precios y ofreciendo ínfima calidad en productos y servicios, como un modo fácil y rápido de rebajar costes y maximizar beneficios.

En suma, el antaño elogiado por todos "modelo Barcelona" ha muerto, y su cadáver permanece insepulto en mitad de La Rambla. Francamente, empieza a desprender olor a podrido. Es hora pues de que entre todos los interesados lo mandemos de una vez a la fosa, y nos pongamos a pensar con urgencia qué ciudad queremos para esta primera mitad del siglo XXI. Y por favor, basta de sueños burgueses, de prejuicios y de hipocresías.

En la imagen, un lumpenturista inglés semidesnudo duerme la borrachera en mitad de la plaza de Catalunya.

sábado, 31 de enero de 2009

Barraquismo obrero e ideología urbanística burguesa


Si existiera un premio al artículo más estúpido publicado en la prensa española a lo largo del año, el que ayer perpetró el presunto antropólogo Manuel Delgado en El País daría por cerrada la edición de 2009, y eso que aún le quedan 11 meses al año. El atentado lleva por título "Segundo elogio de la barraca", y ciertamente todo él es lo que anuncia: un delirante canto a uno de los fenómenos más tristes y humillantes producidos por la España miserable del franquismo, las infraviviendas de autoconstrucción que crecieron en la periferia de las ciudades industriales españolas durante el período económico llamado desarrollismo, como consecuencia de las grandes oleadas de inmigración del campo a la ciudad habidas desde finales de los años cuarenta a principios de los setenta del pasado siglo. En ese tiempo, millones de personas sin recursos se hacinaban en los suburbios de las grandes ciudades españolas y desde luego catalanas, alojados en barracas construidas por sus mismos moradores con maderas, chapas, cartón y cualquier otro material, a la espera de poder acceder algún día a una vivienda digna de ese nombre. Infraviviendas insanas, inseguras, expuestas a las inclemencias del tiempo y en la que no existía posibilidad de intimidad.


El rebuzno grandioso conque a costa del barraquismo nos obsequia en ese artículo, lo fundamenta Manuel Delgado en "un artículo publicado por Oriol Bohigas el 27 de enero de 1957 en Solidaridad Nacional, titulado "Elogio de la barraca". En ese artículo del entonces joven urbanista y arquitecto -que a lo que se ve, ya apuntaba maneras en su gusto por hacer pedagogía urbanística escandalizando-, y según cita Delgado,"se razonaba que el barraquismo había hecho posible la incorporación de sucesivas oleadas de inmigrantes, que colonizaban áreas periféricas o intersticiales de la ciudad(...) Los nuevos barceloneses generaban allí un urbanismo espontáneo, grosero si se quiere, pero en que se hacía manifiesta la creatividad con que los segmentos más vulnerables de la sociedad estaban dispuestos a adaptarse al duro contexto al que se enfrentaban." No es una broma aunque lo parezca. Bohigas escribía totalmente en serio, y Delgado le cita para dar empaque a lo que añade luego de su cosecha: según él, el barraquismo era en realidad "autogestión del territorio"(!) , y fue substituido desventajosamente por los polígonos de viviendas "de una pésima calidad arquitectónica y urbanística" (no peor, en cualquier caso, que la de las barracas). Para Delgado el chabolismo constituía "una vía de integración en la forma y en la vida urbanas" que ofrecía "relativas mejores condiciones" para sus moradores que los polígonos de viviendas.

Lanzado ya por la pendiente, Delgado vuelve a citar textualmente a Bohigas: "La pobre y alegre barraca es una solución más humana, una solución mejor planteada urbanística, arquitectónica y éticamente" que los monstruos mastodónticos y desangelados"(...). Y acababa, plañidero:"No las destruyamos (las barracas), por favor, si no es para superarlas" Por su parte Delgado nos informa de que si las barracas fueron suprimidas "no fue para superarlas, sino para arrebatarle a las clases populares lo que les quedaba de control sobre su propia vida cotidiana", para añadir luego que "a lo largo de la primera mitad del siglo XX la posibilidad de obtener un techo bajo el que vivir quedaba garantizada al menos por el recurso a levantarse uno su propia barraca donde fuera". Un derecho que evidentemente olvidaron de de recoger la Carta Universal de los Derechos Humanos, la Constitución española de 1978 y el Estatut de Catalunya de 1979.

La traca final del artículo de Delgado se dispara amparada bajo las siglas del Fomento de las Artes Decorativas (FAD) -otra burguesísima institución barcelonesa, empeñada ésta en la defensa del "diseño" por encima de todas las cosas-, que al parecer en 2003 promovió "una serie de actividades acerca de la vivienda de emergencia bajo el epígrafe de Barraca Barcelona". La cosa parece que iba de "activismo antiespeculación" y de "reconocer en las barracas valores positivos vigentes. Hoy los jóvenes, los mayores, los inmigrantes, los nuevos y viejos sectores sociales fragilizados, merecerían que se les permitiera reunir fuerzas y materiales con los que hacer surgir nuevos barrios de barracas. De la mano de esas humildes construcciones les sería dado a los débiles conquistar, ahora, por su cuenta, ese derecho al hogar que las leyes les prometen, pero que los poderes les niegan".

Como pueden comprobar, la burguesía barcelonesa -en la que por fin ha logrado ser aceptado el antropólogo Delgado, antaño furiosamente anticatalanista-, además de carecer de sentido del ridículo continúa mirando cuanto acontece en los barrios situados más allá de la Sagrada Familia como si ocurriera en las regiones africanas más remotas. Desde sus amplios pisos de Pedralbes y el Eixample, sus chalets en Sant Cugat y sus masías en el Empordà, una exquisita tropa de arquitectos, urbanistas, sociólogos, antropólogos, reyes del diseño y algún que otro especialista en "políticas sociales", fantasea acerca de lo que más les conviene a gentes a quienes no tienen el gusto de conocer y cuyos problemas en realidad les importan un comino. Nuestros burgueses pensantes alientan ahora el retorno al barraquismo como solución a los problemas de vivienda que padece la clase trabajadora, y lo hacen desde sus cómodas viviendas levantadas con las plusvalías que sus antepasados cercanos arrancaron de las espaldas de esos a quienes, quizá con mala conciencia, pretenden ahora redimir por el método de devolverlos a las chabolas donde crecieron sus padres.

¿Se puede ser más deliciosamente idiota?.

En la fotografía, chabolas en el barrio de El Carmel, Barcelona, años 60.

martes, 29 de enero de 2008

Darling Harbour, una marina mediterránea en los mares del Sur


Lo primero que sorprende al viajero europeo que llega a Sidney es el ambiente relajado que respira la ciudad. La urbe entera parece disolverse en una densa trama de amplios jardines y extensos parques urbanos, y salvo las pocas manzanas que conforman el centro financiero, donde el tráfico peatonal es aún más acelerado y numeroso que el de los automóviles, el resto de la ciudad disfruta de un ritmo de vida tan sosegado que parece aldeano.

Sidney es una ciudad diseñada para ser caminada. En pocos lugares del mundo como en ella se tiene esa sensación placentera de que desplazarse entre dos puntos urbanos puede ser una actividad gozosa, una forma espléndida de perder el tiempo disfrutando las ventajas de un paseo al aire libre. Obviamente si uno tiene prisa el transporte público le ofrece soluciones eficientes y rápidas, desde luego, pero lo más grato en esta ciudad es caminar y observar.

Y ningún otro lugar de Sidney para caminar y observar como Darling Harbour. El viejo puerto de Sidney ha sido transformado en pocos años en un centro de ocio al aire libre que puede compararse, con ventaja, con sus homólogos de la Europa del sur, cuya influencia es evidente en el diseño y usos de este espacio público singular. En efecto, la marina de Sidney recuerda poderosamente las de ciudades mediterráneas como Barcelona o Tel Aviv, si bien sus dimensiones no guardan proporción alguna; Darling Harbour abarca desde el límite de Chinatown hasta prácticamente Opera House, una superficie que por ejemplo multiplica por mucho el área que ocupa la fachada marítima barcelonesa dedicada al ocio.

El clima y la luz, al menos a finales de septiembre, mes en que visité Sidney, hacen el resto. En esa época el calor sureño y un cielo intensamente azul invitan a vivir Darling Harbour durante el día, y una temperatura suave y el ambiente bullicioso a disfrutarlo durante la noche, algo que es una verdadera rareza en los países anglosajones. Todo Darling Harbour hierve en un sinfín de terrazas de restaurantes y bares para todos los bolsillos y paladares, muelles de embarcaciones de recreo y turismo, museos, acuarios, centros comerciales...

Es domingo por la mañana, y cerca de la parada del monoraíl, no lejos del muelle del Museo Marítimo y justo enfrente del Acuario, un grupo folklórico portugués baila danzas de su país rodeados de curiosos, mientras a pie del pequeño escenario aguarda su turno un grupo marroquí y otros esperan su turno, en una muestra artística patrocinada por el Ayuntamiento de la ciudad. Unos paneles estratégicamente situados a lo largo de los muelles informan de que en octubre comienza una semana dedicada a la cultura española, y singularmente al flamenco. En un gran parque circular entre Chinatown y el pórtico de acceso a Darling Harbour la comunidad armenia en Australia celebra un fin de semana dedicado a su cultura de origen, con estands donde se prueba comida típica y pueden comprarse productos armenios de toda clase, mientras suena música tradicional y jóvenes con trajes del país se mueven alegres y bullangueros entre ciudadanos y forasteros. Sobre el césped que alfombra toda la plaza se lee un cartel que veré en otros parques y jardines de Sidney: "Por favor, pisen el césped".

Definitivamente, Darling Harbour es un espacio público único, nacido del cruce entre un urbanismo hijo directo del multicultural, abigarrado y divertido mundo mediterráneo, y la concepción cívica anglosajona clásica, en la que priman por encima de todas las cosas el orden, la limpieza y el culto a la autoridad. Un raro combinado, que por increíble que pueda parecer funciona a las mil maravillas; al menos, en Darling Harbour.

miércoles, 16 de mayo de 2007

Arquitectura y terrorismo


El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) que con tanto acierto dirige el filósofo y analista Josep Ramoneda, celebra esta semana unas sugerentes jornadas bajo el título "Arquitecturas del miedo: el terrorismo y el futuro del urbanismo occidental".

El impacto que el fenómeno terrorista en su vertiente islamista está teniendo sobre aspectos esenciales de la civilización occidental cuales son la vida en las ciudades en general y el urbanismo en particular, es el hilo conductor que agrupa las mesas redondas y conferencias que se sucederán a lo largo de los dos días, 17 y 18 de mayo, que dura esta propuesta, en la que participan reputados expertos internacionales.

Dos convocatorias destacan sobre el resto, y llaman la atención desde sus mismos enunciados: "Los impactos urbanos del terrorismo" y "La seguridad ciudadana y la fabricación del miedo". Estamos ante un fenómeno en el que la retroalimentación entre terrorismo y contraterrorismo han creado dinámicas tan potentes y globalizadoras, que amenazan con triturar no solo las garantías que protegen los aspectos básicos sobre los que se organiza la convivencia ciudadana en nuestra civilización, sino incluso el estilo de vida propio de nuestras urbes. El viejo aforismo medieval que reza "el aire de las ciudades hace personas libres", está siendo substituido por un paradigma de ciudad sostenido en el temor, la sospecha, el aislamiento y la insolidaridad. La difusión del Miedo es la tarea central a la que dedican sus esfuerzos tanto los grupos que practican el terrorismo global como quienes dicen combatirlos.

En ese sentido, el marco de libertades y derechos que definen las democracias occidentales no solo está siendo conculcado día a día en la práctica so capa de protegernos de la amenaza terrorista, sino que legalmente es estrechado de continuo con leyes liquidadoras de las conquistas democráticas conseguidas a lo largo de los últimos dos siglos. Este sacrificio ritual viene oficiándose desde el 11-S en el altar de una "seguridad" colectiva definida y gestionada por políticos, militares y policías de perfil abiertamente reaccionario, cuyo objetivo es, en última instancia, lograr en sus respectivas sociedades un estricto "control social" de todos y cada uno de los individuos.

Estas políticas fueron puestas en marcha primero y probadas con éxito en EEUU a partir de los ataques terroristas de septiembre del 2001, y luego se han proyectado y extendido como una metástasis por todo el planeta, incluida nuestra democrática y autosatisfecha Europa. Quien lo dude solo tiene que recordar los continuos y denodados esfuerzos del gobierno blairista por transplantar a Gran Bretaña la Patriot Act norteamericana, o la ya célebre "directiva secreta" de la Unión Europea que regula con todo detalle los productos que pueden embarcarse en las cabinas de los aviones en sus aeropuertos, y ello a pesar de que jamás ha sido promulgada en boletín oficial alguno comunitario o de sus países miembros.

El impacto directo en nuestras vidas de esta doble agresión, la terrorista y la contraterrorista, está modificando incluso el aspecto de nuestras ciudades. La "fabricación y consumo del miedo", están debilitando "la vitalidad, la habitabilidad y la sostenibilidad del urbanismo occidental a largo plazo", tal como se dice en el folleto de convocatoria de las jornadas, que finalmente llama a defender el "derecho a la ciudad" (y el derecho en la ciudad, añadiría yo) de todas esas amenazas supuestamente distintas pero cuyos objetivos últimos se están revelando coincidentes.