El asesinato de Benazir Bhutto, líder del Partido del Pueblo de Pakistán, a diez días escasos de la celebración de unas elecciones generales que caso de no producirse fraude iba a ganar inevitablemente, ha venido a sacudir las digestiones navideñas de las cancillerías mundiales, entregadas al sopor de esos fines de año en los que aparentemente "no pasa nada" porque todo el mundo está de vacaciones. Todos, menos los geoestrategas del terror y sus marionetas ejecutoras.
La realización material del crimen ha corrido, como no podía ser de otra manera, por cuenta de Al Qaeda. Un hito más del terrorismo islamista. Bin Laden, el moderno Fu-Manchú, ataca de nuevo con un golpe demoledor. Sin embargo, los analistas más experimentados -entre ellos Mateo Madridejos, hoy mismo desde las páginas de El Periódico de Catalunya-, intentan ir más allá de la superficie. ¿A quién beneficia la muerte de Benazir Bhutto?. Madridejos contesta dando algunas pistas bastante evidentes, que conducen directamente al estamento militar pakistaní. Cabe preguntarse a renglón seguido quién maneja a los militares pakistaníes; obviamente, la Administración norteamericana y sus infinitas agencias de terrorismo y "contrainsurgencia".
Ciertamente será el Ejército pakistaní quien saque la mayor tajada de este magnicidio. Mediante él se quitan de en medio a la Bhutto, su mayor rival, a cuyo padre ya ahorcaron, y lo que es más importante, creen dejar demostrado de una vez por todas que Pakistán no está para ensayos de democracias a la occidental y que por contra necesita un gobierno fuerte, precisamente cuando más cuestionado está el gobierno del general Musharraf que ha hecho tantas "concesiones" a los políticos civiles, entre ellas el regreso de Bhutto del exilio y la convocatoria de elecciones generales.
Nada de componendas políticas pues. Aunque se lleguen a celebrar finalmente las elecciones el 8 de enero no tardará mucho en haber un gobierno militar fuerte, con Musharraf o sin él pero siempre con un general al frente. Un general dócil a Washington, obviamente, que es de lo que se trata.
Un estupendo documental de TVE hablaba anoche de que el Ejército paquistaní absorbe nada menos que el 25% del presupuesto público de Pakistán (ingresos por corrupción aparte, naturalmente). Las Fuerzas Armadas pakistaníes no sólo son garantes de la hegemonía social, económica y política de las clases dominantes de su país, sino que cumplen una misión fundamental en el diseño geoestratégico estadounidense de lo que se ha llamado "Operación Libertad Duradera", destinada a asegurar el dominio militar de EEUU sobre Oriente Próximo y Asia Central y el control de los recursos económicos de esos países.
El asesinato de Benazir Bhutto por tanto, no busca desestabilizar Pakistán, sino antes al contrario darle estabilidad bajo un férreo gobierno militar. Estabilidad que implique sumisión definitiva de las clases populares, cuya causa en Pakistán han encabezado históricamente los Bhutto en total simetría con el destino de los Gandhi en la India, al modo de unos Kennedy asiáticos. Se trata en suma de cercenar en el país cualquier posibilidad de progreso social y de apertura hacia la democracia y la libertad, en aras al mantenimiento de la llamada "seguridad internacional", es decir de la hegemonía norteamericana en la región.
Todo esto lo desconoce, desde luego, el imbécil que ayer apretó el gatillo y luego se hizo estallar en medio de la multitud matando a Benazir Bhutto y a decenas de personas más, como seguramente también lo desconocen quienes le enviaron allí. Pero quienes manejan los hilos de la trama desde lejos lo saben perfectamente: llevan décadas orquestando golpes como éste.
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