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viernes, 1 de febrero de 2008

Aroma a Cruzada Nazional


Ya se sabe que por su propia naturaleza toda cabra tira al monte, pero la jerarquía cristera (que no cristiana) española, formada por un más que nutrido rebaño de cabras/ones, trepa de risco en risco que se las pela.

Oírles proferir sartas de barbaridades cavernícolas como el comunicado de ayer dá asco, sí, pero lo verdaderamente obsceno es que al mismo tiempo que insultan nuestra inteligencia, éstos individuos sigan llenando sus bolsas sin fondo a costa del erario público con la anuencia de un gobierno que se dice progresista. Y en fin, lo raro es que a estas horas no haya habido un capitán general salvapatrias que se sume al llamamiento a Cruzada de los señores obispos y desencadene un nuevo glorioso Movimiento Nazional.

La jerarquía cristera española es un peligro para la continuidad de la democracia, y como tal debería ser tratada por los poderes públicos.

Habrá que decirle a Zapatero que sí, que de acuerdo en que hay que movilizarse para pararlos, pero con la condición de que el gobierno que salga del 9 de marzo rompa el maldito Concordato y cierre por completo el grifo del que maman estos sinvergüenzas. Si no, le va a votar su padre.

jueves, 31 de enero de 2008

Las religiones asesinas


La laicización de las sociedades contemporáneas es un fenómeno imparable precisamente porque no ha sido inducido políticamente, siendo por contra fruto del cambio social nacido y crecido desde dentro de la sociedad misma. Una transformación lenta pero inexorable, comenzada hace siglos y que no hace sino progresar, y que en los últimos años se ha acelerado notablemente.

En ese sentido, la ofensiva lanzada en los últimos años por las religiones monoteístas contra la “secularización de la sociedad” no es una brillante Blitzkrieg, como a veces podríamos pensar oyendo sus discursos y viendo sus movilizaciones, sino una desesperada batalla de las Ardenas; es decir, están luchando a la defensiva en una guerra que tienen perdida. Y ellos lo saben, de ahí su radicalidad.

Por tanto, y contra lo que puedan pensar los analistas superficiales, el terrorismo yihadista islamista no es en realidad el arma atroz con la cual se pretende imponer una religión a los no creyentes y a los seguidores de otras (como antaño fue el caso de las Cruzadas cristianas), sino el último cartucho con el que los intereses clericales intentan evitar la laicización del mundo árabe-musulmán (de hecho, la inmensa mayoría de víctimas del yihadismo son musulmanes, y casi todos árabes). Mediante el terrorismo, los islamistas tratan de forzar el cierre de filas e inyectar entusiasmo en el rebaño que consideran propio, para así mejor controlarlo frente a los cantos de sirena de la modernidad laica y descreída.

Ese modelo es el que aplican (con otros métodos, por ahora) los judíos llamados ultraortodoxos, y desde luego nuestros talibanes con mitra y báculo rectores de la Iglesia llamada católica.

Dos libros para entender todo esto: “Tratado de ateología”, de Michel Onfray (editorial Anagrama), y “Las religiones asesinas”, de Elie Barnavi (Editorial Turner).