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lunes, 16 de enero de 2012

Muere Fraga Iribarne, el Goebbels de Franco



La muerte le ha llegado a Manuel Fraga Iribarne a los 89 años de edad. Fraga Iribarne -así se llamaba a los miembros de la clase política durante el franquismo: por los dos apellidos, sin el nombre- era ya una supervivencia de sí mismo y desde luego, de una época pretérita sobre la que la derecha franquista postmoderna está reescribiendo la Historia con el mayor de los descaros, gracias en parte a la desmemoria de una neoizquierda de salón que desconoce hasta de dónde viene.

De Fraga Iribarne escribió hace muchos años Manuel Vicent que todavía llevaba pantalón corto cuando se subió por primera vez a un coche oficial. Nacido en la Galicia caciquil y atrasada de la postguerra española, su carrera política comenzó a principios de los años cincuenta del pasado siglo en organismos menores asociados al Movimiento, el pastiche que substituyó a la Falange como partido único del régimen franquista cuando a partir de 1945 la dictadura hubo de esconder sus orígenes fascistas, y comenzó a presentarse como un "régimen autoritario" y paternalista. Fraga siempre fue un falangista puro y duro, un "azul", según la terminología de la época que clasificaba a los integrantes de la nomenclatura del régimen. 

En los años sesenta el camarada Fraga Iribarne se convirtió en responsable de propaganda de Franco desde su cargo como ministro de Información y Turismo. En 1964 dirigió la gigantesca operación de intoxicación ideológica de masas que fue la celebración de los "XXV años de paz" del régimen, es decir la conmemoración del 25 aniversario de la victoria militar del fascismo en España. En esos mismos años sesenta organizó un reférendum bajo el lema "Franco, sí", ganado con el 98% de los votos, y pergeñó una ley de prensa que ponía una espada sobre la cabeza de cada profesional de los medios no editados por el Movimiento, incitando a la autocensura de los periodistas so pena de sanciones que pasaban por las multas, la cárcel y hasta la prohibición de cabeceras y la voladura de sus instalaciones, como ocurrió años más tarde con el diario "Madrid". En 1966 se produce el famoso accidente de Palomares, en el que varias bombas atómicas norteamericanas cayeron sobre suelo y aguas territoriales españolas tras el choque de dos aviones en vuelo; Fraga y el embajador norteamericano se fotografiaron bañándose juntos en una playa que, dijeron, estaba próxima al lugar donde cayeron las bombas, para dar a entender que no había peligro alguno (lo cierto es que aún hoy los terrenos donde se recuperaron las bombas siguen siendo zona radioactiva, a pesar de haber sido removida la tierra). 

A partir de 1969 la estrella de Fraga sufre un primer declive al caer el Gobierno bajo el control de los llamados "tecnócratas", es decir los miembros del Opus Dei. La secta, conocida como La Mafia Negra, logra arrinconar a los viejos falangistas, y Fraga se marcha de embajador a Londres. Son los años en los que en la política y la economía española mandan los "Lópeces" (López Bravo, López Rodó, López de Letona), bajo la protección del almirante Carrero Blanco, mano derecha de Franco en su ocaso. Fraga no se resigna, e instrumenta el caso Matesa (una colosal estafa empresarial en torno a la industria textil) para atacar y en parte herir aunque no aniquilar el poder del Opus.  Luego vendrán Sofico, Redondela y otros escándalos económicos, con asesinatos de testigos incluidos, que socavan el poder del Opus en el régimen.

Muerto Franco, en 1975 Manuel Fraga regresa de Gran Bretaña y es nombrado vicepresidente y ministro de Gobernación (Interior) del Gabinete presidido por Carlos Arias Navarro, llamado "el Carnicero de Málaga" por los miles de asesinatos cometidos bajo su mando policial en esa ciudad andaluza cuando fue tomada por los fascistas durante la guerra de España. En la nueva etapa ministerial de Fraga se producen las matanzas de opositores en Montejurra y Vitoria, y las muertes casi semanales de manifestantes y trabajadores en huelga. La situación se le escapaba de las manos por momentos al Gobierno de Arias Navarro, quien finalmente fue despedido por el rey en 1976. El nombramiento como presidente de Adolfo Suárez, un aventurero de la política de origen "azul", irritó sobremanera a un Fraga que ya se veía en el cargo. A partir de entonces sus relaciones con el rey Juan Carlos devinieron en inexistentes.  

Contra lo que se viene reescribiendo en los últimos años, la democracia parlamentaria no llegó a España por concesión de las élites reformistas del régimen sino por la presión de la calle, que obligó a potencias como Francia y EEUU a intervenir forzando el desmantelamiento del franquismo político. Desde el Gobierno y las instituciones, Suárez y el rey crearon un partido para pilotar esa etapa, la UCD, del cual se excluyó a los franquistas irredentos como Fraga. Éste se alió con los restos de la ortodoxia franquista y algunos viejos enemigos, como el opusdeísta López Rodó (los llamados Siete Magníficos), creando Alianza Popular (AP), un partido cuya misión era intentar perpetuar un franquismo sin Franco.  Pero las elecciones del 15 de junio de 1977 las ganó UCD, el PSOE renovado quedó segundo y AP sufrió una durísima derrota. Nombrado ponente constitucional, Fraga fue el responsable de buena parte de las insuficiencias democráticas de la Constitución de 1978,  aunque AP finalmente votó en contra de la Constitución tanto en el Congreso de los Diputados como en el referéndum del 6 de diciembre de 1978, lo que hay que recalcar en estos tiempos en que se mixtifica el pasado con tanta desvergüenza.

Posteriomente vendría la refundación de AP como Partido Popular (PP), siempre bajo el dominio totalitario del Presidente Fundador Fraga, la recogida de los restos de la UCD tras el estallido de este partido en 1982, la conversión de Galicia bajo el mando de Fraga en la "Baviera de la derecha española" (es decir, en una región gobernada durante décadas por caciques ultraderechistas corruptos), y finalmente, la victoria electoral de Aznar, hechura de Fraga Iribarne y como él, antiguo falangista, en las elecciones generales de 1996. Un largo camino en el que Fraga como Moisés, se quedó a las puertas de la Tierra Prometida: jamás logró su ambición de ser presidente del Gobierno.

En Francia o Alemania, el camarada Fraga Iribarne habría sido juzgado por crímenes contra la Humanidad, al haber sido un destacado jerarca del régimen fascista del general Franco. Y es que Manuel Fraga estuvo presente durante años en aquellos infames Consejos de Ministros de Franco en los que se firmaban condenas a muerte de ciudadanos españoles. Jorge Semprún le acusaba de haber sido uno de los que más insistieron en la ejecución de Julián Grimau. Peor todavía, al parecer Fraga amenazó a la familia del estudiante César Ruano, asesinado por la policía franquista, para que cesara en sus denuncias, y presionó a la prensa para que caracterizara a Ruano como un ser inestable que se había suicidado. Nunca hubo de responder por estas atrocidades, ni tampoco por los crímenes cometidos por la policía y la Guardia Civil a sus órdenes en aquellos terribles inicios de la Transición, ni desde luego por la actividad de organizaciones parapoliciales auspiciadas y amparadas desde el poder en esos años como la Triple A, el Batallón Vasco Español, Antieterrorismo ETA (ATE) y otras siglas semejantes, organizaciones instrumentales creadas para llevar a cabo ataques y atentados que se saldaron con muertos y heridos. Si el teniente general Saénz de Santamaría hubiera tenido ocasión de testificar ante un juez independiente, su deposición sobre Montejurra y otros sucesos habría dado con los huesos de Fraga en la cárcel para una larga temporada.

Queda por dilucidar el verdadero papel de Fraga en el 23-F, la conspiración golpista que intentó devolver España a un pasado ya imposible. Recuerden la frase del teniente coronel Tejero cuando sus sicarios con tricornio comenzaron a disparar hacia el fondo y el techo del Congreso, por encima de las cabezas de los diputados: "¡Cuidado! no les vayáis a dar a los nuestros". Quiénes eran "los nuestros" nunca lo hemos sabido a ciencia cierta, pero si tenemos algunas algunas pistas sobre ello: los escaños de los diputados de AP  estaban al fondo y arriba del hemiciclo, y Manuel Fraga no fue sacado de la cámara por los golpistas como sí lo fueron los otros dirigentes políticos, encerrados en una salita que todos sabían era la capilla antes del pelotón de ejecución caso de haber triunfado el golpe. 

En la fotografía que ilustra el post, el camarada Fraga Iribarne en su toma de posesión como ministro de propaganda franquista jura los Principios Fundamentales del Movimiento fascista y lealtad a Franco en presencia del dictador y de otros jerarcas del régimen, vestido con el uniforme del partido único.

viernes, 13 de agosto de 2010

Contra la ideología de la reconciliación


Un magnífico artículo del historiador Ricard Vinyes en El País de ayer desmonta el mito ideológico de la reconciliación como un bien en sí mismo que ha de prevalecer por encima de todas las cosas. Cuando la reconciliación se convierte en ideología, viene a decir Vinyes, su utilización política deviene un modo de acallar la reivindicación de justicia e imponer el silencio a los agraviados.

Nada tienen que ver pues las políticas de reconciliación con la imposición de la ideología de la reconciliación. cuya función principal es que los responsables de los crímenes o sus herederos directos o putativos puedan escapar a la acción de la justicia y sobre todo, del conocimiento de los hechos reales. En España sabemos mucho de esto, visto el modo en que se cubrió con el manto del olvido los crímenes del franquismo, y el modo en que los sedicentes herederos de aquél régimen aprovecharon tal circunstancia. No es extraño por tanto que pasados 30 años de "silencio administrativo" sobre los crímenes de la forma española de fascismo, la derecha franquista más o menos "aggiornada" que encarna el Partido Popular se atreva a reivindicar por boca de Mariano Rajoy, su máximo dirigente, aquellos años en que todo horror fue posible, ya que "durante el franquismo muchos españoles vivían espléndidamente"; y es que visto que una guerra de exterminio contra su propio pueblo y 40 años de feroz dictadura les han salido gratis, ¿por qué no dar un paso más y reivindicar las presuntas bondades del régimen y hasta su actualidad, tal como se ha comenzado a hacer con total impunidad desde medios de comunicación ultrareaccionarios?.

Es así como en España se ha negado el conflicto histórico en vez de resolverlo, y sobre esa ausencia se ha construido un sistema político y de convivencia que se pretende además ejemplar. Mayor ingenuidad o mayor cinismo, según casos, resulta imposible. Lo que a estas alturas ya resulta meridianamente claro es que el invento no puede seguir funcionando durante más tiempo; la mascarada ya resulta insostenible. Es como si Alemania en vez de haber saldado cuentas con el nazismo a partir de 1945, hubiera pretendido meterlo debajo de la alfombra con la aquiescencia de todas las fuerzas políticas, y se sostuviera su reivindicación como fenómeno histórico positivo por parte del partido democristiano, la derecha alemana.

Según Ricard Vinyes, en España el Estado nunca ha considerado como parte constitutiva del bienestar ciudadano "el conocimiento y responsabilidades de la devastación humana y ética que había provocado el franquismo, ni la restitución social y moral de la resistencia (al régimen franquista), ni el deseo de información y debate que sobre aquél pasado inmediato iba expresando la ciudadanía más participativa". Al cabo esas demandas eran y son juzgadas desde las instancias gubernamentales "como un peligro de destrucción de la convivencia", remata Vinyes. A la luz de este planteamiento se entiende mejor la Ley de Memoria Histórica y su nula eficacia política y administrativa. En ese marco político-jurídico viciado se ha creado en los últimos años la figura del "sujeto-víctima", como "institución moral y jurídica" que elimina el problema del contexto y se centra en exclusiva en el sufrimiento personal, "desde el principio de que todos los muertos, torturados y ofendidos son iguales". Es obvio que lo son en tanto que seres humanos, ilumina Vinyes, pero extraer conclusiones de carácter político general a partir de esa circunstancia es simplemente un modo de oscurecer la cuestión y en definitiva, de llevar el agua al molino de los verdugos. Como ya he escrito en ocasiones anteriores aquí mismo, no puede compararse en cantidad y calidad a los victimizados por el franquismo entre 1936 y 1975 con quienes padecieron esa misma suerte en la zona republicana entre 1936 y 1939. Y no sólo porque el número es incomparablemente mayor en el primer caso, sino porque asesinatos, torturas, detenciones y exilio eran modalidades de un plan de acción perfectamente orquestado desde los aparatos del Estado franquista, ejecutado con toda precisión. Véanse las declaraciones del capitán Aguilera, uno de los jefes de prensa de Franco durante la guerra, recogidas por Antony Beevor en su "La guerra civil española", en el sentido de que los franquistas se proponían "exterminar a un tercio de la población masculina de España, como modo de acabar con el proletariado" (sic). Por el contrario, los crímenes acaecidos en la zona leal durante los primeros meses de la guerra respondían a la quiebra del Estado republicano, acontecida precisamente como consecuencia de la rebelión militar de julio de 1936, y su práctica era llevada a cabo por sectores populares que actuaban por su cuenta; así fue hasta que meses más tarde, ya bajo el gobierno encabezado por Juan Negrín el Estado republicano pudo retomar el control en su zona y restaurar la legalidad.

Se trata pues precisamente de oponer políticas activas de reconciliación a lo que no es más que retórica vacua ideológica cuyo objetivo último es el encubrimiento de la verdad. Para que se produzca una real reconciliación entre los ciudadanos de este país y de todos ellos con su pasado histórico, es imprescindible el ajuste de cuentas jurídico, político y cultural con éste. De lo contrario la herida lejos de cicatrizar, continuará manando indefinidamente entre aquellos que 70 años después de los hechos, siguen reivindicando ante los poderes públicos que les permitan sacar los huesos de sus parientes arrojados a las cunetas de las carreteras de España, para poder darles sepultura digna donde ellos quieran.

martes, 30 de junio de 2009

El honor del FRAP


Luis Sánchez-Bravo tenía 21 años cuando fue asesinado junto a otros dos compañeros por un pelotón de policías y guardias civiles voluntarios, cuando el franquismo vivía sus últimos días como régimen político. En un hospital madrileño agonizaba la Bestia, vieja y podrida pero no ahíta de sangre, así que antes de expirar decidió llevarse con él a cinco hombres jóvenes, tres del FRAP y dos de ETA, fusilados exactamente 23 días antes de que el Caudillo por la Gracia de Dios cesara su reinado de terror sobre España. Ni la intercesión del Papa Pablo VI sirvió para que conmutara la pena que él mismo había dictado tras sendas bufonadas de juicios sumarísimos, militares por supuesto.

Una canción de Luis Eduardo Aute, "Al alba", dejó testimonio estremecedor de aquella jornada de luto horripilante. Como dice la canción, aquél 27 de septiembre de 1975 comenzó la noche más larga para cinco hombres jóvenes a los que ni siquiera se pudo probar su participación en los hechos imputados, pero de algún modo también, paralelamente a aquél suceso empezó a desvanecerse la larga noche franquista.

Treinta y cuatro años después, Silvia, la viuda de Luis Sánchez-Bravo, ha acudido a los tribunales para reivindicar la memoria de su marido. Como relataba ayer El País, Sánchez-Bravo tuvo una parodia de juicio en la que la sentencia estaba decidida antes de comenzar. Fue "detenido, torturado, acusado, condenado y ejecutado en el plazo de un mes, sin ninguna de las más elementales garantías de un juicio justo". ¿Y qué juicio justo iban a realizar aquellos carniceros, si su papel desde el 17 de julio de 1936 había sido el de ser verdugos de su propio pueblo?. Luis Sánchez-Bravo, José Humberto Baena y Ramón García Sanz fueron acusados de pertenecer al Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico (FRAP), organización en la que efectivamente militaban, y de haber matado a un teniente de la Guardia Civil franquista, lo que jamás se pudo probar. En realidad, su condena fue simplemente un acto de venganza, una represalia ciega. Para aquél remedo de juicio la "jurisdicción militar" se constituyó como "tribunal de excepción", al modo de los peores tiempos de la represión franquista en los años inmediatos de la postguerra. Todo el proceso fue una farsa representada por un puñado de marionetas vestidas de uniforme, que finalmente dictaron una sentencia contra la que no cabía recurso alguno, tal como les había encargado la "superioridad".

Dice El País que la viuda de Luis Sánchez-Bravo, Silvia, "se ha acogido a la Ley de Memoria Histórica, en cuyo artículo 2 se reconoce "el carácter radicalmente injusto de todas las condenas (...) producidas por razones políticas, ideológicas (...) durante la dictadura", y que en su artículo 3 declara "la ilegitimidad de los tribunales (...) creados con vulneración de las más elementales garantías del derecho a un juicio justo". Sin embargo se le ha denegado la indemnización que reclama, "porque "las pruebas que obran en el expediente" señalan que su marido participó en el asesinato de un guardia civil". En realidad, no hay ni una sola prueba que identifique a ninguno de los tres miembros del FRAP asesinados como autores de la muerte del guardia civil. Pero eso es pecata minuta, comparado con la bestialidad de que en la España de 2009 se dé carta de naturaleza a una sentencia de un tribunal político franquista, formado por tanto por criminales a sueldo de una dictadura fascista. Esa sentencia, de haberse emitido en Alemania durante el período nazi, por ejemplo, sería hoy nula de pleno derecho, y sus autores habrían sido reos de un crimen nazi, y por tanto juzgados y en el mejor de los casos para ellos expulsados de la carrera militar y judicial.

"Es humillante y esperpéntico", afirma indignada Silvia, la viuda. En realidad, es mucho más: es la prueba que demuestra el grado de complicidad con el franquismo que persiste en poderes y aparatos del Estado a los 35 años de la muerte del dictador.

La contribución a la democracia de hombres como Sánchez-Bravo, Baena y García Sanz no puede seguir escondida. El FRAP, fundado en París en 1971 por el antiguo dirigente socialista negrinista Julio Alvarez del Vayo, fue un grupo que luchó generosamente y con las armas en la mano contra la dictadura fascista al modo en que la Resistencia francesa lo hizo contra los nazis y los colaboracionistas en su país. El FRAP nunca fue un grupo terrorista, aunque sus atentados indiscriminados contra esbirros del régimen franquista fueran criticables, en la medida que mataban gente que en la escala de la represión ocupaba lugares muy secundarios y además, en su inmensa mayoría, los guardias civiles y "grises" víctimas de sus acciones procedían de los sectores más ignorantes y atrasados de las clases populares. Más tarde, en 1978, los componentes del FRAP entendieron que la llegada de la democracia significaba el final de la lucha armada, y muchos de ellos pasaron a la acción política; a partir de 1982 un cierto número de dirigentes, militantes y simpatizantes del FRAP ingresaron en el PSOE, donde algunos han ocupado cargos destacados y accedieron a puestos de responsabilidad en la Administración pública en la época del gobierno de Felipe González.

Les aseguro que si se publicara la relación de nombres de antiguos militantes del FRAP que siguen en primera línea de la política y la cultura, sorprendería a más de uno. Tal vez vaya siendo hora de que esta gente empiece a movilizarse reivindicando el honor de los compañeros caídos, y el derecho a que sus deudos, como es el caso de Silvia, reciban una reparación por todo lo vivido y sufrido.

Honor a quienes resistieron al fascismo.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Crepúsculo franquista en Cuba


Patria o muerte", reza la clásica consigna castrista. Una redundancia, ya que toda patria lleva a la muerte de una manera u otra -ahí queda el siglo XX para demostrarlo-, y el caso cubano no es una excepción. Cuba entera vive un tardofranquismo en el que el pueblo cubano agoniza, alimentado exclusivamente con retórica patriotera y mentiras que de tan oídas, sólo provocan la risa entre sus destinatarios cuando no hay cerca alguien adicto al régimen.

En Cuba se está muriendo Franco, y la familia y el doctor Villaverde de turno se apresuran a evitar que se desate lo que aquél pretende dejar atado y bien atado. Fracasarán en el intento, obvio, y una transición política hacia nadie sabe dónde se iniciará -se está iniciando ya, de hecho- muy pronto.

Un pronóstico desalentador: como ha ocurrido en todas las "democracias" que han sucedido a los regímenes títeres del Imperio soviético, pronto una multitud de burócratas que hoy juran por las barbas de Fidel se habrán reconvertido en empresarios que amasarán fortunas apostando por el capitalismo más salvaje y explotador.

Sic transit gloria mundi.

jueves, 20 de diciembre de 2007

Un año sin Francesc Vila Rufas, "Cesc"


Por estos días se cumple un año del fallecimiento del dibujante, humorista y pintor Francesc Vila Rufas, "Cesc". Con tal motivo, el Palau Robert de Barcelona, sede de exposiciones patrocinadas por la Generalitat de Catalunya, le dedica una exposición que intenta abarcar su obra creadora, repartida a lo largo de una vida dilatada (Cesc murió a los 79 años).

Hombre de izquierdas, comprometido con su gente, su país, y su tiempo desde los primeros años sesenta, Cesc se manifestaba en la prensa diaria a través de sus "monos", dibujos con carga crítica que comentaban la actualidad con agudeza, ironía y finura, buscando siempre la sonrisa cómplice del lector avisado. En la época del tardofranquismo a Cesc había que "leerlo entrelíneas", pero su virtud principal era que se le entendía todo. En aquellos años y en los primeros de la transición, Cesc publicaba en el mítico diario TeleExprés; luego vendrían El Periódico de Catalunya, Serra d'Or y otras publicaciones diarias o periódicas.

Entre los humoristas gráficos catalanes de su época, Cesc destacó por la sencillez y a la vez el detalle que ofrece el trazo de sus dibujos, que en general reflejaban escenas de la vida cotidiana en las que los personajes reflexionaban sobre un asunto de interés ciudadano por nimio que aparentemente fuera, en la mayoría de ocasiones sin necesidad de recurrir a diálogos.

A mediados de los años setenta del pasado siglo, Cesc participó activamente en la aventura colectiva que fue la creación del Partit Socialista de Catalunya (Congrés), organización en la que confluyeron diferentes hornadas de militantes socialistas, de extrema izquierda y nacionalistas. Para ese proyecto Cesc creó una línea de cartelería y adhesivos (las célebres "pegatinas"), que aportaban originalidad y buen gusto al mundo de la propaganda gráfica de izquierda de aquél entonces. Luego, cuando el PSC (Congrés)) confluyó con la Federación Catalana del PSOE, Cesc se desvinculó de la política. En estos últimos años vivió modestamente, alejado de todo lo que no fuera su trabajo en la prensa, que fue espaciando con el tiempo.

Hombre tranquilo, sencillo y modesto, Cesc se fue discretamente. Ahora, el mundo de la cultura de izquierda catalana le recuerda al año de su fallecimiento, aunque se le siga adeudando el homenaje que en su día no se le hizo.

martes, 18 de diciembre de 2007

Polvo, niebla, viento y sol


El jaleo éste de los casinos que quieren instalar en los Monegros unos presuntos "emprendedores" internacionales con apoyo del Gobierno autónomo aragonés, me ha traído a la memoria la letra de un poema, cuya autora no recuerdo ahora aunque sé que se llama Pilar, al que José Antonio Labordeta puso música y grabó en su primer disco, allá por 1976.

El poema-canción se llama "Aragón", y es quizá la descripción más estremecedora de la decadencia agónica que vivió ése viejo país que, curiosamente, hoy, 30 años después, tiene una de las rentas per cápita más altas de España.

Aragón

Polvo, niebla, viento y sol
y donde hay agua, una huerta;
al norte, los Pirineos:
esta tierra es Aragón.

Al norte, los Pirineos
al sur, la sierra callada,
pasa el Ebro por el centro
con su soledad a la espalda.

Dicen que hay tierras al este
donde se trabaja y pagan...
Hacia el oeste el Moncayo
como un dios que ya no ampara.

Desde tiempos a esta parte,
vamos camino de nada,
vamos a ver como el Ebro
con su soledad se marcha.

Y con el van en compaña
las gentes de estas vaguadas,
de estos valles, de estas sierras,
de estas huertas arruinadas.

Polvo, niebla, viento y sol
y donde hay agua, una huerta;
al norte, los Pirineos:
esta tierra es Aragón.

martes, 13 de noviembre de 2007

Morir en Madrid


Un chico menor de edad que se dirigía a una concentración antifascista en Madrid fue apuñalado hasta la muerte por un soldado de paisano que regresaba de una manifestación fascista. Es decir, el menor murió como consecuencia de un acto de terrorismo.

Los hechos escuetos ponen los pelos de punta, y recuerdan inevitablemente momentos no tan lejanos de nuestra historia. Piénsese en el "febrero negro" madrileño de 1976, con los asesinatos de Arturo Ruiz, Mari Luz Nájera, los abogados de Atocha y de algún otro que quedó en el anonimato, a manos de "incontrolados" que todos sabían (sabíamos) perfectamente organizados, dirigidos y protegidos.

Rebajar ahora el suceso a una "pelea de bandas" como han hecho algunas instancias oficiales y sobre todo los medios de comunicación es, simplemente, sacarse los ojos para no ver la realidad. Aquí no hay bandas que valgan, sino una voluntad calculada de sembrar la violencia para desestabilizar la convivencia ciudadana, una acción impulsada y amparada desde la sombra por intereses muy concretos, por lo demás.

Luego vienen los calificativos edulcorados, destinados a quitar hierro y hacer más digerible la noticia: jóvenes de estética skin, grupos de ultraderecha, la extrema derecha política, nostálgicos del franquismo, etc. Eufemismos para rehuir el nombre de la bicha: fascismo.

Aún más penosa es la respuesta de la delegada del Gobierno en Madrid, quien considera que éste "no es un crimen racista" sino "ideológico". ¿Y qué coño piensa la señora delegada que es el racismo, sino una manifestación de una ideología perversa cual es el fascismo? El racismo no es una ideología en sí misma sino un ingrediente consustancial pero no único de la ideología fascista. El analfabetismo político, casi se podría decir académico, de la señora delegada estremece.

En las calles españolas hay un problema. De nuevo. Y no se está atajando. ¿Hasta dónde llegan las complicidades? Evidentemente esta clase de movimientos no sobreviven por sí solos, necesitan financiación, cobertura y apoyo. Necesitan sobre todo un caldo de cultivo propicio donde cocerse antes de manifestarse. Recordemos que no es precisamente la primera vez que un soldado protagoniza esta clase de "incidentes". Es obvio que a éste fulano se le va a caer el pelo, pero a fin de cuentas el tipo de la puñalada no es más que el eslabón final de la cadena, y probablemente el menos culpable. Los verdaderos responsables son otros: aquellos que manipulan a estos seres primitivos e indefensos llenándoles la cabeza de odio y de mentiras. Y esos siguen, por ahora, a resguardo; algunos entre ellos ¿cuántos? ¿quiénes? llevan galones, son de ideología "extremadamente conservadora" y les pagamos el sueldo entre todos.

Empieza a urgir una Ley de Defensa de la Democracia que nos proteja de estas alimañas. Mientras llega –y no debería tardar-, hay que recordar que sigue vigente una Ley de Partidos que pone fuera de la legalidad aquellas organizaciones que practican o apoyan el terrorismo. Por tanto, la vía para una ilegalización rápida de las bandas fascistas está disponible. ¿Hay voluntad política para usarla?.

viernes, 15 de junio de 2007

Memoria urgente de una Transición que supo a poco


Hoy se cumplen 30 años de los primeras elecciones democráticas habidas en España tras el golpe de Estado fallido del 18 de julio de 1936, que dio paso primero a la guerra mal llamada civil y tras ella a una larga y opresora dictadura militar de corte inequívocamente criminal.

Con posterioridad a la muerte del general Franco, España inició un proceso de democratización que culminó en las elecciones del 15 de junio de 1977. Este proceso no fue un regalo gracioso del Régimen franquista, sino el resultado de la presión popular e internacional en orden a terminar con una anomalía político-jurídica cual era la pervivencia de un régimen fascista en Europa 30 años después del final de la Segunda Guerra Mundial.

A la salida de ése régimen criminal y al paso a la instauración de una democracia parlamentaria al uso europeo capitalista se le llamó Transición democrática. Poco tuvieron que ver sus resultados finales con los sueños y las esperanzas de quienes a su inicio aspirábamos a reconquistar para nuestro país las cotas de libertad, democracia y progreso de las que había gozado durante la II República española, y a comenzar desde esas bases la construcción de un socialismo moderno y alternativo a los modelos ya caducos entonces que ofrecían el comunismo y la socialdemocracia.

Vista con perspectiva histórica, la Transición española fue un gran apaño en el que los servidores del Régimen franquista se aseguraron la impunidad de sus actos anteriores y el disfrute de cuanto habían robado, a cambio de ceder amplias parcelas de poder político. Las consecuencias de ese cambalache siguen pesando hoy como una losa sobre la democracia española.