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viernes, 9 de septiembre de 2011

"Itinerarios e identidades", el censo de los aragoneses deportados a los campos nazis


La publicación este verano de "Itinerarios e identidades. Republicanos aragoneses en los campos nazis", obra del historiador Juan Manuel Calvo Gascón, representa un avance importante en la recuperación de la memoria histórica relacionada con el paso de miles de ciudadanos españoles por el universo de los campos de exterminio, esa infamia que los nazis crearon en Europa en los años del cénit de su poder.

El tema es vasto, y las posibilidades de estudio de aspectos inéditos o poco conocidos siguen siendo enormes. Juan Manuel Calvo se ha centrado en concreto en la deportación de aragoneses, estableciendo un cuidado censo de este colectivo compuesto por algo más de un millar de personas, alrededor del 12% de los españoles llevados a Mauthausen y otros campos, un porcentaje muy superior al peso demográfico histórico de la comunidad aragonesa en el conjunto de la población española. 

Más allá de la frialdad de los números y las estadísticas, Calvo explora las biografías de los protagonistas de los hechos, una nutrida selección de ex deportados, narrando sus experiencias individuales en los campos y la visión que tienen o tuvieron (por razones biológicas apenas quedan ya entre nosotros supervivientes de la deportación), buscando el pulso personal en cada testimonio. Una reconstrucción de un tiempo y unos acontecimientos que nos devuelve a la "historia de las gentes sin Historia" -es decir a la historia de los hacedores reales de la Historia-, como método de conocimiento del pasado que fue realmente existente y no el fabulado por el régimen franquista.

He de reseñar con gran satisfacción que muchas de las informaciones y reflexiones que aporta Juan Manuel Calvo en este libro publicado como digo en plena canícula, se corresponden a la perfección con lo que yo expongo en "Un castillo en la niebla. Tras las huellas del deportado Mariano Carilla Albalá". Los dos hemos trabajado en paralelo sin conocer el contenido de las investigaciones del otro, y sin embargo hemos llegado prácticamente a las mismas conclusiones, como ya se vio durante la presentación de mi libro en Barcelona, en la que tuve el honor de contar con Juan Manuel como introductor. Lo cual  demuestra a mi juicio la justeza de nuestros planteamientos de partida y de las conclusiones a las que llegamos cada cual por su cuenta, así como la corrección de las fuentes y testimonios manejados por ambos. La única diferencia radica obviamente en que yo me centré en la persona de Mariano Carilla Albalá como arquetipo de los deportados españoles,  y Juan Manuel Calvo ha reunido como digo un conjunto de biografías que establecen un censo riguroso de deportados aragoneses.

El libro contiene además un abundante y bien escogido material gráfico, y se acompaña con una extensa bibliografía y un cd que contiene una base de datos pormenorizada en la que figura el millar de deportados aragoneses. La edición ha corrido a cargo del Gobierno de Aragón dentro de su programa de recuperación de la memoria histórica aragonesa Amarga Memoria. Como curiosidad, parece que este ha sido el último libro editado bajo ese sello, que desaparece tras el cambio político acaecido en Aragón en las últimas elecciones autonómicas y municipales. Signo de los tiempos. 

CALVO GASCÓN, Juan Manuel. Itinerarios e identidades. Republicanos aragoneses deportados a los campos nazis. Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón. Zaragoza, 2011.

miércoles, 8 de junio de 2011

Jorge Semprún se despide de ustedes



La muerte ha alcanzado finalmente a Jorge Semprún, tras haberle seguido como un perro fiel más que como una amenaza durante la mayor parte de su larga e intensa vida. En realidad el primer Semprún murió a los 20 años en Buchenwald, casi en el mismo momento en que se presentaba en sociedad Federico Sánchez.

El joven Semprún había nacido en una familia de la gran burguesía madrileña, gente liberal, ilustrada y republicana, una verdadera rara avis en un país en el que la burguesía maridó pronto con la aristocracia en vez de enviarla al cadalso de la Historia. Jorge Semprún fue hijo de embajador de la República, exiliado temprano, resistente antifascista precoz y comunista de hierro forjado. Que en aquella Europa barrida por el tsunami nazi (aquello sí era un tsunami con todas las de la ley, y no las victorias electorales del PP español), Semprún acabara en un campo nazi de exterminio por el trabajo, parece una consecuencia inevitable. Ocurre que allá adentro se inició y creció un filósofo, político y sobre todo escritor gigantesco, que algunos años después, de vuelta a la lucha clandestina, esta vez contra el Régimen de Franco, tomaría el nombre de Federico Sánchez, un mito en la pelea por derribar el carro de mierda que era la España de aquél general de piernas cortas y voz aflautada, y una de las cumbres de las literaturas española y francesa, porque Semprún-Sánchez era más que un afrancesado un verdadero francés espiritual, y ello sin renunciar un ápice a su condición de español integral.

En 1964 Santiago Carrillo les echó a él y a Fernando Claudín del PCE. Suerte tuvieron de que en aquellos tiempos en el PCE y en su casa matriz, la URSS, ya se contentaran simplemente con excomulgar a los disidentes. En realidad a Semprún y a Claudín les echaron del PCE precisamente por ser comunistas, pero esa es otra historia. Luego Semprún evolucionó políticamente, se distanció de las siglas sin moverse del ámbito de las izquierdas, y en 1988 recibió una oferta de Felipe González para ser ministro de Cultura; para asombro de propios y extraños la aceptó, y fue un excelente ministro. Para entonces Federico Sánchez había muerto asesinado por un Jorge Semprún redivivo, que después de años de cargar a sus espaldas con la memoria de Buchenwald había comenzado a desgranarla en libros que da escalofríos leerlos. Un poco antes había dejado constancia de que seguía en la brecha de la lucha política desde la izquierda, "muertas las certidumbres pero vivas las ilusiones" como solía decir, en guiones de películas tan emblemáticas como "La guerra ha terminado" y "Z".

Su memoria vital y política, fijada por escrito a a modo de testamento anticipado, la repartió finalmente en dos libros, verdaderos ajustes de cuentas consigo mismo y con su tiempo político: "Autobiografía de Federico Sánchez" y "Federico Sánchez se despide de ustedes". Son libros ácidos, descarnados y llenos de ironía, que conviene leer para dimensionar adecuadamente en su estatura humana -a veces, miserablemente humana- a los dioses políticos del último medio siglo español.

Escribe hoy Javier Pradera en El País que según algunos viejos camaradas de los años cincuenta, fue Federico Sánchez quien creó a Jorge Semprún y no al revés. Es posible. En todo caso, Semprún y Sánchez acaban de desaparecer de escena para siempre, dejándonos un poco más pobres espiritualmente y más desnortados políticamente en esta Europa cuya idea, como dijo Semprún el año pasado durante su último viaje a Buchenwald, comenzó a forjarse precisamente tras las alambradas nazis, cuando hombres de todos los rincones del Viejo Continente se reconocían como camaradas de infortunio y se aprestaban a darse apoyo mutuo. Decía Semprún que fue la lucha antifascista la que creó la idea de la Europa unida. Jorge Semprún se ha ido cuando politicastros y juntaletras están demediando esa hermosa y sagrada idea, hasta dejarla irreconocible; Semprún se ha ido en suma, cuando más necesitamos su insobornable lucidez.

En la imagen, Jorge Semprún hablando en Buchenwald el 12 de abril de 2010, en los actos conmemorativos de la liberación de ese campo.

jueves, 6 de agosto de 2009

Autobús a Mauthausen


Esa parada de autobús que ven en la fotografía no es una parada cualquiera. Está en la ciudad de Linz, en Austria, en la avenida Untere Donaulände, ante la fachada de Lentos, un centro de arte contemporáneo. La línea de autobús que pasa por ahí va a diversos pueblos de la periferia de Linz; uno de ellos es Mauthausen.

Cuando voy a Linz me alojo en un hotel cercano a ese lugar. Una noche de finales del pasado mes de julio, regresaba al hotel desde la ciudad vieja caminando por esta avenida que discurre junto al Danubio. Bajo una especie de gran arco que forma el propio edificio de Lentos, se oía música interpretada por un trío formado por violín, violonchelo y acordeón. Eran tres chicos jóvenes, vestidos de oscuro. Aprovechando la resonancia del espacio, tocaban sin parar música yiddish. Quizá era alguno de los numerosos grupos musicales que estos días de verano andan por la ciudad, con motivo de la capitalidad cultural europea que este año ostenta Linz. Me acodé en una barandilla, cerca de ellos, pero mirando hacia el Danubio. La noche era calurosa, y estaba en calma. Les oí durante unos minutos, y luego me marché.

Antes de irme camino del hotel, pensé decirles que a menos de diez metros de donde estaban tocando se encuentra la parada del autobús que lleva a Mauthausen. Cambié de idea. Seguramente los chicos ya lo sabían, y por eso estaban allí, solos, sin público, tocando rabiosamente contra la noche veraniega de la Alta Austria. O tal vez no lo sabían, y entonces fuera mejor que siguieran sin saberlo.

lunes, 5 de mayo de 2008

Día de alegría en Mauthausen


Un día como hoy, el 5 de mayo de 1945, fue liberado el campo de exterminio de Mauthausen, una efeméride que, esta sí, vale la pena conmemorar y comentar.

El Tercer Cuerpo de Ejército de EEUU avanzaba imparable por el centro de Austria en dirección a Linz, barriendo cualquier resistencia nazi. El día 4 habían alcanzado el pueblo de Mauthausen, distante apenas 20 kilómetros de Linz, la ciudad donde creció Adolf Hitler; el día 5 establecieron allí su puesto de mando.

Desde el día 3 de mayo había comenzado la huída de asesinos del campo de Mauthausen. Alguien, quizá un campesino del pueblo o un soldado alemán desertor, informó a los norteamericanos de que apenas a tres kilómetros del pueblo había algo que debían ver. Una patrulla de la 11 División Acorazada formada por dos tanques Sherman, subió una ladera montañosa y en medio de un paisaje idílico de granjas y prados encontraron el recinto del KZ Mauthausen, el principal campo de exterminio en Austria y uno de los más importantes del sistema nazi de exterminio de masas (por Mauthausen pasaron doscientas mil personas, de las cuales murieron unas ciento veinte mil).

La fotografía que ilustra este post está tomada en el momento exacto en que la patrulla norteamericana cruza el portón de entrada a Mauthausen, en medio del entusiasmo de los deportados. Los soldados no podían dar crédito a lo que veían; no sabían qué era exactamente "aquello". El sargento que mandaba la patrulla había nacido en Chicago, hijo de polacos, y podía captar sólo algunas palabras que le decían los prisioneros; por suerte, en la patrulla había otro soldado, descendiente de alemanes éste, que pudo comprender qué era Mauthausen a partir de las frases atropelladas de los liberados.

En esa fotografía histórica, cuya copia contemplé hace apenas 15 días en el museo de Mauthausen, hay varias cosas que llaman la atención.

La primera, la pancarta que cuelga sobre la entrada del campo: "Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras". La confeccionó uno de los presos, un pintor catalán llamado Teix, y quedó incompleta porque sus compañeros se la arrebataron para salir corriendo a colgarla antes de que pudiera finalizarla.

Después, la foto misma. La hizo Francesc Boix (fíjense que está tomada desde dentro del campo), joven fotógrafo de prensa barcelonés, uno de los personajes clave entre los deportados supervivientes de Mauthausen. Francesc Boix era hijo de una importante familia burguesa de Barcelona, los propietarios de la Sastrería Boix. Con sólo veinte años, Francesc fue antes de la Guerra de España uno de los primeros fotógrafos de eventos deportivos como carreras ciclistas y sobre todo de automóviles, en las que parece que llegó a participar como piloto en alguna ocasión. Militante comunista, del PSUC, y exiliado en Francia, fue deportado a Mauthausen, donde trabajó en el laboratorio fotográfico del campo, lo que aprovechó para robar negativos que luego fueron una de las más importantes pruebas de cargo contra los jerarcas nazis en el juicio de Nuremberg, durante el cual Boix actuó como un testigo de cargo fundamental. Murió poco después en París por causa de los padecimientos sufridos, cuando apenas contaba 30 años.

Fíjense, por último, en que a la izquierda de la fotografía hay algunos personajes vestidos con abrigos oscuros y gorras que, en definitiva, eran parte del uniforme de los guardianes del campo, lo que ha llevado a alguien a sostener por escrito el disparate de que en la foto se ve "a presos y guardianes saludando juntos a los norteamericanos"; obviamente los uniformes así como algunas armas habían sido recuperados por los propios presos tras la huída de los SS.

Mauthausen fue "el campo de los españoles". Más de diez mil republicanos españoles pasaron por este complejo de más de cuarenta campos, la mayoría destinados a Gusen, y siete mil quinientos de ellos murieron entre sus alambradas. Hoy es su día, el día de todos ellos.

Y también es el día de los muchachos que los liberaron. Los supervivientes de la 11 Acorazada se reunieron en 2005, en el sesenta aniversario de la liberación, en los mismos escenarios del horror para renovar su compromiso contra el fascismo y a favor de la libertad y la democracia, como quedó reflejado en una lápida conmemorativa a la entrada de Gusen. Para ellos, hoy también es día de alegría.

miércoles, 30 de abril de 2008

El Día de la Shoah


A estas horas ya ha anochecido en Israel, y habrá comenzado por tanto la conmemoración del Día de la Shoah (catástrofe, aniquilación....) correspondiente a 2008.

Es un día de gran tristeza colectiva, de luto general y de recogimiento. El dolor llega más allá del ámbito personal y familiar, para extenderse a toda una comunidad formada por gente muy diversa (contra lo que algunos puedan pensar hay judíos creyentes y ateos, ricos y pobres, de izquierdas y de derechas, simpáticos y antipáticos... como en cualquier otro colectivo formado por seres humanos). A todos ellos les une, eso sí, el recuerdo de seres queridos que fueron asesinados simplemente por ser señalados como integrantes de ése colectivo variopinto y contradictorio, humano en suma, que llamamos "judíos".

Uno, que como habrán visto también comparte su pedacito de Holocausto a través de un familiar martirizado por las mismas bestias que asesinaron a millones de judíos durante el período más negro de la Historia de la Humanidad, se siente solidario con esa gente. Hace unos días un buen amigo, judío por más señas, me reconfortaba al decirme que entendía y compartía los sentimientos que me dominaban al ir desvelando el via crucis vivido por Mariano Carilla Albalá, el mismo via crucis que recorrieron los familiares de mi amigo en aquellos mismos años: "casi todos mis tíos y tías fueron asesinados entonces", me decía en un correo electrónico que guardo con cariño.

Así que desde ese sentimiento compartido, me atrevo a dirigirme a quienes hoy en Israel conmemoran este día y piensan en sus seres queridos violentamente arrebatados durante la Shoah, para que de alguna forma presionen a quienes dirigen su país a fin de que terminen de una vez por todas las muertes de inocentes en ése conflicto inacabable entre palestinos e israelíes.

No más niños destrozados en Palestina o en Israel, nunca más, por favor. Sería el mejor homenaje a los niños de mirada aterrorizada que desaparecieron para siempre en la Shoah.

lunes, 28 de abril de 2008

De regreso de los santuarios de la memoria


Ayer regresé de mi semana pasada en Austria, en la que he visitado los campos de concentración y exterminio de la región central de ése país por los que pasó mi pariente Mariano Carilla Albalá. Puedo decirles que para mí Mauthausen, Gusen y Hartheim ya no son sólo nombres asociados a la geografía del horror propagado por aquél régimen inmundo que fue el nazismo, sino lugares y paisajes que en adelante me serán familiares y reconocibles.

Como comentaba esta misma tarde en un foro, he de decir que he sentido verdadera vergüenza comparando el modo diferente como se tratan estos temas -no sólo el de la deportación- en España y allí. Mientras aquí estamos empezando (¡y algunos aún negando!) la recuperación de la memoria histórica de hechos sucedidos hace 70 años, en Austria estos temas están exquisitamente resueltos desde 1948, año de fundación de la actual república austríaca. Y eso se nota.

De verdad que da envidia ver el mimo y a la vez la discreción conque instituciones y particulares cuidan todo esto, la cantidad de información educativa de que disponen, y sobre todo cómo la facilitan a las jóvenes generaciones del país y el interés de éstos chavales por conocer el pasado real. Sorprende la juventud de documentalistas, cuidadores, archiveros... que trabajan allí en estos temas, y su interés y la calidez conque acojen a quien llega hasta ellos buscando información y ofreciéndoles la que uno ha podido ir reuniendo por su cuenta.

En fin, es posible que algún día lleguemos a ser un país verdaderamente civilizado y a la altura de nuestra propia historia colectiva, pero de momento nos faltan décadas para siquiera asemejarnos a la mayoría de nuestros vecinos europeos. Sobre todo en estos temas.

La imagen que ilustra este post es una copia de la placa en memoria de Mariano Carilla Albalá que dejé en la sala del crematorio de Mauthausen, donde existe esta costumbre de depositar elementos recordatorios de las personas que pasaron por aquél lugar. Uno de los elementos que figuran en la placa es una fotografía del pueblo natal de Mariano tomada desde un altozano próximo, al que seguramente subió muchas veces a jugar siendo un crío; seguro que a Mariano le habría gustado tener cerca una imagen de su pueblo.