Mostrando entradas con la etiqueta poesía. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta poesía. Mostrar todas las entradas

lunes, 18 de enero de 2010

El secuestro de Miguel Hernández


Este 2010 recién estrenado se cumple el Centenario del nacimiento de Miguel Hernández. Naturalmente una efemérides así no puede dejarse pasar inmune. El vuelo de aves carroñeras sobre la figura del poeta alicantino alcanza ya proporciones escandalosas, y eso que estamos en el comienzo del año.

Para abrir boca y romper fuego, al ayuntamiento de Orihuela se le ocurrió editar un libro sobre la figura de Miguel Hernández. Dicho así, parece una iniciativa absolutamente loable; lo raro viene luego. Me explicaré. Quizá recuerden ustedes que el poeta murió en la cárcel, de tuberculosis concretamente, sin haber recibido tratamiento alguno; todo por cortesía del régimen franquista, entonces recién instaurado por la fuerza bruta de las armas y el auxilio de Adolf Hitler y Benito Mussolini. Ocurre que el ayuntamiento oriolense, ciudad natal del poeta, lo gobierna el Partido Popular (PP), es decir la derecha post/trans/neo franquista, es decir, los hijos políticos putativos -y en muchos casos, también biológicos- de quienes pusieron a Miguel Hernández entre rejas, y a tantos otros directamente ante el paredón. Será que la derecha española ha rectificado algunas de sus obsesiones en contra de los intelectuales antifascistas, y qué mejor enmienda que hacer un libro mea culpa en memoria de quien fuera una de sus víctimas más nombradas, dirá alguno de mis amables lectores especialmente ingenuo. Pues no, no han rectificado nada. Según El País de 28-12-2009, el bodrio, perpetrado por un tal Barcala Candel y que lleva por título El canto del cisne de un poeta, homenaje a Miguel Hernández, es un libro lleno de "poemas machistas, insultos al presidente Zapatero y con alabanzas a algunos dirigentes del PP".

Átenme esa mosca por el rabo. A un represaliado por el franquismo -tan represaliado que acabó muriendo en las cárceles fascistas-, la derecha patria lo convierte en proyectil arrojadizo contra la izquierda actual y encima, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, les sirve para hacer la pelota al grupillo de representantes locales del PP, además de avergonzar hasta a un maltratador compulsivo con un despliegue de ripios machistas. Sobre la calidad de los versos del vate ultraderechista homenajeador, lean unos inspirados versitos en los que Barcala Candel describe las cualidades que adornan a su mujer ideal:

La quiero noble, virtuosa y entendida / Pero que en nada ella se destaque / Buena de salud y sin achaquez, / Pero no sea superior a mi, la pretendida / Que vista correctamente y no liviana. / Limpia, decente y nunca casquivana / Magra de carnes que ya la edad la hará pesada / pero ¡por dios! que no sea pródiga la condenada.

No para ahí el desvarío conmemorativo. Resulta que la memoria de aquél cabrero que leía versos encendidos a las tropas de la República, es hoy propiedad privada de una Fundación que administra celosamente los beneficios contantes y sonantes que dicha memoria produce. Y, faltaría más, quienes manejan el asunto pretenden controlar y lucrase con todas y cada una de las iniciativas que puedan generarse a lo largo de este año (y obviamente de los siguientes). El propio Estado español se ha visto mediatizado por la Fundación Miguel Hernández; las propias instituciones públicas han tenido que plegarse al diktat de quienes administran al poeta. Y es que en el concepto capitalista de la cultura, Miguel Hernández es hoy nada más -y nada menos- que una máquina de hacer dinero. Santa Propiedad Privada vuelve a ser la excusa para que algunos se forren económicamente con lo que en realidad, es propiedad de todos. Porque el legado literario, intelectual y ético de Miguel Hernández no puede ser privatizado por Fundación alguna, ni siquiera por sus propios descendientes; a uno no le toca en suerte un pariente como le toca el Gordo de Navidad.

Y por cierto, a quienes defiendan supuestos derechos o prelaciones familiares, hay que recordarles que Josefina Manresa, la viuda de Miguel, y Miguelito, el hijo al que el poeta dedicó aquellas tremendas "Nanas de la cebolla" escritas en su celda de moribundo, casi murieron de hambre en la larga y oscura postguerra española, según testimonió repetidamente la propia Josefina.

El legado de Miguel Hernández es nuestro, de todos, y la obligación del Estado es preservarlo para todos, los que hoy vivimos y los que vengan después, expropiándolo de las manos privadas en las que ahora se halla secuestrado. Aquí no se está hablando de si hay que pagar o no cánons por descargarse una cancioncilla de Internet, sino de si la cultura popular pertenece al género humano o es una vulgar vaca lechera cuyas tetas ordeñan algunos en nombre de una ideología cuyos adherentes, de un modo u otro, enviaron a la muerte entonces a Miguel Hernández.

En la fotografía que ilustra el post, Miguel Hernández lee versos a las tropas republicanas en algún lugar indeterminado del frente de la Zona Centro.

sábado, 2 de mayo de 2009

Camarón, Lorca y La leyenda del tiempo


Verán, un servidor no entiende ni papa de flamenco, es más, el flamenco es un tipo de música que me aburre bastante. Me gusta oír hablar a Enrique Morente, quizá por su compromiso social, y la calidad de las letras que canta (los mejores poetas andaluces: así cualquiera), y en fin, intento seguir a los catalanoandaluces como Maite Martín, Poveda y otra gente, que están creando un flamenco catalán que en quince o veinte años será como nuestro jazz y se exportará muy lejos.

Hay, había, sin embargo, un cantaor que me pone los pelos de punta. Naturalmente, es Camarón. Un día me estaba afeitando y en la radio pusieron una grabación de Camarón cantando una letra suya sobre la agonía de su padre, y paré la maquinilla de afeitar y me quedé con ella en suspenso en el aire hasta que acabó. Otra mañana de hace dos o tres años, en otro programa de radio pusieron entera una cinta de casette grabada por el dueño de una venta de carretera, donde una noche de hace más de cuarenta años un jovencillo Camarón improvisó lo que los jazzman llaman una "jam session", una inenarrable sucesión de temas cantados o mejor dicho, raspados y escupidos por Camarón. La calidad técnica de la grabación es ínfima, de fondo se oye el entrechocar de los vasos, las toses de los asistentes, y el paso de camiones por la carretera, pero todo eso sólo sirve para darle aún mayor fuerza al efecto tremendo del fraseo de Camarón, a esa dicción suya cantando, al color y la calidad de esa voz única a la que el alcohol, el tabaco y las madrugadas sólo lograron mejorar año a año.

Lo que más me gusta oírle cantar a Camarón es "La leyenda del tiempo". Pienso que García Lorca la escribió para él, décadas antes de que naciera este gitano raro y distante, misterioso y reconcentrado, porque sólo Camarón fue capaz de cantarla como es debido, como un verdadero gitano de romance lorquiano, uno de esos que iban cortando limones junto a las acequias mientras la Guardia Civil seguía sus pasos naranjero en mano. A mí no me gusta el flamenco, a mí me gusta Camarón.

La letra de "La leyenda del tiempo" es puro Federico. La vida y la muerte se entrelazan y unen en ella en un vértigo sobrecogedor de imágenes, que celebran el instante de luz que es la vida flotando sobre la negrura sin fin de la muerte.

Aquí tienen el enlace a la grabación de La leyenda del tiempo colgada en You Tube.

Y esta es la letra:

El sueño va sobre el tiempo
flotando como un velero.
Nadie puede abrir semillas
en el corazón del sueño.

El tiempo va sobre el sueño
hundido hasta los cabellos.
Ayer y mañana comen
oscuras flores de duelo.

Sobre la misma columna
abrazados sueño y tiempo
cruza el gemido del niño
la lengua rota del viejo.

Y si el sueño finge muros
en la llanura del tiempo
el tiempo le hace creer
que nace en aquel momento.

jueves, 26 de marzo de 2009

José Agustín Goytisolo en el recuerdo


Se cumplen diez años del fallecimiento de José Agustín Goytisolo, poeta fundamental de la generación de los cincuenta, intelectual comprometido y hombre llano y nada poseído por su condición de personaje público.

José Agustín Goytisolo, nació y creció en el seno de una familia barcelonesa marcada por la tragedia que fue para las clases populares la guerra llamada civil. Su madre murió durante uno de aquellos salvajes bombardeos italianos de Barcelona en la primavera de 1938; durante cuatro días, la familia vivió con la angustia de no saber qué había sido de ella. Hechos como éste y una juventud rebelde vivida durante la larga posguerra, hicieron de los hermanos Goytisolo gente de letras comprometida con su tiempo y la lucha antifranquista. José Agustín compartió generación literaria con nombres como Blas de Otero, Gabriel Celaya y Carlos Barral, el núcleo mismo de la "poesía social" que conjugó estética y compromiso en el esfuerzo por barrer de España aquella dictadura criminal y estúpida que padecíamos. El salto a la fama de José Agustín se produjo gracias al cantautor Paco Ibáñez, quien incluyó dos de sus poemas más célebres, "palabras para Julia" y "El lobito bueno", en su mítico disco grabado en directo en el Olimpia de París (1969), acto que se constituyó en un verdadero referente del antifranquismo cultural y cuyo eco ha traspasado décadas e incluso regímenes políticos.

En la poesía de José Agustín hay compromiso desde luego, pero también humanismo y ternura, y un sentido del humor irónico y suave. Los versos dedicados a su hija Julia, que tantas veces hemos recitado de memoria quienes vivimos por entero o en parte nuestra juventud durante y contra el franquismo, siguen teniendo hoy una validez estremecedora: "tú no puedes volver atrás, porque la vida ya te empuja con un aullido interminable".

Un día de hace ahora diez años José Agustín se fue para siempre como consecuencia de un trágico accidente doméstico (dejémoslo así). Antes había dejado multitud de anécdotas, algunas ligadas al excesivo consumo de alcohol que fue el azote de su generación literaria. Militante socialista de años, una mañana amaneció durmiendo la curda en el sofá del despacho de un muy alto dirigente del PSC, en la sede de la calle Nicaragua, donde se había colado sin que nadie se diera cuenta. Y es que José Agustín era así, sencillo y corriente: si tenía sueño dormía, si tenía sed bebía, si tenía ira escribía poemas, si tenía amor escribía poemas aún más bellos.

En la fotografía, tomada en 1959, aparecen de izquierda a derecha, Gabriel Celaya, Blas de Otero, Asunción Carandell, Carlos Barral y José Agustín Goytisolo.

domingo, 22 de febrero de 2009

70 años sin Antonio Machado


Tal día como hoy de hace 70 años moría en una mísera pensión de Collioure don Antonio Machado, acaso el más grande poeta en lengua castellana de todos los tiempos. Años antes ya había profetizado la derrota, el exilio y su propia muerte en versos inolvidables:

"Murió el poeta lejos del hogar
le cubre el polvo de un país vecino
al alejarse le vieron llorar:
caminante, no hay camino
se hace camino al andar"

En el bolsillo de su gabán encontraron su último verso, escrito a lápiz en un trozo de papel:

"Estos días azules y este sol de la infancia".
.

sábado, 12 de enero de 2008

Angel González ya es memoria de todos


De repente, como un invierno sobrevenido en estos tiempos de cambio climático, se ha ido Angel González, casi sin avisar. Oía esta mañana a Javier Rioyo explicar sorprendido que ayer mismo estuvo visitándolo en el hospital, y la buena impresión que le produjo verlo animoso y lúcido, leyendo una novela de Martínez de Pisón, comiéndose un segundo yogur de postre y suspirando por fumarse un cigarrillo en cuanto llegara a casa. Horas después el poeta fallecía.

Angel González, el mayor poeta en lengua castellana vivo -hasta ayer- ha sido la voz más machadiana de la poesía española. En sus versos desgrana un profundo compromiso con el Hombre y su Tiempo, ejercido desde una escritura sencilla y contundente, al modo en que don Antonio escribió sus versos inmortales. Como su maestro, el poeta asturiano buceó en la reflexión sobre la intimidad del individuo sin olvidar por ello la preocupación por la dimensión social de las cosas. Parafraseando a Ortega, podría decirse que Angel González ha sido un poeta hondamente interesado por el hombre y su circunstancia social.

La biografía de Angel González se resume en una frase: fidelidad a sí mismo y a sus ideas. Hombre de izquierdas, rebelde, inquieto, llano, sin recovecos ni aspavientos. Se fue de aquí harto de la peste a podredumbre que exhalaba la España franquista. Profesor afable y accesible, hace unos años explicaba muerto de risa en en la radio que después de media vida en EEUU no hablaba una palabra de inglés, porque esperaba que sus alumnos de la Universidad de Nuevo México dominaran el idioma cuya literatura él explicaba y ellos habían elegido conocer, el castellano.

Como creador, la producción entera de Angel González ha merecido de los años cincuenta a hoy toda clase de reconocimientos y galardones, sin que se operara cambio alguno en su carácter y en su estar entre sus semejantes: un ejemplo para el mundo literario, tan poblado de engreídos y perdonavidas. Faro de nuevas generaciones -pienso en Luis García Montero, por ejemplo- , la poesía de Angel González se revalorizará aún más si cabe con el paso del tiempo. Para empezar a conocerle o para conocerle mejor, les recomiendo el que creo es su último libro, "Otoño y otras luces" (Tusquets. Barcelona, 2001), premonitoriamente publicado en una colección a la que la editorial llamó "Nuevos textos sagrados".

Con todo, seguramente su poema más célebre, aquél en el que exprime toda su capacidad para el análisis social irónico y que recuerda inmediatamente al Antonio Machado de los "Proverbios y cantares", sea estas "Glosas a Heráclito" que les dejo a modo de despedida de nuestro Angel.


GLOSAS A HERÁCLITO

1
Nadie se baña dos veces en el mismo río.
Excepto los muy pobres.

2
Los más dialécticos, los multimillonarios:
nunca se bañan dos veces en el mismo
traje de baño.

3
Nadie se mete dos veces en el mismo lío.
(Excepto los marxistas-leninistas).

4
Nada es lo mismo, nada
permanece.
Menos
la Historia y la morcilla de mi tierra:
se hacen las dos con sangre, se repiten.

martes, 24 de abril de 2007

Antonio Gamoneda, poeta del pueblo trabajador


El poeta Antonio Gamoneda nació asturiano y se crió en un barrio de ferroviarios de León. Vino al mundo en mayo de 1931, con las esperanzas recién pintadas de tricolor; debió ser una doble fiesta en la casa humilde, de gente trabajadora, donde vio la luz.

Explica él mismo que en su infancia y en su juventud vivió intensamente la experiencia de la pobreza, la represión y la muerte. Casi no tuvo formación académica. En los años cuarenta comienza a trabajar en una oficina, en aquella España provinciana miserable y asfixiante. Gamoneda descubre pronto la lucha, la resistencia contra toda aquella mierda. Y que la poesía es, como escribió Gabriel Celaya, otro poeta de combate de aquellos años, "un arma cargada de futuro".

Cinco décadas de poesía han encontrado reconocimiento en un premio Cervantes que se prestigia a sí mismo yendo a manos de un poeta venido de abajo, venido de "un silencio antiguo y muy largo", como cantaba Raimon en los años sesenta. Gamoneda rompió ese silencio, y su voz poderosa sigue convocando a los ofendidos de esta tierra y de otras para que se alcen sobre su dolor y esparzan su verdad.

No faltará algún imbécil que diga que el Cervantes se lo han dado a Gamoneda por rojo y por paisano de Zapatero. Allá ellos, los tarados por Dios y por España. A Gamoneda se la sudan. A nosotros también.

Uno de los poemas de Antonio Gamoneda resume de modo luminoso su experiencia de la vida y su pensamiento íntimo:

DESPUÉS DE VEINTE AÑOS

Cuando yo tenía catorce años
me hacían trabajar hasta muy tarde.
Cuando llegaba a casa, me cogía
la cabeza mi madre entre sus manos.

Yo era un muchacho que amaba el sol y la tierra
y los gritos de mis camaradas en el soto
y las hogueras en la noche
y todas las cosas que dan salud y amistad
y hacen crecer el corazón.

A las cinco del día, en el invierno,
mi madre iba hasta el borde de mi cama
y me llamaba por mi nombre
y acariciaba mi rostro hasta despertarme.

Yo salía a la calle y aún no amanecía
y mis ojos parecían endurecerse con el frío.

Esto no es justo, aunque era hermoso
ir por las calles y escuchar mis pasos
y sentir la noche de los que dormían
y comprenderlos como a un solo ser,
como si descansaran de la misma existencia,
todos en el mismo sueño.

Entraba en el trabajo.
La oficina
olía mal y daba pena.
Luego,
llegaban las mujeres.
Se ponían
a fregar en silencio.

Veinte años.
He sido
escarnecido y olvidado.
Ya no comprendo la noche
ni el canto de los muchachos sobre las praderas.
Y, sin embargo, sé
que algo más grande y más real que yo
hay en mí, va en mis huesos:

Tierra incansable,
firma
la paz que sabes.
Danos
nuestra existencia a
nosotros
mismos.

Antonio Gamoneda, Blues castellano, Gijón, Noega, 1982; en Edad, Cátedra, 1989.