miércoles, 29 de agosto de 2007

Sostiene Carod


Apenas regresar de las vacaciones, Josep Lluís Carod Rovira ha inaugurado el curso político catalán lanzando una propuesta de las destinadas a hacer mucho ruido fuera de Catalunya, pero más bien poco dentro del país.

Dice Carod que 2014 es un buen año para convocar un referéndum de autoderminación para Catalunya, por coincidir con el 300 aniversario de la derrota de las fuerzas austracistas en la Guerra de Sucesión española, suceso que aparejó según los nacionalistas catalanes la pérdida de libertades e instituciones catalanas supuestamente universales y supuestamente finiseculares.

De entrada, "politesse" obliga, hay que saludar el método civilizado y político usado por el líder independentista catalán, apenas unos días después de que ETA haya abierto a bombazos el curso político español. Probablemente buena parte del "hecho diferencial" catalán en relación no ya con la política vasca sino con la política española, reside en que aquí, en Catalunya, la sangre pocas veces llega literalmente al río, y cuando esto ha sucedido a lo largo de la Historia ha sido más por imposición foránea que por verdaderas ganas de escabechinarnos entre catalanes.

En síntesis, Carod propone que los catalanes nos pronunciemos sobre nuestro futuro en un referéndum que decida si queremos un Estado propio o no. Se supone que si la respuesta es afirmativa la cosa tirará adelante inmediatamente, y Puigcercós será nombrado embajador de Catalunya en la ONU o en Oceanía, es un decir. Con "una mayoría suficiente", la que se determinara previamente, se abrirían las puertas a la independencia.

Pero, ¿y si si el resultado en esa convocatoria fuera que a los catalanes no nos interesa un Estado propio? ¿Qué pasaría? ¿Se volvería a convocar otro referéndum al cabo de un tiempo? Y caso de volver a perderlo, ¿se convocaría de nuevo referéndum? ¿Se convocaría tantas veces como fuera necesario hasta conseguir un sí mayoritario? ¿O al primer no el señor Carod y su partido decidirían dejar la política y dedicarse a otra cosa?.

Es el riesgo de dar carta de naturaleza a una ficción evanescente cual es el concepto de autoderminación nacional en pleno siglo XXI: que te puedes dar de narices con la realidad en cualquier momento.

Porque parece obvio que la realidad de los catalanes de hoy no pasa por las batallas perdidas por Catalunya hace tres siglos (¿qué Catalunya las perdió, en todo caso?) durante una guerra dinástica española, librada en aquellos tiempos en que los caballeros llevaban pelucas empolvadas con talco y las señoras el aro de una rueda de carro bajo las faldas. Las preocupaciones de los catalanes de hoy tienen que ver con el empleo precario, la sanidad masificada, la educación de ínfima calidad, el deterioro de los servicios públicos, las infraestructuras obsoletas y la falta de calidad y competencia de eso que se ha dado en llamar "la clase política", entre otros problemas semejantes. Carod y su ERC parecieron entenderlo así hace unos años cuando enviaron al trastero el yelmo incorrupto de Jaume I y los Fueros pergeñados durante las guerras carlistas, para ofrecer una propuesta de país que pretende más libertad, más democracia y mayor bienestar para la mayoría de sus ciudadanos y no sólo para unos cuantos.

En esa apuesta era inevitable que la nueva ERC se encontrara con las izquierdas catalanas, que representan mejor o peor las fuerzas del trabajo, y que fruto de ese entendimiento nacieran los gobiernos tripartitos de la Generalitat catalana, construidos con una base social de una amplitud como no se había dado desde los tiempos de la Generalitat republicana. Hoy la confrontación política en Catalunya está dibujada nítidamente en función de las coordenadas izquierda/derecha y no en función de falsas solidaridades interclasistas de carácter nacionalista entre clases nacidas para oponerse, y ése es un mérito principal de la ERC renovada que ha sabido llevar a los sectores de la mediana y pequeña burguesía que representa a una alianza con las clases trabajadoras, que son fundamentalmente de origen inmigrante y ajenas por tanto al imaginario nacionalista catalán. De persistir en el tiempo, esa articulación entre las clases populares catalanas puede crear un proyecto de futuro sólido, algo que desespera a las derechas en versión catalana o española.

Lamentablemente la actual propuesta de Carod Rovira amenaza con dar al traste con todo eso, al retomar el discurso esencialista de una ERC a la que sus mismos dirigentes dan por superada. Por supuesto, los malos resultados electorales obtenidos en las últimas municipales y la contestación interna de una parte de la militancia explican ese retomar conceptos cuidadosamente apartados de la escena política precisamente por quienes ahora los esgrimen. Es posible que todo esto sea pura táctica política, destinada a amansar descontentos. O puede ser que realmente se pretenda volver a posiciones políticas que la dinámica histórica ha convertido en irrecuperables, lo que sólo serviría para alimentar la frustración en muchos de sus seguidores, y quizá para lanzar una radicalización indeseable de la vida política catalana.

En los años noventa se solía decir desde sectores independentistas catalanes y aún desde la derecha catalana que "los catalanes" queríamos "ser como Lituania". Ocurrió que en realidad los procesos de autoderminación en la Europa central y del Este (manipulados por el Imperio Americano y por intereses político-financieros de la Europa occidental) alumbraron realidades tan poco deseables como modelo como son Macedonia, Kosovo, Moldavia, Bosnia-Hercegovina y otras republiquetas por el estilo, sin olvidar que Estados como Letonia, Estonia y la propia Lituania no son precisamente ejemplos de regímenes democráticos ni siquiera desde el punto de vista de la democracia burguesa formal.

Si Carod y su gente quieren conquistar a una mayoría de catalanes para la independencia, deberán convencernos a quienes no creemos ni en ellos ni en ella (y por ahora somos bastantes más que quienes apoyan sus tesis) de que la Catalunya que proponen nos traerá más libertad, más democracia, más bienestar y también más justicia social que la fórmula actual u otras semejantes. Y para convencernos deben esgrimir exclusivamente datos actuales concretos, no retóricas huecas alumbradas en el siglo XIX.

En todo caso, lo mejor sería que dejaran de jugar con material sensible y devolvieran la peluca del Archiduque de Austria al desván de las telarañas. Por el bien de todos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estupendo artículo.
Las argucias de Carod Rovira para conquistar votos, se me asemejan bastante a las de Rajoy con la unidad de España. Tanto uno como otro desapareceran pronto, el encizañamiento no cuela afortunadamente hoy dia.

Joaquim dijo...

Gracias, Marian.

Ciertamente no hay nada más parecido a un nacionalista "periférico" que un nacionalista español. Al cabo, las raíces ideológicas de donde provienen unos y otros son exactamente las mismas: la evolución hacia la civilidad y la democracia burguesa del absolutismo carlista derrotado en las guerras civiles del XIX.

Un saludo.