Este hombre que posa en la foto entre desafiante y teatral se llamaba William Tecumseh Sherman. Fue militar de carrera y general de los ejércitos de la Unión, tal vez el único que en el conflicto civil norteamericano de 1861-1865 mereció ser calificado como tal entre los "chaquetas azules".
En el principio de sus interesantes Memorias, W. T. Sherman se describe a sí mismo como descendiente de una antigua y honorable familia de jueces rurales ingleses cuyo origen remonta al siglo XVII; en un momento dado la saga de los Sherman se habría trasplantado a América, llevando la paz y la honorabilidad a aquellos territorios salvajes. Generaciones de jueces Sherman se habrían sucedido hasta que William, rompiendo la finisecular tradición habría decidido dedicarse a la milicia, animado por su padre y con las bendiciones de su madre. El nombre Tecumseh se lo habría impuesto su padre en homenaje a un mítico jefe indio contra el que habría luchado en su juventud.
Toda esa historia es una patraña, una fabulación creada por Sherman para disimular sus orígenes reales. Poco se sabe realmente sobre su padre, y nada prácticamente sobre su madre. William Tecumseh Sherman nació en Ohio a principios del siglo XIX. Huérfano desde muy pequeño, el hombre que lo adoptó le envió pronto a una academia militar, lo que no dejaba de ser un modo de sacarse al chico de encima. Viendo su aspecto y sobre todo su pose, uno piensa que lo único que le falta a Sherman en esta foto, tomada en los inicios de la Guerra Civil, cuando tenía unos cuarenta años, es un tocado de jefe indio. Si leyendo entre líneas sus memorias no es difícil llegar a la conclusión de que el padre de Sherman debió ser en realidad un buscavidas de frontera, no parece muy arriesgado pensar que su madre fuera india o mestiza; fíjense en esa mirada y compárenla con fotografías conocidas de jefes pielesrojas.
Al salir de la academia, Sherman duró poco en el Ejército. Se marchó a California a buscar oro, pero no parece que tuviera fortuna. Reingresó como capitán cuando estalló la guerra entre la Unión y los Estados rebeldes y ahí su carrera fue meteórica, aunque al principio fuera un general de tantos. Incluso padeció un desastre espectacular en la batalla de Bull Run, que le llevó a una crisis personal tal que fue enviado durante meses a casa para restablecerse. De regreso al mando, W. T. Sherman se convirtió en el Sherman que ha pasado a la Historia; de hecho, se diría que esos meses en los que rumió su amargura tras Bull Run fueron decisivos para la formación de su carácter y de su genio militar.
Empezó a ganar batallas, y a hacerlo de modo brillante recurriendo a estrategias y tácticas de las cuales sus colegas unionistas no tenían ni remota idea. El sistema de hacer la guerra que aplicaban los generales federales era acumular masas humanas lo más grandes posibles, y lanzarlas luego frontalmente contra el enemigo. La prensa confederada de la época describía a Ulisses Grant, jefe y amigo de Sherman, como "un oso que ataca de frente, es apaleado, y vuelve a atacar". Los nordistas tenían pérdidas enormes en cada batalla, pero solían quedar dueños del campo porque los generales confederados, que tampoco eran precisamente muy inteligentes ni competentes a pesar de las leyendas, no podían reponer sus pérdidas y después de matar todo lo que podían matar hasta agotar municiones, tenían que retirarse.
Para la Unión reponer bajas era sencillo: no sólo contaban con mayor población que los sudistas, sino sobre todo con el río de inmigrantes que cada día anegaba el puerto de Nueva York. En la excelente película "Gangs of New York" vemos como los hombres jóvenes que llegaban a la ciudad eran alistados en el mismo muelle en el que acababan de desembarcar; en esos años los irlandeses llegaban por decenas de miles cada semana.
Con todo, a pesar de disponer de recursos humanos ingentes Sherman no era un carnicero, como sí lo eran Grant y los otros. Conocía a fondo los clásicos de la guerra de los griegos en adelante, y los aplicaba a conciencia. Usaba maniobras de distracción, movimientos de alas y cuantos recursos y trucos han inventado los militares a lo largo de la Historia para ganar batallas. No parece sin embargo que le alterara la muerte de miles de hombres en una sola acción bélica, pero sí se sentía conmovido cuando la muerte o los padecimientos se encarnaban en una persona, cuando el soldado fatigado o herido tenía rostro y apellido. Sus soldados le llamaban "tío Billy", y Sherman gustaba de meterse entre ellos y saludarlos individualmente.
Sus ideas sobre la guerra eran muy simples. Aunque parezca paradójico, Sherman odiaba la guerra y pretendía acabarla lo más rápido posible. Por eso diseñó campañas como La marcha sobre el Sur, ejecutada con la pretensión de liquidar el conflicto de una vez por todas (lo que efectivamente consiguió), asolando el mismo corazón de los Estados rebeldes. Los incendios de ciudades como Atlanta y Columbia fueron, además, castigos calculados contra aquellos a quienes Sherman responsabilizaba de haber desencadenado la matanza y puesto en riesgo la Unión. No parece que Sherman tuviera otras motivaciones ideológicas, y ni siquiera era abolicionista aunque trataba a los negros con consideración. Más tarde, cuando finalizada la Guerra Civil se hizo cargo del mando supremo del Ejército durante 14 años, Sherman fue el implacable conductor de las Guerras Indias que liquidaron prácticamente a los nativos norteamericanos.
A William T. Sherman se le considera el padre del concepto Guerra Total, que a lo largo del siglo XX provocaría desastres humanos como jamás se habían conocido antes. En realidad Sherman hacía la guerra de un modo radicalmente diferente a como se ha aplicado después: él no buscaba el exterminio del adversario, sino la destrucción de los recursos que le permitían seguir luchando. Con todo, no es por casualidad que se bautizara con su apellido uno de los carros de combate más famosos de la II Guerra Mundial, unas unidades especialmente dotadas para el asalto arrasador de las posiciones enemigas.
Tras la Guerra Civil a Sherman le llovieron las ofertas para que ingresara en la vida política, pero él las rechazó todas. Por lógica hubiera sido el presidente sucesor de Grant, lo que si fuera cierto lo que apunté al principio en relación a sus probables orígenes indios, le hubiera convertido en el primer presidente no enteramente WASP de los EEUU.
Caballeroso y un punto tímido, este hombre que salió de la nada se convirtió en un símbolo y en un héroe nacional. Rechazaba honores públicos que sin embargo al parecer íntimamente valoraba como recompensas merecidas. Con su modestia afectada, que a duras penas recubría un temperamento vanidoso aunque controlado, Sherman desoyó los cantos de sirena políticos, las adulaciones de la prensa y el entusiasmo de una ciudadanía que lo consideraba como una especie de dios viviente de la milicia, y continuó subido a su caballo velando por la Unión hasta casi el final de su vida.
Sin duda, nadie contribuyó como él durante la Guerra Civil a que las conocidas palabras de Lincoln en Gettysburg fueran realidad: "El gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo, no desaparecerá de la Tierra. Ésa es la lucha".
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