La propaganda de guerra norteamericana primero y su historiografía amañada después, han implantado la falsedad de que Manila fue destruida por los japoneses en 1945, durante la batalla que liberó la ciudad de la ocupación nipona.
La realidad histórica es muy diferente: la capital de Filipinas fue reducida a escombros palmo a palmo por el asalto norteamericano que encabezó el general MacArthur, quien vengaba así la ofensa que le inflingieron los japoneses tres años antes al obligarle a huir del archipiélago tras haber humillado al ejército yanqui en la batalla de Corregidor. Vista la escasa capacidad de resistencia japonesa en Manila en 1945, los medios empleados en el ataque resultaron tan desproporcionados como cuando medio siglo atrás los norteamericanos se apoderaron de la ciudad tomándola a los españoles; en uno y otro caso, los recursos humanos y materiales puestos en juego por defensores y atacantes no admitían comparación posible.
La destrucción de Manila fue pues un acto de venganza de Douglas MacArthur contra los japoneses, una bofetada contra éstos que repercutió con toda crudeza en el rostro de los filipinos, que murieron por decenas de miles durante los bombardeos "liberadores" de su ciudad. Entre los tesoros insustituibles destruidos figura el barrio de Intramuros, la vieja ciudad amurallada colonial española, que por entonces contaba con cinco siglos de existencia. Un conjunto monumental del que privó al mundo aquél militar enloquecido que se llamó Douglas MacArthur, y que de existir hoy habría sido declarado, a no dudar, Patrimonio de la Humanidad.
De la web del Instituto Cervantes de Manila he rescatado esa fotografía ilustradora, una de las pocas que existen de aquél asalto salvaje, en la que un tanque Sherman destruye la puerta principal de acceso a Intramuros.
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