Parece que el otoño nos va a traer nuevos diarios. Desde hace algunas semanas el gallinero mediático anda revuelto a cuenta del próximo lanzamiento del diario Público (o El Público, según otras fuentes), periódico que prepara Jaume Roures, magnate audiovisual criado en la Corporació Catalana de Ràdio Televisió (TV3) en la época pujolista, desde la que dio el salto a la FORTA (la Federación de Televisiones Autonómicas) y de allí a la oligarquía televisiva como propietario de la megaproductora Mediapro.
Una pista. Últimamente Roures anda enredado en batallas por el control de las retransmisiones futbolísticas, que parece le han enfrentado con cierta dureza a PRISA, editora de "El País". El bocado para el ganador es probablemente el negocio legal más importante en España en estos momentos. En fin, ya saben que lo del fútbol sólo se acabará cuando quien puede, dé orden al Fiscal Anticorrupción del Estado de entrar a saco en ese nido de blanqueo de dinero procedente del ladrillo especulador y de toda clase de negocios ilegales: el sacrosanto e intocable "espectáculo deportivo" por antonomasia. Así de fácil se terminaría, entre otras cosas, con el escándalo de la danza de miles de millones de pesetas que se arrojan a la cabeza alegremente los participantes en la rebatiña por los "derechos televisivos" de transmisión de los encuentros de fútbol.
Pero El Público no llega solo. Tras años de no aparecer nuevas cabeceras de prensa, el lanzamiento del periódico de Roures se verá acompañado desde la derecha por la salida asimismo inminente de otro diario, éste llamado La Nación, un nombre que por cierto despeja cualquier duda sobre su ideología. La Nación es una iniciativa del grupo Intereconomía, una corporación empresarial que aunque resulte difícil de creer se sitúa a la derecha de la COPE y de Jiménez Losantos.
Como puede verse, cabeceras nuevos e intereses viejos.
Con todo, la salida de "La Nación" se está preparando de modo bastante discreto. La de El Público, por contra, se ha convertido en un espectáculo por sí misma. Al "casting" organizado por sus creadores vía Internet para seleccionar personal respondieron 20.000 periodistas, de los cuales se escogieron 500 para la fase final, según el modelo de selección empleado para fichar participantes en esos concursos de tele-basura que gozan de tanto éxito. Y es que el sello Roures parece que va a impregnar hasta la médula el periódico.
Dicen que los dos diarios se venderán, curiosamente, al mismo precio: 50 céntimos. Curioso también que salgan ahora, a meses vista de unas elecciones generales cruciales. Se ve que el cotarro se está animando, o es que a algunos les sobra el dinero y no saben dónde tirarlo.
De todos modos, me parece que tanto El País como la prensa de derechas (casi todo el resto del papel diario impreso que se publica en España), no están muy preocupados por estos nuevos inventos. A La Nación se le puede augurar una corta vida, pues el espacio de la extrema derecha ya está sólidamente ocupado por El Mundo, La Razón y ABC. En cuanto a Público, al que se califica en todas partes de diario pegado a las tesis de Moncloa, pues qué quieren que les diga, quienes recibimos en casa El Socialista no vamos a molestarnos en pagar un diario en el quiosco para leer las mismas blandenguerías laudatorias.
El caso es que El País es un diario que más allá de la información que ofrece, que no deja de ser la misma que facilitan las agencias a todos los restantes periódicos, tiene un repertorio de colaboradores como no existe en toda la prensa escrita en castellano del mundo junta. Ése es su verdadero "valor añadido", como gustan decir los social liberales y otros distinguidos miembros de la "izquierda centrada", compañeros de viaje de los intereses de la derecha. O sea que poco daño le va a hacer El Público a El País, me parece.
Me preocupa eso sí, que algunos soplagaitas puedan haber convencido a Zapatero para que de luz verde a un proyecto de periódico concebido a su mayor gloria e impulsado por pelotas, fontaneros y aparatchiks, y comandado por un mercenario mediático como Jaume Roures, capaz de servir a cualquier amo siempre que él pueda llevarse un pastón de allí. Obviamente se diría que a esa tropa, siempre dispuesta a ser más papista que el Papa, le molesta que El País nunca haya creído del todo en la capacidad de Zapatero para gestionar un proyecto político de largo alcance, y estimen necesario fletar un vocero más favorable a sus intereses.
Mal camino sería ése, y peor si realmente cuentan con la bendición de Zapatero como dicen.
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