martes, 27 de enero de 2009

Preguntar no es ofender, de momento


Un total de seis millones y medio de españoles (el 30% de quienes estaban viendo la televisión) siguieron anoche la emisión en directo del programa "Tengo una pregunta para usted", que por segunda vez tenía como protagonista al presidente Rodríguez Zapatero.

Aunque en esta ocasión la audiencia superó en casi medio millón a la habida en la primera emisión con el mismo protagonista, ayer el tono general por parte del público interrogador resultó un tanto más agrio y casi crispado en algunas intervenciones, al socaire de los datos económicos y sobre todo de la repercusión directa que esas magnitudes tienen sobre la vida cotidiana de los ciudadanos, que al fin y al cabo es lo que debería importar prioritariamente a un político profesional responsable.

La sombra del paro planeó pues sobre la mayoría de preguntas que ayer le formularon a Zapatero, y era lógico que así fuera. En ése sentido, sabiendo que segundas partes nunca fueron buenas y que con el clima económico ctual que vive el país no le iban a llover preguntas fáciles, es de alabar la disposición de Zapatero de agarrar el toro por los cuernos y exponerse a lo que podía haber acabado teniendo un coste en imagen importante para él. Parece que no fue así, y que la nota que los televidentes conceden al presidente tras el pim pam pum de preguntas es buena (un aprobado alto), y que alrededor de un 75% se dio por satisfecho con sus respuestas.

De todos modos el formato (como se dice ahora) de "Tengo una pregunta para usted" se ha mostrado ya muy quemado y lo que es más importante en términos políticos, peligroso para quien se somete a él. Las preguntas resultan cada vez más punzantes, y en algún caso hasta agresivas. Naturalmente las cosas están como están y cada cual tiene su manera de verlas y canalizar sus opiniones, pero uno tiene la impresión de que si está fórmula se continúa repitiendo no tardará en llegar el día en el que junto con las preguntas lleguen las descalificaciones y los insultos. Hasta ahora los preguntantes se vienen mostrando como un público comedido, pero hay señales que anuncian que en cualquier momento se puede organizar ahí una buena, sea quien sea el político que responda.

Una pitada colectiva a una respuesta del político interrogado podría tener graves consecuencias para su imagen. Y si pensamos que el siguiente en someterse al escrutinio será un Mariano Rajoy acosado desde dentro de su propio partido y con algo más que la posibilidad de obtener tres fracasos electorales en apenas otros tantos meses, me barrunto que áhí pueden empezar a pasar cosas desagradables de oír y ver.

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