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lunes, 26 de mayo de 2008

Bailan chiki-chiki, y se llevan nuestro dinero


Realmente a estas alturas, a quien le interese el Festival de Eurovisión se tiene bien merecido el castigo que recibe ante el televisor. Si Eurovisión nunca fue realmente gran cosa ni siquiera en sus días de gloria, allá por los años sesenta y primeros setenta del pasado siglo, incluso desde el punto de vista del espectáculo comercial, su lenta pero inexorable decadencia de dinosaurio moribundo empieza a resultar patética. Eso sí, la broma sigue, porque aunque parezca increíble ahí hay un montón de dinero a ganar y sobre todo, "imagen nacional" que defender. Lo que definitivamente no dice mucho a favor de la inteligencia de los europeos.

Por razones que no son del caso, las participaciones de España en ése festival se han ido tornando de año en año más estrambóticas y disparatadas. Este año, con todo, se han batido todos los récords de la zafiedad y el mal gusto con el tema del chiki-chiki y el culto a la adaptación carpetovetónica del "freak" yanqui, que aquí ha devenido en "friki", aún más casposo y grosero que el original.

Pero todo esto importaría una higa sino fuera porque detrás del invento del chiki-chiki hay una perfecta operación de marketing destinada a amasar ingentes sumas de dinero, una parte del cual ha salido directamente de los impuestos que pagamos todos los españolitos.

La bufonada fue milimétricamente diseñada por El Terrat, una de las factorías punteras en eso de venderles a las cadenas televisivas españolas productos listos para usar. Al frente de El Terrat está Andreu Buenafuente, antiguo bufón de cámara del pujolismo, que reinó en TV3 con la mayor de las impunidades. Finiquitada la era política de Jordi Pujol, Buenafuente se trasladó con todo su equipo a -oh, sorpresa- la ultraderechista Antena3. Problemas más económicos que ideológicos forzaron la salida del acreditado mercenario, que rápidamente puso rumbo a la cadena La Sexta, de la que es socio accionista. La Sexta, recordemos, fue fletada y conducida por otro ex de TV3, Jaume Roures, íntimo asociado de Miguel Barroso, hombre fuerte de la política en materia de medios de comunicación de la Moncloa y casado con Carmen Chacón, la actual ministra de Defensa. Un entramado que con el tiempo dará que hablar, aunque parezca que Moncloa y Barroso han tomado mutuas distancias en los últimos tiempos.

Todo el montaje del chiki-chiki (envuelto para hacerlo más atractivo y digerible en en una supuesta campaña con "participación popular" llamada "Salvemos Eurovisión"), fue alumbrado en el programa que produce y dirige Andreu Buenafuente en La Sexta. Visto el potencial que adquiría el invento en cuanto a la producción de ingresos económicos, RTVE no tardó en sumarse al tinglado, aportándole "legitimidad" al oficializar la participación del aberrante tema musical en Eurovisión (son las cadenas estatales quienes envían los intérpretes que representan a cada país), a cambio de una suculenta participación en los beneficios generados por el fenómeno. El disparate promocional llegó al punto de llevar al actor disfrazado que interpreta el tema musical al Instituto Cervantes de Belgrado, para dar allí una clase magistral acerca de los términos de argot contenidos en la canción. Simplemente, de vergüenza ajena.

Claro que las motivaciones reales que han llevado a promover semejante payasada se aclaran de modo definitivo cuando sabemos que casi 14 millones de ciudadanos españoles sigueron la interpretación del chiki-chiki durante la gala de Eurovisión (imaginen los precios de los anuncios publicitarios que salpicaron la transmisión), o que la ONCE ya está emitiendo cuñas publicitarias de una campaña multimillonaria firmada con este personaje. En la calle los críos no cantan otra cosa y gente de toda edad alude al fenómeno entre risas y bromas, pero quien más quien menos se conoce de memoria la letra y los movimientos para bailar de la canción.

Más allá pues de la lección de mal gusto que hemos dado a Europa entera -que esa sí ha sido realmente magistral-, queda el malestar que sentimos algunos al ver cómo unos vivales han usado dinero público para multiplicarlo en sus bolsillos y quedarse los beneficios. Y todo eso en plena campaña de presentación de la Declaración de la Renta.

lunes, 6 de agosto de 2007

TVE liquida su programa de libros


TVE ha decidido prescindir del espacio de información literaria "Estravagario", el programa de libros que desde 2004 conducía Javer Rioyo. La cancelación del programa ha cogido por sorpresa a Rioyo y a su equipo. Tanto es así que se estaban grabando capítulos para la próxima temporada, convencidos de que Estravagario continuaría en antena.

Lo que al parecer ha fastidiado más a Rioyo son las formas en que se le ha comunicado el fin del programa. "El director de TVE me llamó en pleno período vacacional para convocarme a una reunión en la que se me iba a comunicar que el programa no seguía", dice Rioyo.

El periodista asegura que había alcanzado con TVE un acuerdo para reformar los contenidos de Estravagario y adaptarlos al nuevo horario que le había sido adjudicado, los domingos, de 19.00 a 20.00 h. Un fantástico horario para un programa cultural, como puede verse, en imposible competencia con el onmipresente fútbol. De todos modos, el horario en que se emitía tradicionalmente desde su inicio en 2004, pasada la medianoche, y últimamente a partir de las 2 de la madrugada, ya habla a las claras del interés de TVE por promover entre su audicencia el mundo de los libros y la cultura en general.

Tras recibir un aviso para navegantes, al parecer Rioyo ya había aceptado antes de su despido "reformar" el programa para "popularizarlo", haciéndolo "más participativo" y orientado "hacia públicos más amplios". Traducido al cristiano, Rioyo se había plegado a rebajar los contenidos culturales del programa, para hacerlo asequible a un público generalista borracho de fútbol y programas del bajo vientre, público al que, por principio, le importan una mierda los programas de "libros serios".

Probablemente el error de Javier Rioyo fuera aceptar convertir su programa en algo más digestivo para "públicos amplios", vaciándolo de contenido cultural real y poniéndolo al servicio de los mercachifles de la industria del "enterteinement" impreso; a partir de ahí los gestores del Ente ya le habían perdido el respeto, y echarlo era el siguiente e inevitable paso. En el fondo a Rioyo le han hecho un favor cerrándole finalmente el programa, antes de que se degradara en público mostrando la basura que le pedían exhibiera y que ahora se canalizará a través de dos programas creados ad hoc por TVE.

Dice ahora TVE que Estravagario "ha cumplido un papel", pero que no era "el formato más adecuado para hablar de libros en televisión y no podía continuar con sus índices de audiencia". El cinismo de los gestores de la televisión pública alcanza pues cotas supinas. ¿Cómo va a tener audiencia un programa confinado a un horario de madrugada?.

En resumidas cuentas, tras unos meses esperanzadores vividos después de la constitución del gobierno Zapatero en 2004, TVE ha vuelto rápidamente donde solía: a la total dejación de su carácter de servicio público, para meterse de nuevo en cuerpo y alma en la grosera lucha por la audiencia, que en definitiva parece ser el único modo que conciben sus responsables de participar en el reparto del pastel publicitario. Con su pan se lo coman pues, y ojalá se hunda TVE de una vez por todas.