Hoy como hace 25 años, ETA marca a fuego la agenda política española. La sigue marcando en realidad, porque nunca ha dejado de hacerlo.
Ocurre sin embargo, que hace 25 años la derecha -que lo había probado todo para acabar con ETA, incluido desde luego el terrorismo de Estado- cerró filas sin reservas tras el nuevo gobierno, aunque éste fuera socialista.
Es así como entre las actitudes de Juan José Rosón y la de Angel Acebes para con sus respectivos sucesores ministeriales en Interior, media un abismo incolmable: el que separa la lealtad democrática de un partido que aún en plena derrota y desbandada organizativa tuvo altura de miras y pensó en el bien común de todos los ciudadanos, colaborando en un traspaso de poderes ejemplar a fin de sus sucesores tuvieran cuanto antes el timón en las manos, con la vergüenza ajena que produce el comportamiento del gobierno Aznar en las jornadas posteriores al 11-M, durante el traspaso de poderes al gobierno Zapatero y en estos casi cuatro años siguientes, en los que el PP ha saboteado conscientemente todo intento de poner punto final al terrorismo etarra.
En consecuencia, el de hoy es un día feliz para los Alcaraz, Jiménez Losantos y compañía. ETA ha vuelto a matar y ellos se sienten justificados, y sobre todo se ven un poco más cerca de recuperar el poder político. "Cuanto peor, mejor", como decía Lenin. Los muertos del terrorismo empujan al PP hacia La Moncloa, o eso creen estrategas y voceros de ese partido.
Verdaderamente, sólo ETA puede hacer que el PP gane las elecciones generales de marzo próximo.
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