viernes, 21 de diciembre de 2007

Prohibido "corregir" a los niños


Pues ni tanto ni tan poco. Servidor fue educado a hostia limpia (en la doble acepción del término) en un colegio propiedad de una pía orden religiosa. Quizá gracias a esa circunstancia (la educación a hostia limpia), salí un hombre de provecho: es decir, de izquierdas y anticlerical. Así que algo les debo a los cabrones Hermanos de la Sagrada Familia.

Por lo demás, desde los años setenta nos invade una ola presuntamente pedagógica según la cual los niños pueden traumatizarse con sólo reprenderles por sorberse los mocos en público. Y así les luce el pelo a la mayoría de papás y mamás actuales con sus vástagos, que en vez de niños parece que críen bestezuelas con licencia para incordiar.

Digo yo que entre romperte los dientes (literal) de un puñetazo por no ser capaz de recitar desde el estrado la tabla periódica de los elementos y el dejar que las criaturitas campen haciendo lo que les salga de los santísimos cojones u ovarios, debe haber un término medio. Que en este caso no tiene que ver con la “áurea mediocritas”, sino con el sentido común.

Porque al final, con tanta sobreprotección e impunidad de los menores, ¿quién nos va a proteger a los adultos de ellos?.

2 comentarios:

Luis dijo...

Se empieza "corrigiendo", y se acaba en las hostias de toda la vida.
Creo que no deberíamos caer en la trampa de los peperos: el que acostumbra a hablar de la proverbial "hostia a tiempo", es el que sospechosamente, parece muy orgulloso de darla.
Yo personalmente, no renunciaré a la violencia (pero según contra quién).
Lo que sucede es que hay que ser muy cabronazo para sentirse orgulloso de ella, y para ir por los foros de Internet proponiendo que se pegue a los niños.
(No es su caso, por eso le decía que hay que tener cuidado con las trampas dialécticas que se nos ponen).

Joaquim dijo...

Como digo al principio del post, a mí me tocó sufrir personalmente la violencia escolar franquista, también en su vertiente física, y no como experiencia aislada sino cotidiana; era su modo de "educar".

Jamás defenderia por tanto el uso de la violencia ni en el ámbito escolar ni en ningún otro, salvo si es para resistir al Mal con mayúscula y por tanto en defensa de esas cosas sin las cuales no merece la pena vivir: la dignidad, la libertad y la democracia.

Lo cual no es óbice para criticar la absoluta dejadez de responsabilidades de padres y educadores ante hijos y educandos, norma "pedagógica" que parece imperar en estos tiempos. Del apaleamiento del menor con cualquier excusa se ha pasado aquí en pocos años a la barra libre para los menores; empiezan a menudear los casos de enseñantes e incluso de padres golpeados por críos que, literalmente, no tienen media bofetada.

Lo dicho, ni tanto ni tan calvo. Yo por lo menos, no estoy dispuesto a dejar que ningún niñato abuse de mí sólo porque el hijoputa no tenga edad para votar.

Un saludo, Luis Felip.