El resultado de las elecciones autonómicas vascas deja abiertas prácticamente todas las posibilidades combinatorias para formar el nuevo Gobierno. La primera constatación con todo, es la saludable pluralidad -fragmentación dirían otros- de la sociedad vasca, que obliga a sus políticos a realizar un ejercicio de imaginación muy superior al promedio de las restantes comunidades autónomas.
Los vascos han decidido de nuevo, y lo han hecho en dos direcciones aparentemente contradictorias, pero en realidad complementarias: han reforzado al PNV (al tiempo que le negaban la mayoría para gobernar solo o con muletas), y le han dado un espaldarazo a la línea mantenida por el PSE (pero no permitiéndole el acceso al gobierno vasco sino es con sólidas alianzas).
Desde hace un siglo PNV y PSE han protagonizado la vida política vasca, aunque no de un modo tan absoluto como para que unos y otros se instalaran en un bipartidismo "a la española". En realidad la hegemonía mantenida por el PNV a lo largo de los últimos 30 años en las instituciones vascas se ha debido más a su habilidad para postularse como "mal menor" que a otra cosa. El PNV ha sido el mal menor para los gobiernos españoles y los aparatos del Estado, pero también para los independentistas vascos, demócratas o radicales. Unos y otros le han soportado "mientras tanto" llegaba su momento, y es así como la política vasca ha quedado marcada durante tres décadas por los bandazos de un partido para el que el poder es una religión, y su identificación con el país llega al extremo de haberle inventado el nombre y convertido en Día Nacional el que conmemoraba su propia fundación.
Todo eso está entrando en crisis, aunque obviamente el PNV se va a mantener en primera línea del escenario político vasco -y español- por muchos años más. La renovación en el seno del PSE ha llevado a este partido a abanderar un fuerte deseo de cambio, tan extendido como difuso en muchas franjas fronterizas de la sociedad vasca. Sin renunciar a sus señas históricas de identidad, que pasan fundamentalmente por el obrerismo vizcaíno, el PSE es hoy un partido que ha asumido las tesis vasquistas de los socialistas guipuzcoanos, así como aportaciones de otros colectivos que en los últimos años han ido integrándose en el partido y que en algunos casos tuvieron contacto en otro momento histórico con posicionamientos radicales. Por tanto hoy el PSE ya no da miedo a nadie y es capaz de entenderse con cualquiera; sus dirigentes han demostrado cintura en la política vasca e independencia respecto a "Madrid". Su buena sintonía con el PSOE no excluye además una cierta posición de fuerza; digan lo que digan los medios madrileños, Zapatero necesita hoy más al PSE que el PSE a Zapatero.
Al final pues, y una vez más, el entendimiento entre PNV y PSE es inevitable. No puede haber "choque de trenes" como se ha apresurado a decir José Blanco, el actual número dos del PSOE. La negociación entre nacionalistas y socialistas, sino ahora sí a medio plazo, resulta inevitable. Los hilos maestros de esa negociación se irán definiendo en las próximas semanas.
¿Los demás? Simplemente no cuentan. El PP no puede aspirar a nada todavía en el País Vasco, a pesar del esfuerzo por civilizarlo que han hecho en los últimos meses sus actuales dirigentes, una vez desalojada la extrema derecha de su dirección. Las muletas en las que se apoyó el PNV en la pasada legislatura -EA y EB-, están destrozadas irremisiblemente. Aralar necesita tiempo para crecer y consolidarse como la propuesta de independentismo democrático que pretender ser.
¿Y ETA? Ése es, como siempre, el problema de fondo. Con todo, parece que por fin hay luz al final del túnel. En estas elecciones el voto proetarra se ha fragmentado como nunca: una parte ha seguido la consigna de voto nulo (un 8'5% de los votantes), otra parte ha ido a la abstención y los más posibilistas han repartido su voto entre Aralar y PNV. La disciplina de hierro impuesta por ETA a sus bases sociales está quebrada.
Y en fin, si ETA está acabada como organización armada (aunque todavía pueda hacer daño) y su entorno social se cuartea entre diferentes opciones, el cambio real puede estar llegando al País Vasco. Y ése cambio ha de liderarlo un gobierno articulado en torno a las dos organizaciones que representan no sólo a la mayoría de los vascos sino a los dos proyectos de país del encuentro de los cuales, una vez desaparecida ETA, ha de surgir la síntesis que definirá el futuro de Euskadi por mucho tiempo.
Los vascos han decidido de nuevo, y lo han hecho en dos direcciones aparentemente contradictorias, pero en realidad complementarias: han reforzado al PNV (al tiempo que le negaban la mayoría para gobernar solo o con muletas), y le han dado un espaldarazo a la línea mantenida por el PSE (pero no permitiéndole el acceso al gobierno vasco sino es con sólidas alianzas).
Desde hace un siglo PNV y PSE han protagonizado la vida política vasca, aunque no de un modo tan absoluto como para que unos y otros se instalaran en un bipartidismo "a la española". En realidad la hegemonía mantenida por el PNV a lo largo de los últimos 30 años en las instituciones vascas se ha debido más a su habilidad para postularse como "mal menor" que a otra cosa. El PNV ha sido el mal menor para los gobiernos españoles y los aparatos del Estado, pero también para los independentistas vascos, demócratas o radicales. Unos y otros le han soportado "mientras tanto" llegaba su momento, y es así como la política vasca ha quedado marcada durante tres décadas por los bandazos de un partido para el que el poder es una religión, y su identificación con el país llega al extremo de haberle inventado el nombre y convertido en Día Nacional el que conmemoraba su propia fundación.
Todo eso está entrando en crisis, aunque obviamente el PNV se va a mantener en primera línea del escenario político vasco -y español- por muchos años más. La renovación en el seno del PSE ha llevado a este partido a abanderar un fuerte deseo de cambio, tan extendido como difuso en muchas franjas fronterizas de la sociedad vasca. Sin renunciar a sus señas históricas de identidad, que pasan fundamentalmente por el obrerismo vizcaíno, el PSE es hoy un partido que ha asumido las tesis vasquistas de los socialistas guipuzcoanos, así como aportaciones de otros colectivos que en los últimos años han ido integrándose en el partido y que en algunos casos tuvieron contacto en otro momento histórico con posicionamientos radicales. Por tanto hoy el PSE ya no da miedo a nadie y es capaz de entenderse con cualquiera; sus dirigentes han demostrado cintura en la política vasca e independencia respecto a "Madrid". Su buena sintonía con el PSOE no excluye además una cierta posición de fuerza; digan lo que digan los medios madrileños, Zapatero necesita hoy más al PSE que el PSE a Zapatero.
Al final pues, y una vez más, el entendimiento entre PNV y PSE es inevitable. No puede haber "choque de trenes" como se ha apresurado a decir José Blanco, el actual número dos del PSOE. La negociación entre nacionalistas y socialistas, sino ahora sí a medio plazo, resulta inevitable. Los hilos maestros de esa negociación se irán definiendo en las próximas semanas.
¿Los demás? Simplemente no cuentan. El PP no puede aspirar a nada todavía en el País Vasco, a pesar del esfuerzo por civilizarlo que han hecho en los últimos meses sus actuales dirigentes, una vez desalojada la extrema derecha de su dirección. Las muletas en las que se apoyó el PNV en la pasada legislatura -EA y EB-, están destrozadas irremisiblemente. Aralar necesita tiempo para crecer y consolidarse como la propuesta de independentismo democrático que pretender ser.
¿Y ETA? Ése es, como siempre, el problema de fondo. Con todo, parece que por fin hay luz al final del túnel. En estas elecciones el voto proetarra se ha fragmentado como nunca: una parte ha seguido la consigna de voto nulo (un 8'5% de los votantes), otra parte ha ido a la abstención y los más posibilistas han repartido su voto entre Aralar y PNV. La disciplina de hierro impuesta por ETA a sus bases sociales está quebrada.
Y en fin, si ETA está acabada como organización armada (aunque todavía pueda hacer daño) y su entorno social se cuartea entre diferentes opciones, el cambio real puede estar llegando al País Vasco. Y ése cambio ha de liderarlo un gobierno articulado en torno a las dos organizaciones que representan no sólo a la mayoría de los vascos sino a los dos proyectos de país del encuentro de los cuales, una vez desaparecida ETA, ha de surgir la síntesis que definirá el futuro de Euskadi por mucho tiempo.
8 comentarios:
Justo me parece el análisis que yo quería hacer, veo la cuestión de la misma manera. Tú (usted) tienes mejor expresión que yo y se te (le) entiende perfectamente. Una vez más, chapeau. Ojalá éste sea el principio del fin de ETA.
Gracias Juan. Esperemos que realmente sea éste el comienzo del fin de ETA y sobre todo del apoyo social a ETA, que aunque muy mermado sigue existiendo en el País Vasco.
Yo creo que el PSOE y el PNV podrian entenderse siempre que los separatistas radicales del PNV, empezando por Ibarretxe desaparezcan.
Tengo plena confianza en Patxi López, me parece un tipo muy inteligente y conciliador.
Marian
Que sean separatistas o no, en democracia no tiene ninguna importancia siempre que sean demócratas. ¿Y qué que aspiren a un estado propio? Allá ellos.
Otra cosa es que tipos como Ibarretxe prostituyan la política convirtiéndola en un juego de máscaras.
Un saludo.
Me parece que lo tienen duro.
O solo por los del PNV, hay una masa de flotantes que se piensan que las poltronas les corresponden por derecho, masa de no nacionalistas incluso. Tienen miedo, pavor, a la reacción del PNV.
A mi me gustaría verlo.
Pero no me lo acabo de creer.
Beso.
El PNV necesita una "pasada por la oposición" para regenerarse, tal como recomendaba Arzalluz al PSOE en los años noventa.
De todos modos, ese sentido patrimonial que vendría a decir que las instituciones del País Vasco son cosa suya porque a fin de cuentas ellos son los verdaderos vascos, eso se está acabando ya independientemente de quien forme parte del próximo gobierno vasco.
El PNV como Partido-Estado vasco está en crisis total. A partir de ahora serán un partido más, en una cámara en la que hay más de media docena de grupos.
Ni cambio ni leches. En este país no cambia nada que no quiera que la derecha. Tanto lío con el caso Gurrrr ¿para qué?
Elecciones anticipadas ¡ya! porque van a joder mucho con ésto y después de ganar en Galicia, así tendremos al menos la opción de joder desde la oposición que es más fácil.
Soy sole!!! jejejeje
Sólo hay que ver como el aparato judicial se ha apresurado hoy a hacer saber urbi et orbe que no ve indicios de delito en ningún aforado (diputados o senadores) por el caso Correa. Y es que sus señorías han olido de dónde viene el viento...
Cada vez que oigo hablar de independencia judicial me acuerdo de la película "Vencedores y vencidos", en la que Burt Lancaster encarna a un prestigioso juez alemán del Tribunal Supremo que durante el nazismo se limitó según él a aplicar "la legislación vigente". Y claro, ya sabemos todos cúal era la legislación vigente en la Alemania nazi.
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