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martes, 19 de octubre de 2010

Impresiones después de una visita a Madrid, otoño de 2010



Unos días pasados en Madrid me confirman algunas ideas previas mías sobre la ciudad que he ido madurando en los últimos tiempos, y que se pueden resumir en dos: la capital del Estado español es una ciudad más viva y moderna de lo que sus habitantes creen, y mucho menos influyente y acaparadora de lo que nos pensamos quienes vivimos fuera de ella pero de algún modo bajo su sombra.

El viernes por la tarde quedé para tomar un café con Palinuro. Como que sus múltiples ocupaciones le impidieron a última hora el encuentro, el conocido bloguero me envió en su lugar a Ramón Cotarelo, especie de alter ego suyo, un intelectual culto, cordial, expansivo y oceánico en conocimientos y modo de comunicarlos. Sospecho que Cotarelo tiene como yo algunas dificultades auditivas, o tal vez sea la costumbre de nuestros cátedros de tener que desgañitarse al impartir clase a rebaños de tropecientos educandos, el caso es que nuestra charla fue seguida, presumo que con deleite, por la docena de parroquianos que a esa hora tomaban café en un modesto local de Fuencarral. Debieron salir de allí un poco confusos, eso sí, pues Cotarelo y yo saltamos alegremente de un tema a otro, pasando de la batalla de las Navas de Tolosa al decreto de Nueva Planta, los orígenes de Madrid como capital de las Españas, la generación del 98 y y sus lamentaciones y hasta a discutir la condición de Carlos III como presunto mejor alcalde de la ciudad. "Pues vaya mierda de rey, que con los problemas que tenía España se dedicaba a poner farolillos por las calles de Madrid", argumentó, implacable con el Borbón empelucado, el republicano Cotarelo.

Lo curioso del barecito en el que conversamos es que estaba empapelado con fotos de Marilyn Monroe por todas partes menos por una, en la que asomaba el rostro andrógino y con corte de pelo a lo garçon (un escándalo, oigan) de Audrey Hepburn. También había una Santa Cena de antes del Photoshop con la rubia por antonomasia presidiendo el ágape rodeada por 12 apóstoles con los rostros de Elvis Presley, James Dean y un buen puñado de mitos norteamericanos de los cincuenta. En resumen, todo muy casual y muy simbólico a la vez.

Ramón me llevó luego con él al cercano local de Las Indias Electrónicas, donde David de Ugarte tuvo la amabilidad de fascinarnos con los proyectos de esta gente, de los que francamente no entendimos un carajo (Cotarelo y yo somos gentes de papel impreso a la vieja usanza no como Ugarte y Palinuro, que se mueven como Dios en el éter electrónico). Nos llevamos un par de libros que David nos regaló con la intención de que nos aclararan conceptos sobre empresas digitales, trabajo en red y nuevas propuestas de relaciones sociales y hasta personales en la era electrónica. Cotarelo añadió por su cuenta un volumen que acaba de publicar sobre la política en la era de Internet, que prometo leer con atención y comentar aquí. El libro lo firma Ramón Cotarelo, pero sospecho que lo ha escrito Palinuro. Luego de despedirnos me vino a la cabeza aquello que cantaba Miguel Ríos tres décadas atrás, en su tema "Año 2000":

"Esta es la era de Mr. Chip, el futuro se puede tocar,
nacen cronistas, brujos y sabios
que alucinan con lo que vendrá."

Se ve que ya en el lejano 1980, el rockero granadino tenía información privilegiada sobre lo que venía.

Al día siguiente comí con un grupo de amigos un pantagruélico cocido madrileño, vive Dios, del que no pudimos acabar ni la mitad. A la mesa éramos 10 personas, todos adscritos al rojerío en sus múltiples facetas: socialistas, comunistas, anarquistas. Más quejas de los lugareños contra ese "Madrid espeso y municipal", derechista y casposillo del que abominaba el clásico. Me sorprenden las críticas, porque no es la visión que tengo caminando por la calle. En Fuencarral ví el día anterior una bandera republicana tan pimpante, plantada en un balcón vecinal. Abunda el turismo de cierto poder adquisitivo, y por el centro de la ciudad se oye hablar en catalán más que en el Paseo de Gràcia barcelonés. Las camisetas azulgrana de Messi y las fruslerías de aire gaudiniano se muestran en los escaparates de las tiendas de souvenirs, y nadie los apedrea. En las calles no hay carteles ni pintadas ni actitudes ni nada que recuerde que esta ciudad es presuntamente el fortín de la extrema derecha española, según suele ser creencia en la periferia del "Estado español". Eso sí al rojerío le frustra y le reconcome la previsible victoria electoral en puertas de la derecha extrema/extrema derecha española, pero como hacía decir Giovanni Guareschi a su Don Camilo en una de sus entrañables novelas, "la política es así, tortas van y tortas vienen".

Ese mismo sábado en fin, ceno solo en la mejor taberna madrileña, en pleno barrio de La Latina, establecimiento que como no podía ser de otra manera regenta un catalán joven y más listo que el hambre. El local está lleno, como siempre, pero Oriol me encuentra un huequecito, también como siempre. Hablamos en catalán, y nadie a nuestro alrededor se desmaya. El pícaro del restaurador me hace notar que a pesar de la crisis, lo suyo sigue funcionando la mar de bien. No es solo este local, toda la zona está a reventar. Claro que en las Cavas es imposible encontrar un McDonalds, las tapas son de alta cocina, los vinos resultan de categoría y los precios están en consonancia. En la barra de otro establecimiento cercano, por ejemplo, además de estupendas tapas sirven copas de Agustí Torelló, quizá uno de los dos o tres mejores cavas catalanes. En definitiva, es la calidad la que determina la selección de la clientela, y ésta a su vez es lo suficientemente inteligente para no tener en cuenta estupideces xenófobas como el boicot a los productos catalanes promovido por sectores fascistas españoles.

Pienso finalmente que Madrid nos lleva mucha ventaja, a Barcelona y a otras ciudades cercanas a él. Aquí se ha apostado por un turismo de masas de bajo nivel, y en cambio Madrid siempre ha primado más la capacidad adquisitiva y cultural del visitante. Tradicionalmente, y como se decía antiguamente, a Madrid "hay que ir con perras (dinero)". Esa es la diferencia principal, aunque el turismo-basura juvenil y no tan joven empiece a asomar la oreja en los barrios populares de la Villa y Corte; su Ayuntamiento y sus promotores turísticos harían bien en prestar atención y combatir este fenómeno, aún incipiente pero ya perceptible en una ciudad que hasta hace poco no estaba contaminada por él.

sábado, 7 de agosto de 2010

El veraneo andaluz de la señora Obama


Como en un remake de Bienvenido, mister Marshall, las vacaciones de Michelle Obama y la hija menor de la pareja presidencial estadounidense han convertido parte de Andalucía en el trasunto del decorado de aquella genial película de Berlanga, con paletos figurantes incluidos. Como cabía esperar, la "visita privada" (sic) de la emperatriz consorte está llenando portadas en los medios y abriendo telediarios. Aunque pensado más despacio, más que a la película del cineasta valenciano la visita de la señora Obama y todo el folklore desencadenado como consecuencia de ella remiten directamente a la gira triunfal de Evita Perón por aquella España del hambre y del miedo, a primeros de los años cincuenta del siglo pasado, con Franco reinando como un Zeus paticorto y de voz aflautada.

A lo que íbamos. Las presuntas "sencillez" y "cordialidad" de la señora visitanta -que diría la ministra Aído-, contrastan con las 60 habitaciones alquiladas para ella y su séquito en un hotel de hiperlujo marbellí, y con los kilómetros de playa cerrados al público para que la menor de los Obama y su corte de amiguitas se dieran un chapuzón, mientras mamá Michelle y sus acompañantes adultos se reponían de los calores tomando cocktails en la sombra de la terraza de un club marítimo próximo. Y es que aunque las gitanas del Albaicín se empeñaran en decirle a las cámaras de televisión que la señora Obama "es una persona normal, como una de ellas", resulta que la Alhambra fue cerrada al público durante un día entero sólo para que doña Michelle se diera un garbeo de unos minutos por sus estancias y patios, y el propio Albaicín fue tomado policialmente al asalto a fin de que la ilustre dama comiera en un restaurante típico (en el que no se permitieron otros clientes) y contemplara la espléndida puesta de sol desde el mirador de San Nicolás (al que no se permitió acceder a nadie más).

Toda esta historia del veraneo andalusí de la presuntamente sencilla y cordial abogada de Chicago casada con el actual presidente norteamericano, huele que apesta a spot de promoción del turismo español en los EEUU, una especie de videoclip promocional que desde luego no ha debido salir gratis visto el nutrido cortejo visitante y las medidas de seguridad locales tomadas (traduzcan esto último por medidas para tocar las narices a los lugareños y visitantes menos ilustres). Es obvio que estos días los medios de comunicación yanquis andan mostrando a todas horas imágenes de su Primera Dama paseando palmito por Marbella, Granada, Ronda y otros ignotos rincones de un lejano país llamado España, al que muchos universitarios estadounidenses acostumbran a ubicar al sur de México y algunos más enterados, en el norte de África. Se dirá que esta es una promoción impagable, pero no es cierto: el publirreportaje tiene, seguro, un precio muy concreto en euros, y éste seguramente se ha abonado ya con cargo directo a nuestros impuestos.

Así que ya saben: cada vez que Michelle Obama sonría durante sus vacaciones en España, le está sonriendo a usted. O a su cartera, que para el caso es lo mismo.

En la fotografía que ilustra el post, Michelle Obama y su hija caminan rodeadas de guardaespaldas por una calle de Marbella previamente vaciada de gente.

lunes, 2 de febrero de 2009

El Hotel Plaza de La Habana, mis amiguitas y el DDT


Leo en Granma que el hotel Plaza, "uno de los más emblemáticos y elegantes de La Habana" (sic) cumplió 100 años el pasado día 3 de enero. Según Granma, el Plaza "continúa en la preferencia del turista moderno, amante de la calidad y el confort, pero también de la cultura y la historia".

Si es así mucho tiene que haber cambiado el Plaza desde 1996, cuando me alojé allí durante mi estancia en Cuba. Lo mejor que tenía este hotel entonces era su ubicación, en el centro mismo de Habana Vieja, justo al lado del Parque Central y muy cercano al paseo del Prado, el Malecón, la plaza de Armas... Pero en aquellos tiempos el Plaza amenazaba ruina por los cuatro costados comido por el tiempo y la desidia, y era apenas una sombra de lo que debió haber sido en sus años de esplendor. No por nada era el hotel céntrico más barato que encontré en los catálogos de viajes.

Recuerdo mi habitación allí como un espacio anticuado y destartalado, con un cuarto de baño con ducha de plato por cuyo desagüe trepaban las cucarachas. Una mañana comenté este hecho en la recepción, y me enviaron a una chica de servicio con unos polvos para matarlas. Cuando la muchacha vio las cucarachas se puso a reír y a dar gritos de puro nerviosismo, y tuve que ser yo quien tirara los polvos en la ducha porque ella no se atrevía ni a entrar en el cuarto de baño.

Recuerdo también las jineteras por docenas y los vendedores de puros falsos que bullían por el Parque Central, y cómo las pobres mujeres dejaban solos a sus hijos pequeños en el Parque recomendándoles que no bajaran de la acera, mientras la madre iba con el cliente (que no siempre era extranjero) a ocuparse en lo suyo. Y en fin, me acuerdo del tipo que al verme salir del quiosco del hotel Sevilla, donde acababa de comprar un ejemplar de hacía dos días de la edición mexicana de El País, me pidió contésmente si cuando terminara de leerlo podía bajárselo a la entrada de mi hotel, que el estaría allí esperando para recogerlo, en la acera, porque los cubanos que no trabajaban en los hoteles o jineteaban con clientes tenían prohibido entrar al vestíbulo. Y bueno, recuerdo como en cada piso del Plaza había una habitación rotulada con todo descaro "G-2"; sí, una por planta. Se ve que el régimen castrista tenía exceso de policías más o menos secretos.

Una noche, compartí un sandwich en la barra del bar del hotel con un tipo más listo que el hambre que además de ser proxeneta de un par de guapísimas y somnolientas morenas , ejercía como "empresario turístico" por libre paseando por la isla a un asturiano que parecía un paisano sacado de "Peñas arriba" o de cualquier otro cuento naturalista del siglo XIX semejante. Otro habanero me sacó más tarde unos dólares con el fantástico enredo de la hija inválida, muy popular en aquellos tiempos según supe luego, tras una actuación teatral que valía su peso en oro.

Supongo que desde entonces han debido reformar el edificio y quizá los servicios que en él se ofrecen, porque según Granma uno de los clientes del Plaza ha sido Manuel Fraga, "entonces presidente de la Junta de Galicia" (sic) y no imagino yo a Fraga Iribarne matando cucarachas a zapatazos, aunque tratándose del animal de Villalba cualquiera sabe.

Cuando estaba terminando de hacer las maletas para marcharme, entraron en la habitación las chicas mulatas que limpiaban la planta. Una de ellas, picarona, me preguntó si me iba ya, y al contestarle yo que sí, siguió: ¿y se lleva a sus amiguitas?". Me quedé un momento desconcertado, y pregunté cauteloso a quién se refería, a lo que ella mondándose de risa replicó: "¡pues a las cucarachitas!".

La verdad es que aquella estancia en La Habana fue iniciática para mí, a pesar del fiasco de país que encontré. Y es que no hay gente como los cubanos.

viernes, 10 de octubre de 2008

Opiniones de un norteamericano amistoso


Semana Santa de 2007. Tomo un tren en Sants-Estació, en Barcelona, hasta Cèrbere, donde cambiaré a un regional francés que ha de dejarme en Collioure. Es temprano, y el tren va casi vacío. Casi. En el departamento en el que voy a viajar encuentro instalado a un tipo grande y gordo, rodeado de mochilas y maletas; por suerte tengo todo un lado de asientos para mí solo, y nadie más entrará en el departamento en todo el trayecto.

El tipo dice ser norteamericano, y habla un castellano perfecto con un acento yankee muy ligero. Tendrá unos treinta y pocos años, aunque a primera vista aparenta algunos más, quizá por su aspecto descuidado tanto en lo físico como en su vestimenta. Con todo, es cordial y tiene ganas de conversación, aunque parece andar un poco mohíno. Deduzco de lo que me cuenta que las cosas no le han ido muy bien durante su visita a Barcelona, y que en mi ciudad le han sucedido algunos asuntos desagradables que no acaba de concretar. Pienso que Barcelona no es un lugar especialmente peligroso para un turista, salvo que tenga verdadera mala estrella o sea especialmente ingenuo; no llegaré a saber a cual de las dos categorías pertenece mi vecino de asiento, pero estoy convencido de que debería incluírsele en alguna de ellas o tal vez en ambas simultáneamente.

El norteamericano me explica que su familia es de origen gallego, republicanos refugiados en EEUU al acabar la guerra de España. De pequeño vino aquí de vacaciones acompañando a su madre en varias ocasiones, y entre los recuerdos infantiles y las narraciones familiares terminó formándose una imagen tópica e idealizada del país de sus ancestros. En éste su primer viaje por su cuenta y en solitario, España se le ha caído encima; demasiada modernidad y poca fidelidad al tópico, sería el resumen de su opinión sobre el país que ha encontrado.

El hombre no ha venido sólo a visitar España, claro, y siguiendo cierta tradición iniciática norteamericana está viajando por Europa Occidental a la búsqueda de no sabe exactamente qué. Ya apenas desembarcar en Londres procedente de USA empezó a arrepentirse de haber viajado hasta el Viejo Continente; el vuelo con la compañía de aviación de bandera británica no parece que respondiera a sus expectativas de comodidad, y para colmo le perdieron una de sus maletas. Parece sorprendido ante tanta ineficiencia, y lo manifiesta del modo entre dolido y divertido con que un inglés relataría que en un poblado esquimal no sirven tazas de té “british” a las cinco en punto de la tarde.

Mi ocasional amigo no opina sobre los españoles, pero sí habla largo y tendido acerca de sus compatriotas, que en cierto modo calculo es su forma de hablar de sí mismo. Se manifiesta como “progresista” y votante demócrata, y por tanto “de izquierdas” en términos norteamericanos. Pero para un europeo corriente, incluso para un europeo que sustente opiniones de derechas, sus posicionamientos resultan radicalmente derechistas y hasta reaccionarios.

Oyéndole me doy cuenta de que habla con total sinceridad y de que en cierto modo, sus opiniones tienen mucho que ver con las que sustenta la media de sus paisanos. Cree por ejemplo que en modo alguno el Estado debería correr con los gastos ocasionados por la destrucción de la ciudad de New Orleans; y es que los norteamericanos están acostumbrados a creer que hay que salir adelante con el propio esfuerzo, sin contar con nadie. Opina que George Bush es un mal presidente, pero no porque su política exterior sea imperialista y agresiva y haya conducido a una guerra en el Próximo Oriente de incalculables consecuencias, sino porque ha fracasado por completo y además está costando mucho dinero a los contribuyentes norteamericanos. Para un político estadounidense -y en general, para cualquier ciudadano de ése país-, ser un fracasado y costar dinero a sus conciudadanos son dos pecados mortales de necesidad.

Comentamos acerca de nuestros respectivos destinos en Francia. Me dice que él va camino de las playas y cementerios de Normandía, donde piensa invertir la mayor parte del tiempo que le queda en Europa, aunque antes recalará en París “un par de días”. Sugiero que haga al revés e invierta más tiempo en París, ciudad que no ha visitado antes, y que desde allí haga una escapada de un par o tres de días a Normandía. “¿París?” se extraña. No parece muy interesado en la capital francesa. Intento entusiasmarle hablándole de los museos, de los jardines, de los bulevares.... Me mira raro. “París... no sé, quizá”, zanja.

Le comparo mentalmente con Ernest Hemingway, el autor de “París era una fiesta”, y con Tom Ripley, el buscavidas creado por Patricia Higsmith. Mi norteamericano no tiene nada que ver con ellos, obviamente.

Lo peor de todo es que no parece un mal tipo, y desde luego no es un neocon fanatizado. Simplemente, Europa le produce desgana.

sábado, 17 de mayo de 2008

En la Era de la Tecnología, algunos siguen montando en burro


Sofía de Grecia, de profesión reina de España, anda estos días por la isla de Rodas estrechando los finiseculares lazos que unen a nuestras dos grandes naciones, o eso decían años atrás los comunicados del gabinete de prensa de la Zarzuela en ocasiones semejantes.

Con los años parece que a los Borbones y a sus empleados se les ha ido pasando la vergüenza y han dejado de buscar justificaciones: ahora Sofía simplemente "está en Rodas", e incluso, en algún medio se ha llegado a afirmar que se halla de "vacaciones en la isla griega". Así pues, lo que se ha aumentado en descaro al menos se ha ganado en sinceridad. En fin, que la reina de España está haciendo en Rodas lo que es propio de las reinas hacer todo el año: no dar golpe y pasarlo bien.

Por pura coincidencia, se supone, a Sofía de Grecia le sacaron una foto ayer, víspera del Día de Internet, hablando por teléfono móvil al tiempo que montaba en burro. Curiosa la imagen: uno de los medios de transporte más tradicionales, aunque ahora su uso haya quedado reservado para turistas, se combina en la fotografía con el uso de un aparato de tecnología punta. Todo muy simbólico. Lástima que no hubiera por allí cerca un motorista de la Guardia Civil de Tráfico para recordarle a Sofía aquello de: "si conduces, no hables por teléfono móvil".

Ahora, lo mejor de la foto es la cara de indiferencia del borrico. Se ve que al animalito la real turista le trae sin cuidado. ¡Un burro republicano! Seguro que debe ser descendiente de alguna de las acémilas que acompañaron a los guerrilleros griegos de izquierdas que, luego de la Segunda Guerra Mundial, lucharon contra la monarquía derechista que impusieron los familiares de Sofía gracias a las armas británicas.

Así que toda mi simpatía y solidaridad con ese borrico obrero, obligado a cargar con el peso de la real persona. Bien pensado, es lo que hacemos los españoles todos los días.

domingo, 8 de julio de 2007

El patrimonio arquitectónico de la Humanidad, secuestrado por un concurso-basura


El estúpido megaconcurso-basura global organizado por un multimillonario suizo a cuenta de la elección de las "Nuevas Siete maravillas del Mundo", ha finalizado por fin, loados sean todos los dioses. Millones de ingenuos han participado en esta descomunal tomadura de pelo y de bolsillo enviando 100 millones de votos vía Internet y SMS; una iniciativa que sólo ha servido para hacer al suizo Bernard Weber mucho más rico de lo que ya era.

Lo peor con todo es la imagen de banalización del patrimonio arquitéctonico de la Humanidad que se ha transmitido, y el impulso que el patrioterismo "cultural" ha recibido en países de todo el globo. En este país, sin ir más lejos, al parecer se han llegado a formar ex profeso grupos de activistas para difundir la "necesidad" de llamar a determinado número de teléfono para que la Alhambra de Granada no quedara fuera de la lista definitiva, como si el honor nacional español o el valor cultural y patrimonial del monumento andalusí dependiera del número de SMS que recibiera su candidatura y de que entrara en el cuadro final de ganadores.

Del criterio con el que los organizadores elaboraron la lista previa de candidatos sólo hay que decir que entre los monumentos aspirantes figuraba nada menos que la Estatua de la Libertad neoyorkina, y que entre los ganadores se halla el inmenso y horroroso Cristo que se eleva sobre Río de Janeiro. Encuentro a faltar ahí la cruz del Valle de los Caídos, eso sí, un "monumento" muy en consonancia con la idiosincracia "cultural" del señor Weber y sus compinches en esta descomunal broma de trileros.

Lo realmente preocupante, con todo, es que iniciativas así puedan llevarse a cabo con toda tranquilidad. Lo digo no sólo desde el punto de vista legal -alguien, quizá la UNESCO, hubiera debido impedir este uso privativo de lo que es patrimonio de todos-, sino sobre todo pensando en que la propia y entera Humanidad debería haber abortado esta especie de secuestro lucrativo de su patrimonio colectivo, negándose a participar en él y denunciando a sus promotores.

Por cierto, parece que la actuación estelar de la gala en que se proclamó la lista ganadora fue nada menos que la de la actriz norteamericana Jennifer López, "la más celebrada de la noche con su repertorio de bailes y temas pegadizos", segun informa El País. Creo que semejante éxito define perfectamente el contenido "cultural" real de esta gigantesca payasada.

sábado, 23 de junio de 2007

Barcelona, capital europea del turismo-basura


El modelo turístico de Barcelona no funciona, y ello a pesar de que en cifras absolutas cada año nos visitan más turistas y dejan más dinero que el anterior; pero esto es sólo pan para hoy y hambre para mañana, habida cuenta la pérdida galopante de calidad del turismo que nos visita.

Los turistas que llegan a la Ciudad Condal desde mediados de los años noventa proceden en su mayoría de los estratos sociales más populares, con menor índice cultural y más bajo poder adquisitivo de Europa. En pocos años Barcelona se ha convertido en la Meca europea del turismo-basura, una ciudad en la cual es posible vivir por unos pocos euros la aventura absurda trufada de borracheras, sexo y gamberradas que en el propio país de origen no puede llevarse a cabo. De ahí el papel de lugar de iniciación soñado por millones de adolescentes europeos que ha adquirido esta ciudad en apenas una década.

En los indescriptibles establecimientos de souvenirs de la Rambla se venden, junto a los "typicals" sombreros mexicanos, unas camisetas en inglés que enuncian el "Trial Barcelona": Beber, comer y follar", ejemplificando con todo descaro este rol especializado que al parecer nos ha sido reservado (¿o nos hemos reservado nosotros mismos?) en la industria turística europea. Ese triple grito es la divisa de una gran parte de nuestros visitantes, de un turismo de masas que está haciendo verdadero daño a la ciudad.

Y lo que es peor, progresivamente la urbe entera va siendo modelada a gusto de este turismo-basura. Así van proliferando por todas partes los establecimientos de comida rápida, los bares al gusto británico, las pensiones turísticas ilegales en las barriadas periféricas, las tiendas de ropa y artículos de consumo de ínfima calidad pensadas para esta clase de compradores, y un sinfín de locales y actividades que cubren todo el espectro de sus necesidades y deseos.

Los fines de semana, por ejemplo, Barcelona es escenario de cientos de despedidas de soltero en las que participan grupos llegados de toda Europa, singularmente del Reino Unido. Resulta que organizar estas juergas gamberras en Barcelona les sale más barato que llevarlas a cabo en sus localidades de origen; no es de extrañar por tanto que en poco tiempo se haya desarrollado una verdadera industria turística alrededor de semejante fenómeno.

Alguien debería empezar a tomar medidas para cortar esta degradación, si es que aún estamos a tiempo.

sábado, 24 de febrero de 2007

Gastronomía basura

El jueves pasado al mediodía se me ocurrió ir a picar algo a Mikel Etxea, una "taberna vasca" que hay en la calle Ferran, entre La Rambla y plaza Sant Jaume.

Hacía como un año que no había entrado, y lo recordaba como un sitio donde se podían comer aceptables pinchos al estilo vasco. Me encontré con cambios brutales, aunque la decoración del local mantiene, eso sí, la pinta estandarizada de "sitio vasco".

De entrada, cuando le pedí un txacolí a la chiquita filipina que me ha atendió, la pobre tuvo que ir a preguntarle a su jefe (chino) qué diablos era eso, tras haberme señalado interrogativa un pincho de chorizo y haberle dicho yo que no, que "es para beber, vino blanco". Su jefe tuvo que descorchar la botella; ella lo intentó con ganas, pero no fue capaz.

En cuanto a lo que sirven para comer, la cosa está en la paella prefabricada, las patatas bravas con salsa industrial, los boquerones en vinagre, etc etc. De eso no me dí cuenta hasta que estaba sentado en la barra, aunque en la entrada ya me mosquearon los cartelitos en "inglis" macarrónico anunciando esas supuestas exquisiteces. No faltaban los "típicos" barreños de sangría.

Es decir, los pinchos vascos han dejado paso en este local a lo que se entiende por "un bar de tapas para turistas". En justa correspondencia, la clientela era en el 95% turisteo europeo barato, incluidos algunos borregos británicos de los que presenciaron el partido Barça-Liverpool, y que llevaban ya tres días y dos noches borrachos paseando La Rambla y alrededores de pub inglés en pub inglés, haciendo breves paradas en hamburgueserías y "tabernas vascas" como Mikel Etxea.

Total, que comí dos pinchos, uno que era una especie de rollito mínimo de berenjena o suela de zapato (no llegué a discernirlo) , y el otro un pedacito de queso supuestamente Idiazábal fino como una hostia y pinchado con una cáscara de cebolla, una piel de tomate y no se qué más. Los dos pinchos y el txacolí, 8'45 euros. Simplemente un atraco.

No es este bar sólo. Todo el centro histórico de Barcelona y también de otras muchas ciudades peninsulares está lleno a reventar de este tipo de comederos "típicos". El personal que lo atiende es variopinto pero siempre inmigrante asiático (los contratos-basura es lo que tienen), y se caracteriza no ya por no ser capaces de atender en euskera o catalán, que eso sería pedir peras al olmo visto lo visto, sino por tener grandes dificultades para comprender el castellano.

En fin que las "tabernas" de supuesto origen vasco (de vasco en realidad sólo suelen tener el nombre y la decoración), son verdaderamente una ofensa para la gastronomía y la cultura vascas. Si yo fuera el consejero vasco de Comercio o el de Cultura, intentaría hacer algo para atajar este desprestigio.

Estos locales, por otra parte, suelen estar impecables desde el punto de vista sanitario, de limpieza etc, por lo que no hay motivo alguno para hacer intervenir al ayuntamiento respectivo. El problema es otro, es la imagen que se está dando de una cultura y de un país, y sobre todo el tipo de turismo que se está atrayendo.

lunes, 12 de febrero de 2007

Del turismo irresponsable y sus consecuencias

El asesinato a pedradas de dos turistas italianas en Cabo Verde acaba de poner sobre la mesa un problema con tintes muy preocupantes, y cuyos efectos comienzan a notarse en muchos destinos turísticos ubicados en países del Tercer Mundo.

Probablemente haya sorprendido a muchos que un hecho así pueda tener lugar en un país donde no existen conflictos internos aparentes, y en el que la población es pacífica y amistosa con los extranjeros. De algunos años hacia aquí, Cabo Verde recibe un número considerable y en crecimiento de turistas jóvenes europeos atraídos por el sol, la playa, el surf y los precios baratos. De hecho, la industria turística constituye ya parte fundamental de la economía caboverdiana, y las divisas de los turistas permiten a una parte de la población local unos ingresos muy superiores a los de aquellos compatriotas que siguen dedicándose a las dos actividades tradicionales de los caboverdianos, que son la pesca y la inmigración.

Sobre el papel nada parecía pues presagiar un estallido de violencia como el que nos ocupa.

Ocurre sin embargo que toda Africa es hoy un barril de pólvora. Miles de jóvenes africanos se lanzan al Atlántico en frágiles embarcaciones, dispuestos a cumplir un sueño quimérico –llegar a Europa y participar en el banquete del bienestar- o a morir en el intento. La desesperación de una juventud sin más horizontes que la inmigración al lejano continente donde viven los blancos o el trabajo servil atendiendo a esos mismos blancos cuando disfrutan de sus vacaciones, empieza a hacer mella en la manera en que muchos africanos miran el mundo. La tradicional ingenuidad africana frente a los blancos y la admiración que sienten por nuestro mundo disparatadamente rico –al menos en comparación con la miseria africana-, comienza a ser substituida por un rencor oscuro y la certeza de que les estamos robando sus recursos o de que los usamos a nuestra conveniencia.

Por otra parte, un sector cada vez más amplio de la juventud europea se ha acostumbrado a vivir su ocio como si se tratara de una "fiesta" ibicenca permanente. En sus vacaciones buscan destinos donde el alcohol, las drogas, el sexo, la discoteca y la playa estén asegurados con muy poco dinero. Se trata de un estilo de viajar en el que menudean los treintañeros en grupos de amigos de un mismo sexo o en parejas con alguna afinidad entre ellas; personas a las que en su medio cotidiano se está induciendo a seguir viviendo en una adolescencia irresponsable prolongada, y que paralela y paradójicamente, sienten sobre sí por el contrario una presión social cada vez mayor. Necesitan descargar tensiones y liberarse aunque sea sólo por unos días; las vacaciones de verano son la única espita con cierta prolongación temporal de la que disponen.

Tontear durante las vacaciones con africanos –o con cubanos, o con dominicanos, o con tailandeses- es fácil y gratificante. En general estas gentes carecen de otra malicia que no sea conseguir un poco de dinero. Luego, una vez finalizadas las vacaciones, el turista o la turista europeos regresan a su país y dan por terminada la fiesta. Pero lo que ignoran o finjen ignorar estos turistas irresponsables, es que han creado y alimentado expectativas hondas en un ser humano cuyos parámetros mentales y culturales le impiden entender esa concepción de las vacaciones como un paréntesis vital, una vez cerrado el cual serán excluidos para siempre de la vida del otro. El sentimiento de frustración y de haber sido engañado que se genera en la parte más débil de este tipo de relaciones, puede terminar ocasionando actos de violencia como el ocurrido en Cabo Verde y que narran estos días todos los diarios.

En 2002 conocí de cerca un caso que partiendo de una situación semejante a ésta, tuvo un final distinto aunque igualmente atroz.

Me alojaba en un hotel de playa de la Casamance, en Senegal. En un grupo que había en el mismo hotel viajaban dos hermanos españoles, chico y chica, ambos en la treintena. Desde que llegó al hotel la chica comenzó a tontear con un chico senegalés que rondaba la playa; el hermano que al parecer asumía un papel protector, estaba cada vez más irritado ante las muestras de afecto entre la pareja. Durante la noche, la española y el senegalés se bañaron juntos a oscuras delante del hotel, entre risas y grititos que oímos todos desde la terraza que se abría sobre la playa.

A la mañana siguiente la pareja se alejó paseando por la playa desierta; al cabo de un rato el hermano salió tras ellos, hecho una furia. Al parecer los dos jóvenes se dedicaron a retozar en la playa sin mayor problema, pero cuando la chica vio ir hacia ellos a su hermano se puso a gritar que "el negro" quería violarla. El hermano se la llevó corriendo hacia el hotel, mientras el chico senegalés les seguía a distancia gritando que él no le había hecho nada, al menos nada que ella no hubiera consentido. Según el hermano, "el negro" había violado a la chica; tal vez el senegalés quiso ir más lejos de lo que la turista española estaba dispuesta, o quizá simplemente ella se asustó al ver a su hermano y quiso interrumpir lo que estaban haciendo.

El alboroto fue considerable. Intervino la policía. Los dos hermanos partieron de inmediato hacia Dakar entre llantos de la presunta violada, y el chico senegalés fue detenido y golpeado ya mientras se lo llevaban. Teniendo en cuenta las penas para violadores en Senegal –especialmente tratándose de una víctima blanca- y sobre todo las condiciones carcelarias en un país así, lo más seguro es que aquél muchacho ya esté muerto.