sábado, 24 de febrero de 2007

Gastronomía basura

El jueves pasado al mediodía se me ocurrió ir a picar algo a Mikel Etxea, una "taberna vasca" que hay en la calle Ferran, entre La Rambla y plaza Sant Jaume.

Hacía como un año que no había entrado, y lo recordaba como un sitio donde se podían comer aceptables pinchos al estilo vasco. Me encontré con cambios brutales, aunque la decoración del local mantiene, eso sí, la pinta estandarizada de "sitio vasco".

De entrada, cuando le pedí un txacolí a la chiquita filipina que me ha atendió, la pobre tuvo que ir a preguntarle a su jefe (chino) qué diablos era eso, tras haberme señalado interrogativa un pincho de chorizo y haberle dicho yo que no, que "es para beber, vino blanco". Su jefe tuvo que descorchar la botella; ella lo intentó con ganas, pero no fue capaz.

En cuanto a lo que sirven para comer, la cosa está en la paella prefabricada, las patatas bravas con salsa industrial, los boquerones en vinagre, etc etc. De eso no me dí cuenta hasta que estaba sentado en la barra, aunque en la entrada ya me mosquearon los cartelitos en "inglis" macarrónico anunciando esas supuestas exquisiteces. No faltaban los "típicos" barreños de sangría.

Es decir, los pinchos vascos han dejado paso en este local a lo que se entiende por "un bar de tapas para turistas". En justa correspondencia, la clientela era en el 95% turisteo europeo barato, incluidos algunos borregos británicos de los que presenciaron el partido Barça-Liverpool, y que llevaban ya tres días y dos noches borrachos paseando La Rambla y alrededores de pub inglés en pub inglés, haciendo breves paradas en hamburgueserías y "tabernas vascas" como Mikel Etxea.

Total, que comí dos pinchos, uno que era una especie de rollito mínimo de berenjena o suela de zapato (no llegué a discernirlo) , y el otro un pedacito de queso supuestamente Idiazábal fino como una hostia y pinchado con una cáscara de cebolla, una piel de tomate y no se qué más. Los dos pinchos y el txacolí, 8'45 euros. Simplemente un atraco.

No es este bar sólo. Todo el centro histórico de Barcelona y también de otras muchas ciudades peninsulares está lleno a reventar de este tipo de comederos "típicos". El personal que lo atiende es variopinto pero siempre inmigrante asiático (los contratos-basura es lo que tienen), y se caracteriza no ya por no ser capaces de atender en euskera o catalán, que eso sería pedir peras al olmo visto lo visto, sino por tener grandes dificultades para comprender el castellano.

En fin que las "tabernas" de supuesto origen vasco (de vasco en realidad sólo suelen tener el nombre y la decoración), son verdaderamente una ofensa para la gastronomía y la cultura vascas. Si yo fuera el consejero vasco de Comercio o el de Cultura, intentaría hacer algo para atajar este desprestigio.

Estos locales, por otra parte, suelen estar impecables desde el punto de vista sanitario, de limpieza etc, por lo que no hay motivo alguno para hacer intervenir al ayuntamiento respectivo. El problema es otro, es la imagen que se está dando de una cultura y de un país, y sobre todo el tipo de turismo que se está atrayendo.

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