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miércoles, 28 de septiembre de 2011

Evo Morales la emprende a porrazos con la Pachamama



El editorial de El País de hoy despacha con contundencia el feo asunto de la represión de indígenas a manos de la policía al servicio del Gobierno de Evo Morales, el mestizo populista que maneja Bolivia a su antojo. El texto del diario madrileño lleva por título "Llora la Pachamama", ahí es nada.

La Pachamama es el nombre que los indígenas americanos de raíz incaica dan a la Tierra, que para ellos es mucho más que el globo físico sobre el que habitamos; para los indígenas la Tierra es la Madre, y como puede imaginarse tocarles la madre es buscarse problemas con ellos. Se supone que estas cosas las conoce a la perfección un mestizo que dice ser indígena -mentira primigenia del señor Morales- y representar sus intereses, así que algo muy importante tiene que haber detrás para que Evo Morales decidiera en su momento tirar para adelante y enviar a los antidisturbios a zurrar a sus  votantes en defensa de un faraónico proyecto: la construcción de una carretera transcontinental cuyo trazado arruina una reserva natural que, para mayor inri, es territorio indígena legalmente reconocido por el Estado boliviano. 


La clave reside según explica El País en que entre los "hermanos" indígenas bolivianos -dos tercios de la población boliviana- también hay clases y diferencias, de modo que quienes controlan la política en Bolivia (la economía sigue en manos de los criollos blancos) pertenecen a las etnias quechua (los antiguos señores incas) y aymará (sus criados en tiempos precolombinos), y los perjudicados por la carretera en obras son amazónicos, el último escalón social en la pirámide del poder indígena. ¿Se habían creído ustedes el cuento de que los indígenas americanos son todos iguales, y que antes de la llegada de los españoles vivían felices practicando el "comunismo primitivo"? Pues ya ven que ésa es otra milonga criolla.

La carretera origen del conflicto unirá Brasil y Perú, y su paso por Bolivia seguramente dará un impulso grande a los dos pilares de la economía del país andino: el narcotráfico y la extracción petrolera. Quienes más insisten en Bolivia en apoyar la apuesta que representa la construcción de la carretera son, por cierto, precisamente los indígenas de la zona cocalera, de la que fue líder Morales y donde sigue teniendo muchos seguidores. Finalmente, los choques violentos entre indígenas amazónicos y policías antidisturbios enviados por el Gobierno de La Paz han desnudado a Morales delante de mucha gente, incluidos los indígenas y no sólo en Bolivia. Su verborrea acerca de los "Estados depredadores" que "violan la Pachamama" se ha vuelto en contra suya, y muchos se preguntan ya cuánto se llevan en comisiones el presidente boliviano y su entorno en este caso, que empieza a apestar a corrupción política en el más viejo estilo bananero.

De momento en Bolivia se ha abierto un compás de espera, confiando probablemente en que el tiempo alivie el escozor de ver a los "compañeros policías", en su inmensa mayoría mestizos e indígenas, moliendo a palos a otros indígenas por oponerse estos a la voluntad de Evo Morales y a los intereses que impulsan la carretera. Pero como recuerda el periódico español Brasil financia la obra y tiene prisa, pues necesita esa ruta para mejor articular su expansión económica en el continente sudamericano. En consecuencia, a Morales le explotan las contradicciones y se ve urgido a actuar en función del calibre de sus compromisos, que debe ser grande vistos los recursos empleados para acallar las protestas.

Veremos si el recurso a la porra y los tiros es del agrado de la Pachamama, o si tales excesos comienzan a pasarle factura al megalómano "bolivariano" aliado de Chávez.

En la fotografía que ilustra el post los antidisturbios bolivianos golpean salvajemente a un manifestante durante las protestas, en las que ha muerto un bebé y se contabilizan 37 personas desaparecidas.

lunes, 6 de junio de 2011

Negras tormentas sobre Portugal y Perú


El vecino ibérico ha celebrado este domingo pasado elecciones generales con un entusiasmo cívico perfectamente descriptible. Una abstención récord del 41% y la desmovilización de la izquierda (fuerte derrota del PS, hundimiento del Bloco y estancamiento del PCP), ponen en bandeja de plata a la derecha lusitana (el llamado PSD y el CDS-PP) el gobierno del país.

Se trataba de decidir quien administraría los setenta y ocho mil millones de euros del rescate europeo, y al final tal dudoso honor corresponderá a los más fulleros. La derecha lusa saboteó en el Parlamento las medidas neoliberales estrictas que proponía el Gobierno Sócrates -que en definitiva serán las que ahora aplicarán ellos y seguramente con mayor brutalidad-, dejando a éste contra las cuerdas y obligado a convocar unas elecciones que tenía perdidas de antemano. Una jugada suciamente oportunista que una vez más, rinde beneficios electorales a un partido de derechas.

La situación económica de Portugal, una vez dilapidada por sucesivos gobiernos de izquierda y de derecha la herencia de los Revolución de los Claveles, es ya angustiosa y apunta a una quiebra social completa. La ruina de los pequeños propietarios agrícolas del norte y de las cooperativas del centro y el sur del país puede desencadenar en Portugal, en un futuro no lejano, un proceso revolucionario novedoso en Europa. Y es el que el campo portugués, que apenas ha recibido las migajas de los ingentes fondos europeos que durante casi tres décadas han llovido sobre Portugal, se encuentra de nuevo en una situación extrema, como casi todo el país por otra parte. En realidad, solo Lisboa, destinataria casi exclusiva de esos fondos, y las ciudades costeras más importantes, mantienen cierta dinámica económica gracias al turismo y algunas pequeñas industrias locales. Habrá que seguir de cerca la evolución de Portugal, porque seguro que dará mucho que hablar en los próximos meses, una vez el nuevo Gobierno de derechas haya metido a fondo el cuchillo de las "reformas" en la carne de las clases trabajadoras y populares portuguesas.

Distinto es el caso de Perú, el otro país que ha celebrado elecciones este fin de semana. Los peruanos han tenido que elegir entre Guatemala y Guatepeor: entre un chusquero golpista populista y la hija de un criminal y corrupto expresidente.

Ollanta Humala es -otro más- un muñeco inicialmente fabricado en el taller de títeres de la "Venezuela bolivariana". Tosco, primitivo y populachero, Humala se ha revelado sin embargo lo suficientemente listo como para tomar distancias respecto a un Chavez en declive y proclamar que ahora su modelo es Lula. Frente a él ha tenido a un especímen de la cuadra de Alberto Fujimori, que era quien realmente se presentaba a las elecciones tras la máscara de su hija Keiko. Fujimori, modelo de gobernante autoritario y corrupto, dio nombre a la técnica del autogolpe de Estado, el fujimorazo, esa figura nada retórica ensayada sin ir más lejos en España por el Gobierno Aznar a raíz del 11-M de 2004.

Finalmente ganó Humala porque los sectores de la "derecha ilustrada" peruana, espantados con la posibilidad de que regresara El Chino al palacio presidencial, se volcaron con él. Tras la "moderación" que ha imperado en la campaña electoral de Humala no es difícil percibir la mano de la burguesía limeña -con Vargas Llosa como portavoz-, que al parecer ha conseguido limar las garras del tigre y de paso enseñarle a hablar en público sin producir sonrojo en sus oyentes mínimamente cultos. Veremos que da de sí este gorila en trance de domesticación y aburguesamiento.

El caso es que por razones en principio aparentemente distantes, Portugal y Perú parecen caminar con buen paso hacia el abismo. El panorama internacional recuerda cada vez más al comienzo del viejo himno anarquista:

"Negras tormentas agitan los aires
nubes oscuras nos impider ver....".

En la imagen que ilustra el post, una pancarta colgada en un parque portugués llama a la huelga general.


martes, 2 de noviembre de 2010

En Brasil sí se está transformando la realidad social


Hace justo ocho años, cuando Lula da Silva llegó a la presidencia de Brasil, en los foros electrónicos frecuentados por los adocenados izquierdistas de salón latinoamericanos y europeos convertidos al populismo chavista, se insultaba ferozmente al recién llegado disparando en contra suya el arsenal completo de epítetos descalificadores que suele manejar esa tropa: traidor a la clase trabajadora, reformista socialdemócrata, lacayo del imperialismo yanqui... Los mismos botarates que babean con los discursos abracadabrantes de un gorila de vieja escuela, negaban el pan y la sal a quien de entrada, puede presumir de credenciales obreras, sindicales y de lucha antifascista superiores a las de todos ellos juntos. Pero así es cierta supuesta "izquierda" en América del Sur, y así les luce el pelo.

El caso es que la presidencia de Lula ha sido lo mejor que le ha pasado a Brasil, y sobre todo a los brasileños, en muchos años. No sólo ha logrado reducir la pobreza y las desigualdades sociales de modo importante (aunque diste de ser total, obviamente), sino que ha abierto una época nueva en la que el gran país de lengua portuguesa ha comenzado a ocupar en la escena americana y mundial el lugar que le corresponde por demografía, producción, recursos y potencial de crecimiento. Hoy Brasil es referente de cómo es posible hacer una política de izquierda transformadora de la realidad social sin romper demasiados huevos y sin arrugarse ante los poderes fácticos nacionales e internacionales.

A la sucesora de Lula, Dilma Rousseff, que acaba de vencer en las presidenciales brasileñas al imponerse por 12 puntos de ventaja sobre el candidato socialdemócrata, que competía arropado por toda la oposición de derechas, le queda la tarea de profundizar y ampliar los frentes de la lucha iniciada por Lula. Rouseff, hija de un inmigrante búlgaro, antigua guerrillera durante el dominio de las criminales Juntas militares en su país, acaba de convocar a los brasileños a intensificar esfuerzos, anunciando de paso que no aceptará ajustes que afecten a "los programas sociales, los servicios esenciales o las inversiones necesarias" y prometiendo continuar la lucha para acabar definitivamente con la miseria, según El País de hoy. Para marcar territorio desde el comienzo, la nueva presidenta "viajará próximamente con Lula a Mozambique para inaugurar una fábrica de retrovirales, levantada con ayuda de Brasil", y solo después acudirá a la cumbre del G-20 en Seúl, según informa el diario madrileño. Eso es solidaridad internacional, y no las pamplinadas "bolivarianas".

Dilma empieza pues con buen pie su presidencia. Felicidades al Partido de los Trabajadores brasileño por sus éxitos. Ojalá algunos aprendan de sus dirigentes: menos discursos populistas grandilocuentes y más obra de gobierno sólidamente transformadora.

En la fotografía, Dilma Rousseff, la nueva presidenta brasileña, saluda puño en alto a sus seguidores.

viernes, 29 de octubre de 2010

Néstor Kirchner y el fin del peronismo



La inesperada por repentina -aunque ya anunciada por previsible- muerte de Néstor Kirchner deja Argentina sin resuello, en un momento en que el mundo no está para bromas. Caudillo al viejo estilo argentino, Kirchner condujo con puño de hierro la política y la sociedad argentinas durante una década, luego de haber sacado al país por las orejas del foso al que le arrojaron la destrucción moral y material que representaron las criminales Juntas Militares y la no menos criminal etapa presidencial de Carlos Menem.

En 2003 viajé por primera vez a Argentina. Lo que vi entonces fue un país que tras los primeros meses de presidencia de Kirchner, comenzaba a levantar cabeza de modo evidente. En el plano económico lo peor ya había pasado, pero era sobre todo en la actitud de la gente donde se notaba que se avanzaba firme en la recuperación. Tras el desastre final de la presidencia de De la Rúa y la concatenación de presidentes peronistas a los que casi no daba tiempo de jurar el cargo, con Kirchner el país recuperó fuerza, pulso y confianza. Con Kirchner la famosa vanidad argentina comenzaba a ganar terreno de nuevo al sentimiento extendido en los últimos años de ser el culo del mundo, y los jóvenes que tomaban el avión en Eceiza rumbo a Europa con un pasaporte español o argentino en el bolsillo ya no rompían el documento argentino en la sala de embarque, como hacían meses antes ante las cámaras de televisión extranjeras.

El precio de esta innegable recuperación fue el ejercicio del poder total por un personaje ambiguo, resabiado, probablemente corrupto y con seguridad, escasamente apegado a valores democráticos considerados fundamentales a este lado del Atlántico. Kirchner respetó la democracia formal, pero la vació de contenido; persiguió y encarceló a los militares genocidas de los años setenta, pero gobernó como si la nación le perteneciera; reagrupó en torno a sí intereses populares, pero los convirtió en instrumento de su poder a menudo coactivo sobre la sociedad. Kirchner fue también el presidente que manipuló las bandas de piqueteros convirtiéndolas en partidas de la porra a su servicio, con las que amedrentó opositores dentro y fuera de su partido, y el que fracturó el movimiento de las Madres y Abuelas de plaza de Mayo, poniendo a su servicio a una parte de ellas. También el que emprendió una cruzada sin cuartel contra los grupos de comunicación que no manifestaban adhesión inquebrantable a su persona. Y en fin, fue sin duda el ventrílocuo que manejaba los hilos de una presidenta por delegación, su esposa Cristina, a la que tenía previsto suceder en las próximas elecciones presidenciales ya desde antes de que ella tomara posesión de su mandato.

El peronismo se ha quedado sin el último dirigente que fue capaz de mal que bien mantener unido ese movimiento magmático y contradictorio, en el que se alinean toscos izquierdistas al lado de peligrosos fascistas en el más estricto sentido de la palabra. Un movimiento que fue fundado hace setenta años por un militar autoritario desde la admiración a la Italia de Mussolini. Hace apenas una semana, pistoleros de un sindicato gremial peronista asesinaron a tiros a un joven militante de extrema izquierda que protestaba con otros compañeros contra el modo en que se están destruyendo, en Argentina como en todo el planeta, las conquistas de los trabajadores a lo largo de un siglo de lucha.

El peronismo es un movimiento al que sus contradicciones internas condenan a estallar más pronto que tarde, sobre todo ahora que ha perdido la mano implacable que tiraba de sus riendas en estos últimos tiempos. Decenas de aspirantes se aprestan a la pelea, que ya ha comenzado a apuntar ante el mismo féretro del líder fallecido, con ese tinte tragicómico que tan bien retrató el escritor Osvaldo Soriano en su novela "No habrá más penas ni olvido", imprescindible para conocer de qué materiales está hecho el peronismo y sobre todo los porqués de tanto dolor y tanta payasada juntos.

Kirchner se ha ido de repente y Argentina observa con inquietud su desaparición, el mundo mira expectante hacia el gran país americano, y los buitres de este tiempo -desde el populismo chavista al capitalismo salvaje del FMI y la Reserva Federal- se aprestan a hincar ahí el pico para arrancar sabrosos bocados. Argentina necesita más que nunca por tanto de nuestra solidaridad, pero sobre todo de nuestro respeto.

lunes, 29 de junio de 2009

Centroamérica golpe a golpe


Un golpe de Estado en Honduras viene a ratificar la fragilidad de los procesos de democratización en el istmo centromericano. Descontando la estabilidad costarricense, el resto de países de la región acumula una larga historia de asonadas, golpes, rebeliones y hasta alguna que otra revolución popular.

Lo de Honduras no es más que el enésimo cuartelazo vicario dado por cuenta de los grupos dominantes del país. Ni el presidente Zelaya ni quienes le han echado del poder representan nada en términos de cambio social real. Manuel Zelaya es un terrateniente reaccionario pero no completamente estúpido, que ha visto en el chavismo la posibilidad de amarrarse al sillón presidencial más allá del mandato obtenido, nada más. Sus propios compañeros de partido y de club social han llamado a los gorilas, con el encargo de que lo sacaran del palacio presidencial. En la asonada han contado con el apoyo de la oligarquía hondureña en pleno, expresado a través de los pronunciamientos de empresarios, Iglesia católica, instituciones del Estado, el Parlamento, la judicatura y los militares. Como Zelaya no es precisamente Allende -aunque el coro chavista haya comenzado a intentar presentarlo como tal-, el hombre se ha subido rápidamente al primer avión que le han ofrecido los uniformados y se ha ido a Costa Rica, país que tiene una larga tradición de recoger presidentes vecinos derribados por asonadas de gorilas.

Solucionado el affaire al modo tradicional, Honduras vuelve a lo de siempre: explotación, miseria, segregación racial, machismo, política oligárquica... Si durante los años sesenta y primeros setenta la Centroamérica popular se lanzó desesperada al monte guerrillero, en busca de una oportunidad para romper con las estructuras injustas existentes al menos desde los tiempos de la Colonia, en los inicios del siglo XXI malvive atrapada en la trampa infernal del populismo, esa ideología criolla de origen urbano y pequeño burgués que primero infectó a la izquierda desnortada y ahora está siendo reciclada por las derechas caciquiles como modo de blanquear su dominación; recordemos que ya Perón invocaba el "antiimperialismo norteamericano" como uno de los puntales de su gobierno, lo que no le impedía hacer pingües negocios con el supuesto enemigo. Hoy los Zelaya y otros como el presidente hondureño derrocado pretenden vender la misma burra, modernizada, con el apoyo de los petrodólares "bolivarianos", benéfico maná engrasador de voluntades que por cierto, comienza a escasear en toda América como consecuencia de la baja del precio del petróleo y la recesión económica mundial.

El pulso acaba de abrirse en Centroamérica, quizá porque al nuevo Emperador del Mundo se le presume menos intervencionista que su predecesor, y Chávez necesita urgentemente ganar apoyos. Veremos cuál será la reacción de Washington a estos escarceos.
En la fotografía, Daniel Ortega y Manuel Zelaya subidos a un avión de combate "antiimperialista".

sábado, 24 de mayo de 2008

El fracaso de ALBA

La comunidad ALBA fue diseñada por el chavismo como el instrumento que debería permitirle hegemonizar América Latina. Se suponía que al conjuro de los petrodólares venezolanos el resto de países del continente bailarían cualquier música que tocara Caracas. ALBA era pues el puente de plata que debía garantizar el tránsito chavista del populismo "bolivariano" al imperialismo puro y duro, y hacer que éste fuera aceptado mansamente por el resto del subcontinente.

Sin embargo, el fracaso cosechado por la iniciativa es más que notable. Descontada la Nicaragua de Ortega (con unos indicadores económicos cada vez más cercanos a Haití), la Cuba del tardocastrismo (absolutamente dependiente del petróleo venezolano) y, con reticencias, la Bolivia de Evo Morales, no hay país latinoamericano que se haya dejado seducir por ALBA y sus supuestas delicias solidarias. Y es que el precio de la adhesión es demasiado alto: convertirse en títeres del chavismo.


Fuera de ALBA quedarán no sólo la Colombia de Uribe y los "traidores" Chile, Brasil y Uruguay, sino también Argentina, Perú y probablemente, Ecuador. Los "fondos compensatorios" que promete ALBA a sus asociados cual maná para pobres, no son más que un modo de comprar voluntades y alentar corrupciones de aparatos políticos enfeudados al "bolivarianismo".


ALBA no es ninguna alternativa pues, y menos al ALCA neoliberal lanzado por los norteamericanos con idénticas intenciones que las de los chavistas: imponer su hegemonía económica en el subcontinente. En suma, tanto ALCA como ALBA son instrumentos de dominación al servicio de dos proyectos burgueses hegemonistas y por ahora enfrentados: el sostenido por el imperialismo norteamericano y el sostenido por el imperialismo "bolivarista".


Frente a ellos, cabe una tercera posibilidad: que sean los propios países latinoamericanos quienes construyan un espacio de cooperación económica y política solidaria en pie de igualdad. La construcción de ese espacio comienza a urgir ya en Latinoamérica. El nacimiento de UNASUR, una comunidad de 12 países latinoamericanos impulsada por el Brasil de Lula, puede apuntar en esa dirección o ser el enésimo intento fallido, pero señala que algo se mueve en América Latina al margen de Washington y Caracas.

martes, 4 de diciembre de 2007

El declive del chavismo


De modo mayoritario aunque ajustado, Venezuela dijo "No" al referéndum-plebiscito convocado por Chávez. La "reforma constitucional" propuesta, de haberse aprobado, representaba un cheque en blanco al chavismo, al que confería poder absoluto para su Presidente de la república/jefe de gobierno durante tiempo indefinido; en vez de "todo el poder para los soviets", todo el poder para el gorila (militar golpista, en argot latinoamericano). Ni Lenin aspiró a tanto. Es a eso a lo que han dicho "no" incluso sectores chavistas.

El error de Chávez fue no medir bien la correlación de fuerzas, y plantear el dichoso referéndum como un plebiscito sobre su persona; ni siquiera sobre su cargo, sino directamente sobre sí mismo. Claro que si fuera capaz de hacer cosas así, Chávez no sería Chávez; por tanto, es lo que tocaba, que el mismo se pusiera el lazo al cuello.

Otro dato interesante es el de la abstención: el 44% de los venezolanos no fue a votar. Se calcula ya que 3 millones de chavistas decidieron abstenerse esta vez.

Al chavismo hace tiempo que han comenzado a abandonarle por la izquierda y por la derecha. Por la izquierda, se le van los sectores populares desencantados con la corrupción y la arrogancia de los nuevos mandamases "bolivarianos". Por la derecha le abandonan aquellos que precisamente crearon a Chávez, gentes como Teodoro Petkoff y Douglas Bravo, es decir, los epígonos de la burguesía ascendente, la "boliburguesía".

Hasta ahora la suerte de Chávez era que frente a él no había nada organizado que valiera la pena, pues la llamada "oposición" no era más que los pedazos mal soldados de la vieja oligarquía venezolana. Pero ahora se le enfrentan a él y su tinglado precisamente una parte de esos burgueses de nuevo cuño que han creado el chavismo, y también una creciente masa de descontentos con esa "revolución socialista" de pacotilla. Esto es así, y no puede negarse; nadie en su sano juicio puede pretender ahora que la mitad del pueblo venezolano son unos traidores a su patria y unos vendidos al imperialismo yanqui y a la monarquía española.

Chávez perdió en las urnas, pero eso tiene poca importancia por el momento. Lo que se ha cuestionado en Venezuela es algo mucho más importante que la continuidad o no del gorila paracaidista en el palacio de Miraflores: a lo que se ha dicho "No" allá de modo mayoritario es al nuevo proyecto de dominación social en América Latina, eso que se ha dado en llamar chavismo: una extraña mezcolanza de populismo social, aventurerismo político, militarismo atroz y mesianismo religioso; un cóctel teñido de xenofobia y fundamentalismo, que se dice de izquierdas pero que en realidad no difiere tanto ni en sus fundamentos ideológicos ni en su praxis política del régimen creado por Mussolini. Lo del domingo fue simplemente el principio del fin de todo eso.

De aquí a no demasiado tiempo empezarán los movimientos para alcanzar un pacto entre la vieja oligarquía venezolana y la nueva boliburguesía. El precio, obviamente, será la cabeza de Chávez y el fin del chavismo como proyecto de "exportación". Puede tardar más o menos, pueden pasar incluso algunos años; en todo caso, el referéndum del domingo marca el inicio del fin de Chávez y del chavismo.

domingo, 11 de noviembre de 2007

De aquellos polvos, estos nervios


Desde mediados de la década de los noventa, numerosas empresas españolas irrumpieron en Iberoamérica como caballos desbocados. Se las estaba "deslocalizando", trasladándolas a una zona del mundo donde los "costos laborales" eran irrisorios comparados con los existentes en España, y donde se podían conseguir plusvalías -ni siquiera siempre legales- como sólo habían podido conseguir nuestros "emprendedores" en la por ellos añorada época del desarrollismo franquista.

No eran empresas cualesquiera. La mayoría proceden del sector público español, privatizado compulsivamente durante el gobierno Aznar (1996-2004): Telefónica, Repsol, Endesa, Agbar... y de bancos muy comprometidos con esa etapa histórica española, como el BBVA y el Santander. Al frente de estas empresas impulsoras de la "segunda colonización" de América, había y hay un puñado de altos ejecutivos aznaristas -es decir, gente cuya ideología y mentalidad son el resultado de la fusión entre las propias del franquismo sociológico y las aportadas por el neoconservadorismo yanqui-, de cuya falta de escrúpulos y amor al dinero fácil hay pruebas sobradas: basta recordar el indescriptible episodio de las furgonetas de seguridad de Prosegur atiborradas con billetes de banco sacados de las sucursales bancarias españolas en Buenos Aires, rodando camino de Eceiza ante las narices de los porteños en aquellos aciagos días de la crisis argentina de diciembre de 2001.

El poder de esta gente sobre los países de América así recolonizados no ha hecho sino aumentar. Muchas de esas empresas controlan servicios públicos esenciales (agua, luz, electricidad, comunicaciones), por lo que su acción saqueadora y antipopular es aún más evidente. Así, no es extraño que su actuación concite la animadversión de quienes la sufren, y que ésta acabe dirigiéndose incluso contra otros empresarios e intereses españoles aunque éstos lleven años colaborando en la medida de sus posibilidades al desarrollo de esas naciones.

La falta de propuestas serias, articuladas y eficaces frente a la pobreza endémica, la explotación económica y las profundas barreras entre clases sociales en la mayoría de los países americanos, ha terminado por dejar campo abierto a toda clase de mesianismos, caudillismos y populismos que se ofrecen a sí mismos como faros de una supuesta revolución que no acaba de llegar, porque quienes encabezan esos movimientos y quienes desde atrás les sostienen y se benefician de ellos no tienen el menor interés en que llegue. La izquierda americana –cada día más débil, fragmentada e impotente- se agarra a los calzones del primero que pasa prometiendo a voces un mañana de justicia social; si además el mesías de turno es capaz de lanzar de vez en cuando algún desplante a los EEUU o a esos “ricos europeos” supuestamente causa de todos los males de América, mejor que mejor.

Es así como Chávez, un producto arquetípico de los cuarteles iberoamericanos –un individuo ignorante, resentido, simplista, autoritario y sobre todas las cosas, extremadamente ambicioso-, ha llegado al poder montado sobre la ola de un pueblo que ya no aguantaba más. Con todo, imaginar que Chávez, cual nuevo Bolívar Rojo, llevará la revolución social a todos y cada uno de los rincones primero de Venezuela y luego de América entera, es tan delirante como sostener que los oficiales de la Escuela de Mecánica de la Armada argentina preparaban desde sus subterráneos la democratización de todo el continente.

Pero en tanto llega el momento de la verdad en que el chavismo acabe de manifestarse en todo su esplendor como lo que es, el dinero fácil del petróleo le seguirá sirviendo para cultivar una imagen de benefactor de los pobres propios y ajenos, y para que algunos gobiernos americanos le bailen el agua, probablemente más por necesidad que por cariño.

Sin embargo, las cosas ya no van tan bien para Chávez como hasta hace poco, y el catálogo de problemas empieza a ser inquietante para él. Sus pistoleros y antidisturbios llevan días enfrentándose en la Universidad de Caracas con estudiantes contrarios a la reforma de una Constitución que el propio Chávez diseñó en su día, reforma con la que pretende perpetuarse en el poder, precisamente ahora que empieza a ser abandonado por quienes le crearon como figura pública. El barril de petróleo, además, acaba de superar la barrera psicológica de los 100 dólares, así que es de prever una contracción de la demanda, que a medio plazo podría llegar a cegar la fuente del maná supuestamente inagotable en la que se asienta el chavismo, los petrodólares. Por otra parte, las iniciativas internacionales de Chávez no acaban de cuajar: su candidato fracasó en Perú, el ecuatoriano Correa cada día le es más esquivo mientras se acerca a Europa (500.000 ecuatorianos residen y trabajan en España), Evo Morales le sigue la corriente sin entregársele del todo, y sólo el desprestigiado, corrompido y trasnochado Daniel Ortega se engancha a sus propuestas con el entusiasmo de quien necesita desesperadamente que alguien apuntale como sea la economía de su país. Los cubanos sufren a Chávez resignadamente, y le aguantarán mientras siga casi regalándoles el petróleo que necesitan pero ni un día más.

Es así que Chávez ha llegado a Santiago de Chile nervioso. Como Macbeth, desde las almenas de su castillo empieza a vislumbrar los ejércitos de enemigos que suben a por él; es sólo una imagen, por ahora. Aunque sus problemas no son sólo de orden político strictu senso.

Antes de viajar a Santiago, Chávez sabía que Zapatero iba a poner sobre la mesa tres propuestas que van a dañar esa imagen de Papá Noel de los pobres que el caudillo venezolano se ha construido en estos últimos años a fuerza de petrodólares: la creación de un centro internacional de prevención de desastres en Panamá que operará para toda América Central y Caribe, convenios con Ecuador y Perú que permitirán que las cotizaciones a la Seguridad Social de los inmigrantes en España reviertan en los países de origen, y la tercera y quizá la más importante a largo plazo aunque ahora sea casi sólo un gesto simbólico inicial, la creación de un Fondo para el Agua en América, que España contribuirá a poner en marcha aportando 1.500 millones de dólares.

No es de extrañar por tanto que Chávez usara la provocación para reventar las conclusiones de la Cumbre de Santiago. El recurso fácil de tildar de fascista a Aznar, logró su efecto: que la delegación española se sintiera insultada no por quien es y lo que representa Aznar (ahí no hay discusión alguna posible), sino porque escupiendo sobre él en mitad de la Cumbre se ninguneaba las únicas aportaciones serias hechas allí. Es obvio que en un encuentro institucional, la delegación española no podía aceptar que se la humillara simplemente para que el ego de Hugo Chávez quedara a salvo.

La grosería y zafiedad de Chávez interrumpiendo a Zapatero cuando éste, en el uso de la palabra y con tono comedido, le estaba pidiendo suavemente un comportamiento más acorde con su supuesta condición de estadista internacional, tuvo una respuesta sorprendente de parte del rey Juan Carlos, que constituye un regalo inesperado para el caudillo venezolano. Nunca debió abrir la boca Juan Carlos en ese incidente, y menos en el tono en el que lo hizo.

Gracias al rey de España pues, Chávez en vez de salir derrotado y con el rabo entre las piernas va a poder presentarse ahora como un mártir del neoimperialismo español, y evitar sobre todo que se hable de los acuerdos de esta Cumbre. Así se las ponían a Fernando VII, dicen.

Es obvio que Juan Carlos al igual que Chávez, también anda con los nervios alterados, aunque curiosamente su nerviosismo proceda más del maltrato que está recibiendo desde los medios de comunicación y los sectores políticos afines a Aznar, que del auge continuo de la opinión republicana en España. Lo segundo no le viene de nuevo: éste es un país republicano de antiguo, otra cosa es que por diversas circunstancias esa opinión ampliamente mayoritaria haya estado en letargo durante algunos años. En cuanto a la enemiga que le profesa el aznarismo y cuanto ese sector de la sociedad española representa en el orden político, económico y social, seguramente sí le toma más desprevenido, aunque no debería por qué.

Y es que el fascismo en España, de José Antonio a Aznar, siempre ha sido republicano.