sábado, 24 de mayo de 2008

El fracaso de ALBA

La comunidad ALBA fue diseñada por el chavismo como el instrumento que debería permitirle hegemonizar América Latina. Se suponía que al conjuro de los petrodólares venezolanos el resto de países del continente bailarían cualquier música que tocara Caracas. ALBA era pues el puente de plata que debía garantizar el tránsito chavista del populismo "bolivariano" al imperialismo puro y duro, y hacer que éste fuera aceptado mansamente por el resto del subcontinente.

Sin embargo, el fracaso cosechado por la iniciativa es más que notable. Descontada la Nicaragua de Ortega (con unos indicadores económicos cada vez más cercanos a Haití), la Cuba del tardocastrismo (absolutamente dependiente del petróleo venezolano) y, con reticencias, la Bolivia de Evo Morales, no hay país latinoamericano que se haya dejado seducir por ALBA y sus supuestas delicias solidarias. Y es que el precio de la adhesión es demasiado alto: convertirse en títeres del chavismo.


Fuera de ALBA quedarán no sólo la Colombia de Uribe y los "traidores" Chile, Brasil y Uruguay, sino también Argentina, Perú y probablemente, Ecuador. Los "fondos compensatorios" que promete ALBA a sus asociados cual maná para pobres, no son más que un modo de comprar voluntades y alentar corrupciones de aparatos políticos enfeudados al "bolivarianismo".


ALBA no es ninguna alternativa pues, y menos al ALCA neoliberal lanzado por los norteamericanos con idénticas intenciones que las de los chavistas: imponer su hegemonía económica en el subcontinente. En suma, tanto ALCA como ALBA son instrumentos de dominación al servicio de dos proyectos burgueses hegemonistas y por ahora enfrentados: el sostenido por el imperialismo norteamericano y el sostenido por el imperialismo "bolivarista".


Frente a ellos, cabe una tercera posibilidad: que sean los propios países latinoamericanos quienes construyan un espacio de cooperación económica y política solidaria en pie de igualdad. La construcción de ese espacio comienza a urgir ya en Latinoamérica. El nacimiento de UNASUR, una comunidad de 12 países latinoamericanos impulsada por el Brasil de Lula, puede apuntar en esa dirección o ser el enésimo intento fallido, pero señala que algo se mueve en América Latina al margen de Washington y Caracas.

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