viernes, 29 de octubre de 2010

Néstor Kirchner y el fin del peronismo



La inesperada por repentina -aunque ya anunciada por previsible- muerte de Néstor Kirchner deja Argentina sin resuello, en un momento en que el mundo no está para bromas. Caudillo al viejo estilo argentino, Kirchner condujo con puño de hierro la política y la sociedad argentinas durante una década, luego de haber sacado al país por las orejas del foso al que le arrojaron la destrucción moral y material que representaron las criminales Juntas Militares y la no menos criminal etapa presidencial de Carlos Menem.

En 2003 viajé por primera vez a Argentina. Lo que vi entonces fue un país que tras los primeros meses de presidencia de Kirchner, comenzaba a levantar cabeza de modo evidente. En el plano económico lo peor ya había pasado, pero era sobre todo en la actitud de la gente donde se notaba que se avanzaba firme en la recuperación. Tras el desastre final de la presidencia de De la Rúa y la concatenación de presidentes peronistas a los que casi no daba tiempo de jurar el cargo, con Kirchner el país recuperó fuerza, pulso y confianza. Con Kirchner la famosa vanidad argentina comenzaba a ganar terreno de nuevo al sentimiento extendido en los últimos años de ser el culo del mundo, y los jóvenes que tomaban el avión en Eceiza rumbo a Europa con un pasaporte español o argentino en el bolsillo ya no rompían el documento argentino en la sala de embarque, como hacían meses antes ante las cámaras de televisión extranjeras.

El precio de esta innegable recuperación fue el ejercicio del poder total por un personaje ambiguo, resabiado, probablemente corrupto y con seguridad, escasamente apegado a valores democráticos considerados fundamentales a este lado del Atlántico. Kirchner respetó la democracia formal, pero la vació de contenido; persiguió y encarceló a los militares genocidas de los años setenta, pero gobernó como si la nación le perteneciera; reagrupó en torno a sí intereses populares, pero los convirtió en instrumento de su poder a menudo coactivo sobre la sociedad. Kirchner fue también el presidente que manipuló las bandas de piqueteros convirtiéndolas en partidas de la porra a su servicio, con las que amedrentó opositores dentro y fuera de su partido, y el que fracturó el movimiento de las Madres y Abuelas de plaza de Mayo, poniendo a su servicio a una parte de ellas. También el que emprendió una cruzada sin cuartel contra los grupos de comunicación que no manifestaban adhesión inquebrantable a su persona. Y en fin, fue sin duda el ventrílocuo que manejaba los hilos de una presidenta por delegación, su esposa Cristina, a la que tenía previsto suceder en las próximas elecciones presidenciales ya desde antes de que ella tomara posesión de su mandato.

El peronismo se ha quedado sin el último dirigente que fue capaz de mal que bien mantener unido ese movimiento magmático y contradictorio, en el que se alinean toscos izquierdistas al lado de peligrosos fascistas en el más estricto sentido de la palabra. Un movimiento que fue fundado hace setenta años por un militar autoritario desde la admiración a la Italia de Mussolini. Hace apenas una semana, pistoleros de un sindicato gremial peronista asesinaron a tiros a un joven militante de extrema izquierda que protestaba con otros compañeros contra el modo en que se están destruyendo, en Argentina como en todo el planeta, las conquistas de los trabajadores a lo largo de un siglo de lucha.

El peronismo es un movimiento al que sus contradicciones internas condenan a estallar más pronto que tarde, sobre todo ahora que ha perdido la mano implacable que tiraba de sus riendas en estos últimos tiempos. Decenas de aspirantes se aprestan a la pelea, que ya ha comenzado a apuntar ante el mismo féretro del líder fallecido, con ese tinte tragicómico que tan bien retrató el escritor Osvaldo Soriano en su novela "No habrá más penas ni olvido", imprescindible para conocer de qué materiales está hecho el peronismo y sobre todo los porqués de tanto dolor y tanta payasada juntos.

Kirchner se ha ido de repente y Argentina observa con inquietud su desaparición, el mundo mira expectante hacia el gran país americano, y los buitres de este tiempo -desde el populismo chavista al capitalismo salvaje del FMI y la Reserva Federal- se aprestan a hincar ahí el pico para arrancar sabrosos bocados. Argentina necesita más que nunca por tanto de nuestra solidaridad, pero sobre todo de nuestro respeto.

1 comentario:

JMBA dijo...

Pobre Argentina, siempre llena su política de personajes equívocos. Y los únicos claros lo han sido por el lado malo.

La última vez que estuve en Buenos Aires fue en 1999, y entonces estaban instalados en una prosperidad ficticia y unos precios altísimos, que les llevó en poco tiempo al corralito.

Coincido contigo, Joaquim. Máximo respeto y solidaridad con el pueblo argentino. Y ojo con los halcones, de uno u otro signo.

Saludos.
José María