Cuando hace poco más de año y medio Alfredo Pérez Rubalcaba fue nombrado ministro de Interior y cesó en su cargo de Portavoz parlamentario, dejando de ser por tanto el principal muñidor socialista en Las Cortes, todo el arco político lamentó perder su experiencia y su clase en la negociación dentro y fuera del Congreso.
Eso sí, antes que en Interior, muchos habríamos preferido verlo entonces en Defensa (poniendo orden en los cuarteles, algo alborotados en aquellos días) o en Justicia (donde alguna vez habrá que meter la escoba y la lejía a fondo). Le tocó Interior en el momento en que se necesitaba un brazo fuerte y una cabeza de prestigio en ése ministerio que pilotara la negociación con ETA, pero quedaba la sensación de que al meterle allí se estaba desvistiendo a algunos santos y perdiendo la posibilidad de vestir adecuadamente a otros. Y es que Alfredo es sino un personaje insustuible, sí lo más parecido a eso que hoy por hoy tiene el PSOE.
Pérez Rubalcaba jamás ha aspirado a ser número uno de nada en su partido ni con seguridad lo será nunca, porque su voluntad -al contrario de tantos otros- es la de servir a su gente y a su país, y no servirse de ellos para sus propios fines. Terriblemente honesto y eficaz, cada vez que sube a la tribuna del Congreso corta más de una digestión en las bancadas de la derecha (que como es sabido, son ocupadas por otros grupos además de por el PP). Alfredo es además uno de los últimos socialdemócratas reales que quedan en los niveles dirigentes del PSOE, lo que le hace todavía más atractivo para unas bases hartas de la pandemia de social-liberales y "progresistas" sin ideología que anegan los despachos del Partido Socialista.
De su talante, como se dice ahora, da cuenta la respuesta que me dio al mensaje mediante el cual le felicité por su actuación durante la comparecencia de Zapatero ante la Comisión Investigadora del 11-M, sesión en la que Alfredo aplastó sin compasión al portavoz del PP, Eduardo Zaplana. "Se lo debíamos a las víctimas", me dijo. Efectivamente, así era: le debían a las víctimas el poner al PP frente a sus responsabilidades políticas, y Pérez Rubalcaba saldó la deuda en una tarde memorable.
En resumen, si Pérez Rubalcaba no existiera habría que inventarlo. Como ya existe, lo mejor sería clonarlo para que pudiera ejercer simultáneamente la mayor cantidad de responsabilidades posibles. La libertad y la democracia saldrían ganando con unos cuantos Rubalcabas más.
2 comentarios:
¡Ya lo creo!, ¡ojala se pudiera clonar a Rubalcaba!. Yo opino tambien que es lo mejorcito que tiene el PSOE y si lamenté que le pusieran en interior fue por no verle y escucharlecon mas frecuencia, siempre inteligente y con la frase justa.
Y aquí estoy de nuevo, vuelvo a tener el placer de leerte. He estado malita, una infección bronquial muy antipática unido a que mi viejo ordenata dijo:"basta".
Pero ya está todo arreglado, aunque con un placer menos ¡maldita sea!, pues me han prohibido fumar para los restos.
Te deseo que el año 2.008 te traiga mucha felicidad y que sea divertido.
Un fuerte abrazo
Marian
Hola Marian, me alegro de que te hayas recuperado. Ya verás como pronto notarás los efectos beneficiosos de haber dejado de fumar, te lo dice un ex fumador.
Feliz 2008 también para tí y para todos los lectores del blog.
Un abrazo.
Publicar un comentario