viernes, 25 de enero de 2008

Entre la Gestapo y Robocop. Horatio, el poli que viene


No sé si ustedes son seguidores de las series de policías en televisión. Me refiero a las series norteamericanas, por supuesto; las de producción europea y no digamos española, no pasan de ser meros remedos voluntariosos. Nada como el original.

La verdad es que siempre me ha llamado la atención la desproporción que hay entre el número de policías realmente existente incluso en un país como EEUU, y la cantidad de horas de emisión que se dedican a loar sus gestas en productos televisivos. Al cabo, resulta que los polis de la tele también tienen hijos respondones, hipotecas por pagar y un amigo que empina el codo más de la cuenta; entonces, si tan normales son, ¿por qué demonios invaden a todas horas nuestras pantallas caseras con sus problemas y su trabajo?.

La respuesta está en CSI, más concretamente en CSI Miami. A mí esta serie me fascina, lo reconozco. Nada hay en la tele tan infernalmente educativo como ella; nada tan pedagógico como su apuesta neta por una sociedad policial en la que los derechos del individuo y las libertades públicas hayan sido liquidadas de una vez por todas.

CSI Miami la protagoniza un tipo adusto y pelirrojo, que en la ficción televisiva es una especie de superpoli –mitad poli mitad científico- llamado Horatio, y al que sus subordinados llaman H. Cuando H. interroga a un sospechoso –en realidad, cualquiera que esté a su alcance es sospechoso de algo- el hielo cristaliza en la sala -¿de tortura?- donde reina Horatio el superpoli. Uno ve luego esos vídeos de ciertas comisarías de los Mossos d’Esquadra donde le dan de hostias o le tocan las tetas al detenido o detenida de turno, y no puede menos que suspirar ante trabajo tan artesano. H. no da de hostias a nadie, no lo necesita: él fulmina al interrogado con su verbo parco y medido, y sobre todo con la calidad pétrea de su mirada. El interrogado culpable acaba confesando -¡coño si confiesa!-, y el inocente termina por desgranar sus pecadillos ocultos –un tráfico de drogas al por menor por aquí, una pelea a puñetazos por allá- que Horatio, magnánimo, ignora, pues a él sólo le interesa cazar la Gran Pieza, el culpable del crimen que centraliza el episodio de esa noche.

Últimamente la serie se ha puesto un poco resbaladiza porque H. y sus muchachos andan persiguiendo terroristas por Miami, y eso queda un poco confuso: se supone que son los “boys” del cuerpo de Marines los que hacen el trabajo de cazarlos en Irak, que para eso están. Claro que si hasta la policía municipal barcelonesa va detrás de los moritos del Raval (antes Barrio Chino) porque alguien les ha soplado que preparaban atentados suicidas contra el metro de Barcelona, a ver por qué diablos mi Horatio no iba a poder dar buena cuenta de unos cuantos terroristas en el Miami sobre el que impera como una mistress del antivicio.

Yo cuando veo a Horatio en acción, inmediatamente pienso en los polis de la Gestapo que salen en las pelis en blanco y negro de cuando los norteamericanos luchaban por la libertad del mundo en lugar de pretender acabar con ella. Cierto que los nazis llevaban abrigo de cuero negro y sombrero de ala ancha, y que el pelirrojo H. por el contrario viste de cura fashion tirando a hortera, además de exhibir una frialdad general de androide computerizado, una especie de Robocop con gafas de sol de diseño. Pero no me negarán que el tipo con sus frases, sus miradas, sus poses y sus amenazas, y sobre todo con ese aire de “en cualquier momento me voy a comer tu hígado crudo sino me dices lo que quiero oír”, daría de puta madre como poli nazi.

En un episodio emitido hace tiempo se entablaba este ilustrativo diálogo entre Horatio y un policía de Nueva York, ciudad a la que se había desplazado H. persiguiendo a un criminal:

Horatio: Cuando cojamos a X., quiero prioridad. Quiero llevármelo a Florida para que lo asen en la silla eléctrica.

Poli de NY: En Nueva York también tenemos pena de muerte.

Horatio: Sí, pero hace muchos años que no se aplica.

Poli de NY: Tienes razón. ¡Qué porquería de políticos!.

En fin, que el modelo de poli del siglo XXI ya está aquí, aunque de momento sólo en nuestras teles. O eso nos gustaría creer.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, a mí también me fascina el CSI, aunque prefiero el de Las Vegas. es menos violento que Horacio y más cerebral.
Me llama la atención de la serie como refleja la situación laboral precaria de los CSI. Siendo científicos eso no es sostenible... Se supone que estos trabajos de alta cualificación necesitan de estabilidad laboral, y por tanto, emocional. ¿te imaginas un CSI cabreado con el acceso a datos sensibles lo que podría hacer?
Saludos desde Galicia.
manuelcendan.com

Joaquim dijo...

En realidad no son científicos, son superpolis con conocimientos científicos o científicos metidos a policías...Algo así.

Desconozco si la situación laboral real de los CSI tiene algo que ver con la de la serie. En todo caso, lo que nos intentan vender es que son "humanos", personas con problemas como los demás. Se trata en suma, de hacer más digestivo para el espectador el modelo de hiperpoli que proponen.

Un saludo, Manuel, me alegro de verte por aquí.