La gente que dirige el PSC tuvo la deferencia -o la humorada, según se mire- de organizar una fiesta buffet en conmemoración del 30 aniversario de la fundación del partido, reservada a quienes tuvimos participación directa en su creación y seguimos teniendo el carnet. La cosa estuvo francamente bien, entre otros motivos porque el acceso era como digo restringido a fundadores y sus acompañantes, y eso evitó ciertas presencias de "stars" actuales del socialismo catalán que seguramente habrían sido acogidas con todo menos con afecto.
Al parecer, quedamos vivos y al corriente de la cuota alrededor de un millar de los 4.000 ó 5.000 miembros que confluyeron en el entonces llamado PSC (PSC-PSOE) en 1978. El partido dice tener hoy 25.000 militantes y 50.000 simpatizantes, además de un millón y pico largo de votantes.
Anoche puede saludar a a gente a la que en algunos casos hacía años que no veía. A otros ya no los veré más, se fueron para siempre. Pienso no sólo en dirigentes como Joan Raventós, Maria Aurèlia Capmany, Adroher Gironella, Pep Jai, Ernest Lluch (asesinado por ETA), mi jefe y amigo Pau Cernuda... también en los viejos compañeros de barriada que habían hecho la guerra, el exilio, la clandestinidad, la Transición: gente sencilla, obrera en su mayoría, llegados aquí en las oleadas de inmigración del siglo XX, barceloneses de generaciones en otros casos.
De quienes echamos a andar la Agrupación de Nou Barris, el principal distrito obrero de Barcelona, no queda casi nadie: en la fiesta de anoche estuvo Alfonso Martínez (nos conocemos desde los tiempos del PSC-Congrés), Vicente y su mujer Dolores (dos valencianos que parecen sacados de una novela de Blasco Ibáñez), y Manuel Nieto (un obrero andaluz al viejo estilo). De los que viven, faltó Conrad Carreras (una leyenda del sindicalismo de la enseñanza en Catalunya), el pelirrojo Domingo (a quien por broma en aquellos tiempos llamábamos "Diumenge" -domingo, en catalán- y que por cierto, tenía una mujer guapísima), su amigo Paco (que era católico practicante, para escándalo de quienes entonces éramos jóvenes radicalmente izquierdistas), y alguno más. Me comentó Alfonso que hace poco habían muerto Francisco Sánchez, "el Murciano", un pedazo de historia viva del socialismo desde los tiempos del Moviment Socialista de Catalunya, allá por los años 50, y el maño Miguel Monera, pequeño de cuerpo pero tremendo cuando se enfadaba en las asambleas. Saludé a gente que en tiempos había tratado tanto, y a quienes ahora paso años sin ver: Xavi Bachs, Enric Llorens, Manoli "la de Federación" (¡se conserva idéntica!) ...
Hubo ausencias significativas: no apareció Raimon Obiols, aunque sí había un puñado de gente de su vieja guardia. Ernest Maragall estuvo, pero me pareció solo y desamparado. Narcís Serra habló poco, pero dijo cosas sensatas. Como colofón del acto protocolario, un Montilla inmisericorde nos largó un soliloquio plano e inacabable, una especie de discurso sobre el estado de la Nación absolutamente fuera de contexto (¡qué horror de hombre, empeñado en parecerse un poco más cada día a su caricatura del programa satírico "Polónia"!). Aburrió a las ovejas, y muchos asistentes terminamos por salir fuera del local a tomar el aire o fumar, según casos.
En fin, ya dice el tango que 30 años no son nada. Alguien me comentó ayer que en aquellos años "íbamos a cambiar el mundo, y resulta que ni siquiera hemos cambiado nosotros", o algo así. Bueno. Pienso yo que como en la canción de Labordeta, hemos empujado un poquito la Historia hacia la libertad, y que con eso ya podemos darnos todos por bien pagados. Con eso, y con poder decir: yo estuve allí, en el momento en el que brillaron todos los soles y creíamos -entonces sí- que todo podía hacerse y todo estaba al alcance de la mano.
La foto que ilustra este post es una imagen de un servidor en aquellos años. Ese era yo, y creo seguir siendo el mismo. Ustedes ya me entienden.
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