A pesar de los errores y de las sombras, aquellos años fueron los mejores de España desde el punto de vista de la transformación social, económica y cultural del país. Según historiadores de la talla de Paul Preston, de ése tiempo quedarán básicamente dos cosas: la normalización democrática y la modernización de los aparatos productivos. No hubo políticas sociales porque en esa etapa tocaba, lisa y llanamente, limpiar las cuadras en materia económica (y también en muchos otros ámbitos: el militar, por ejemplo). El precio más alto lo pagó la clase obrera, que vio -una vez más- preteridos sus anhelos a cambio de mejores substanciales en su calidad de vida.
Tocó en esos años en suma, realizar la revolución burguesa que la derecha liberal española jamás llevó a término (prefirieron pactar con la aristocracia y repartirse el poder con ella ya en el siglo XIX). Y por cierto, ése ha sido el drama de la izquierda española con opción de gobierno: hacer (o intentar hacer) aquello que las clases burguesas llevaron a cabo en toda Europa, pero no quisieron acometer en España. Quien lo dude desde la izquierda, que revise cúal fue el papel que jugó el PCE durante
Como me respondió una vez Preston a una pregunta que le formulé, de aquí a cien años los únicos personajes españoles del siglo XX que merecerán atención de los historiadores son Manuel Azaña y Felipe González. Él añadía a Juan Carlos de Borbón, pero imagino que mencionarlo junto a los otros dos fue una demostración de fina ironía inglesa.
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