El modelo turístico de Barcelona no funciona, y ello a pesar de que en cifras absolutas cada año nos visitan más turistas y dejan más dinero que el anterior; pero esto es sólo pan para hoy y hambre para mañana, habida cuenta la pérdida galopante de calidad del turismo que nos visita.
Los turistas que llegan a la Ciudad Condal desde mediados de los años noventa proceden en su mayoría de los estratos sociales más populares, con menor índice cultural y más bajo poder adquisitivo de Europa. En pocos años Barcelona se ha convertido en la Meca europea del turismo-basura, una ciudad en la cual es posible vivir por unos pocos euros la aventura absurda trufada de borracheras, sexo y gamberradas que en el propio país de origen no puede llevarse a cabo. De ahí el papel de lugar de iniciación soñado por millones de adolescentes europeos que ha adquirido esta ciudad en apenas una década.
En los indescriptibles establecimientos de souvenirs de la Rambla se venden, junto a los "typicals" sombreros mexicanos, unas camisetas en inglés que enuncian el "Trial Barcelona": Beber, comer y follar", ejemplificando con todo descaro este rol especializado que al parecer nos ha sido reservado (¿o nos hemos reservado nosotros mismos?) en la industria turística europea. Ese triple grito es la divisa de una gran parte de nuestros visitantes, de un turismo de masas que está haciendo verdadero daño a la ciudad.
Y lo que es peor, progresivamente la urbe entera va siendo modelada a gusto de este turismo-basura. Así van proliferando por todas partes los establecimientos de comida rápida, los bares al gusto británico, las pensiones turísticas ilegales en las barriadas periféricas, las tiendas de ropa y artículos de consumo de ínfima calidad pensadas para esta clase de compradores, y un sinfín de locales y actividades que cubren todo el espectro de sus necesidades y deseos.
Los fines de semana, por ejemplo, Barcelona es escenario de cientos de despedidas de soltero en las que participan grupos llegados de toda Europa, singularmente del Reino Unido. Resulta que organizar estas juergas gamberras en Barcelona les sale más barato que llevarlas a cabo en sus localidades de origen; no es de extrañar por tanto que en poco tiempo se haya desarrollado una verdadera industria turística alrededor de semejante fenómeno.
Alguien debería empezar a tomar medidas para cortar esta degradación, si es que aún estamos a tiempo.
Los turistas que llegan a la Ciudad Condal desde mediados de los años noventa proceden en su mayoría de los estratos sociales más populares, con menor índice cultural y más bajo poder adquisitivo de Europa. En pocos años Barcelona se ha convertido en la Meca europea del turismo-basura, una ciudad en la cual es posible vivir por unos pocos euros la aventura absurda trufada de borracheras, sexo y gamberradas que en el propio país de origen no puede llevarse a cabo. De ahí el papel de lugar de iniciación soñado por millones de adolescentes europeos que ha adquirido esta ciudad en apenas una década.
En los indescriptibles establecimientos de souvenirs de la Rambla se venden, junto a los "typicals" sombreros mexicanos, unas camisetas en inglés que enuncian el "Trial Barcelona": Beber, comer y follar", ejemplificando con todo descaro este rol especializado que al parecer nos ha sido reservado (¿o nos hemos reservado nosotros mismos?) en la industria turística europea. Ese triple grito es la divisa de una gran parte de nuestros visitantes, de un turismo de masas que está haciendo verdadero daño a la ciudad.
Y lo que es peor, progresivamente la urbe entera va siendo modelada a gusto de este turismo-basura. Así van proliferando por todas partes los establecimientos de comida rápida, los bares al gusto británico, las pensiones turísticas ilegales en las barriadas periféricas, las tiendas de ropa y artículos de consumo de ínfima calidad pensadas para esta clase de compradores, y un sinfín de locales y actividades que cubren todo el espectro de sus necesidades y deseos.
Los fines de semana, por ejemplo, Barcelona es escenario de cientos de despedidas de soltero en las que participan grupos llegados de toda Europa, singularmente del Reino Unido. Resulta que organizar estas juergas gamberras en Barcelona les sale más barato que llevarlas a cabo en sus localidades de origen; no es de extrañar por tanto que en poco tiempo se haya desarrollado una verdadera industria turística alrededor de semejante fenómeno.
Alguien debería empezar a tomar medidas para cortar esta degradación, si es que aún estamos a tiempo.
2 comentarios:
Tens tota la raó.
"Un sufridor" y això que visc a Les Corts i encara ,ira !!! Treballo a Passeig de Gràcia amb Gran Via ia ixò ja no hi ha qui o aguanti.Cada día la ciutat es mes cara i els beneficis son per cuatre usurers sense escrupols que pagan sous miserables.
Potser caldrà que els barcelonins començem a dir prou en veu alta, abans que definitivament Barcelona sigui el parc temàtic on vinguin a desbravar-se tots els adolescents amb picors d'Europa...
Salut, Jordi.
Publicar un comentario