martes, 12 de junio de 2007

La extraña pareja


El duro correctivo recibido este domingo por la izquierda francesa viene a confirmar la gravedad de la situación que atraviesa. En las elecciones legislativas galas recién celebradas, el PS acentúa su declive aunque se mantiene como fuerza mayoritaria en la izquierda, más que nada porque las demás organizaciones de este espacio político prácticamente han desaparecido: el PCF y Los Verdes rozan el 4’5 % de los votos cada uno, y esa amalgama sin orden ni concierto que es la extrema izquierda francesa sólo alcanza en conjunto el 3’5% de los votos.

La victoria de la derecha que lidera Sarkozy se ha producido pues más por incomparecencia de adversarios que puedan ser calificados como tales, que por unos méritos propios que en realidad son bastante escasos.

Aunque los males que aquejan a la izquierda francesa en general y a los socialistas en particular son muchos y diversos, dos resultan bastante notorios: la falta de liderazgo y la falta de programa político. Desde hace tiempo la izquierda francesa (y en general, buena parte de la europea) viene postulándose para el poder simplemente por el deseo de alcanzarlo o de permanecer en él, según casos. La desideologización y la falta de dirigentes cualificados están convirtiendo a las organizaciones de izquierdas en máquinas erráticas, pilotadas por gente mediocre carente de otra ambición que no sea permanecer indefinidamente al volante del invento y seguir viviendo de él.

En el PS francés se ha llegado a extremos escandalosos, como acaba de denunciar Manuel Valls, ex portavoz de Mitterrand y ex jefe de gabinete de Lionel Jospin, y uno de los pocos dirigentes aún jóvenes con bagaje político y visión de futuro. Valls se ha declarado "harto de que la vida política y especialmente la de mi partido gire en torno a una pareja". Y por ridícula que parezca esa situación, realmente es así.

Resulta simplemente esperpéntico que las diferencias de pareja entre Francois Hollande, secretario general del PS, y su "compañera sentimental", Sègolène Royal, "líder mediática" del PS, se acaben transformando en diferencias políticas y viceversa. Este sainete se ha agudizado aún más en la última campaña electoral, con Royal volcada en proponer una "apertura al centro" de Bayrou incluso orgánica como opción estratégica para el partido (es decir, un giro definitivo a la derecha que acabe de una vez por todas con el PS), y un Hollande temeroso de dar un paso en cualquier dirección por las reacciones que pudiera provocar en contra de su continuidad aunque sea nominal al frente de los socialistas franceses.

El senador Jean Luc Mèlenchon, líder del ala izquierda socialista, por su parte, rechazaba de plano cualquier posible aproximación ni siquiera táctica al "centrista" Bayrou, insistiendo en que la apertura del PS debe ser hacia la izquierda, hacia los restos del naufragio que van del PCF a los altermundistas, y que en cualquier caso un proceso de alianzas no puede resumirse simplemente en un eslogan electoral y debe ser analizado a fondo antes de ser formulado, algo que según todos los indicios Royal ni ha hecho ni pretende hacer.

Como se ve, en el seno del PS coexisten en estos momentos concepciones antagónicas de por dónde debe ir incluso la continuidad de esta opción política.

En todo caso, y sea cual sea la dirección final que se tome, parece urgente que los socialistas franceses se deshagan lo antes posible de esa extraña pareja que maneja el PS francés desde la mesa camilla del salón de su casa. Dirigir un partido de izquierdas no puede ser un asunto de familia.

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