De las elecciones del 27-M ha surgido un poderoso e inédito "hecho diferencial", que dibuja una nueva "nacionalidad" en eso que algunos llaman el "Estado Español": el Madrid del dúo Aguirre-Gallardón.
En ese territorio el triunfo arrollador de la ultraderecha española ha tenido lugar por partida doble: en su versión "hard" (Esperanza Aguirre) en la Comunidad de Madrid) y en versión supuestamente "light" (Ruiz Gallardón) en el Ayuntamiento madrileño. Son cientos de miles los votos que han separado a los candidatos del PP a las instituciones madrileñas de los que han obtenido los candidatos de izquierdas; dejando para más adelante el análisis de los deméritos de estos últimos, que en parte han favorecido o como mínimo allanado el triunfo de los derechistas, intentaré explicar por qué el PP ha ganado en Madrid del modo tan rotundo en que lo ha hecho.
En realidad, en ninguna otra autonomía, ni siquiera en aquellas en las que el PP ha reforzado su apoyo popular (País Valenciano y Murcia), se manifiestan con tanta potencia los rasgos que definen a esta "nueva derecha", surgida del maridaje entre el casticismo socio-político españolero más ranciamente reaccionario y los intereses financieros especulativo-delirantes cuando no abiertamente delictivos de los neocons anglosajonizados. El "Madrid de derechas" suma, resume y ejemplifica toda esa podredumbre económica, social, política y cultural, bifronte como un Jano perverso pero con un solo rostro en lo esencial.
Existe en Madrid una amplia base social que da apoyo a ese proyecto, cuya proyección al conjunto de España ha fracasado, salvo en zonas muy concretas al encontrar perfiles sociológicos no receptivos. Las razones del éxito obtenido en la capital del Estado y su entorno tienen que ver precisamente con el perfil sociológico y hasta antropológico del Madrid creado por la "Longa Noite de Pedra" a la que aludía el poeta Celso Emilio Ferreiro: la dictadura franquista. Con todo, ya antes de la guerra de España, Madrid había sido una ciudad dividida entre el impulso democrático y revolucionario de un lado y el casticismo reaccionario del "¡Vivan las caenas!", del otro (basta recordar episodios tan significativos como el motín de Esquilache o, más próximamente a nuestros días, el apoyo en la calle a las guerras coloniales en Cuba, Filipinas y Marruecos).
Sin embargo, es tras la victoria franquista cuando Madrid será definitivamente moldeado a gusto al convertirse en la ciudad-residencia de las castas funcionariales ligadas al Nuevo Estado. La burocracia estatal corrupta y sus parásitos asociados (empresarios venales, comerciantes sin escrúpulos, financieros especuladores... buscavidas de toda laya, en suma), toman posesión de la ciudad y se van extendiendo por ella hasta poseerla e impregnarla. Con todo, por razones obvias, un fuerte componente obrero y popular siguió habitando los barrios viejos, y sobre todo pobló los nuevos barrios periféricos en los años de la inmigración del campo a la ciudad.
Es al dispararse la especulación inmobiliaria durante los años noventa del pasado siglo cuando Madrid se convierte finalmente en lo que socialmente es hoy, al verse expulsadas de la ciudad las clases sociales con rentas inferiores y sobre todo, los jóvenes, forzados a buscar vivienda fuera de una urbe donde el coste de la vida en general y el de la vivienda en particular ya sólo están al alcance de las clases adineradas.
Es así como Madrid se ha convertido en un feudo, en un castillo fortificado para la derecha. Alrededor de la ciudadela se va extendiendo la metástasis que devora los municipios adyacentes, convertidos en urbanizaciones de lujo y colonizados por los nuevos ricos una vez se ha expulsado a sus antiguos habitantes. Al sur de la capital queda el "Madrid pobre", cuyos ayuntamientos han de pelear a brazo partido con el gobierno autonómico para conseguir recursos con los que mejorar la vida de sus ciudadanos, cuando unos pocos kilómetros más al norte se entierran miles de millones de euros en obras faraónicas que publicitan la pugna entre dos egos enfrentados a muerte, el de la presidenta regional y el del alcalde de la capital.
Pronto este hecho diferencial irá adquiriendo dimensión político-institucional, a medida que Madrid vaya distanciándose del modelo que sigue el resto del país. Es así como en breve vamos a ver el surgimiento de un "regionalismo madrileño" con connotaciones que se piensa sólo poseen las "nacionalidades históricas": reivindicación de una fiscalidad propia, del control autonómico total sobre los servicios públicos, de la proyección exterior de la comunidad al margen del Estado...
Al cabo, en el fondo de todo nacionalismo subyace el deseo de la burguesía local de hacerse por completo con el control de los recursos generados en "su" territorio, y el Madrid actual no tendría por qué ser la excepción a ese esquema universal.
2 comentarios:
Se extiende la idea de que Madrid ya es la única comunidad autònoma independiente.
Xavi
Exacto. Y más que lo será si, como parece, el PP pierde las próximas generales con cierta holgura.
Un saludo.
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