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jueves, 19 de marzo de 2009

Ratzinger en África


Hace escasamente 20 años, el SIDA era para la Iglesia católica “un castigo de Dios” por los pecados de la “sociedad moderna” tales como la “promiscuidad sexual” y la “búsqueda continua del placer”. En una sociedad como la española, que sigue conservando un poso meapilas considerable, tal "doctrina pastoral" sirvió para criminalizar y marginar a los infectados, añadiendo así un sufrimiento mayor si cabe al proporcionado por una enfermedad que entonces resultaba una sentencia de muerte a corto plazo.

Tuvieron que morir muchos millones de personas para que el SIDA fuera aceptado socialmente como una enfermedad cualquiera, como la diabetes o el cáncer de pulmón, y despojada por tanto de culpabilidades para quien la sufría. Hoy se ha mitigado considerablemente el rechazo social a los enfermos de SIDA, al menos en los países occidentales, pero queda pendiente no sólo el tratamiento médico de los enfermos en el Tercer Mundo sino sobre todo, y previo a él, su tratamiento social. En ese sentido, y cuando tanto se insiste en la profilaxis para combatir ésta y cualquier otra enfermedad, es sencillamente criminal ir a países en los que el SIDA es una pandemia a predicar precisamente contra el uso del único elemento profiláctico útil del que se dispone, el preservativo.

Conductas como la de Ratzinger deberían estar tipificadas penalmente y ser perseguidas por tribunales internacionales, en la medida en que está alentando una hecatombe humana de dimensiones tales que por el número de muertos que está produciendo sobre todo en los países pobres, debe haber superado ya de largo las causadas por el Holocausto impulsado por los nazis.

martes, 30 de septiembre de 2008

Darth Vader en el Poder Judicial español



La toma de posesión del nuevo presidente del Poder Judicial español, Carlos Dívar, se convirtió en un aquelarre litúrgico, donde la ultraderecha política y social española lució sus más tenebrosas galas.

La foto de portada de El País de hoy es impagable: “el jefe” del aparato judicial español, un altísimo representante del Estado "no confesional" (así al menos lo define la Constitución vigente), se inclina como un vasallo medieval ante el Darth Vader de la Iglesia católica española, el cardenal primado Antonio María Rouco Varela. La "entrañable amistad" que dicen une a Dívar y Rouco no parece tan extraña, si se tiene en cuenta que el señor Carlos Dívar se ha hecho famoso repartiendo rosarios a los funcionarios a sus órdenes.

Ahora que si piensan que el tal Dívar y sus amiguetes son simplemente unos ingenuos que sólo aspiran a tocar la cítara eternamente junto a Dios Padre, andan muy equivocados. Los puntos sobre las íes los puso al acabar el acto un tal Trillo, también miembro del Poder Judicial, quien sin percatarse de que un micrófono seguía abierto le espetó a Carlos Dívar: "¡Ya eres el jefe, coño!". Así pues, en el ámbito judicial, el Imperio contraataca.

A los asesores de Zapatero que indujeron el pacto con la derecha mediante el cual se le ha entregado a ésta el gobierno de la judicatura, deberían colgarlos de los huevos en una plaza pública.

miércoles, 6 de febrero de 2008

La Iglesia católica, responsable del genocidio de Ruanda

La Audiencia Nacional española acaba de dictar por medio del juez Andreu un auto sorprendente, por el que procesa a 40 militares ruandeses por "delitos de genocidio, crímenes de lesa humanidad y terrorismo por los hechos que ocurrieron en el país en los años 90", acusándoles de la muerte de más de cuatro millones de ruandeses y del asesinato de nueve españoles.

Según cuenta El País, "el actual presidente, Paul Kagame, no ha sido procesado porque la jefatura del Estado le concede estatus de inmunidad. Sin embargo, el magistrado advierte de que existen pruebas suficientes de la participación en la matanza". El juez Andreu "ha dictado órdenes de detención internacional contra los procesados, a quienes acusa de tomar el poder por la fuerza e instaurar un régimen de terror en el país realizando "horrendos crímenes" contra la población civil, la mayoría de etnia hutu. La estrategia de exterminio culminó "bajo el pretexto de razones de seguridad" con la "invasión y conquista" de la República Democrática del Congo.

Entre los crímenes de los que se acusa a los militares están las muertes de seis religiosos y tres cooperantes españoles en los campos de refugiados en los que trabajaban. De los testimonios aportados por los 22 testigos, se deduce que para asesinar a personas de raza blanca era necesaria una orden de la cúpula militar.

El auto se desliza luego hacia los terrenos del puro y burdo panfletarismo al cargar frontalmente contra la ONU, a quien se responsabilidad "en alto grado" de las matanzas, pues su agencia para los refugiados, ACNUR, "puso en marcha un programa de repatriación forzosa a partir de 1996 en los campos de refugiados de Congo, donde había más de un millón de ruandeses. El programa provocó una matanza aún mayor cuando regresaban a Ruanda. Además, a los refugiados que no querían regresar, ACNUR les amenazaba con regresar al día siguiente con los soldados, por lo que muchos eligieron el suicidio". Nadie, jamás, tuvo noticia de lo que se relata en ése párrafo, que contradice abiertamente cuanta información se ofreció en su momento y figura en las hemerotecas.

El auto del juez Andreu se produce, dice El País, "después de que el Foro Internacional para la Verdad y la Justicia en el África de los Grandes Lagos interpusiera una querella en la Audiencia Nacional en 2005 contra los dirigentes de Ruanda por el asesinato de nueve españoles".

La verdad es que al auto no hay por donde cogerlo. De entrada, resulta como mínimo sorprendente que se procese a hombres pertenecientes precisamente a la etnia masacrada en las brutales matanzas de los años noventa en Ruanda, los tutsis. En efecto, el Gobierno actual de Ruanda está formado por tutsis (etnia minoritaria en el país) y hutus moderados (es decir, aquella parte de la etnia mayoritaria que no se implicó en las matanzas). Las matanzas de Ruanda fueron como es sabido y probado, incitadas y convocadas por la Iglesia católica local, de etnia hutu y lengua francesa, y conectada desde siempre con los intereses políticos, económicos y militares franceses en la región. Desde la radio católica de la capital ruandesa, Radio de Las Mil Colinas, se llamó a los hutus a masacrar a los tutsis (existen grabaciones estremecedoras de esos programas radiofónicos), y en esa tarea macabra de asesinar hombres, mujeres y niños indefensos participaron activamente y no sólo como inductores clérigos católicos y miembros de la jerarquía eclesiástica ruandesa, incluído algún obispo procesado años después.

Los tutsis supervivientes (de lengua inglesa y protestantes) huyeron al Congo, donde se organizaron militarmente con apoyo de EEUU, retornaron a Ruanda y derribaron a tiros al gobierno hutu genocida. Es decir, los refugiados en el Congo eran los perseguidos por un gobierno genocida y por tanto, cuando éste cayó y la guerrilla tutsi tomó el poder, regresaron a su país. Es absurdo sostener pues que "fueron masacrados al retornar", ¿por qué iban a masacrarles los suyos?. Ni la ONU ni ningún organismo internacional ni ONG independiente alguna ha acusado a los tutsis de vengarse mediante otro genocidio, al contrario: siempre se le ha reconocido internacionalmente al actual Gobierno sus esfuerzos en pro de la reconciliación entre comunidades, y su interés en paliar los efectos brutales del genocidio ruandés.

Más tarde las fuerzas ruandesas del Gobierno de Paul Kagame ocuparon el este del Congo y contribuyeron a derribar a Mobutu (otro peón de los franceses), substituyéndolo por Kabila (peón de los norteamericanos). En suma, lo que se está librando en esta parte del mundo desde los años sesenta es una guerra geoestratégica feroz por causa del choque entre dos imperialismos, el francés y el norteamericano, por el control de los recursos naturales de Africa. Las piezas del dominó van cayendo a favor de EEUU en la dirección Este a Oeste, y los regímenes títeres de Francia van quedando constreñidos a la franja atlántica del continente. En esa estrategia, la Iglesia católica y francófona pugna duramente desde hace décadas con los misioneros protestantes anglosajones, y presta apoyo logístico y legitimación ideológica a los regímenes afines. Hace algunos años, sin ir más lejos, un fiscal italiano implicó al entonces arzobispo de Barcelona, Ricard Maria Carles, en una trama que obtenía miles de millones de dólares en la región de los Grandes Lagos controlando toda clase de tráficos de esos que en Occidente se consideran ilegales; Carles llegó a estar reclamado por la justicia italiana, no pudiendo viajar a Italia hasta que se consiguió enterrar el asunto y archivar la investigación , tras haber apartado al fiscal husmeador del caso y haberle arruinado la carrera profesional.

Es en ese contexto de lucha entre diferentes sectas cristianas en el marco de un conflicto geoestratégico en el que hay que insertar la muerte de los nueve religiosos y supuestos cooperantes españoles, así como la de misioneros de otras sectas cristianas enfrentadas a la católica.

Lo que está ocurriendo ahora con Ruanda es consecuencia de que el Gobierno de reconciliación tutsi-hutus moderados pusiera en su momento en el disparadero a la Iglesia católica, al denunciar ante el mundo con apoyo de ACNUR su participación en el genocidio ruandés. La Iglesia católica internacional se venga promoviendo una campaña de acoso al gobierno de Kagame, y para ello no duda en usar organizaciones afines (sólo hay que ver qué personas integran ese "Foro Internacional para la Verdad y la Justicia": nombres como Pérez Esquivel y Mayor Zaragoza, sin ir más lejos).

Resulta extremadamente penoso que en esa campaña se implique a la Audiencia Nacional española en el intento torticero de desviar las responsabilidades históricas del genocidio ruandés, falsificando la Historia al convertir a las víctimas en verdugos, aprovechando que el paso del tiempo y la desinformación de nuestras sociedades permite esta clase de manipulaciones.


lunes, 29 de octubre de 2007

Los herederos de los verdugos exhiben su bandera

Banderas fascistas españolas en la plaza de San Pedro, en Roma, durante la ceremonia de canonización de los "Mártires de la Cruzada", 28 de octubre de 2007 (foto de El País).

viernes, 26 de octubre de 2007

A qué vas tú al Vaticano, Moratinos?


Por increíble que parezca, y si la sensatez no termina finalmente por abrirse paso en el Consejo de Ministros español, Miguel Angel Moratinos, ministro de Asuntos Exteriores del gobierno Zapatero, estará presente en el acto de canonización de casi 500 "mártires de la Cruzada" fascista en España.

Entender qué demonios se le ha perdido al gobierno español actual en ése aquelarre clérico-fascista, que de aquí a unos días se celebrará en Roma a mayor gloria de la autojustificación del papel carnicero jugado por la Iglesia católica española, que en el período 1936-1939 se manchó directamente las manos con la sangre de cientos de miles de españoles siendo luego cómplice necesario y legitimador del oprobio, la opresión y el latrocinio que reinaron en este país durante los siguientes cuarenta años, es algo que con seguridad se nos escapa a la inmensa mayoría de quienes votamos las listas socialistas el 14 de marzo de 2004.

¿Por qué la Iglesia no canoniza a ése cura mallorquín del que hablaba una reciente carta al Director en El País, que fue fusilado por los franquistas por ejercer la caridad cristiana y ayudar a huir de la isla en manos de los militares sublevados a muchos de sus conciudadanos, personas honradas perseguidas por aquellos criminales? ¿Por qué el Vaticano no eleva a los altares a las docenas de curas vascos asesinados por los franquistas tras ocupar Euskadi los rebeldes?. ¿Por qué Ratzinger no hace santos a los republicanos españoles gaseados en los campos de exterminio del régimen nazi, al que por cierto sirvió como cachorro en las Juventudes Hitlerianas y del que jamás ha adjurado explícitamente?. Preguntas que nunca tendrán respuesta, es obvio.

Leía estos días que "sólo" en la provincia de Córdoba, la Iglesia reivindica 150 "mártires de la Fé" (curas, monjas, seminaristas...). Bien, pues en ésa misma provincia, investigaciones documentadas elevan a 10.000 las personas que fueron asesinadas durante la represión franquista en la guerra y la inmediata postguerra por defender la libertad, la democracia y el Gobierno legítimo: la mayoría de ellas siguen enterradas en cunetas de carreteras o junto a paredes de cementerios.

El abismo de las cifras de víctimas producidas por uno y otro bando es pues insalvable, simplemente. No hay proporción ni comparación posible.

Pero es que además, la inmensa mayoría de los muertos en la retaguardia republicana lo fueron en las primeras semanas de la guerra, fruto del descontrol subsiguiente a la quiebra del Estado producida precisamente por la rebelión militar, en la que por cierto muchos eclesiásticos de todos los rangos tomaron parte como azuzadores en los años anteriores o participando directamente en ella una vez iniciada. Por contra, la represión en la retaguardia franquista fue fríamente planificada, dirigida y ejecutada desde los propios aparatos del Nuevo Estado, y duró de hecho hasta dos meses antes de la muerte del dictador; fue en septiembre de 1975 cuando se produjeron los últimos cinco fusilamientos ordenados por él.


Un Gobierno no ya de izquierdas sino simplemente democrático y decente no puede estar presente en una mascarada como la que se anuncia, fabricada a mayor gloria de la campaña electoral del Partido Popular y de la reivindicación de un pasado criminal en el que la Iglesia católica española fue actor importante. Y menos aún puede intentar justificar ésa presencia con el argumento absurdo de evitar que el PP capitalice el acto; allá la derecha española si quiere seguir apegada a sus raíces y orígenes inequívocamente franquistas.

Zapatero a tus zapatos y Moratinos a los suyos, que marzo de 2008 está muy cerca y nosotros, quienes os llevamos a la Moncloa hace cuatro años, también tenemos memoria. Y muchos mártires.