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martes, 31 de agosto de 2010

ONG's, el circo de la caridad laica


En un mundo en el que la izquierda ha perdido la ideología, entendida ésta en la acepción popular como conjunto de valores y representaciones que dan sentido a la acción política, las llamadas Organizaciones No Gubernamentales (ONG's) han venido a llenar en parte ese vacío, facilitando una válvula de escape a energías no encauzadas políticamente. También de alguna manera, han substituido a las antiguas organizaciones caritativas de carácter religioso, en su mayoría desprestigiadas por el paso del tiempo y los escándalos financiero-mafiosos, sobre todo los relacionados con la Iglesia católica (casos Marcinkus, IOR, Banco Ambrosiano, y un largo etcétera). Por decirlo de una manera gráfica las ONG's son una especie de Domund laico, a través del cual los donantes creen intervenir en la mejora del mundo al tiempo que tranquilizan sus conciencias entregando un poco de su tiempo o unas monedas, que se emplean en abrir un pozo de agua en una afortunada aldea africana (rodeada por centenares de otras aldeas que quedan sedientas) o en enviar a la escuela a un niño indígena latinoamericano (mientras el resto de niños de su familia y del vencindario siguen trabajando como esclavos en el campo o en las fábricas). En el mejor de los casos, una pérdida de tiempo y esfuerzos.

Regresaba de un viaje a Cuba a mediados de los años noventa. Mientras estaba esperando para embarcar en el aeropuerto de La Habana, me presentaron a un médico español que volvía a Madrid luego de haber pasado sus vacaciones de verano colaborando con el Sistema de Salud cubano (que en aquellos años todavía funcionaba con cierta eficacia). Me contó este hombre, al parecer uno de los fundadores de una conocida ONG integrada por médicos, cómo fue que decidió romper toda vinculación con ese tipo de organizaciones. Años atrás se encontraba en un poblado de un país centroafricano inmerso en una de esas endémicas guerras civiles que asolan África. En la choza que usaban como ambulatorio entró arrastrándose un miliciano macheateado, mientras sus perseguidores armados rodeaban el lugar. No entraron a buscarle al ambulatorio, porque en aquél conflicto -como en la mayoría de conflictos neocoloniales- los blancos son intocables, y entrar a por él hubiera ocasionado un problema no deseado; se limitaron a esperarle fuera. El médico contaba que curaron al herido lo mejor posible, siendo todos conscientes de que aquél hombre estaba muerto en cuanto saliera de la choza, lo que efectivamente ocurrió al cabo de unos días cuando, ante lo insostenible de la situación, el tipo decidió salir. Le remataron en la misma puerta, ante los ojos de los voluntarios europeos que le habían atendido.

Lo cierto es que las ONG's no sirven para nada porque no cuestionan las estructuras de poder. Siempre me han hecho sonreír esos mensajes de Amnesty International en los que se pide que para solicitar la liberación de tal o cual preso político "se envíen mensajes cortésmente redactados" a reputados asesinos con mando absoluto en dictaduras criminales. ¿Cortésmente redactados? De vez en cuando les juegan el juego, y sueltan a algún prisionero o permiten que se levante un hospital de juguete en sus dominios; pero nada substancial cambia, al contrario. Lo peor de la caridad es precisamente que resulta el mejor sostén de la injusticia.

Y hablo de ONG's más o menos "limpias". Luego están las que funcionan como un mero mecanismo para evadir impuestos, blanquear dinero o como puras correas de transmisión de inversionistas a la caza de mercados vírgenes. De un tiempo a esta parte un número cada vez mayor de ONG's se asocian con grandes empresas transnacionales, de manera que aquellas reciben "donativos" importantes y éstas blanquean su podrida imagen de explotadores de personas y recursos. Por lo demás, cualquier ONG consolidada no es más que una empresa con directivos y empleados a sueldo y una maquinaria administrativa y propagandística que consume ingentes recursos económicos, en buena medida allegados mediante subvenciones públicas. Los escándalos internos y las relaciones no santas son a menudo tapadas por los medios de comunicación de masas, que interesadamente les encubren en la medida que son organizaciones con "buena prensa" en amplios sectores de la sociedad.

De todos modos de un tiempo a esta parte, estamos empezando a asistir al declive de este invento, en la medida en que cada vez más personas perciben el lado oscuro progresivamente creciente de este verdadero negocio de la caridad. A medio plazo el futuro de las ONG's es extinguirse, al haberse convertido en dinosaurios que necesitan mucho dinero y mucho consenso social para mantenerse en pie. En una etapa de crisis generalizada del sistema económico-político del cual forman parte y sin el cual no se explican, el derrumbe en cadena de estas organizaciones es sólo cuestión de tiempo.

miércoles, 17 de marzo de 2010

lunes, 16 de noviembre de 2009

Ignacio Ellacuría jamás será santo


Un artículo de Prudencio García en El País nos devuelve el recuerdo de un hecho trágico acaecido en El Salvador hoy hace justamente 20 años, un hecho que entonces sacudió la conciencia de muchos y ahora parece olvidado casi por completo: el asesinato colectivo de Ignacio Ellacuría, rector de la Universidad Centroamericana (UCA), de otros cinco compañeros jesuitas españoles y de dos mujeres que les atendían en su residencia del campus universitario, cometido por fuerzas militares salvadoreñas en "misión especial".

El martirio de Ellacuría y los otros fue escandalosamente ignorado entonces por una jerarquía católica obsesionada en el descubrimiento de "comunistas infiltrados" en el seno de la Iglesia. A finales de los ochenta la llamada Teología de la Liberación estaba en retroceso en toda la América no anglosajona, en parte por causa de las persecuciones sufridas y en parte por su propia incapacidad para alumbrar o dar soporte claro a un proyecto político de cambio social real. Quizá por ello se consideró que era el momento de apuntillarla físicamente en aquellos países en los que la injusticia social propiciaba que la Guerra Fría se tornara caliente, allí donde había enfrentamiento armado entre quienes querían cambiar las cosas y quienes pretendían que todo siguiera como en los tiempos de la Colonia o incluso antes. Ya saben, la eterna dialéctica entre quienes lo tienen todo y quienes nada tienen que perder salvo sus cadenas, como decía Marx.

Pues bien, una de esas líneas de confrontación pasaba por El Salvador. Por una serie de circunstancias que sería prolijo narrar ahora, en el país salvadoreño de modo especial y en general en toda Centroamérica florecían las comunidades cristianas de base y los curas, monjas y hasta obispos comprometidos con la causa de los humillados y ofendidos de la tierra. Entendámonos, no se trataba tanto de curas trabucaires o guerrilleros al viejo estilo español, sino de personas muy formadas intelectualmente que llegaron al convencimiento de que de haber un Dios, no podía ser tan cabrón como para bendecir que entre 20 ó 30 familias explotaran en beneficio propio los recursos enteros de un país dejando en la miseria más penosa al resto de sus teóricos compatriotas.

Ya en los años sesenta y setenta hubo algunos asesinatos de curas a cargo de los eufemísticamente llamados "escuadrones de la muerte", meros "grupos de tarea" creados por el poder militar para desarrollar las acciones más sucias encomendadas por las oligarquías locales. Pero hasta la desaparición de Pablo VI tales crímenes no contaban con la bendición apostólica (recuerden aquella frase de Pablo VI cuando se enteró de que la oligarquía brasileña había puesto precio a la cabeza de mi paisano el obispo Pere Casaldàliga: "Quien toca a Pedro toca a Pablo"). Fue durante el pontificado de Juan Pablo II y su Cruzada anticomunista en Europa y América (librada en estrecha colaboración con la CIA y otras agencias de virtud más que dudosa), cuando los pistoleros uniformados o de paisano comenzaron a cazar "curas rojos" en la América del centro y del sur como si abatieran patos salvajes ("Sea patriota, mate un cura", era un lema pintado en las calles por la ultraderecha salvadoreña).

Entre las piezas cobradas en aquellos años destacan precisamente los casos del arzobispo Oscar Arnulfo Romero y de Ellacuría y los jesuitas de la UCA, amén de una legión de monjas (francesas en Argentina, norteamericanas en El Salvador), y seglares líderes de movimientos católicos de base (como Chico Mendes, en Brasil). Ninguno de los entonces martirizados ha subido a los altares, obviamente. Más que nada porque resultaba entonces y sigue siendo imposible ahora que fueran santificados por quienes habían permitido, consentido o según casos quizás ordenado, su alevoso asesinato. El brutal silencio del Vaticano en relación con esas "muertes de perro" es tan clamoroso como significativo.

Dado el tiempo transcurrido y la desinformación existente sobre estos asuntos, quizás alguien piense que gente como Ignacio Ellacuría en realidad eran soldados voluntarios de una guerra sin cuartel, personas que habían tomado partido en un conflicto armado. Nada más lejos de la realidad. Respecto a la guerrilla, Ellacuría se mostraba tan duro y exigente con las prácticas terroristas del FMLN salvadoreño como con las del ejército oligárquico. Nadie pudo probar nunca que los jesuitas de la UCA anduvieran en asuntos de armas. Es evidente que no les mataron por eso, sino porque ellos representaban una conciencia intelectual que no sólo movilizaba a la población salvadoreña sino que alcanzaba repercusión mundial, sobre todo a través de los medios europeos. Había que cerrarles la boca, que esa sí era el arma verdaderamente peligrosa que manejaban aquellos curas y a la que más temían los oligarcas salvadoreños y sus perros de presa uniformados.

Algunos años más tarde hubo un juicio, y militares de bajo rango fueron condenados a prisión. Una fantochada más, porque todo el mundo sabía que aquellos crímenes no fueron concebidos en el caletre fanatizado de un idiota con galones de teniente. Los asesinatos de que hablamos fueron ordenados por los más altos niveles de la jerarquía militar, eso ya es sabido: sus nombres han sido publicados, y sus rostros mostrados en reportajes televisivos. Pero tampoco son ellos quienes, al cabo, tienen la mayor responsabilidad. En realidad, los apellidos de quienes ordenaron a los militares esas acciones terroristas jamás se mencionarán ni se conocerán sus rostros, en aras precisamente a la "reconciliación nacional", y ello aunque sean bien conocidos: son los de las familias oligárquicas salvadoreñas, que naturalmente siguen disfrutando de un poder económico y social idéntico al de hace 20 años, cuando tal día como hoy Ellacuría y sus compañeros eran abatidos a tiros por militares salvadoreños a sus órdenes.

¿Entienden ahora por qué Ignacio Ellacuría jamás será santo?.

En la imagen, los cuerpos de algunos de los asesinados el 16 de noviembre de 1989 yacen sobre el césped de la UCA.

jueves, 9 de abril de 2009

Piratas en Somalia


Desde hace varias décadas los barcos españoles pesqueros y mercantes son conocidos y temidos en muchos mares del mundo, y singularmente en la costa africana occidental, de Marruecos a Angola. Además de ser verdaderos depredadores de los recursos pesqueros ajenos, a menudo embarcaciones bajo bandera española se han visto envueltas en operaciones de tráfico de armas y de drogas, algo que se publica con cuentagotas en los medios españoles pero que no por ello es menos real.

Arrasar caladeros es una especialidad de las flotas pesqueras española y japonesa, pertenecientes ambas a países con elevado consumo de pescado y marisco, cuyos buques se ven obligados a buscar zonas de captura cada vez más alejadas y arriesgadas a medida que, como las plagas de langosta, van exterminando a su paso recursos pesqueros ajenos. En ese sentido, el Cuerno de África se ha convertido en los últimos años en un polo de atracción importante para los grandes barcos frigoríficos de estas dos nacionalidades, y de algunos otros países que siguen su rumbo. Pescar en ricos caladeros de países desestructurados tiene, entre otras ventajas, la de no tener que pagar ninguna clase de derechos de pesca a Estado alguno. Es así como se ha arruinado la pesca artesanal en esa zona del mundo, obligando a los pescadores locales a poner en marcha un negocio que para ellos es mucho más interesante que morirse de hambre: la piratería.

El problema de Puntland, la región del norte de Somalia que se ha convertido en la moderna Isla de Tortuga de los piratas del siglo XXI, no es tanto que el Estado somalí haya dejado de existir e impere en ella el caos y la ley del más fuerte -que también-, sino sobre todo el que la tradicional industria pesquera artesanal ha sido arruinada por la brutal competencia de los grandes buques europeos, que esquilman la pesca de un modo salvaje e irrecuperable. Por otra parte, los beneficios de la piratería riegan también generosamente otras zonas insospechadas del mundo: la intermediación en las negociaciones para la liberación de personas o mercaderías secuestradas se lleva generalmente desde prestigiosos despachos de abogados londinenses, que naturalmente cobran sustanciosas minutas sobre los rescates pactados.

Y en fin, los intereses que se amparan tras las lágrimas de cocodrilo de las grandes empresas armadoras quedaron bien patentes hace apenas unas semanas, cuando el Parlamento español votó favorablemente una moción que permite dar cobertura militar a los barcos de pesca y transporte en el área donde menudean los ataques de piratas somalíes. Esa propuesta legislativa, -impulsada por Josu Erkoreka, portavoz parlamentario del Partido Nacionalista Vasco (PNV)-, responde a la defensa de los intereses de importantes compañías marítimas vascas relacionadas con el negocio de la pesca; se votó justamente antes del comienzo de la presente temporada de capturas, en la que sólo en la especialidad de atuneros están faenando frente a las costas de Somalia nada menos que doce grandes buques frigoríficos vascos.

Aprovechando la coyuntura, diversas empresas de transporte marítimo se han acogido a la protección militar para continuar sus muy rentables tránsitos por esos mares. Es el caso de Repsol, que en estos días ha solicitado protección militar para dos petroleros que transportan crudo sacado de Irak, en lo que parece un ensayo de posteriores transportes, así como el de otra empresa española que ha logrado un multimillonario contrato para colocar cable submarino en la zona.

La protección militar a estos muy privados intereses se paga obviamente con cargo a los Presupuestos Generales del Estado, lo que no deja de ser curioso en un país como España, en el que hasta los edificios institucionales están protegidos por vigilantes pertenecientes a compañías privadas de seguridad. ¿Por qué los grandes armadores pesqueros y las compañías como Repsol o los transportistas de contenedores no se pagan seguridad privada cuando navegan por África Oriental? ¿por qué hemos de pagar entre todos sus facturas, y arriesgar la vida de nuestros soldados defendiendo sus intereses y negocios particulares?.

El abuso no es pues sólo sobre los africanos y sus recursos naturales sino también sobre los propios ciudadanos europeos, en la medida en que España ha conseguido embarcar en la defensa de la "libertad de navegación" sostenida a punta de cañón a toda la Unión Europea. Una verdadera historia de piratas ésta, sólo que en la realidad los papeles están cambiados en relación con la que suele aparecer en los medios.

jueves, 19 de marzo de 2009

Ratzinger en África


Hace escasamente 20 años, el SIDA era para la Iglesia católica “un castigo de Dios” por los pecados de la “sociedad moderna” tales como la “promiscuidad sexual” y la “búsqueda continua del placer”. En una sociedad como la española, que sigue conservando un poso meapilas considerable, tal "doctrina pastoral" sirvió para criminalizar y marginar a los infectados, añadiendo así un sufrimiento mayor si cabe al proporcionado por una enfermedad que entonces resultaba una sentencia de muerte a corto plazo.

Tuvieron que morir muchos millones de personas para que el SIDA fuera aceptado socialmente como una enfermedad cualquiera, como la diabetes o el cáncer de pulmón, y despojada por tanto de culpabilidades para quien la sufría. Hoy se ha mitigado considerablemente el rechazo social a los enfermos de SIDA, al menos en los países occidentales, pero queda pendiente no sólo el tratamiento médico de los enfermos en el Tercer Mundo sino sobre todo, y previo a él, su tratamiento social. En ese sentido, y cuando tanto se insiste en la profilaxis para combatir ésta y cualquier otra enfermedad, es sencillamente criminal ir a países en los que el SIDA es una pandemia a predicar precisamente contra el uso del único elemento profiláctico útil del que se dispone, el preservativo.

Conductas como la de Ratzinger deberían estar tipificadas penalmente y ser perseguidas por tribunales internacionales, en la medida en que está alentando una hecatombe humana de dimensiones tales que por el número de muertos que está produciendo sobre todo en los países pobres, debe haber superado ya de largo las causadas por el Holocausto impulsado por los nazis.

martes, 24 de junio de 2008

Cuidado con las ONG's


Hace unas semanas, la Fundación Nacional del Indio de Brasil anunció a bombo y platillo el hallazgo casual en la selva amazónica de una tribu indígena desconocida. El encuentro se habría producido cuando un helicóptero de Funai sobrevolaba la selva, y de repente observaron que en tierra, apenas unos metros bajo ellos, aparecían unas chozas y entre ellas, un grupo de indígenas pintarrajeados de rojo que les amenazaban con sus arcos y flechas.

Las fotografías tomadas durante aquella especie de Encuentro en la Tercera Fase saltaron a la mayoría de medios de comunicación del mundo. Funai se aseguró un buen puñado de portadas y también los elogios generales, al pedir inmediatamente que se dejara en paz a aquellos indígenas para que siguieran viviendo a su modo y sin ser contaminados por el hombre blanco.

Ahora resulta que según publica el periódico The Guardian, todo fue un montaje de Funai, y que esa aldea india y sus habitantes son conocidos y están controlados nada menos que desde 1910. "Se trata de pueblos que no quieren relacionarse con nosotros", explicó el director del Funai, José Carlos dos Reis Meirelles cuando se produjo el supuesto "descubrimiento". Ahora el propio Meirelles ha confesado a The Guardian que esta tribu se conocía desde hace un siglo.

El propio Meirelles ha explicado al diario británico que su misión en la zona -una parte del estado brasileño de Acre- tenía el objetivo de "probar la falta de contacto de algunos grupos humanos de la selva amazónica con la civilización y cómo afecta el avance de la industrialización a la tala ilegal en el Amazonas". A primera vista la causa de Meirelles y de Funai parece impecable, pues. Las dudas comienzan cuando uno se pregunta por qué si su causa es tan limpia y convincente por sí misma, recurren a las mentiras como ése reportaje y la información tramposa que Funai ofreció a partir de él. Por qué Funai, en suma, trató de manipular a la opinión pública.

La razón es muy simple: Funai, como muchas otras organizaciones de ésa clase, públicas o privadas, maneja ingentes cantidades de dinero ajeno que supuestamente administran en beneficio de las más nobles causas. La experiencia dice que desgraciadamente en muchos casos no es así, y que el vil metal acaba imponiendo sus egoístas razones sobre otras consideraciones, y que a menudo, tras la pantalla del sentimentalismo humanitarista suele ocultarse el lucro particular y la evasión de impuestos de unos vividores y de las empresas con las que suelen estar conectados.