Si hoy tecleas en Google "Barack Obama", aparecen 87.800.000 entradas relacionadas con ése nombre. El hombre de moda en todo el planeta. Y sin embargo, hace sólo cuatro años, cuando el senador por Illinois se presentó en la Convención Demócrata que designó a John Kerry como candidato e hizo ante ella un discurso memorable, la gran mayoría de los asistentes no tenían ni idea de quién era aquél mulato espigado, de discurso organizado y enorme poder de seducción, pero los más viejos muñidores del partido y algunos analistas políticos de solvencia contrastada olieron el viento del éxito en la estela de Obama.
A mí este hombre no me gusta un pelo, creo haberlo escrito ya. No me gusta que en una sociedad como la norteamericana alguien diga de sí mismo que llegó a Chicago con una mano delante y otra detrás y que en sólo diez años ya era senador de los EEUU; alguien así no es transparente del todo. En un magnífico reportaje creo que canadiense emitido por la Televisión pública catalana hace escasamente una semana, se repasaba la biografía de Obama dejando hablar a quienes le conocían directamente por ser o haber sido colaboradores suyos. El retrato final que se componía sobre él al encajar las diferentes aportaciones era el de un hombre frío, ambicioso, de pasos medidos, probablemente iluminado por algunas buenas ideas pero también marcado por zonas oscuras bastante intensas. Su tendencia a utilizar a la gente y a deshacerse luego de ella una vez ya no le sirven para subir al siguiente escalón, nada tiene que ver con esa imagen de idealista soñador pero razonable que se ha fabricado. Es posible que efectivamente Barack Obama sea de alguna manera un idealista, pero no es menos cierto que es un auténtico profesional de la política al estilo norteamericano y además crecido en la "escuela de Chicago", reconocida desde hace casi un siglo como la más descarnada y trapacera de todas.
Dicho esto a Obama hay que reconocerle un mérito enorme: haber sido el sepulturero de la era neocon. Como escribí ayer, la "revolución conservadora" iniciada en época de Reagan y prolongada en el infame mandato de George W. Bush estaba acabada ganara quien ganara las presidenciales norteamericanas. Pero el triunfo de Obama representa la mayor derrota y la mayor humillación que podían padecer los neocons, el más duro castigo que ése puñado de insensatos y sus amos, las grandes corporaciones, podían recibir. Entre paréntesis, es una lástima que en su caída al abismo hayan arrastrado con ellos a un conservador inteligente y valioso como John McCain, quien finalmente no supo librarse del abrazo de oso de sus enemigos en el partido Republicano y terminó por entregarles su campaña y su futuro político. En todo caso, McCain aceptó ser su prisionero, y esta vez no había liberación posible; la disparatada designación de Sarah Palin como candidata a vicepresidenta, fue la sentencia de muerte que recibieron las escasas posibilidades de ganar que tuvo desde el principio McCain.
Así, en un mundo convulso por las heridas abiertas durante el mandato de Bush hijo, y azotado por una crisis económica fabricada en los entornos financieros y empresariales cuyos intereses dirigieron la Administración del que quizá haya sido el peor presidente de la historia de los EEUU (superando incluso a Ronald Reagan), la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca ha sido saludada con entusiasmo por todos y en todas partes. Tanto los dirigentes políticos de cualquier color como las gentes sencillas de los cinco continentes, estaban -estábamos-. hartos de la insolencia, el matonismo y las paranoias neocons. Como escribía hoy un columnista de El País, ya nadie aguantaba "la incompetencia y los desmanes" de la Administración neocon.
Si Obama logra que esa esperanza poderosa que ha alentado a lo largo de veintiún meses de campaña se convierta en una realidad tangible a lo largo de su mandato, se podrá dar por bueno y olvidar todo lo que comentaba más arriba sobre él. En caso contrario, si el aire fresco que hoy recorre EEUU se estanca y corrompe como ha ocurrido tantas veces, es decir, si retornan las políticas imperiales más o menos disimuladas bajo maneras más educadas y frases más brillantes que las exhibidas por las Administraciones ultrareaccionarias norteamericanas en estos últimos veinte años, ésta no sólo será una oportunidad perdida más sino tal vez la que convenza definitivamente a mucha gente de que, simplemente, "no se puede", al menos por las vías tradicionales por las que discurre la política norteamericana. En ese sentido, Obama es quizá la última esperanza del sistema político y social norteamericano.
2 comentarios:
A pesar de la victoria de Obama creo que los neocon no están enterrados. La ideología ultraconservadora urdida en los últimos 30 años no solo está afincada en EE.UU.
Europa está impregnada de él, las iglesias evangélicas, la Iglesia Católica, el integrismo islámico, incluso los comunistas chinos están salpicados por su seducción. La Esperanza, (no nuestra Lideresa) con mayúscula, es buena, la Precaución, también con mayúscula, también debe ser alta. En el Vaticano, entre los líderes integristas islámicos, entre los dirigentes de las iglesias evangélicas, neocon es lo que predomina. Y para muestra el resultado de los referendums en California, Florida...
Como dce Juan, la "revolución conservadora" en EEUU está muerta pero no enterrada aún. Con todo, su tiempo ya pasó. Quedan sus restos, y obviamente intentarán recomponerse; hoy mismo dice la prensa que los sectores más cerriles del partido Republicano ya vocean la candidatura de la "perra con pintalabios" para 2012. Bueno, peor para ellos. Sigo pensando que el movimiento neocon está acabado y hundido con todo estrépito en el mayor de los descréditos.
Quedan, eso sí, las bases huérfanas, esos millones de "cristianos renacidos" neoconservadores y asimilados. Y queda su sombra proyectada sobre tantos países, entre ellos España, donde pervive en la derecha el aznarismo como principal referencia ideológica. Y ciertamente el mundo ha visto florecer estos años integrismos religioso-políticos que han infectado todos los continentes.
Pero lo peor de la ola ya ha pasado, pienso; la gaseosa ha perdido el gas, y van de retirada. Lo que no significa que la intolerancia, el fanatismo, el odio y la injusticia social vayan a desaparecer por ensalmo del mundo, ni mucho menos.
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