viernes, 28 de noviembre de 2008

Juan Marsé, voz de la Barcelona mestiza


Acaban de concederle a Juan Marsé el premio Nacional de Literatura (nacional de la nación vecina, como dirían los burócratas de la cultura oficial catalana). El premio es ante todo el reconocimiento a una trayectoria como creador artístico de primera fila, pero también el homenaje a una postura cívica que en los tiempos que corren tiene un mérito enorme.

Juan Marsé, barcelonés hasta la médula, escribe en castellano porque le da la gana. La cosa es así, lamentablemente para algunos. Resulta que el hombre se siente cómodo en esta lengua, que por lo demás expresa mejor que cualquier otra su mundo, tan radicalmente barcelonés en su especificidad: lengua y realidad social unidas en un verdadero "hecho diferencial" propio de esta ciudad. Pero inmediatamente el escritor de El Carmel dice que que la lengua que maneja para escribir es eso, un instrumento de comunicación, no un arma política al servicio de ideologías. Con lo cual y por el mismo precio, Marsé logra cabrear por igual a nacionalistas catalanes y nacionalistas españoles, algo que a la mayoría de barceloneses nos encanta (ya saben, para los naciópatas de cualquier leche Barcelona es la "Gran Puta de Babilonia", la que una y otra vez se ríe de sus estúpidos cantos de sirena; Marsé sería para ellos casi como el DJ que pone la música en esa Barcelona mestiza y un punto caótica, libre y gozosamente refractaria a quienes quieren ahormarla bajo sus enseñas).
Y es que el mundo literario que ha creado Juan Marsé es un mundo que por pegado a la realidad social barcelonesa, nada tiene que ver con ensoñaciones burguesas. No hay idealismo ninguno en las novelas de Marsé, y sí la narración de una realidad dura y en ocasiones sórdida, la propia de la inmigración en la ciudad en el contexto de la España franquista. En ese sentido, la lucha de clases, manifestada en el choque entre los mundos fronterizos pero inmensamente alejados entre sí de los barrios de El Carmel (obrero) y de Gràcia (burgués), por donde Marsé hace caminar a su personaje, el Pijoaparte, traspasa toda la obra de este escritor y se manifiesta con mayor intensidad y crudeza que en aquellos apolillados manuales de marxismo-leninismo que circulaban entre los estudiantes de la época.

Marsé, voz de la Barcelona mestiza, ha permanecido fiel a su gente y a su clase, allí donde tantos otros se han dado un barniz de conformismo con quienes detentan el poder real en esta Catalunya de nuestros pecados, y han agachado la testuz ante esas gentes que al cabo siempre son los mismos, aunque los trapos de colores que exhiben para encelarnos y justificar sus sueldos y las prebendas y sinecuras que reparten sean diferentes. Por esas horcas caudinas Marsé no ha pasado nunca, y episodios como su ausencia de la Feria de Frankfurt son la prueba; el escritor catalán que más vende en el mundo, no existe para la burocracia cultural de su país.

Marsé dice estar hasta el gorro de los políticos, y ha demostrado en repetidas ocasiones que los premios se la traen al fresco. Ni firma manifiestos en defensa de la presuntamente amenazada lengua castellana, ni reclama no menos presuntos derechos de autodeterminación. Juan Marsé observa y escribe no sobre realidades virtuales, sino sobre lo que verdaderamente pasa a su alrededor. Seguramente es por eso que ahora con premio Nacional como antes sin él, seguirá cabreando a unos y otros gurús de la cultura y la política, para placer de la inmensa mayoría de quienes nos reconocemos como sus vecinos y apreciamos su escritura y sobre todo, su posición ética.
PD Acabo de darme cuenta de que en mi precipitación gozosa, he escrito que a Marsé le han dado el premio Nacional de Literatura, cuando en realidad le han dado el Cervantes. Deben ser cosas del subconsciente, que me traiciona de vez en cuando. Lo dejo así, pero ya saben que no, que el premio otorgado a Marsé ha sido el que lleva el nombre de otro genial novelista casi tan descreído como él.

4 comentarios:

Miranda dijo...

Qué bien escrito todo.
Como siempre.

Felicidades al Marsé.

Joaquim dijo...

Supongo que eso se lo dices a Juan Marsé, no a mí -:)

Gracias de parte de los dos, en todo caso.

Miranda dijo...

Marsé siempre me gustó tanto que hasta me inquietaba, esa especie de conexion que notaba, no se, me abrumaban algunas coincidencias de utopías o sensaciones.

Lo decía por vos, editor.

Abrazo.

M.

Joaquim dijo...

Miranda, aunque no tengo el placer de haber saludado personalmente a Marsé, sí que es verdad que compartimos algunas cosas. Por ejemplo, ambos escribimos en castellano porque nos da la gana, aunque evidentemente él lo haga infinitamente mejor que yo.

Incluso cabe la posibilidad de que nos hayamos cruzado en la calle con alguna frecuencia, pero yo entonces era muy niño y el circulaba en una Vespa a toda castaña -:)

Un abrazo.