La relación entre el Estado francés y ETA ha pasado por diversas etapas en el medio siglo de existencia de la organización terrorista vasca, desde la tolerancia mutua a la persecución más o menos implacable del primero sobre la segunda. Lo interesante con todo, es subrayar que en ninguna de esas etapas hubo verdadero amor u odio entre ellos, aunque desde hace tiempo a cualquier francés ETA le recuerda demasiado a la OAS. Y ya sabrán ustedes como De Gaulle, con el aplauso de la inmensa mayoría de los franceses por cierto, erradicó la OAS. Incluso años más tarde, ya a mediados de los ochenta, en la costa levantina española seguían apareciendo de vez en cuando antiguos "pied noirs" oasistas cosidos a balazos por el SAS, un servicio policial francés especializado, al que por cierto, en los noventa un puñado de tarados chapuceros intentaron remedar en España, con las consecuencias que son de dominio público.
En fin, que Francia es diferente. Y es que la "République" es mucho más que un Estado. En uno de mis primeros viajes a París me impactó sobremanera ver escrito sobre los vehículos de limpieza municipales esta frase:" propiedad de París". Atención: no propiedad de la concejalía de Limpieza, del Ayuntamiento de la ciudad o de monsieur Chirac, entonces alcalde de la capital gala, sino propiedad de París, de los parisinos. A ver quién es el guapo que les "grafitea" un camión a los parisinos.
A este lado de los Pirineos, en cambio, cualquiera pintarrajea un camión de limpieza. O pone una bomba. O simplemente, se cisca en el Estado. Y sin embargo toda esa gente, empezando por los propios etarras, apenas cruzan la frontera en dirección norte se cuidan muy mucho de actuar como lo hacen a este lado. La "République" es mucha "République", ya digo. En más de una ocasión ETA ha pedido disculpas al Estado francés por algún "error" de sus muchachos en territorio francés; y muchas veces, la misma ETA ha disuadido a vascofranceses de iniciar su "lucha armada de liberación" contra el Estado francés, por lo que pudiera pasar; quizá recuerden que cuando hace unos años, un tarado mental vascofrancés decidió matar "su primer gendarme" en honor de la Independencia de los Siete Territorios Históricos , ni ETA ni nadie movió un dedo por él cuando la gendarmería lo cosió a balazos en una carretera apenas veinticuatro horas después.
Por eso resulta especialmente divertido leer en El País de hoy que algunos dirigentes etarras de la generación de jovenzuelos salidos de la "kale borroka" quieren declararle la guerra al Estado francés, habida cuenta los palos que éste le endilga a ETA cuando le parece bien atizarle. Sus mayores, los que llevan más años en eso del terrorismo y tienen por tanto más experiencia, parece que han logrado infundirles un poco de sensatez; saben que el día que ETA ataque al Estado francés, ETA estará acabada para siempre. Físicamente acabada, digo.
La baza que parece jugar el Estado español a medio plazo es esa, conseguir que la colaboración policial y de inteligencia francesa golpee a ETA de tal manera que los etarras tengan que acabar revolviéndose contra los franceses. Pero Francia dosifica los golpes. Como un boxeador experto, el Estado francés coloca derechazos en el rostro de ETA cuya intensidad y temporalidad gradúa de modo admirable. Ayer la "Sureté" le arrancó la cabellera a Txeroki, el jefe operativo etarra, y sus captores franceses se hicieron una foto con él como si hubieran cazado un ciervo de cornamenta muy afilada.
No nos engañemos, sin embargo. Entre la "République" y ETA ciertamente no hay amor, pero tampoco odio. La suya es simplemente una historia de encuentros y desencuentros por pura conveniencia, una danza un tanto macabra ejecutada por dos danzantes, el uno desdeñoso y el otro asustado. No hace falta decir quién es quién en esa pareja ¿verdad?.
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