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lunes, 7 de febrero de 2011

La última carta de Ramón J. Sender



Creo haber escrito aquí alguna vez anterior que según tradición familiar transmitida por mi madre parece que me une algún vínculo de sangre con el escritor Ramón J. Sender, seguramente el narrador español más importante del siglo XX. En concreto, Sender sería primo hermano de mi abuelo materno, y según he podido deducir por mi cuenta, un personaje de "Crónica del alba" sería un miembro muy directo de mi familia fallecido ya hace algunos años.

El caso es que al margen de esa presunta relación siempre he profesado gran aprecio por Sender, primero como escritor y luego como referente ético de la llamada España Peregrina, los transterrados por el franquismo. Del Sender novelista recuerdo con viveza "Bizancio", "El lugar de un hombre", "Réquiem por un campesino español", "La aventura equinoccional de Lope de Aguirre" y sobre todo "Imán", probablemente la mejor novela-crónica escrita en España en el siglo XX, un alegato brutal contra la guerra colonial en el norte de Marruecos, un texto demoledor que contribuyó decisivamente al desprestigio de la monarquía y del Ejército español y que abrió camino a la Segunda República.

Ramón J. Sender murió en enero de 1982. Sú última carta se la dirigió a una entonces joven escritora, directora de un colegio público en el País Vasco, que le había enviado un ejemplar del manuscrito de una novela. Una copia de la carta la tengo enmarcada sobre una balda del mueble biblioteca en el despacho de mi casa, y suelo leerla varias veces a la semana. En esa epístola breve y concisa, casi al modo de Gracián, un Sender muy enfermo se excusa por no haber leído el manuscrito y desde la sencillez del campesino aragonés que era, le da a su corresponsal un consejo impagable, que debería ser memorizado por todo aspirante a escritor:

"No tengas prisa. El tiempo carece de valor para los artistas y escritores. Cervantes escribió su Don Quijote ya viejo y gracias a él será siempre joven".

Esta es la carta completa:

"Querida colega y amiga,

Contesto tu carta con un poco de retraso en relación con Navidad y Año nuevo, pero siempre es oportuno desear a una persona querida suerte y felicidad. Así pues[,] espero y deseo que este año sea para ti tan bueno como yo lo querría para mí mismo.

Como tú dices, el libro que me mandaste no llegó. Si lo certificaste puedes reclamar. Es verdad que yo estuve durante algo menos de un mes fuera de San Diego, (en Méjico) [,] pero había alguien encargado de recibir mi correo y debió haber llegado ese manuscrito a mis manos.

En todo caso creo que debo aconsejarte que no publiques materiales inmaduros. Una sola obra bien lograda vale más que cien libros poco meditados. No tengas prisa. El tiempo carece de valor para los artistas y escritores. Cervantes escribió su Don Quijote ya viejo y gracias a él será siempre joven.

Una vez más te deseo venturas y satisfacciones. Está bien que seas directora de ese colegio de Beurko y que la gente te estime y considere en lo que vales.

Cordialmente,

Ramón J. Sender”.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Juan Marsé, voz de la Barcelona mestiza


Acaban de concederle a Juan Marsé el premio Nacional de Literatura (nacional de la nación vecina, como dirían los burócratas de la cultura oficial catalana). El premio es ante todo el reconocimiento a una trayectoria como creador artístico de primera fila, pero también el homenaje a una postura cívica que en los tiempos que corren tiene un mérito enorme.

Juan Marsé, barcelonés hasta la médula, escribe en castellano porque le da la gana. La cosa es así, lamentablemente para algunos. Resulta que el hombre se siente cómodo en esta lengua, que por lo demás expresa mejor que cualquier otra su mundo, tan radicalmente barcelonés en su especificidad: lengua y realidad social unidas en un verdadero "hecho diferencial" propio de esta ciudad. Pero inmediatamente el escritor de El Carmel dice que que la lengua que maneja para escribir es eso, un instrumento de comunicación, no un arma política al servicio de ideologías. Con lo cual y por el mismo precio, Marsé logra cabrear por igual a nacionalistas catalanes y nacionalistas españoles, algo que a la mayoría de barceloneses nos encanta (ya saben, para los naciópatas de cualquier leche Barcelona es la "Gran Puta de Babilonia", la que una y otra vez se ríe de sus estúpidos cantos de sirena; Marsé sería para ellos casi como el DJ que pone la música en esa Barcelona mestiza y un punto caótica, libre y gozosamente refractaria a quienes quieren ahormarla bajo sus enseñas).
Y es que el mundo literario que ha creado Juan Marsé es un mundo que por pegado a la realidad social barcelonesa, nada tiene que ver con ensoñaciones burguesas. No hay idealismo ninguno en las novelas de Marsé, y sí la narración de una realidad dura y en ocasiones sórdida, la propia de la inmigración en la ciudad en el contexto de la España franquista. En ese sentido, la lucha de clases, manifestada en el choque entre los mundos fronterizos pero inmensamente alejados entre sí de los barrios de El Carmel (obrero) y de Gràcia (burgués), por donde Marsé hace caminar a su personaje, el Pijoaparte, traspasa toda la obra de este escritor y se manifiesta con mayor intensidad y crudeza que en aquellos apolillados manuales de marxismo-leninismo que circulaban entre los estudiantes de la época.

Marsé, voz de la Barcelona mestiza, ha permanecido fiel a su gente y a su clase, allí donde tantos otros se han dado un barniz de conformismo con quienes detentan el poder real en esta Catalunya de nuestros pecados, y han agachado la testuz ante esas gentes que al cabo siempre son los mismos, aunque los trapos de colores que exhiben para encelarnos y justificar sus sueldos y las prebendas y sinecuras que reparten sean diferentes. Por esas horcas caudinas Marsé no ha pasado nunca, y episodios como su ausencia de la Feria de Frankfurt son la prueba; el escritor catalán que más vende en el mundo, no existe para la burocracia cultural de su país.

Marsé dice estar hasta el gorro de los políticos, y ha demostrado en repetidas ocasiones que los premios se la traen al fresco. Ni firma manifiestos en defensa de la presuntamente amenazada lengua castellana, ni reclama no menos presuntos derechos de autodeterminación. Juan Marsé observa y escribe no sobre realidades virtuales, sino sobre lo que verdaderamente pasa a su alrededor. Seguramente es por eso que ahora con premio Nacional como antes sin él, seguirá cabreando a unos y otros gurús de la cultura y la política, para placer de la inmensa mayoría de quienes nos reconocemos como sus vecinos y apreciamos su escritura y sobre todo, su posición ética.
PD Acabo de darme cuenta de que en mi precipitación gozosa, he escrito que a Marsé le han dado el premio Nacional de Literatura, cuando en realidad le han dado el Cervantes. Deben ser cosas del subconsciente, que me traiciona de vez en cuando. Lo dejo así, pero ya saben que no, que el premio otorgado a Marsé ha sido el que lleva el nombre de otro genial novelista casi tan descreído como él.

miércoles, 31 de octubre de 2007

Lengua versus cultura (y 2): por un planteamiento científico de un problema ideologizado


Lo relatado en el post anterior tiene su origen en un error muy extendido hoy, cual es el confundir la parte por el todo, es decir lengua con cultura, y a ésta con un proyecto ideológico concreto, el que identifica cultura de una colectividad con identidad nacional; algo común hoy desde el punto de vista político, pero científicamente insostenible existiendo desde hace tiempo el concepto antropológico de cultura (ver las aportaciones de Marvin Harris, por ejemplo).

En realidad, la identificación entre lengua y cultura no se sostiene ni siquiera desde el punto de vista político. Si fuera cierto que la esencia de la cultura propia de una colectividad humana descansa exclusivamente en el uso de una lengua concreta -tal como viene sosteniendo el nacionalismo catalán burgués desde hace 30 años (al no disponer de otros asideros como raza, religión, etc), resultaría que un pueblo como el irlandés, de fuerte perfil "nacional" -en el sentido político contemporáneo del término- pero cuya lengua originaria, el gaélico, es usada desde hace siglos tan sólo por una minoría muy pequeña de la población, carecería no ya de identidad nacional en términos políticos sino incluso de cultura propia, cuando ésta tiene por contra una potencia indiscutible ... aunque desde hace siglos se exprese en inglés, el idioma de los antiguos colonizadores. ¿Acaso James Joyce no es un escritor irlandés?. Pues por increíble que parezca, aplicando el método seguido por la conselleria de Cultura de la Generalitat de Catalunya en el caso de la Feria de Frankfurt, y dado que Joyce escribía en inglés y no en gaélico, no lo es, y por tanto no representa a la cultura irlandesa.

Franz Boas en su libro clásico "Antropología cultural", (pág. 159, Círculo Universidad. Barcelona, 1990) define la cultura como "la totalidad de las reacciones y actividades mentales y físicas que caracterizan la conducta de los individuos componentes de un grupo social, colectiva e individualmente( ...) también incluye los productos de estas actividades y su función en la vida de los grupos".

La lengua es tan sólo uno de esos productos, además de una herramienta de comunicación que ni siquiera tiene que ser necesariamente una sola o la supuestamente "propia" de ése colectivo.

lunes, 29 de octubre de 2007

Lengua versus cultura (1): Por qué la participación catalana en la Feria de Frankfurt ha sido una mascarada


En un artículo del periódico Heraldo de Aragón de hace unos días se daba cuenta de la participación de dos autores aragoneses de lengua catalana en la recientemente clausurada Feria del Libro de Frankfurt, formando parte de la delegación catalana. Al parecer tal hecho ha suscitado cierto malestar en Aragón al interpretarse como una ingerencia catalanista, al tiempo que desde Catalunya se ha usado para reforzar la posición de quienes sostenían que a Frankfurt debían ir exclusivamente escritores en catalán, dejando fuera a los escritores catalanes en lengua castellana u otras lenguas.

Respecto a la actitud de quienes ahora se enteran de que en su región, país, nacionalidad o como quieran llamar a Aragón hay personas que escriben y hablan en catalán, ése es su problema. El desconocimiento de la propia realidad circundante no exculpa las insensateces que puedan proferirse, algo a lo que por desgracia resulta muy proclive cierto "nacionalismo de cachirulo" baturrista y españolero, tan rancio como reaccionario por lo demás.

Más enjundia tiene la polémica organizada al otro lado de la trinchera nacionalista, desencadenada por el catalanismo oficial desde el aparato de gobierno que es la Generalitat de Catalunya, que en materia cultural está controlado férreamente por nacionalistas sin fisuras. De entrada éste se ha esforzado desde el principio, en concordancia plena con sus fantasmas ideológicos, en llevar a la Feria de Frankfurt únicamente a escritores "en" catalán, y no a escritores "de" cultura catalana. Entre paréntesis, es por ello natural que la Conselleria de Cultura de la Generalitat invitara no sólo a escritores nacidos en Catalunya y que escriben en catalán, sino también a algunos escritores nacidos en otros territorios y que usan la lengua catalana en su escritura. Cierto que en ese esquema hubiera sido perfectamente posible que un sueco que escriba haikus japoneses en catalán fuera invitado por el Honorable conseller a la Feria alemana como representante de la cultura catalana. Ya sé que resulta surrealista, pero así las gastan nuestros gobernantes en estas materias.

Con todo, lo más surrealista de esta lamentable historia es que los organizadores alemanes habían invitado a la "cultura catalana" y no a la "escritura en catalán", con lo que estos buenos señores se llevaron la desagradable sorpresa de ver que los organismos culturales oficiales catalanes extendían invitaciones exclusivamente a escritores en lengua catalana, cuando lo que pretendían los avispados alemanes era que a la feria teutona fueran los escritores catalanes que venden (y mucho) en Europa, incluida naturalmente Alemania: los Marsé, Cercas, Mendoza, Zafón, etc. Ocurre que esta gente escribe en castellano, y por eso fueron excluidos desde el primer momento por nuestro Govern.

Total que, una vez más, se ha hecho el ridículo a escala europea y perdido una oportunidad de oro para promocionar la cultura catalana realmente viva en nuestro país, la que vende por sí sola sin necesidad de subvenciones oficiales ni de compras masivas por parte de la Generalitat de ediciones que no tienen salida en el mercado (en este rubro y sólo en 2005, según cifras oficiales de los propios organismos culturales catalanes, la Generalitat enterró en sus almacenes 250.000 ejemplares de títulos en catalán publicados por editoriales privadas o en régimen de coedición con ella; esto en una sociedad tan "de libre mercado" y "abierta a la competencia empresarial" como la catalana).

Por mi parte, y como escritor catalán en lengua castellana, me adhiero a lo que escribió Sergi Pàmies (escritor en lengua catalana, por cierto) sobre el lío de Frankfurt: "Si dijera todo lo que pienso de este asunto, me meterían en la cárcel".