Pensaba antes de viajar que lo que iba a ver no me gustaría mucho, pero la realidad superó todas las previsiones. Todo el inmenso recinto es como un sembrado de grandes carcasas arquitéctonicas, a cual más extravagante, en cuyo interior no hay apenas nada.
El calor, el desconcierto y la sed -¡en una exposición sobre el agua!-, hicieron el resto.
En su momento la Expo fue una buena idea, pero lamentablemente ha quedado vacía de contenido.
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