jueves, 5 de junio de 2008

"Ronda nocturna": noches blancas de un chekista


En el Leningrado de mediados de los años sesenta, un antiguo chekista reciclado en guardia de seguridad reflexiona en voz alta sobre los buenos viejos tiempos y su papel -modesto papel, pero imprescindible al cabo- en la gran maquinaria represora del estalinismo, mientras se muestra un tanto perplejo ante los cambios que está sufriendo la URSS como consecuencia del proceso de desestalinización que se está llevando a cabo.

El narrador, con todo, habla desde la tranquilidad de conciencia que dá el deber cumplido, y sin el menor asomo de cuestionamiento del propio pasado y mucho menos, del de su país. Tampoco hay en él entusiasmo por aquella época y sus personajes, ni por el modo -infame- en que se hicieron las cosas; simplemente, nos viene a decir, había un trabajo que hacer -del que según nos cuenta formaba parte, por ejemplo, el enterrar cadáveres sin nombre en bosques cercanos a la ciudad-, y por una serie de azares de la vida le tocó desempeñarlo. Nada más.

No hay pues excesos en ningún sentido, ni casi ideología en la razón del chekista: la banalidad del mal convertido en tarea cotidiana desarrollada durante décadas por un funcionario de bajo rango, adquiere en la voz de este antihéroe anónimo resonancias conocidas. Lo que nos cuenta podría haberlo narrado perfectamente un antiguo miembro de la Gestapo, o mejor todavía, un ex "policía secreta" del franquismo. La grisura general sería la misma, el tono burocrático y hasta los "modus operandi" resultarían sorprendentemente clónicos. Y es que en materia de represión bajo regímenes dictatoriales todo está inventado desde hace mucho tiempo.

Claro que en la España de Franco las detenciones no se hacían en noches blancas como las que nos cuenta el narrador. En eso salíamos perdiendo claramente en relación con los soviéticos.

Ronda nocturna (novela), de Mijáil Kuráyev. Editorial Acantilado, Barcelona. 112 páginas.

No hay comentarios: