Los inicios de la larga campaña electoral para las presidenciales norteamericanas de este año están resultado espectaculares y galvanizadores. Hacía muchos años que no se producía la efervescencia actual, con millones de personas movilizadas por todo el país en apoyo de sus candidatos. Las consecuencias políticas de tal movimiento de mentes y de masas no parece que vayan a ser pasajeras.
De momento, esta marea humana se está llevando por delante a los neocons y a su obra de gobierno, por llamarla de alguna manera; gane quien gane la presidencia estadounidense, la "revolución neocon" pasará directamente al basurero de la Historia. Fin pues de un cuarto de siglo de la política norteamericana que, salvo en el período de presidencia de Bill Clinton, ha estado marcado por la hegemonía salvaje de la extrema derecha. Hoy, los tres candidatos con opciones reales están alejados de los presupuestos ideológicos que han inspirado la época que inauguró Reagan y continuaron los Bush, padre e hijo. Hasta el candidato republicano John McCain, conservador pero no reaccionario y del que abomina la "derecha cristiana", es enemigo abierto de la extrema derecha bushista. Aunque si gana Hillary Clinton, el futuro de los neocons será el más negro posible: el ajuste de cuentas con el pasado de persecución sufrido por los Clinton estará servido, y muy probablemente Bush o al menos sus colaboradores más inmediatos acabarán sentados en el banquillo judicial para responder de sus crímenes y sus mentiras. Quizá entonces lleguemos a saber qué y quiénes se esconden realmente tras el 11-S y el llamado "terrorismo global".
La esperanza en la llegada de un nuevo tiempo, reflejada en el lema de la campaña de Barak Obama "si, podemos" y extensible al resto de candidaturas con posibilidades, no nace evidentemente del vacío: proviene del hartazgo de los norteamericanos más sensibles política y socialmente (jóvenes, mujeres, minorías) de estos años de locura ultraderechista que ha vivido EEUU. La campaña electoral ha facilitado a las clases medias y populares el instrumento de acción, y con él como piqueta están derribando la fortaleza bushiana. Dado el estado de pudrición interna en que ésta se halla por causa de los crímenes cometidos por los neocons en su política imperial y de la corrupción masiva con la que han infectado el sistema, la victoria de los atacantes parece segura, y con ella, el fin del neoconservadurismo se hace irreversible.
3 comentarios:
¡¡¡Ojala!!!
¡¡¡Ojala!!!
No es que tenga un alma gemela en el anonimato, es que se me escapó el primer ojala, y como soy tan desastre pensé que no habia salido.
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