La decisión del líder del PD italiano, Walter Veltroni, de presentar sola su formación a las próximas elecciones generales representa el mayor regalo que pudieran recibir Silvio Berlusconi y la extrema derecha parlamentaria italiana, agrupada en la alianza que reúne a Forza Italia, Alleanza Nazionale y Lega Norde. La decisión de Veltroni certifica la desaparición de L'Ulivo, y con ella de toda posibilidad de que la izquierda regrese al gobierno italiano en mucho tiempo.
La sorprendente evolución ideológica de los dirigentes y de una parte de la militancia del antiguo PCI -del eurocomunismo al liberalismo "progresista" en apenas dos décadas- y la fragmentación organizativa del resto de la izquierda, incapaz de construir partidos sólidos y amplios, condiciona gravemente la vida política italiana y regala a la ultraderecha liderada por Berlusconi el poder político, que en breve sumará a los poderes mediático y económico, que ya ejerce en monopolio, además de estar en íntima asociación con la Mafia y la Iglesia Católica. El poder absoluto le aguarda pues al gánster italiano, bendecido por una ley electoral tan repugnantemente sesgada a favor de los intereses reaccionarios, que sus mismos autores berlusconianos la calificaron de "cerdada". El sacrificio de Prodi, lanzado a la hoguera por sus aliados, habrá sido en vano. La expectativa de voto del PD de Veltroni en las próximas elecciones se sitúa en torno al 20 %.
La reciente refundación del PSI tampoco servirá para nada. El grupo que lidera Boselli se ha abanderado en el social-liberalismo más ortodoxo, y en el Congreso de Unidad Socialista ha sumado a sus filas a gente de la catadura ética del hijo de Craxi (cuyo Nuovo PSI fue a las anteriores elecciones generales en la coalición de Berlusconi) y delincuentes de la talla criminal de De Michelis. Fracasada la alianza de los seguidores de Boselli con un Partito Radicale cada vez más escorado a la derecha, los flamantes "socialistas" se han quedado colgados de la brocha: Veltroni no les quiere ni ver como posibles aliados, y la Cosa Rossa les da pánico a los liberales bosellianos. Para mayor inri, la mayoría de las escasas bases del partido apuestan precisamente (ver encuesta en la web del PSI) por ingresar en la coalición de izquierdas Arcobaleno (Arco Iris) que impulsa la Cossa Rossa. Si se presenta solo, las encuestas le dan al PSI el 0'50% de los votos.
El único proyecto serio de reconstrucción del espacio de izquierdas en Italia es la Cossa Rossa (la Cosa Roja) que impulsan Sinistra Democrática, Los Verdes y los dos grupos comunistas que no aceptaron la desaparición del PCI: Comunisti Italiani y Rifondazione Comunista. Sinistra Democrática es a su vez un partido nacido del rechazo al abandono por parte del PD de toda ideología de izquierda para convertirse en el "partido de centro" italiano. La Cossa Rossa ha creado la coalición Arcobaleno, a partir de la cual pretende avanzar hacia un proyecto semejante al que representa Die Linke en Alemania. La diferencia esencial radica en que en Italia no uno sino dos partidos comunistas pretenden contra toda lógica política seguir sobreviviendo sin reconocerse como puros anacronismos, y además uno de ellos está liderado por Fausto Bertinotti, el hombre cuya sandez y falta de criterio ha derribado más gobiernos de izquierdas en toda la historia política de Italia. Las encuestas le dan a Arcobaleno alrededor de un 10% de los votos.
El fin de l'Ulivo es pues el certificado de defunción de una "clase política" de izquierdas incapaz de estar a la altura de los tiempos, sumida en la pura palabrería y que se mueve sin solución de continuidad entre el conchabeo y el enfrentamiento entre grupos, grupitos y grupúsculos cuyo único capital político es la verborrea discursiva.
Quizá sea necesaria una larga travesía del desierto para que pueda alumbrar de nuevo una izquierda italiana potente y organizada. Mientras tanto, el cansancio de los electores está más que justificado.
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