En los niveles dirigentes del PP, los Aznar, Zaplana, Acebes, Aguirre, Pujalte, del Burgo y tantos y tantos otros, incluido el propio Rajoy cuando ha convenido, han practicado y practican el terrorismo verbal coactivo con inusitada violencia, acusando por ejemplo al presidente Zapatero de connivencia con ETA, o a todos los socialistas de tener las manos manchadas de sangre del GAL, o poniendo en circulación la especie de que el 11-M fue una conspiración organizada por el PSOE, la policía y los servicios secretos de Marruecos y Francia, o solidarizándose con golpistas que pretenden patear la voluntad popular expresada por un parlamento legítimo, o descalificando salvajemente a minorías políticas, religiosas, culturales o sexuales.
La violencia verbal que practica el PP es puro terrorismo, y de la peor especie. Al cabo, sus antecedentes ideológicos se sitúan en el franquismo, el régimen criminal que encarnó en España el terrorismo ideológico y físico llevado al extremo; al lado de los centenares de miles de muertos y de los millones de represaliados por el franquismo (encarcelados, exiliados, privados de trabajo y hasta de su propia identidad), la producción criminal de ETA (800 muertos en 51 años), es simplemente de risa.
Para verdadero terrorismo de masas pues, el que viene sufriendo éste país desde que en 1993 el PP se lanzó al asalto del poder por todos los medios a su alcance, situación agravada desde la supuestamente imprevista derrota de su candidato en 2004, el mismo por cierto que ahora, después de cuatro años de lanzar y hacer lanzar infamias sistemáticas, finje moderación y "centrismo" a las puertas del 9 de marzo.
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